Capítulo uno: Llegada e imprevisto.

I do.

Aeropuerto Internacional de Gimhae. Salidas nacionales. Busán, Corea del Sur.

Un nuevo día, una nueva historia. Después de vivir en una de las ciudades más grandes de Corea del Sur, Busan, era tiempo de poner en orden sus prioridades, con lágrimas en los ojos, las mejores amigas Kim Gae In y Park Hye Sun, se despiden mientras la última se despedía de ella en el aeropuerto, tomando la mano de su hermano menor, que seguía triste por tener que dejar su hogar, pero, ¿que remedió tenían? Sus padres trabajaban en una empresa transnacional y tenían muchos viajes además de que su lugar de trabajo se encontraba en Shangai, crecieron con Kim Gae Ni, formando su propia y pequeña familia, con un suspiro se limpió una lágrima que caía por su mejilla y sonrió con todas sus fuerzas.

—Sabes que nos veremos pronto —susurró mientras caminaba a la sala de abordar.

—Lo sé, dos semanas más y tendremos que empezar una nueva vida allá...—respondió Gae Ni tosiendo levemente, se colocó en cuclillas y le acaricio el cabello al pequeño Hyun Joong.

—Noona, vendrás con nosotros, ¿verdad?—inquirió tomando la botella que tenía en las manos su amiga.

—Claro, dame dos semanas y estaré ahí. Tienes que portarte bien, ¿entendiste? No le des problemas, sabes que se pone nerviosa. Yo soy la que es más valiente.

—¡Ya se! ¡Ella se asusta siempre! Le ayudare a arreglar lo que pueda en la casa— prometió sonriendo mostrando que le faltaban dos dientes.

—Así me gusta—sonrió mientras le despeinaba el cabello y se levantaba.

—Llámame en cuanto llegues y dime si necesitas que lleve algo— pidió Gae Ni colocandose al lado de las puertas de seguridad.

—Lo haré— exclamó y tomó de la mano al niño mientras entraban por seguridad.— ¡Nos vemos pronto! —grito agitando su mano.

—Todo pasa muy rápido...—murmuró mientras se colocaba el gorro que había tejido en clase con su amiga.

Regreso a la acera y pidió un taxi que la llevaría a su casa, sin poder esperar a que las dos semanas se terminarán en ese instante.

 

 

 

Aeropuerto Internacional de Incheon. Llegadas nacionales. Seúl, Corea del Sur.

El avión aterrizo suavemente y en ese momento Park Hye Sun aprovecho para despertar a su hermano, que tenía un hilo de saliva recorriendo un lado de su boca.

—Hyung Joong, despierta, llegamos— anunció tomando las maletas de mano que se encontraban en el compartimiento de arriba del avión. Con una sonrisa somnolienta el menor tomo su mano y comenzaron el descenso para tomar sus maletas.

—Solo tienes que avisarme si ves nuestras maletas, ¿okey?

—Sí.

Hyun Joong corrió colocándose cerca de la banda transportadora. Después de unos minutos las maletas aparecieron y ella las sacó de ese lugar después de recibir ayuda de un señor y su esposa.

—¡Muchas gracias! —exclamó antes de dar una reverencia y continuar su camino.

—¿Hyung Joong?—pregunto su hermana comenzando a ver a todos lados. Estaba segura de que él estaba con ella apenas un segundo atrás.

Hye Sun comenzó a correr sintiendo que su corazón se iba a escapar de su pecho, las lágrimas le llenaban los ojos y cada vez le costaba más respirar.

—¡Hyung Joong!—gritó tratando de buscar a su pequeño hermano.

—Si ella...—susurró entre sollozos— hubiera estado aquí, esto no habría pasado.

En otro lado del aeropuerto Hyung Joong  caminaba desorientado con los ojos desorbitados, no podía ver a su hermana, no conocía a nadie, y el oso de peluche que Gae Ni le había dado vagaba entre sus dedos mientras que el oso se arrastraba por el suelo, no sabía que hacer, todos lo miraban de manera extraña, como un perro perdido. Las lágrimas no aguantaron más y comenzó a llorar, abrazando a su oso con todas sus fuerzas.

