cap17

LA JEFA

Sonreí adormecida, sintiendo en mi cuello los ronroneos tiernos y relajados de taeyeon, que me mantenía firmemente sujeta a ella, con su brazo fuerte  rodeando mi cintura. Alargué la mano y recogí del suelo la bata blanca, cubriendo con ella mi cuerpo por delante y asegurándome una vez más de que me había bajado la falda del todo. Los labios de taeyeon  atraparon el lóbulo de mi oreja, estremeciéndome y haciéndome sonreír. Ella rio suavemente, susurrándome al oído. — ¿Te ha dado un arranque de vergüenza a estas alturas?

—Más bien, un arranque de frío —le respondí apretándome contra ella.

 Suspiré, mirando la puerta cerrada del despacho. Aquel lugar que servía para mis noches de guardia, donde tenía un pequeño escritorio, una silla desgastada, una cama individual y poco más como mobiliario decorativo. Aquel lugar que siempre me había resultado lúgubre y triste. Ahora era muy diferente. El beso lo había cambiado todo. Tras besarnos una vez, hubo otra y luego una más… y ya no hubo forma de parar. Taeyeon me había llevado de la mano hasta el pequeño cuarto, yo había cerrado la puerta y todo lo demás había dejado de importar. Habíamos terminado enredadas la una en la otra, recostadas en el pequeño camastro, besándonos y tocándonos sin medida. Al final, ocurrió lo que tenía que ocurrir: terminamos haciendo el amor ardientemente. Jamás me había sentido de la manera en que taeyeon  me hizo sentir. Nunca había sido besada, acariciada y deseada de la forma en que ella lo hacía. La bonita ropa de salir que llevaba para mi frustrada cita con Mario había acabado desperdigada por el suelo, a excepción de la falda, que había permanecido enrollada en mis caderas, ya que quitármela habría sido perder un tiempo precioso. La fogosidad de sus movimientos, de sus embestidas, la forma en que su cuerpo y el mío habían encajado, de manera perfecta, todavía me hacía estremecer. taeyeon  me había llevado al o con una facilidad que me sonrojaba, y no se había detenido ni se había permitido perderse en su placer hasta que mi estado fue laxo y saciado por completo. No podía compararlo con nada, porque aquel o con sentimientos de fondo, con palabras susurradas, con risas y juegos entremezclados con el deseo y el placer, superaba con creces cualquier otra experiencia.

—Deseaba tanto que pasase esto… Nunca creí que fuera posible, y mucho menos aquí dentro.

Las palabras de taeyeon  me hicieron despertar de la ensoñación en la que había estado sumergida. Me coloqué boca arriba, mirando embobada sus ojos castaños, grandes y brillantes y su cálida sonrisa satisfecha.

—No imaginas cuánto quería hacer esto contigo —me susurró, a modo de confidencia—. Desde el primer momento en que te vi.

—Yo también deseaba que pasase —reconocí, acariciándole la mejilla.

 —Nos estamos saltando muchas reglas, me parece — murmuró, mirándome con aprensión.

—No supones cuántas —admití, preocupada.

 — ¿Pero sabes qué? Que me importan una mierda. Porque tú… ahora… me has hecho sentir como una mujer libre. Libre y feliz.

Le sonreí, cerrando los ojos cuando se inclinó sobre mí y volvió a besarme, devorando mis labios como si aquello fuese lo último que pudiese hacer en su vida.

 —Me has hecho sentir tan bien con todos tus cuidados, con tus atenciones… —continuó hablándome, mientras sus besos se deslizaban por mi cuello.

 —Tú me has hecho sentir viva, taeyeon. Como jamás me había sentido.

No obstante, nuestras muestras de pasión murieron ahí, pues sabíamos que no contábamos con demasiado tiempo y debíamos ser discretas con nuestra recién estrenada situación. Nos vestimos entre miradas cómplices y caricias fortuitas y salimos a la sala principal de la enfermería, donde la puerta no tardó en abrirse. Era el alguacil, que venía predispuesto a devolver a taeyeon  a su celda. —Venga, princesita, es hora de volver a tus aposentos reales —le dijo, con sorna.

—Recuerde que mañana debe dejarle salir a primera hora —insté sin perder el tiempo.

— Es mi ayudante y toca inventario.

—Como usted quiera, doctora.

 —Enfermera —corregí una vez más, mirando a taeyeon.

 — Cuídate esa fiebre. Espero que no vuelva a importunarte.

—Pues yo espero que sí.

