The Mask.

The Mask
 
Y allí estábamos, esperando el metro. Daehyun y yo.
Nunca creí que terminaría viajando y hablando con él.
 
Conocí a Daehyun por una apuesta con Yongguk.
 
“Si hablas con aquel muchacho extraño, te daré 10,000 won.”
Lo hice. Lo saludé y le hablé sobre el clima. Él, por supuesto, no respondió a mis preguntas.
Una máscara cubría parte de su rostro. Él nunca desvió su mirada del frente.
Cuando regresé junto a Yongguk, dijo que aquel muchacho era un ertido y por esa razón cubría sus labios, pues un niño al cual intentó acosar, rasguñó su rostro y dejó una cicatriz en el. Nadie supo sobre aquel pequeño después.
Me sorprendió aquel relato. “Siempre se sienta en el parque a observar a los niños.” No le creí en absoluto.
Aquel muchacho lucía joven y no precisamente como un acosador.
 
De cualquier modo, comencé a ser cuidadoso con las apuestas.
 
Después de ello, Jongup y yo nos dirigimos al metro para ir al colegio. Aquel joven también estaba allí. Recordé las palabras de Yongguk, sobre que siempre yacía en el parque. Al parecer, aquel día, no lo había hecho, pues estaba frente a mí.  O, mejor dicho, contra mí. Demasiada gente y poco espacio para moverse con libertad.
Jongup sonreía como de costumbre, mientras hablaba con un compañero sobre cosas sin sentido.
Terminé por quedar solo, con aquel muchacho del que se decían los peores rumores.  Lo primero que cruzó mi mente fue “Él me acosará”. Lo sentí, pero luego de oír aquellas palabras de Yongguk hyung, no pude evitar sentir miedo. Uno siempre confía en sus mayores.
Sin embargo, aquel muchacho no hizo nada, sólo desvió su mirada para asegurarse del lugar.
Yo, suspiré aliviado.
 
 
Nuestro próximo encuentro fue en aquel parque. Yacía en su banco usual con una taza de café en manos. Nunca dio un sorbo a esta. Quizá porque no quería descubrir su rostro. El café, fue perdiendo calor poco a poco.
De momento a otro se unió a nosotros, se acercó a mi y extendió la taza.
Cuando finalmente se marchó, yongguk me arrebató el café y lo olió, asegurándose que no haya nada malo en el. “Tal vez lo envenenó.” Susurró al voltear hacia mi. Tras dar un sorbo, me regresó la taza y añadió. “Ten cuidado maknae.” El café parecía estar bien, aún estaba algo caliente, pero era la temperatura perfecta.
 
 
La tercera vez que lo vi, fue luego de haberme empapado por completo.
Afuera llovía y necesitaba un lugar dónde refugiarme del granizo que comenzó a caer sobre mi cabeza. Los rizos, en los cuales había puesto tanto esfuerzo aquella mañana, terminaron pegados a mi frente.
Por desgracia (en aquel tiempo) la puerta a la cual llamé era la de aquel muchacho.
Cuando esta se abrió y logré verlo, quedé paralizado. No pude moverme, alejarme de aquella dolorosa llovizna. Él me observó e inmediatamente me llevó dentro. Fue ya en la sala, donde me di cuenta que él no llevaba su usual mascara. Guardé aquella imagen en mi mente. Sus labios eran gruesos, y no había cicatriz alguna en su rostro.  “Haré algo de cenar.  Allí esta mi dormitorio, toma algo de ropa.” Sólo pude trastabillar cuando él me guió hacia su habitación.  Quedé solo en aquel cuarto, el cual no era grande, al igual que el resto de la casa.
Sólo había una cama y un armario. Cada prenda parecía costosa, lo cual me sorprendió, pues su hogar lucía humilde. Tomé unos jeans y un suéter, el resto de la ropa era muy pequeña para mi. 
Cuando regresé a la sala, una humeante taza de sopa esperaba por mi. “Daehyun.” Dijo.  “Zelo.” Contesté al instante. Mi madre siempre me recordó el no dar mi verdadero nombre a gente extraña. Sólo a amigos. “Un nombre interesante.” Asentí suave, tras beber un sorbo de aquella sopa. “Tu deberías saber que aquellos rumores sobre mi, no son ciertos. ¿Verdad?” A pesar que quise negar, me limité a asentir nuevamente. “Bien.” Esa fue toda nuestra conversación. Cuando acabé la sopa, de algún modo, terminé dormido.
 