—Noona— gritó entre sollozos, tratando de respira de nuevo pero fracaso, se quedo en el suelo llorando, no sabía en que momento se había separado de su familia.

Aeropuerto Internacional de Incheo. Llegadas internacionales. Seúl, Corea del Sur.

—De nuevo aquí —dijo Kim Myungsoo mientras tiraba de su maleta.

—Si, después de estar un mes en Europa, extraño la comida de Corea. Además de que es conveniente ponernos en forma de nuevo, se que fuimos al gimnasio mientras estábamos allá, pero mi madre me dijo que no tenía que descuidar mi imagen. Todo el mundo espera a que comentamos un error, mis padres  también, pero como te he dicho amigo mío, no lo van a lograr.

Dos amigos, los mejores desde que tenían uso de razón, sus familias de igual importancia para la economía de Corea y Asia.

Choi Yoon Seung: Heredero de la Familia Choi. Una familia que hacia temblar con solo mencionarla, dueños de cadenas de hoteles, restaurantes, centros comerciales, electrónica y mucho más.

 Lo que su familia no tenía lo tenía la de su mejor amigo los Kim.

Kim Myung Soo: Heredero de la familia Kim. Controlando la industria del cine, televisión, electrónicas, aeronaútica, construcción, bares, centros nocturnos, incluso petróleo.

Eran el par de solteros más codiciados en todo Asia y también en el mundo, si tenían un escándalo, se reflejaba en las acciones. Entrenados para ser un caballero perfecto y el modelo ejemplar del hijo de un CEO.

Envidiados por su gran apariencia, dinero, parecía que todo se les había otorgado a manos llenas.

Diferentes personalidades pero para todos eran muy parecidos, siempre con una sonrisa de hielo en el rostro.

—No había pensado eso en realidad pero ahora que lo dices...—continuo mientras se fijaba en su cintura.

—No way man! Creo que debo continuar en el gimnasio —se quejó revolviendo su cabello dejándolo despeinado.

—No te pongas así, solo debemos ir con el entrenador y ya, problema resuelto— intervino Yoon Seung.

—Ya que lo pones así...vayamos a comer yo invito — anunció Myungsoo esquivando a las personas que pasaban por ahí. Con su característica sonrisa el heredero de la compañía Kim continuaba su camino hablando con su amigo de su nuevo auto, cuando se tropezó haciéndolo trastabillar.

—¡¿Pero qué?!

 Sorprendido a punto de caerse,  con un salto recuperó el equilibrio, bajó la vista para encontrar que era lo que lo había hecho tropezar —.¿Estás bien?—preguntó colocandose a la estatura del niño.

—No...No...No— lloró mientras abrazaba más a su oso.

—¡¿Te duele algo?! ¡Perdón!—exclamó mientras trataba de ponerlo en pie. No sabía que hacer viéndolo ahí llorando a moco tendido en el suelo del aeropuerto agetreado de Incheon.

—¡No!—gritó.

—¡¿Qué hago?! ¡¿Qué hacemos?! —lloriqueó Myungsoo viendo a su amigo.

—Pregutale por sus padres—sugirió Yoon Seung mientras se movía a una de las sillas, su amigo, siempre tan paternal, igual que con su hermana menor, cargó al pequeño desconocido y los sentó al lado de él. Se colocó en cuclillas y vio como el pobre estrechaba más al oso entre sus pequeños brazos.

—Dime amiguito, ¿dónde están tus padres?—cuestionó sacado un pañuelo y limpiándole la cara.

—Noona, vengo con ella... Yo no la encuentro... Se perdió... ¡No quiero quedarme solo! —vociferó de nuevo haciendo que algunas personas giraran a verlos.

—Tranquilo, la vamos a encontrar ¿sí?

—Bueno... No son malos ¿verdad?—quiso saber mientras se tallaba los ojos y volvía a tomar a su oso que se había caído al suelo.

—Claro que no. Ahora dime ¿cómo te llamas?

