Raindrops

Raindrops
R A I N D R O P S


Era una noche oscura y deprimente y, a pesar de que llovía a cántaros, KyuHyun sólo llevaba su paraguas azul para cubrirlo de la lluvia mientras caminaba por las calles de Seúl. Realmente no le importaba; le gustaba la lluvia. De alguna extraña manera sentía que le aclaraba la mente y el corazón, y en ese momento lo necesitaba.

Mientras caminaba hacia su destino y veía las pequeñas gotas de agua caer y desintegrarse contra el frío suelo, se preguntó si la vida misma podía compararse a una de esas pequeñas gotas, sin saber cuándo podría caer y estrellarse contra el suelo. La peor parte era que tal vez no notaras el momento del impacto. Podrías tal vez estar tan centrado en tus inseguridades, tu trabajo, tus convicciones o creencias que, sólo años después te dieras cuenta de que, de hecho, tu vida había sido una gota de agua pulverizándose contra la gélida superficie… Que tal vez había sido uno mismo quien la había dejado caer y despedazarse.

En el caso de KyuHyun, el momento en el que había comenzado a pensar qué era lo mejor para su vida, qué era lo que supuestamente debía hacer y cuáles eran las cosas que debía evitar, había sido el mismo momento en el que había dejado que la vida se le escapara de las manos. ¿Cuánto más irónico podía llegar a ser?

A él mismo le había sucedido y sabía que no lo había notado. Había continuado viviendo su vida ignorando que ésta se había deshecho, ignorando que estaba viviendo como una de esas gotas que, en algún momento, habían formado parte de una gota más grande… de una gota más feliz. Por supuesto, no era que de alguna manera no lo hubiera sentido ya que siempre había le pareció que algo no encajaba bien en su vida, que algo le faltaba, sólo que simplemente no sabía qué era. 

KyuHyun era inteligente y exitoso. Había construido una compañía que estaba en constante ascenso y que estaba en camino a convertirse en una de las compañías más importantes del país. Vivía en un departamento agradable y espacioso y tenía algunas personas a las que podía considerar sus amigos. También había tenido algunas mujeres en su vida, a pesar de que ninguna de ellas había causado un gran impacto en él.

Pero todo había cambiado cuando se había dado cuenta de que había estado viviendo una insignificante gota de vida. Cuando se había dado cuenta de qué era lo que le había estado faltando. Cuando lo había visto.

O para decirlo de manera apropiada, cuando lo había visto a él.

A él, quien fuese parte del capítulo de su vida en el cual había tomado todas las decisiones equivocadas pensando que eran las correctas. Ese capítulo de su vida lleno de risas, diversión, ternura… y amor.

Sí. Si hubiese algún momento en el que pudiese decir había estado enamorado, debió ser en ese momento; enamorado de él. Había estado enamorado de Lee SungMin.

Se habían conocido en la secundaria y, de alguna manera, KyuHyun supo que ese chico inquieto, tierno y vivaz sería especial… y el tiempo le había dado la razón.

Contra todo pronóstico, entablaron una relación; primero como amigos, luego mejores amigos, y luego —ninguno supo cómo— amantes.

A pesar de que nadie sabía de su relación, a pesar de que la gente a su alrededor los creía simplemente mejores amigos, KyuHyun se había sentido bendecido… hasta ese momento entrado en su segundo año en la universidad en el que SungMin le había dicho que ya no quería que su amor y relación fuese un secreto; que quería una vida de pareja normal y que se joda el resto de la gente y sus opiniones.

Hasta ese día habían mantenido una relación por casi tres años y KyuHyun había estado ignorando todas las señales que SungMin le enviaba para hacer pública su relación; él estaba cómodo de esa manera y ante su negativa, a SungMin no le había quedado más alternativa —recién ahora lo comprendía—, más que amenazarlo con terminar con la relación, pensando que ante eso el más joven entraría en razón.

Sin embargo, así y todo, KyuHyun se había negado y eso destrozó el corazón del otro. KyuHyun pudo verlo. Los labios de SungMin habían temblado, sus manos pequeñas, las mismas que había usado momentos antes para acariciar con adoración el rostro y el cabello del menor, habían aferrado con fuerza el borde de las mangas de la remera rosa claro que usaba en ese momento mientras que sus ojos se habían llenado de lágrimas sin derramar.

—Así es como todo acaba entonces… —había dicho el mayor en un débil susurro, la voz quebrada, empapada de tristeza y llena de emociones crudas. Y KyuHyun había querido decir en ese momento “¡No! ¡Las cosas no pueden terminar así porque te amo!”, pero su boca había rehusado moverse; su expresión no había cambiado de acuerdo con sus sentimientos porque su mente y su razón no lo permitieron, por lo que se había quedado ahí, con expresión neutra y el corazón roto.

Y las cosas habían terminado. En un simple parpadeo.

No hubo más encuentros en lugares donde pudiesen estar solos. No hubo más intercambio de miradas cargadas de amor cuando cruzaban caminos en el campus de la universidad. No hubo más de esa persona que hacía más brillantes sus días. Pero la vida continuaba y se había concentrado meramente en sus estudios. Extrañaba a SungMin y sufría por ello, pero con cada día que pasaba se obligaba a creer que la separación había sido lo mejor, que iba a estar bien.

Poco tiempo después se había enterado de que SungMin se había ido al extranjero, a estudiar a algún país lejano y no lo había vuelto a ver… hasta tres días atrás.

