Ahí yacía la señora Jiwoo, sentada en el húmedo césped de invierno. Miraba con ímpetu su mas preciado logro, su árbol de cerezo. 

Recordar momentos era su pasatiempo favorito, pero a la vez deprimente para ella. Solo le recordaba lo rápido que pasó su vida, y sus decisiones, al final, no fueron como ella esperaba.

De ahí, una bella joven, con vestido blanco, sin señales de tener un mínimo de frío, ve a la señora Jiwoo conteniéndose de lo que pasaría.

" Los dioses llegaron a ser muy duros " piensa inevitablemente. 

Su puño derecho estaba cerrado, tenía allí la forma en la que la historia comenzaría. Ella sabía algo de lo que pasaría pero se evitaría los detalles al ver que esto podría afectar.

Sin pensar mucho en su opinión, se acerca lentamente y dando señales de su presencia a Jiwoo. 

La nombrada, al verla, no evita sorprenderse de la presencia de esa joven chica. Ella se levanta y mira a la persona en frente de ella.

Lo presentía, Choi Jiwoo presentía que pasaría algo.

La joven, sin palabra alguna en su boca, extiende su mano, mostrando ahí, una semilla. Jiwoo la mira curiosa y trata de descifrar más lo que ocurrió, aunque ya tenía una idea.

– Cuando nazca, lo que que plantar ese mismo día o una semana después. Cuidarás hasta que ella pueda tener conciencia de la gran responsabilidad que llevará – la joven, con miedo transmitiendo sus palabras, cierra sus ojos un momento esperando alguna reacción de parte de la mayor. Pero solo el silencio reinó.

– Yo ... Yo hablé con los dioses, les rogué mil veces que cambia un poco las cosas ... Yo solo ...– vocifera con tono casi desesperado, la joven no quería escuchar eso, le recordaba muchas cosas. Y lo que menos quería era eso, recordar.

– Es el destino, ellos no lo cambiarán, yo lo sé muy bien. Perdone señora Choi – se disculpa. La señora Jiwoo la mira compresiva, entendía la gran responsabilidad de esa joven, y admiraba su gran valor por querer ayudar.

– ¿Ella sufrirá? ¿Mi nieta sufrirá? – pregunta otra vez con ese tono desesperado desbordando cada rincón del pequeño bosque.

La joven cierra sus ojos, otra vez, para saber como responder correctamente su pregunta.

– Eso lo desconozco, evité esa parte absolutamente – la joven mintió en parte, pasarían muchas cosas, pero quiso desconocer el destino absoluto de las almas que se encontraban en este lugar.

Mientras, la señora Choi, sabía que sus palabras no eran tan verídicas, pero se me ocurrió a sí misma para que todo este bien.

– Nos vemos, Choi Jiwoo – se despide la joven con una cálida sonrisa. 

– Nos vemos, Haseul– susurra esta, mientras que como la llamada Haseul se va lentamente hasta el lago.

                                        ☁☁☁

Al pasar los días, se escuchó el lloriqueo de la reencarnación, aunque sea diferente de esa forma. Los recuerdos se vuelven cada vez más borrosos. Ya había nacido.

Solo pasó una semana para que la señora Choi, al ver que tenía que hacer su mandado, fuera de un plantar la pequeña semilla dada por la hermosa joven.

Al terminar solo da un suspiro.

– Mi nieta, Choi Jinsoul, será una gran cuidadora, lo presiento – habla para si misma. Ella solo da una gota de agua para poder hidratar a la futura planta sin evitar largar un sollozo. 

Faltaban años, pero se sentían como si llegaran como una daga al corazón. Y así sería, porque el destino es así, no importa que tan cruel sea, será así.

                                    ☁☁☁

– ¿Lista? – siente el llamado de la señora hacia su nieta. 

Choi Jinsoul, de solo cinco años, se acerca a su abuela irradiando felicidad.

– Sip, ya hice todo – exclama agarrando la mano de su abuela. Jiwoo solo sonríe enternecida con su nieta y agarra una pequeña bolsa.

– ¿Que es eso? – pregunta Jinsoul inocentemente. Las dos ya es