Eran las 6 de la tarde y DongHae por fin encontraba unos minutos para arrebatar a HyukJae del bullicio de la fiesta. Todo era felicidad y más de alguno de sus compañeros y amigos estaba borracho. Tal vez debería de estar haciendo lo mismo, pensó, porque era un día importante, para él y para HyukJae, pero necesitaba unos minutos a solas con él puesto que, con los preparativos para la boda, apenas y habían tenido tiempo de dirigirse la palabra. 

DongHae tenía al pelirrojo tomado de la muñeca y lo llevaba hacía el hermoso patio decorado con pequeñas velas —especial para a ocación—, ambos vestidos de esmoquin, como lo ameritaba ese día. 

Una vez apartados de la vista del mundo, DongHae se volvió hacia HyukJae, quien se sorprendió de ver lágrimas en los ojos del primero.

—Siempre supe que eras un llorón, pero creo que esto es demasiado —comentó el mayor, dándole un pequeño golpe en el hombro al otro—. Me vas a hacer llorar a mi también, y no quiero salir con los ojos todos rojos de hinchados en la foto de la boda...

DongHae simplemente solto una risita cargada de emoción mientras se secaba los ojos con la manga de su pulcro traje, en un intento por disimular su deplorable estado.

—Ahora dime, ¿para qué me trajiste acá? —terminó preguntando el novio- Somos de las personas más importantes de la celebración; más de alguno nos va a extrañar...

El mas bajo sonrió entonces  con toda la felicidad que pudo; la felicidad que logró sacar de todos esos años y momentos que habían pasado juntos, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, y dijo lo que había querido decir toda la tarde, sin encontrar momento adecuado ni valor suficiente...

—Felicidades por tu boda, Hyukkie —susurró, y envolvió al otro en un abrazo cargado de sentimientos de amor, de ese que se forma a partir de una vida entera juntos.

Hasta que la muerte los separe.

{Your secret admirer, who could it be? 
Oh~ Can't you see? All along it was me. 
How can you be so blind as to see right through me...?}

 

KyuHyun se dirigió a la puerta de la jueguetería de la que era dueño y la cerró, sin olvidarse de poner el cartel de "cerrado". Eran las 8 de la noche ya, había sido un dia agotador y lo único que quería hacer era irse a dormir de una buena vez. Al voltearse de nuevo hacia la tienda, posó sus ojos sobre la figura masculina sentada en una silla, al rincón de la tienda.

—Agotado, me imagino —dijo caminando hacia él.

KyuHyun era alto, de tez blanca y cabellos oscuros, lo que contrastaba enormemente con el cabello largo hasta los hombros y las mejillas eternamente sonrosadas del otro. Al llegar se agachó frente a él y prosiguió:— Sólo espero que mañana no sea un día tan ajetreado, SungMin, así podríamos cerrar temprano tal vez, y cenar juntos, ¿qué te parece? —preguntó, y sin esperar respuesta, lo tomó por el rostro y depositó un beso en la media sonrisa que lucía el otro. Acto seguido, se arrodilló en el piso y apoyó su cabeza en el regazo del rubio, estirando una de sus manos para tomar la de SungMin, la cual sintió fría al tacto. 

Luego de unos minutos en esa posición, KyuHyun se levantó y su mirada se clavó con devoción sobre el objeto de su afecto. En ese momento, volvió a jurarse que nunca amaría a nadie como amaba a su SungMin, con sus mejillas carmesí, su eterna sonrisa y su rubia melena. KyuHyun se inclinó entonces hacia él y tomó un dorado mechón de pelo entre sus dedos.

—Te amo, Minnie —susurró tiernamente, y soltó un suspiro cuando el mechón de pelo con el que jugaba se desprendió de la cabeza de su dueño—. Creo que tendremos que cambiarte el pelo una vez más... —y tras hacer un rápido chequeo, agregó—: y darte una nueva mano de pintura. Pero no te preocupes, sabes que me ocuparé de ti como siempre y te dejaré como nuevo —dijo depositando nuevamente un beso cálido en los labios fríos y rígidos de SungMin, para luego apagar la luz y salir de la tienda, dejándolo sumido en la oscuridad, junto a las otras muñecas.

{You're not alone
No matter what they told you
You're not alone
I'll be right beside you forevermore.}
 

Se acomodó por enésima vez en la cama, tratando que el sueño por fin lo asaltara y lo noqueara, para así dejar de darle vueltas a las mil y una cosas que tenía en la cabeza. El volver era reconfortante y vaya si lo había deseado, pero había sido como recibir un regalo defectuoso; como tener una linda figura de cristal que todo el mundo elogia al verla, pero que sabes tiene ese feo rayón en la parte posterior, o tiene esa rajadura casi imperceptible... pero que sabes está ahí, atormentándote.

Volvió a acomodarse, esta vez esquivándole la vista al techo —que poco había hecho para ayudarlo  a dormir—, optando por mirar hacia el escritorio acomodado contra la pared opuesta al costado de la cama, pero fue para peor, puesto que sus ojos quedaron directamente sobre el rayón; sobre la rajadura imperceptible que nadie parecía ver, pero que a él le provocaba un nudo en el estómago y un vacío asfixiante en el corazón.

Por eso mismo, se levantó con un sollozo arañándole la garganta, tomó la almohada y, con toda la fuerza que pudo, la arrojó contra el porta retrato apoyado sobre el escritorio, ese que lo mostraba abrazando a un sonriente extranjero de mirada amable. A continuación, soltó una carcajada vacía, a la cual le siguió otra, y otra... y cayó derrotado al suelo, aún con la sonrisa en los labios y con los ojos desbordándole de soledad y abandono. Porque lo entendía... que las rajaduras sólo puedes disimularlas y esconderlas. 

No borrarlas.

{There is a wound that's always bleeding, 
there is a road I'm always walking, 
and I know you'll never return to this place...}