Dos de azúcar para la 3

Dos de azúcar

8:32 

Bajaba la mirada, daba un sorbo a su café y volvía a mirar el reloj en la pared sobre el mostrador.

8:32

Sabía que el tiempo no pasaría más rápido con observar el instrumento fervientemente esperando que así fuera.

-¿Se le ofrece algo más, señor Kim? -el muchacho se acercó vacilante a la mesa, por su lado derecho. Se paró a una corta distancia, demasiado corta como para que sus caderas le rozaran por un instante el hombro. Himchan sentía sus manos sudar. Y no eran solo sus manos. Su mente estaba en blanco desde que había pedido su orden.

Pero, ¿"señor Kim"? ¿Acaso se veía ya tan acabado? El trabajo lo dejaba sin aliento, sí, pero no tanto como la belleza del chico de pie junto a él, esperando de nuevo por una respuesta. Sus labios se movieron sin pensar.

-No creo ser digno de merecer el título, me hace sentir un poco mayor, ¿sabes? -aclaró esbozando una media sonrisa.

Kim Himchan.

Las mejillas del joven se ruborizaron y sonrió con incomodidad.

-Perdón…

¿Qué estás haciendo?

La reacción del chico y sus palabras habían logrado ponerlo en aprietos. Se dio una bofetada mental y decidió iniciar de nuevo.

-Ah, no… no lo quise decir así, no te preocupes… ¡En fin! El café de este lugar es muy bueno. –su voz empezaba a cambiar a un tono más agudo al final y se volvía más escandalosa. Era algo común que le pasaba cuando estaba nervioso, pero dar a conocer su estado no era exactamente lo que planeaba en ese momento. Decidió evadir la mirada del mesero y dar un sorbo más a su café. Todo estaba fallando terriblemente. –Bueno, supongo que lo sabes ya que trabajas aquí. – agregó, y una risa tensa salió de su boca.

-A mi… - Himchan alzó la cara cuando se percató de la falta de risas por parte del peliazul. –No me gusta del todo, -su mirada perdida se dirigía al enorme ventanal que mostraba la vista al exterior del local, a la concurrida calle donde se ubicaba el café. -creo que tenemos opiniones diferentes, pero es bueno recibir comentarios positivos. –volvió los ojos al hombre sentado y sonrió.

Por segunda vez en el día lo había dejado sin habla.

-Continuaré con mi trabajo, pero estoy para servirle, -el muchacho hizo una pequeña reverencia –mi nombre es Jongup.

 

 

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9:18

Himchan volvía a contemplar el reloj. Había pasado más tiempo del que usualmente se quedaba en el café. Una hora a partir de su llegada a las 8 era su límite, y ya que un americano era lo único que pedía, lo consideraba un intervalo de tiempo razonable.

Jongup había vuelto hacía un buen rato, con movimientos veloces, al mostrador y se dedicaba a servir a otras mesas. Himchan sólo podía mirar como las manecillas cambiaban de posición.

El café en su taza ya estaba frío.

 

9:29 

Tenía que irse del lugar. Todas las alarmas en su cabeza estaban sonando al mismo tiempo. Pero ya nada importaba si su cuerpo no le cedía el liderazgo a su cerebro.

 

9:37

Mi esposa debe tener un lindo nombre.

 

9:42 

Jongup es un lindo nombre.

 

9:53

Pero no es el nombre de una esposa.

 

10:14 

Ah... No sé su edad.

 

10: 29

No debería estar aquí.

 

10:45 

Ya fue suficiente.

 

Himchan se puso de pie y se dirigió al mostrador.

-Ah, buenas noches, ¿necesita algo más? Estamos a punto de cerrar así que le puedo pasar su cuenta. –Jongup estaba de pie detrás de la caja con una amable sonrisa.

-¿Qué harás después de que termine tu turno? – la hermosa curva desapareció y en cambio el joven miró sorprendido a Himchan, de quien habían salido esas palabras.

 No entendía a ciencia cierta la razón de porque lo había hecho así, de porqué había sido tan directo. Un sentimiento inefable recorría todo su cuerpo desde aquella pequeña plática hacía unas horas.

¿Tenía algo extraño el café?

-Nada… en especial… - el joven miró directamente a los ojos al hombre de traje frente a él. Era tímido, pero a la vez desafiante, y Himchan necesitaba saberlo todo, pero a la vez quería dejarlo en un misterio.

-¿Me regalarías un poco de tu tiempo? La verdad es que, -una risa nerviosa escapó de los labios de Himchan. –es que no sé porque estoy haciendo esto, sólo sé que he estado esperando por este sentimiento y no sé qué hacer ahora que ha venido a mí, quiero que sepas que yo no soy así pero--

-Está bien. –Himchan fue interrumpido por la melodiosa voz que salía del joven. –En 20 minutos lo alcanzaré afuera del local, ¿le parece bien? –Jongup le dio el papel donde estaba anotado el consumo que había hecho en el día y esbozó una gran sonrisa. –Sólo con la condición de que mañana se pase por aquí de nuevo.

-¡Claro! –Muy desesperado. Himchan se aclaró la garganta y sacó su cartera. –Claro que sí, así será.

Jongup recibió el dinero de la cuenta y se detuvo un momento.

-Y… le recomiendo sentarse en la mesa 3 a partir de ahora.

Las mejillas de Himchan enrojecieron al instante. Ya no era una adolescente, pero no podía evitar que las emociones brotaran por cada uno de los poros de su cuerpo.

Una de sus mesas es la 3.

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