Amanecer

Amanecer

Amanecer

 




Para Kyuhyun, todos los días comenzaban de la misma manera: levantarse temprano, ducharse, vestirse, prepararse un café y tomárselo sentado en la base acojinada del enorme ventanal del living.

Su departamento era amplio. Tenía un hall de entrada que daba a un living comedor bastante acogedor según su parecer; una cocina estilo americana que casi nunca usaba puesto que no era muy adepto a cocinar y además, era de los que pensaba que siempre podía llamar a una delivery de comidas en caso de aburrirse de comer siempre lo mismo.

Su habitación era bastante amplia y los tonos verdes eran los que predominaban en ella ya que era el color que más le gustaba, le daba sensación de frescura y vitalidad; el baño en suite, muy espacioso, también estaba decorado con tonos verdes. El departamento también contaba con una habitación de invitados que rara vez usaba y un baño. 

Si bien todo en su hogar le gustaba, no por nada lo había elegido él, el ventanal era su lugar favorito. Era enorme y estaba ubicado en el living. Desde allí tenía una vista panorámica de la playa y del mar.

Era escritor y el océano siempre había sido una gran fuente de inspiración para él, por lo que luego del rotundo éxito de su primer libro, lo primero que había hecho fue buscar casa en la zona costera. Había comprado ésta principalmente por ese precioso ventanal y era allí donde ahora nacían sus ideas… mirando el mar.

O por lo menos así habían sido las primeras semanas. Ya llevaba casi seis meses viviendo allí y si bien el mar seguía sirviéndole de inspiración, había algo más.

A decir verdad, Kyuhyun nunca había sido muy madrugador que digamos, pero todo cambió una semana en la que tuvo que estar despierto desde temprano debido a que una editorial extranjera quería publicar el último libro del escritor en otro idioma, y como la llamada procedía de un lugar lejano, siempre lo llamaban a las 5 de la mañana.

Obviamente, no podía contestar el llamado con voz de dormido; no sería profesional de su parte. Por lo mismo, se levantaba un poco más temprano y se duchaba, para así poder estar más despierto.

Así lo había descubierto. Había terminado de hablar la primera vez con el editor y se había preparado el desayuno (ya no podía volver a dormirse) y se sentó junto al ventanal.

Y lo vio.

Era un chico, según su parecer, menor que él. Tenía los cabellos castaño oscuro un tanto largos y se veía más bien de baja estatura. Aunque su casa se encontraba nada más cruzar la calle desde la playa, aún era una distancia considerable, por lo que no alcanzaba a distinguir con claridad el rostro de ese chico.

Pero lo que más resaltaba a la vista era su sonrisa. Era una sonrisa cálida y alegre, de esas que te entibian el corazón y el alma.

El chico aparecía por la calle bajo su ventana siempre alrededor de las cinco y media de la madrugada y caminaba hasta llegar a los escalones que posibilitaban el ingreso a la playa. Se adentraba con pasos pesados sobre la arena, estiraba una toalla color rosa en el suelo y se sentaba sobre la misma. Su mirada se perdía en el horizonte y se le tallaba una sonrisa en los labios.

El primer día, Kyuhyun no le había prestado demasiada atención y había comenzado con lo que sería su rutina de la semana luego de hablar por teléfono: desayunar y ponerse a escribir.

Lo que no tuvo en cuenta a la hora de definir su rutina fue que habría un elemento extra al terminar la semana.

Al tercer día, luego de finalizar con el editor, el escritor se encontró sentado junto al ventanal, café en mano, buscando por inercia al “chico rosa”. No sabía cómo ni por qué, pero esa persona, a pesar de no conocerla, se había convertido en parte de su rutina; en parte de sus días.

Luego de siete días y habiendo concluido las negociaciones con el editor, 
Kyuhyun seguía con su rutina, sólo que con unos ligeros cambios: la alarma sonaba a las cinco y cuarto, el escritor se levantaba, se duchaba, se vestía y se sentaba junto al ventanal a tomarse su café, mientras esperaba que apareciera el chico rosa. Y éste siempre aparecía.

