Hyoyeon me miraba seriamente, había acudido a su cita como me lo había pedido la vez anterior.

—Pasa.

Ingresé a la habitación con algo de temor, no me gustaba en nada ver su frente arrugada y sobre todo, que me mirará como si hubiera matado a alguien.

—¿Su-sucede... algo? —Pregunté.

Ella camino de un lado a otro y luego suavizó su mirada.

—Antes de empezar con la sesión, me gustaría que me hablaras de tus sentimientos.

Miré mis zapatos. ¿Tenía que hacerlo?

—Vamos, es importante que lo hagas —insistió—. ¿Sientes algo por mi prima?

Tragué saliva. ¿A qué venía esa pregunta?

—Sé que va en contra de mi profesionalidad, pero... —guardó silencio—. No importa —dijo antes de lanzar un suspiro al aire—. Por favor, toma asiento.

La obedecí sin rechistar, como la vez anterior me volví a dejar caer en el mismo sillón puff.

—¿Cómo te sientes? —Preguntó.

La miré solo unos segundos, los suficientes para ver donde se encontraba y medir la tensión de la pregunta.

—Bien —susurré mirando mis manos.

—¿Has meditado lo que me has dicho?

Torcí los labios.

Había pensado en ello todo el día y la noche también, tenía tanto miedo pero también me sentía extrañamente tranquila.

Asentí con la cabeza.

—¿Qué es lo que piensas?

Me preguntó luego de que mi silencio se prolongara, tensé mis músculos.

—N-no... lo sé —nuevamente mi voz es un susurro.

—Tiffany, me gustaría que me hablaras de tu padre.

Apreté mis dedos entrelazados. ¿Qué podía decir de él? Él ya no era más el mismo hombre que mamá dejó, él había cambiado tanto que asustaba.

—¿Qué sientes porque tu padre te haya vendido?

Todo mi cuerpo se tensionó.

—Decepción.

—¿Por qué decepción?

Baje aún más la cabeza, hundiendo mi cuerpo en el sillón.

—Él... n-no... me quiere.

Escuché mi propia voz, tan sin vida y vacía.

—¿Por qué dices que no te quiere?

Me quedé en silencio.

«. . .»

—Vamos Stephanie, tú puedes —lo escuché decir desde la cerca.

Estaba tan asustada que apenas si había prestado atención a las indicaciones del domado, el caballo comenzó a trotar y me aferré aún más a las riendas que me habían dado.

Reí nerviosamente cuando me di cuenta de que podía montar y me sentí tan contenta que tuve el valor de mirar a mis padres, ellos me sonrieron ampliamente.

—Lo estás haciendo muy bien, cariño.

Mi madre me gritó y yo me sentí aún más orgullosa de poder montar.

«. . .»

Miré la pared detrás de Hyoyeon y me perdí en el color.

—Porque el padre que me amó no es un ebrio amargado y no me habría vendido solo para asegurarse su dotación de alcohol diario.

—¿Lo odias?

Parpadeé ante la pregunta.

¿Lo odio?

—No lo sé.

Ella se quedó en silencio y yo me perdí en el recuerdo.

«. . .»

Sonreí cuando mamá abrazo a papá, me gusta verlos así, me hace sentir la niña más feliz del mundo, pero así como era feliz, el mundo se me derrumbó.

Mi padre la sostuvo entre sus brazos y con horror la miró, no sabía qué hacer.

—¡Stephanie, llama a una ambulancia!

Entre en pánico, las manos me temblaban y no sabía siquiera donde estaba el teléfono para poder llamar.

—¡Vamos, cariño date prisa!

El corazón comenzó a latirme hasta en los oídos y el sofocado aire entraba en mis pulmones como humo denso, miré con horror a mi padre tratando de reanimar a mi madre y miré a mi madre en sus brazos completamente flácida.

«. . .»

—¿Cómo era tu padre?

Parpadeé perdida, mis ojos se fijaron confundidos en Hyoyeon y recapacité en donde me encontraba.

No estaba en aquel año donde descubrimos la enfermedad terminal de mamá, no estaba en ese hospital mirando a mi padre llorar cuando hablaba con el médico, tampoco estaba con esa enfermera que sostenía mi pequeña mano mientras trataba de distraerme, pero que nunca lo logró, solo quería a mi madre para consolarme pero no me permitían verla.

—Él... —¿Cómo era mi padre?—. Él...

¿Por qué no podía avanzar más? Había tantos recuerdos en mi cabeza que se mesclaban con los amargos.

Mi padre había permanecido con mi madre todo el tiempo que estuvo en el hospital y yo me había quedado al cuidado de la vecina, una anciana no muy amigable que aceptó de mala gana cuidar de mí en ese tiempo.

Para cuando yo volví a ver a mi padre, él se veía tan cansado y triste y mi madre parecía estar muy enferma, me pregunté a esa edad porque mi madre estaba tan débil y ellos nunca supieron explicarme la situación, siempre ocultaban todo y se excusaban con que mi madre solo era muy enfermiza.

Con mi ignorancia fui creciendo y acostumbrándome a la situación, hasta que por fin supe de boca de uno de mis compañeros la verdad, había llorado tanto que cuando llegué a casa me había tirado a llorar en el regazo de mi madre, ella había acariciado mi cabello mientras lloraba y susurraba cosas como «estoy bien, cariño», «no tienes por qué preocuparte», «nada malo le pasará a mami, cariño». Sin embargo, ninguna de sus palabras había apaciguado el dolor y la angustia.

Vivía con tanto miedo que llegue a no dormir porque temía despertar y que mamá no despertará más, pero ella con una tierna sonrisa me hacía dormir.

Ella era mi mundo y también el de papá.

—A mi padre no le gustaba el alcohol... —susurré.

Aún recuerdo cuando sus amigos lo invitaban a beber y él prefería quedarse en casa con su familia, esas noches eran las mej