Observando, y analizando.

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Capítulo; 1

Observando, y analizando.

 

Hace exactamente tres meses, y medios, que Miyeon una chica con cabello castaño, largo, con un corte de cabello normal, y común, como muchas otras chicas arregladas, y pulcras, de tez clara, creyó que nadie sería la nueva vecina de su madre, y menos aún, que comprarían aquella casa al lado de la suya, que para la propia Miyeon...era un nacimiento de suciedad en varias paredes que ella misma ni las llegaría a tocar ni que fuese un objeto caro para hurtar.

La morena se haría la idea que su madre estaría en un  aislamiento social largo, debido al poco contacto de personas que habitan por los caminos de sus mismas casas, de hecho, no tenía tantos vecinos cercanos, nadie podía soportar aquél mal olor que desprendía aquella vivienda misteriosa, nadie, fue a tal grado, que la castaña se lo tomó muy en serio el asunto, que con ayuda de un amigo cercano a su familia, que su profesión es ser jefe policial, pidió, cortésmente, que le prestará un rollo de cinta amarilla, de esas las que tienen las grandes letras que decía "Precaución, cuidado, no pase por aquí";  ésas de las que salían en las series policiales que a veces Miyeon veía cuando no tenía asuntos por hacer, o no tenía ha una cierta persona que observar desde lejos. En su canal de misterios, y asesinatos, aquél canal televisivo que su red de televisión de paga lo tenía, y siempre pasaban algún programa de asesinatos, que Miyeon a veces se preguntaba, cuándo no hacia nada, para que lo veía, como si algún día lo necesitaría para esconder un cuerpo, o no ir a prisión por un delito, era absurdo ese canal, sin embargo, lo veía de igual manera, todo tema que llegaba a tener policías en el caso, a Miyeon le llegaba medio interesar, aunque ella mismo lo negase, ya que ella se hacía la fachada "mentalmente", de ser "madura", fachada que algunas veces no le salía acorde del momento infantil que estaba.

Y ahí estaba Miyeon, por no sé cuanta veces en el día, observando desde su antigua habitación, televisor encendido, luz del foco, intermedia, y con unos ojos entrecerrados mirando a través de su ventana. Ya pronto, cuando reuniera un poco de dinero, cosa que a penas le llegaba alcanzar para comprar en la cafetería de su universidad, pagar los servicios públicos, o incluso, pagar su departamento, o su universidad, en esos casos era indispensable la idea de entrar a un banco de la ciudad, y robar algo de dinero, como lo hacían aquellos criminales fugados de las justicia, sin embargo, no niega que haya procreado aquel pensamiento tonto a su parecer, sin embargo, en alguna parte de su hemisferio cerebral se le hacía una buena idea, aunque lo haya negado, y asemeje aquella idea en broma.

Sin embargo, la carencia de dinero en su cuenta bancaria, su tarjeta de crédito, que su madre la ayudó para tenerla, o aquella caja de ahorros que su madre una vez le compró de cuando era una niña pequeña, era de carencia, ya ni recordaba en que lugar de su antigua habitación estaba, y menos aún, sus ojos en donde estaban.

Ya ni tenía poder alguno de su mirada, cuando sus ojos, por inercia propia, fueron a hallar una anatomía, no era cualquiera anatomía en total, ni masculina, ni femenina, si se podría decir así, era una anatomía, como le decía anteriormente su profesora de biología, que decía que tenía ella misma una anatomía femenina de diosa, ególatra la profesora, aquella anatomía que observaba Miyeon, con sus ojos entrecerrados, junto a una respiración calmada, y sus piernas dando breves señales de dolor a su cuerpo, seguía mirando aquella anatomía extravagante, de otro mundo, país, o el país de los chinos, como decía Miyeon.

Era de tal grado de inmadurez para Miyeon pensar que la hija, de la vecina de su madre, era una diosa Venus para sus ojos. Al menos en una parte de su hemisferio cerebral, llegaba admitirlo, Shuhua era atractiva, y linda para sus ojos, lastimosamente para Miyeon, su desagradable personalidad lo echaba todo en dirección al bote de  basura que compartían las dos casas de sus madres juntas.

Aun así la propia Miyeon lo negase rotundamente en su cabeza, aunque su primera impresión de la hija de la vecina de su madre, Shuhua, era desagradable, grosera, insípida, desarreglada, y más sinónimos de desagradable, y grosera en algún diccionario de palabras cercano.
En alguna parte de su dignidad ya perdida, y hemisferio cerebral ya girando en torno a Shuhua, y su obsesión por los "chinos coreanos"; que decía ella, ya en una parte de su "orgullo", y "dignidad", mental, admitía, aceptaba, que la hija de la vecina de su madre era atractiva, y desagradablemente guapa, para los ojos castaños, y observadores de Miyeon.

Su respiración subía, y bajaba en un

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