—Park Hyung Joong.

—Hyung Joong-ah, yo soy Kim Myungsoo y él, es mi amigo Choi Yoon Seung, puedes decirme Hyung—dijo dándole una sonrisa —.Y a él también, no le importa.

—Okey…

Después de caminar por diez minutos vieron a una joven que se movía por todos lados con lágrimas en el rostro, con dos grandes maletas.

—¡Hyun Joong! ¡Park Hyun Joog!— gritaba.

El niño había sido llamado varias veces por la seguridad del aeropuerto, pero por el ruido de su llanto no lo dejó escuchar.

—¡Hyung! ¡Ella es! Ella es mi noona— exclamo  feliz mientras gritaba y corría en su dirección.

—¡No corras!—ordeño el pero ya era tarde, el niño les llevaba ventaja —.Yoon Seung, vamos.

—Si, si ya voy, no pierdas de vista a Hyun Joong— espetó mientras seguían al niño.

Kim Gae Ni, preocupada por que no le había llamado su amiga decidió hacerlo ella, lo primero que encontró fue la voz estrangulada de su mejor amiga, apenas audible entre los sollozos.

—No lo encuentro.

—Tranquila y dime que no encuentras, si sigues llorando no puedo entenderte —pidió con voz calmada.

—Hyun Joong, no lo encuentro. Lo perdí en un instante desapareció…—chilló.

—Respira y ahora vas a continuar caminando, dime, ¿ya le dijiste a seguridad?

—Si... Pero no apareció.

—Vas a volver a ir, voy a colgar y en cinco minutos voy a llamarte de nuevo, si no lo encuentras voy a activar el sistema de rastreo que le pusieron en la cadena que le regalaron tus padres.

—¡Actívala ya, no en cinco minutos, tengo que encontrarlo!

—Deja de llorar y voy a colgar, te llamaré en cuanto lo localice— prometió antes de colgar.

La línea murió y ella trató de recuperar el aliento, fue en ese preciso momento cuando sintió unas pequeñas manos tomando su cintura.

—¡Noona!—la llamó dándole un abrazo.

—¡Hyun Joong, menos mal que estas aquí! ¿Estás bien? ¿Te duele algo?— preguntó poniéndose de cuclillas y dándole un fuerte abrazo.

—Hyun Joong, ¿es tu hermana?— preguntó una voz que la hizo girar.

—Si. ¡Gracias por ayudarme! —dijo soltándome del abrazo y caminando hacia ellos.

—Noona. ¡Ellos me ayudaron a encontrarte!

—¡Muchas gracias! ¡No saben cuanto se los agradezco! No se que hubiera pasado si no lo hubiesen encontrado— confesó dando varias reverencias. Con un movimiento rápido le envió un mensaje a su amiga para informarle que su hermano había aparecido. Menos mal, sintió que en ese corto lapso de tiempo la vida se le había escapado.

—No hay de que— respondieron al unísono.

Sin tomarse la delicadeza de ver con detalle a los salvadores de su hermano, tomó las maletas y comenzó a andar de nuevo a la entrada.

—¡Muchas gracias de nuevo!— exclamó. —Da las gracias Hyun Joong.

—¡Gracias!

Los herederos se quedaron en estado de shock, la hermana del niño no les dirigió una mirada por más de un segundo, eso fue todo, no más, no rubores, ni risitas, nada.

—Nos veremos pronto Hyun Joong— prometió Myungsoo mientras avanzaban por el lugar.

—Nos ha tocado hacer de caballeros en armadura y ni una sonrisa, ni pañuelo perfumado, que triste es nuestro caso —comentó Choi Yoon Seung un instante antes de colocarse los lentes estilo aviador.

—Jóvenes —saludó el chofer de los Choi mientras se acercaba a ellos a recoger su equipaje.

—Estamos en tierra de caza, amigo mío, y nosotros, somos la presa— murmuró el heredero Kim viendo por la ventana de la limusina.

Nadie sabía que apartir de ese día su vida cambiaría de manera radical.

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