01.

Freedom?

Sana era una chica buena, siempre lo había sido. Sus padres la criaron para ser una chica correcta, encantadora, cortés y todas las palabras buenas que podrías imaginar. Por las mañanas se iba temprano a la escuela, por las tardes volvía a tomar el té con su familia y luego subía a hacer sus deberes en su alcoba. Algunas veces salía a citas con los hijos de los socios de su padre o conversaba con las hijas de los matrimonios amigos de sus progenitores en aquellas juntas de vez en cuando. Su vida siempre había sido fácil y perfecta, y así seguiría siendo siempre. O eso creía, al menos lo creyó hasta el día en que la conoció a ella.

~~~~~~. 

 

Una vez que el coche se detuvo, Sana miró por la ventana del BMW perteneciente a su padre.

—Señorita Minatozaki, ¿preferiría que fuera yo por los helados? —La voz de su chofer la distrajo de la calle.

Hoy su rutina diaria había cambiado debido a un trabajo escolar. En junto a dos chicas más de su clase debía hacer un proyecto de ciencias y su casa había sido escogida como destino de la reunión estudiantil. (Obviamente, luego de haber obtenido la aprobación de cada uno de los padres, incluyendo los de ella.) Para hacer la tarde algo más entretenida, habían decidido pasar por una heladería, la cual estaba en el camino desde el instituto hacia la casa de Sana.

-No, gracias. Iremos nosotras, no tardaremos más de media hora, al parecer está vacío. —Ella respondió con la amabilidad que la caracterizaba.

Junto a las otras dos chicas, bajó desde el automóvil e ingresaron en aquella heladería. Los minutos transcurrieron entre aquellas típicas charlas de maquillaje y chicos, hasta que ya era hora de irse. Sana fue la primera en salir. 
-Y Sana, ¿Cómo están las cosas con Suho? -Yeri, una de aquellas chicas, preguntó. 
-Oh, todo genial. Hace unos días fuimos a tomar un café. 
-¡Eres tan afortunada! Ya quisiera que un chico como él, se fijara en mí. -Choa comentó con una voz chillona.

Sana sólo sonrió y comenzó a buscar con su vista el auto de su familia, el cual ya no estaba en el lugar en el que las había dejado. Cuando giró su cabeza hacia la izquierda, su vista se posó sobre un grupo de amigos que reían y conversaban escandalosamente a las afueras de un local de pizza. 
Su mirada se fue hacia una chica que estaba sentada en una baranda, su pelo no dejaba ver su cara y su postura con sus rodillas flectadas hacia su pecho, dejaba ver sus grandes bototos color mostaza y una chaqueta negra al estilo universitario, la cubría del frío. Notó que aquellos chicos se veían más jóvenes que ella y se preguntó porqué no llevaban un informe. De pronto, esos chicos se dispersaron luego de chocar sus puños, (una manera en la que Sana jamás se despediría de alguien). Repentinamente el sonido de una motocicleta siendo encendida, llenó sus oídos. En la calle, unos metros más allá de ella, reconoció aquellos bototos. Subió su vista, notando que los apretados pantalones de aquella chica estaban rotos en sus rodillas y que si no fuera por su polera blanca o sus zapatos, ella estaría toda vestida de negro, al igual que su motocicleta. Al final observó su rostro y se encontró con la sorpresa de que aquellos ojos cafés estaban fijos sobre su persona. Fueron unos segundos en los que se quedó tensa, sin moverse en lo más mínimo, hasta que aquella morena se puso su casco y salió disparada de aquel lugar.

—Hey, Sana, ¿estás bien?
Aquella voz chillona la hizo volver a la realidad. 
—Oh, sí, ¿qué decías? 
—Decía que tu chofer nos espera por ahí.

Y esa noche, luego de haber despedido a sus compañeras de escuela y de haber tomado té con sus padres, Sana se fue a su habitación. Se dirigió a su closet y sacó su pijama, y observando su ropa se preguntó si unos pantalones rotos le quedarían bien. Idea que desechó de inmediato, pensando en que posiblemente mañana, luego de que su madre fuera a hacer las compras, le traería otro de aquellos vestidos. Y esa misma noche, cuando Sana se fue a dormir, soñó con que se subía a una motocicleta, a pesar de que sabía que lo más cerca que su padre le dejaría estar de una motocicleta, sería de las del parque de diversiones, al que claro, jamás había asistido.

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