Me desperté sobre una cama blanda y cuando me percaté de aquellas sabanas grises que no eran comunes, mis ojos se abrieron de inmediato. Reincorporé el cuerpo y suspiré. Gracias a dios, estaba solo y aun yacía con la ropa puesta. Abrí la puerta en silencio y  me encontré con Daehyun durmiendo sobre el sofá. Su pelo revuelto lo hacía lucir bonito, junto a su boca abierta. Me dirigí hacia otra puerta, precisamente el baño. Tomé mi ropa ya seca, junto con mi móvil. Nueve mensajes perdidos, todos de mi madre.
“Junhong ¿Dónde estas?”
“¡Por el amor de dios! ¿Qué estas haciendo?”
“He oído de los vecinos que estas con aquel muchacho.”
“Junhong, responde.”
Y el resto de mensajes  eran idénticos. Le contesté de inmediato.
“Estoy bien. Me quedé en lo de un nuevo amigo a terminar un trabajo.”
Creí que sería mejor ocultarle la verdad.
 
“¿Estas despierto? Siento haberte entrado como si nada, pero no sé dónde vives…¿Quieres desayunar algo?” Negué pero mi estomago respondió con un sonoro ruido. Daehyun se echó a reír. “Haré un poco de Ramen.”  Como en la noche anterior, comimos en silencio cuando regresó a la sala. “Asique… zelo ¿de Zelos? ¿El Dios griego de la rivalidad? ¿O estoy equivocado?” “No, es por ello.” Él sólo asintió. “Acerca de aquel nombre, estoy seguro que no te llamas así. De todas formas, no estoy en posición de saber tu nombre real. No quiero saberlo.  ¿Sabes algo acerca de la mitología griega?” Cuando afirmé, él prosiguió hablando sobre mitología y filosofía. Era sábado, por lo que no tenía razón para irme. De momento a otro, caí rendido a sus historias. Todo lo que salía de su boca, parecía interesante y sus visiones eran buenas. Él me enseñó a ver las cosas de otro modo, a no tomarlas tan en serio.  “¿Tu crees que el agua realmente se puede trasformar a vino?” Cuestionó, tras un extenso discurso sobre Platón. “Si le agregas alcohol y jugo de uva, quizá.””Claro, pero no lo tomes tan literal. Quizá, desea tanto alcohol, que degusta el agua con aquel sabor. Como una ilusión. Como si estuvieras en el desierto y confundieses la arena con agua.”
 
Así fue como él me enseñó a ver las cosas. Era como un profesor, pero mucho más interesante.
 
Comenzamos a vernos con frecuencia. En el parque, en el metro, o simplemente en las calles. Me enseñó mucho sobre la vida. Pero, por supuesto, los rumores se formaron. Rumores como “Zelo es el juguete de aquel muchacho.” Los ignoré. Si ellos querían creer eso, podían hacerlo. Mis amigos decían que Daehyun estaba mal, pero también los ignoré.  Incluso  a Yongguk.  Con el tiempo, lo excluyeron y dejaron a un lado el tema.~
 