Veían el amanecer juntos, pero a la vez separados: el castaño desde la playa y el moreno desde su ventana.

Luego de pasar tres meses realizando la misma rutina, ese día había comenzado igual y había terminado esperando al chico, pero éste no apareció.

Kyuhyun esperó, pero cuando las manecillas del reloj marcaban ya las ocho de la mañana, el moreno se convenció de que no aparecería.

Era la primera vez desde que empezara a verlo que sucedía aquello El rosa nunca antes había dejado de ir a la playa y, a pesar de que Kyuhyun trató de restarle importancia, su mente no podía dejar de pensar en eso, sobre todo cuando la ausencia del castaño se había extendido a más de un día.

No quería que le preocupara (¿Porqué debería?), pero no podía evitarlo. Ese chico era un completo desconocido y su ausencia no debería afectarle tanto, pero Kyuhyun se había acostumbrado inconcientemente a verlo cada mañana.

Era como una inyección de energía, como su café matutino, el cual ya no tenía el mismo efecto sin la, aunque lejana, presencia del castaño.

De más estaba decir que durante esos días, su humor había sido del negro más oscuro; todo le molestaba y no había tenido ganas de nada. Lo único que lo sacaba de la cama era la expectativa de verlo otra vez.

Y lo hizo.

Luego de una semana de ausencia, Kyuhyun se volvía a encontrar junto a su ventanal, ya sin muchas esperanzas, cuando lo vio. Casi se atragantó con el café.

El chico caminaba parsimoniosamente por la calle y repetía las acciones que a Kyuhyun le parecía haber visto hacía siglos. Lo había extrañado. Había extrañado ver sus cabellos mecerse con la brisa, había extrañado la delicadeza de sus movimientos y había extrañado esa cálida sonrisa.

Y se decidió. No se arriesgaría a pasar otra semana como aquella, dado el caso que al castaño se le ocurriera no aparecerse por la playa. Tomó su termo con café, sus llave y algo ligero para abrigarse y salió del departamento; cruzó la calle que lo separaba de la playa y se adentró con paso firme hasta quedar a espaldas del chico rosa.

—¿Te molesta si me siento a tu lado? —preguntó el moreno, esperándose un sobresalto por parte del castaño, pero nunca llegó.

—En lo absoluto —respondió el chico con calma y sin borrar su sonrisa. Era como hubiese sabido desde un principio que tenía compañía.

A Kyuhyun le gustó su voz. Era ligeramente aguda y parecía que no simplemente le llegaba a los oídos, sino que le acariciaba todos los sentidos, inundando su ser. Lejos de incomodarle, le agradaba.

Se disponía a sentarse cuando esa voz armoniosa lo interrumpió.

—Siéntate sobre la toalla. Si lo haces sobre la arena, quedarás todo mojado… y créeme que no es agradable —dijo el castaño con la mirada aún perdida en el horizonte y la sonrisa bailándole en los labios.

Kyuhyun hizo como le había aconsejado y se sentó al lado del chico, muy cerca, pero sin llegar a tocarlo. Repentinamente, el castaño se volteó hacia él.

—Mi nombre es Lee Sungmin —se presentó, ofreciéndole la mano— ¿El tuyo?

—Cho Kyuhyun.

El más alto le estrechó la mano y se sorprendió por lo suave y cálida que era. De hecho, hasta le pareció que era demasiado delicada para pertenecer a un chico.

—Mucho gusto —le saludó el chico y devolvió la vista al horizonte—. La verdad no es muy común encontrarse con personas a estas horas de la mañana. ¿Cuál es tu motivo? —preguntó el castaño, posando por un momento fugaz sus ojos en el moreno.