Tanto el alguacil como yo miramos a taeyeon  con incredulidad. Ella me sonrió con picardía, logrando acalorarme. Poco después, mientras el encargado abría la puertezuela, taeyeon me dedicó una mirada de lástima y disculpa, antes de verse obligada a marcharse sin siquiera poder decirme adiós. Cuando me quedé sola, me dejé caer sobre la butaca, apoyando los brazos en la mesa y suspiré. Me había metido en problemas a lo largo de mi vida, pero el que tenía ahora los superaba a todos con creces. Había faltado a la primera de una larga lista de inquebrantables normas que debía cumplir, la de mantener una relación de índole personal con un paciente. Y más teniendo en cuenta que dicho paciente era una presa cuyos delitos yo seguía sin conocer. Sin embargo, sabía que no era una más para taeyeon. No había sido un simple desahogo, un trozo de carne en el cual satisfacer sus necesidades. Era algo más. Lo sabía. Lo había notado. Lo había visto en sus ojos, en cómo me miraba mientras me hacía el amor. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al recordar los detalles. Sus manos, delgadas y femeninas aferradas a mis caderas, seduciéndome, alentándome tan deliciosamente que apenas fui consciente de mi propio abandono. Su pasión, sus gemidos y jadeos, su entrega inagotable, su cuerpo… Dios, taeyeon  parecía esculpida en mármol. Estaba entrenada, como preparada para lidiar con alguna batalla. Sus pechos, su vientre marcado, sus brazos fuertes, sus torneadas piernas, su… Me sobresalté al ver que, sin querer, había tirado al suelo el lapicero, diseminando todo el suelo de bolígrafos, lápices y demás útiles de escritura. Agitada, me apresuré a guardarlos. Debía ducharme, pues mi pelo, mal recogido y húmedo, empezaba a incomodarme, aunque al recordar los motivos de semejante estado no pude por menos que volver a sonreír. Todo mi cuerpo olía a ella, a taeyeon. Teníamos absolutamente prohibido el estar juntas. Si llegara a saberse, mi destino inmediato sería el despido fulminante, mientras que taeyeon, con toda probabilidad sería acusada de haberme «acosado» o incluso forzado, sin darle tiempo a explicarse. Acabaría en la celda de castigo, a pan y agua quién sabe cuánto tiempo. Por no hablar de que, seguramente, vería marchitarse su juventud entre aquellos grises muros. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué iba a pasar con nosotras? ¿Qué sería de nuestra vida, de nuestra relación? Dios mío, ¿de verdad estaba pensando en términos de relación? Dejando aparte los sentimientos que había admitido sentir, esos que ella parecía que compartía conmigo, ¿dejaba nuestra realidad posibilidad alguna a tener una relación? ¿Y en qué situación nos veríamos entonces? Se vería limitada a las escasas horas que ella podía pasar junto a mí en la enfermería, y dentro de ese periodo, a los momentos en que estuviéramos solas. Deberíamos disimular en público. No acercarnos en el comedor. No acercarnos en los pasillos. No acercarnos en el patio. Y eso si a mí no me cambiaban de destino. En definitiva, vivir en una continua separación física. Al menos, hasta que taeyeon  saliera de la cárcel, lo cual podía ocurrir en unos meses, en unos años… o nunca. Cerré los ojos, masajeándome las sienes con tristeza. La amaba con cada pequeña célula de mi cuerpo, con cada pensamiento consciente, con cada inhalación de aire que hacían mis pulmones. Y sufría por ella y por su suerte. Si al menos pudiera saber, si reuniera el valor suficiente para preguntarle… Pero tampoco quería hacerla sentir incómoda. Taeyeon  había dejado entrever en muchas ocasiones que su encarcelamiento era un tema casi vetado, algo de lo que no le gustaba hablar. ¿Era alguien yo para sobrepasar su voluntad? ¿No debía, simplemente, respetarla? Aunque por otra parte, de saber lo ocurrido, tal vez podría ayudarle. Quería ayudarle. Debía hacerlo. Pero no sabía cómo. Sintiendo debilidad física y espiritual, colgué la bata del perchero y apagué las luces de la enfermería, después de coger mi bolso. Era tarde y debía volver a casa a descansar para coger el siguiente amanecer con fuerza. Entré al despacho y miré la cama deshecha con una sonrisa nostálgica. Arreglé las mantas, que conservaban el calor de nuestros cuerpos y fantaseé con el hecho de que, quizá, con un poco de suerte y mucha fe, podríamos volver a compartir lecho algún día. De momento, yo debía salir del recinto sin armar alboroto, pasando por delante de la celda de la mujer que amaba sin poder siquiera hacerle saber que estaba allí. Sin un beso de despedida, un hasta mañana o una simple sonrisa de apoyo a su situación. Todos esos eran lujos que, de momento, no se encontraban a nuestro alcance. Sin embargo, habíamos disfrutado plenamente de nuestro amor, yo había sido suya, su refugio. Le había dado mi calor y había recibido el suyo, y eso era algo que nadie nunca nos podría quitar.

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Comments

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pathad #1
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roguecr #2
Chapter 22: Que lindo final. Awwww son tan tiernas, pro si c merece un epilogo.
Skyth06
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Chapter 22: Fue hermoso <3
Itaenylove
#4
Chapter 21: Awwww que hermoso!!!!
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roguecr #5
Chapter 21: awwwww q lindura q bueno q fany fue a buscarla.
Skyth06
#6
Chapter 21: Son tan awwwwww
2597611 #7
Chapter 21: Me enamoré !!!! Comtinuaa
Itaenylove
#8
Chapter 20: OMGGGGG!!!!!!!Que lindo!!!!
Continua plsss
Skyth06
#9
Chapter 20: Omg *-* fue genial
Skyth06
#10
Chapter 19: Omg omg contiii