 
“¿Alguna vez has pensado en desaparecer por completo?” Él preguntó de pronto. Bajé la vista para observarlo. A lo lejos, el metro hacía anuncio a su llegar. “¿Qué quieres decir?”
“Como he dicho. Desaparecer por completo. Lejos de los prejuicios, de los problemas…lejos de todo.” Su tono de voz era calmo. Dijo todo como si nada. “Hay muchas personas que piensan de este modo. Es una pregunta bastante normal.” Sacudí mi cabeza, mi boca yacía abierta. “Observa a aquella mujer.” Daehyun señaló una mujer cerca de la pista. “Ella espera hace tiempo allí, basta con ver sus dedos entumecidos.” Esta frotó sus manos. Sus guantes que yacían cortados, dejaron ver sus dedos de un tono azulado.  “¿Quizá espera por alguien?” Sugerí y él negó al momento. “Fíjate bien.” Me incliné para observar si el metro realmente llegaba. La mujer tenía los ojos rojizos y arrastraba el paso hacia la pista. Mordió el inferior de sus labios al dar otro paso, pero luego retrocedió. Ella no esperaba a nadie. Cuando logré observarla con detalle, noté en sus manos un retazo de papel. Una nota. Hizo un movimiento para soltarla, pero al instante se arrepintió. “¿Puedes verlo?” Me reincorporé y asentí. “No puedo creer que las personas piensen de aquel modo.  ¿Deberíamos detenerla?” Completamente nervioso, perdí la vista en los pies de aquella mujer que dudaban en avanzar o no. “No. Si ella estuviese segura, habría saltado mucho antes frente al metro.” Me estremecí ante aquellas palabras. “Y por supuesto, hay mucha gente que piensa así.” Salí de aquel trance, cuando dos metros cruzaron entre sí.  “Yo también pienso en ello…en desaparecer.” Daehyun hizo a un lado el cabello que cubría sus ojos. “Pero, no quiero irme lejos de todo, sólo quiero saber cómo se siente. Cómo se siente la muerte, quiero decir. ¿Qué sientes y qué no? ¿Qué piensas en ese momento? ¿Duele? Quiero saberlo todo.” Abrí mi boca por la sorpresa. “¡No puedes irte!” Grité al jalar de su abrigo. La gente a nuestro alrededor se detuvo a observarnos con asombro. Daehyun les dedicó una sonrisa e hizo un gesto de ‘Esta loco’ al restar importancia. “Por supuesto que no. Aún hay muchas cosas que necesito conocer. Lo veo como…mi última experiencia. Cuando llegué el momento, experimentaré y lo sabré.” Espontáneamente, comencé a creer en la idea de que él pondría un fin a su vida.
Permanecimos en silencio, no había más que decir. Ambos, nos encerramos en nuestro propio mundo. Daehyun comenzó a jugar con mi bufanda mientras silbaba una alegre canción. “Podríamos haber caminado…” Repuse cuando el metro finalmente llegó.
Hubo un sonido extraño desde el altavoz. “Estimados pasajeros, sentimos la demora. A causa de pistas congeladas y mala electricidad, les recomendamos tomar un taxi o bus. Muchas gracias por su atención.” Una mujer con voz distorsionada, avisó. Cuando guardó silencio, el caos llegó. Una avalancha de hombres y mujeres por llegar a la salida se dio a notar. Daehyun y yo nos mantuvimos al margen, suspirando. “Tenías razón.” Al final, cuando la estación yacía vacía, nos dirigimos hacia las escaleras. “¿Y ahora? ¿Cómo llegaré a casa?” ¿Por qué nunca entiendo el concepto de Tiempo? Era casi la hora de cenar y aún no estaba en casa, siquiera estaba cerca. Mis padres seguramente yacían preocupados por mi. “Camina. A menos que tengas un boleto o dinero.” Negué en respuesta.
Nada más salir a la calle, un fuerte viento rozó nuestros rostros. Mis rizos, bajo mi gorro, ondeaban a la gélida brisa. Refugié mis manos en los bolsillos de mi abrigo, con miedo a que ambas se quebraran ante el frío. Daehyun me imitó y colocó su máscara como protector. Una vez mas, sólo sus ojos eran visibles.
 
 
Días mas tarde, el clima cálido regresó. Podía caminar tranquilo con camisa y una chaqueta sin sentir frío. La escuela también mejoró.
Caminaba hacía casa, solo, jongup me había dejado antes ya que debía ir a lo de su abuela.
Los arboles a mi alrededor, floreciendo de a poco, me produjeron cierta felicidad.
Cuando mi móvil sonó, salí de aquellos pensamientos.
 
~No one man should have all the power. The clock’s tickin’, I just count the hours. Stop trippin’, I’m trippin’ off power. 21st century schizoid man.~
 