Lucía exactamente como lo recordaba y el anhelo le comprimió el corazón. Al verlo, todo lo demás por lo que había trabajado parecía insignificante; todas las cosas que había obtenido al apartar a SungMin carecían de valor, porque no podía disfrutar de la vida y le había tomado tres años darse cuenta de que no tenía nada. Pensó que había hecho un buen trabajo dejando todo atrás y siguiendo adelante, pero notó que todo había sido una ilusión que se había desvanecido al momento en que él había vuelto a entrar en su vida.

KyuHyun lo había reconocido en el momento en que el mayor había ingresado al restaurante en el que KyuHyun estaba cenando. Su tenedor se había detenido a mitad de camino, sus ojos se habían abierto al máximo producto de la incredulidad y no había podido evitar quedárselo mirando fijo. Era el mismísimo SungMin parado ahí hablando con uno de los meseros y quien había desaparecido solo momentos después tras la puerta que llevaba a la cocina.

¿Podrían sus ojos estarle jugando una mala pasada? Debía asegurarse, por lo que había llamado al mesero quien minutos antes había estado hablando con SungMin y le preguntó al respecto. La respuesta que le dio el mesero lo dejó sin habla.

—Es Lee SungMin, el dueño del restaurante.

“Entonces volvió…”, fueron los pensamientos de KyuHyun en ese momento. Esa única frase, sin importar cuán corta, cargaba mucho significado. Era como si, desde el momento de su separación, KyuHyun hubiese guardado todos sus sentimientos en una caja y la hubiese enterrado en lo más profundo de su corazón. Era una caja que hasta él temía abrir y la cual debía permanecer cerrada y enterrada. SungMin no debía volver. KyuHyun no debía haberlo visto. Los sentimientos no debían liberarse.

Pero todo eso estaba sucediendo de todas maneras. Él había vuelto, KyuHyun lo había visto y ahora sus sentimientos lo estaban consumiendo por dentro, sobrecogiéndolo con sensaciones encontradas. Arrepentimiento, soledad, felicidad, rabia, confusión, ansiedad, melancolía y otras más que KyuHyun temía siquiera nombrar por ser demasiado poderosas… demasiado reales.

Esa noche KyuHyun había vuelto a su departamento pensando que tal vez no había visto bien y que lo que el mozo le había dicho sólo había sido producto de un acercamiento de nombres. Al llegar y prácticamente colapsar sobre su cama, nuevamente se había forzado a creer que todo seguiría igual y que no importaba si SungMin había entrado nuevamente en su vida. 

Esta vez no había funcionado.

Luego de ese encuentro, todo en su vida había dado un vuelco. Sólo existía SungMin, día y noche: mientras tomaba desayuno, en el trabajo, o con su familia o amigos. Siempre era SungMin en su mente, ocupando todos sus pensamientos donde el más recurrente era: “¿Qué hubiese sucedido si en vez de negarme, hubiese aceptado?”

Era tortura pura y dura el cuestionarse aquello porque ya sabía la respuesta. Siempre la había sabido, sólo que simplemente había optado por no verla, por no sentirla arañando su interior.

Ahora sería feliz.

Ya no podía evitarlo —de todas maneras ya todo se había liberado— y, honestamente, estaba demasiado cansado como para que le importase. Simplemente había dejado que sus sentimientos lo ahogaran en el mar que era SungMin.

En ese momento había tomado una decisión. Lo recuperaría. Recuperaría todos esos momentos felices que debían haber llenado su vida. Recuperaría todos aquellos momentos valuables que debió disfrutar…

Recuperaría todo ese amor que debió sentir.

Cuando llegaba a su destino y aún bajo la lluvia se preguntó si valdría la pena, si sería sabio abandonar todo aquello que había obtenido en su vida y no, se dio cuenta de que no era sabio, pero que sí valdría completamente la pena.

Esta vez no se permitiría sentir arrepentimiento; no dejaría que su vida de pulverizara en un millón de gotas. Haría lo que debió hacer años atrás y eso era proteger aquello valioso e importante que tenía entre sus manos.

Y lo vio otra vez, esperando fuera del restaurante y sosteniendo un paraguas rosa, y KyuHyun aminoró su marcha para poder admirar por unos momentos más ese hermoso perfil. “Tan hermoso como lo recuerdo”, pensó y eso le dio el empujón de valentía que necesitaba para terminar de llegar hasta él. 

—SungMin… —dijo despacio KyuHyun.

Cuando el más bajo levantó la vista, sus ojos se encontraron con los de KyuHyun por primera vez en tres años.

¿Era posible haber amado tanto a alguien que, a pesar de las circunstancias, a pesar del tiempo estando separados y los esfuerzos para exterminar ese amor, éste hubiese encontrado la manera de mantenerse intacto?

Mientras miraba a SungMin a los ojos y veia cómo éste respondía a su llamado con esa sonrisa amable, suave y nostálgica, KyuHyun podía decir que definitivamente era posible. Él lo estaba experimentando de primera mano.

—Hola… Mucho tiempo sin vernos —dijo SungMin con voz suave y KyuHyun se preguntó cómo había podido seguir viviendo sin escuchar aquella voz cuando menos una vez al día.

—Sí. Bastante tiempo diría yo.

Fue entonces que KyuHyun se dio cuenta de que no podía recuperar los momentos perdidos, pero, mientras observaba cómo SungMin guardaba su paraguas y se colaba bajo el suyo, pensó que de todas maneras estaba bien.

Siempre podrían crear nuevos recuerdos.

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