Lo tomé en manos mientras este vibró. La imagen en pantalla era el rostro de Daehyun, cubierto por su máscara usual. “¡Hyung!” Contesté animado. “Zelo.” Su voz sonaba lejana, el viento, se notaba entre su voz y el móvil. “Sólo quería decirte adiós.” Parpadeé, siempre lo hacia, pero ahora por confusión. “¿Qué dices? Acabas de llamar.” Hubo un ligero suspiro desde el otro lado. “Zelo, me voy.” “¿Te vas de Seul? ¿Volverás a Busan? ¿Irás a Mokpo?” Sabía la verdad. Sabía de qué hablaba, pero no quería asumirlo. “Dejaré este sitio. La vida.” Su voz se quebró. “¿P-por qué?” La mía igual.
Las personas que concurrían las calles a mi alrededor, me observaban con desprecio porque les obstruía el paso al estar quieto. “Es mejor así. Terminarás el colegio, tus padres no se preocuparán, no habrán mas rumores extraños. He estado en tu vida por mucho. Desde un principio, jamás debí haber entrado en ella.” “No me importa. ¿Dónde estas? ¿En un edificio?” Observé los rascacielos en su búsqueda. “Escucha zelo. Siempre me he preocupado por ti. Voy a saltar, pero antes, necesitaba decírtelo.” Comencé a correr en el intento de hallarlo, giré sobre mis pies con la mirada perdida. “¿¿Dónde estas??” Grité. “En tu corazón.” Fue su respuesta. No lo pude evitar, comencé a sollozar. “Eso es muy cursi.” Susurré. Las lágrimas recorrían mis mejillas. “Zelo, adiós.” ¿Qué es lo que pensaba hacer realmente? Él no podía. Él simplemente no podía. Sin embargo, oí sus pasos. “No.” Supliqué desde el móvil. “¡No, no, no. No lo hagas daehyun-ah!” Corrí. Sin rumbo alguno, hacía dónde fuese. “Adios.” Oí un grito desde la otra línea. El sonido de algo golpear contra el suelo, dio fin a la conexión. Grité. Sabía que no serviría de nada. Negué una y otra vez, hasta que mi voz perdió toda fuerza. “No…No.” Dejé de correr. Me quedé quieto en medio de la calle. La gente me empujaba. Mantuve el móvil en mi oído, esperé algún sonido. Oír su voz, pero no. No sucedió nada. Con el aun cerca, recorrí las calles a mi alrededor. Dos ancianas me observaron. “¿Qué sucedió? ¿Has perdido la tarea?” Quise gritarles pero volteé.
 Justo en aquel momento las sirenas de una ambulancia se hicieron presente. La luz me cegó. Seguí aquel sonido. Se dirigía hacia él. Hacía mi amigo, hacia mi maestro. Hacia mi maestro de vida, que cometió un suicidio de amor por mi culpa.
“Oh ¿Era tan joven?” Una mujer frente a mi exclamó. Finalmente, dejé caer el móvil al suelo junto a mis fuerzas. Me pregunté si debía ver el cuerpo. Pero en realidad, no quería hacerlo. Sería aún mas doloroso.
 
Aturdido, me dirigí a casa. Las lágrimas no se apartaron de mi rostro. Florecían a cada paso.
Cuando abrí la puerta de mi hogar, me dejé caer al suelo. “He oído lo que sucedió.” Mi madre dijo cuando me vio. Su rostro estaba llenó de simpatía. “Lo siento mucho.” Asentí.  En el centro de la sala de estar, me dormí con facilidad, parecía un cuerpo sin vida.
Mi madre no supo comprender. Cuando desperté y le conté todo, ella no me creyó. Estaba enojada conmigo. “Termina con ello.” Repitió una y otra vez. No podía dejar de llorar. Simplemente, no podía.
 
 
 
Caminaba por las calles de Busan.
Decidí mudarme allí, pues nadie me entendía en Seul. Terminé el colegio y me mudé, junto con mi tío.
Aún dolía pensar en Daehyun, sus historias, sus lecciones, todo lo que me había enseñado.  Pero hacía lo posible por olvidarlo. Dejar todo en Seul y seguir adelante. Aun así, tendía a ser solitario en esta nueva vida.
El sonido de mis zapatos al caminar podía oírlo con total nitidez. Por suerte, en Busan, todo era mas calmo y silencioso. Todo lo contrario a Seul.
Entré al edificio, abrí la puerta, quite mis zapatos y, tras cerrar la puerta de un golpe, me tumbé sobre el sofá. Lo mismo de siempre. Esa era mi rutina.
El timbre sonó.
“¿Hola?” Grité desde el sofá. El timbre volvió a sonar. Suspiré frustrado y me enderecé en mi asiento. “¿Hola?” Volví a gritar. La misma respuesta. Me puse de pie y fui directo a abrir la puerta. Lo primero que mis ojos vieron, fue un cabello rubio platinado. “Hola, Dios griego.” Dijo aquella persona. Silencio. Traté de procesar todo lo que ocurría en mi cerebro. “¿D..daehyun-ah?” Susurré inseguro. Quería que fuese él, pero temí que al pronunciar su nombre se disipara, como una ilusión. “Zelo.” Él respondió. Poco  a poco me acerqué a él. Lo suficiente para quedar cerca. Lo suficiente para fundirnos en un abrazo. Quise hacer de todo en aquel momento. Empujarlo por haberme dejado solo, por haberme hecho creer que se había ido. Llorar, porque estaba tan desesperado. Reír, porque estaba tan feliz. Permanecer a su lado, en aquel abrazo, sin decir absolutamente nada. Pero, pese a todo ello, yo, lo deje ir.
Cuando hubo distancia en nuestros rostros, pude enfocar su mirada a la mía. “Entonces…¿Cómo se siente estar muerto?” Las lágrimas comenzaron a brotar en mis ojos, al igual que en los de Daehyun.
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minhott
The mask.

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