Kyuhyun se puso rígido. No podía decirle que lo había estado “espiando” por más de tres meses; lo más probable sería que pensara que era una especie de sicópata o acosador. Pero tampoco quería mentirle.

—Me olvidé de cambiar el horario de la alarma del reloj y éste sonó demasiado temprano. Luego ya no pude volver a dormir, por lo que decidí dar un paseo.

Era relativamente cierto, a excepción de algunos pequeños detalles: había dejado la alarma e esa hora “a propósito” y luego no había “querido” volver a dormir. Era su rutina.

—Ya veo… —dijo Sungmin.

—¿Y tú? ¿Qué te trae por la playa tan temprano? —preguntó el moreno. Hacía tiempo que sentía curiosidad al respecto.

—Vengo a presenciar el amanecer —contestó el otro con emoción en la voz. Lo había dicho con alegría, calidez y hasta un poco de melancolía—. Ya está por comenzar.

Y estaba en lo cierto. La línea del horizonte había comenzado a iluminarse poco a poco, sacándole pequeños destellos a la superficie del mar.

A Kyuhyun siempre le habían impresionado los amaneceres. Como el sol salía tan lentamente, que era apenas perceptible a la vista, pero a la vez tan rápido, que un simple parpadeo podría hacerte perder tan hermoso espectátrasero. Era sobrecogedor.

Pero el moreno decidió que perdérselo una vez más no supondría mucha diferencia, por lo que se concentró en el rostro de la persona a su lado.

Vio como la luz anaranjada del amanecer bañaba y teñía de calidez las delicadas facciones del castaño. Era realmente hermoso. Ese chico poseía una belleza fuera de este mundo; una belleza que a la distancia no había podido apreciar, pero que ahora era acentuada por las olas de luz que comenzaban a cubrirlo todo.

Ahora que lo tenía cerca, podía distinguir bien su rostro. Tenía unos labios delineados, ni muy gruesos ni muy finos; sus mejillas eran tersas a la vista y un tanto sonrosadas; las largas pestañas enmarcaban unos ojos del color del café que tanto le gustaba, pero lo más hermoso eran las sensaciones que transmitían.

Calidez, amabilidad, gentileza y melancolía, y Kyuhyun juró jamás haber visto unos ojos tan expresivos… tan llenos de vida.

Cuando Sungmin cerró sus ojos, como queriendo sentir con mayor intensidad el calor que comenzaba a inundarlo todo, Kyuhyun pudo salir del trance en el cual se encontraba.

En ese momento se dio cuenta de que las cosas más bellas del mundo se ocultaban muchas veces en cosas tan simples como una mirada, una sonrisa o un amanecer junto a una persona especial.

Porque ese Sungmin era especial. Kyuhyun estaba seguro de que lo era. Todo de él. 

La manera en que sus cabellos se removían con la brisa, como la luz danzaba en sus ojos, como su sonrisa podía llegar a resultar más cálida que el mismo amanecer… todo. Y se sintió afortunado de haber conocido a una persona como él. Sonrió. Desde el fondo de su corazón y con toda su alma.

Quería llegar a conocer más a esa persona Quería acercarse a él y ser parte de su vida, así como el castaño había logrado colarse en la suya.

—¿Te apetece un poco de café? —preguntó, recordando el termo que tenía entre sus manos, pero más que nada para entablar conversación.

—Claro, muchas gracias —dijo estirando la mano de manera que Kyuhyun pudiese darle el jarrito, cosa que el moreno hizo—. Está amargo —declaró con el rostro fruncido luego de darle un sorbo al oscuro líquido.

—Por supuesto. Es café —replicó Kyuhyun un tanto ofendido por la cara de asco que había puesto el castaño.

—Es que si te soy sincero, no me gusta mucho el café.

—Entonces, ¿por qué lo aceptaste? 

—Porque no todos preparan el café de la misma manera; por eso siempre hay que probar… y por lo visto a ti te gusta amargo —dijo frunciendo nuevamente los labios, y el moreno no pudo más que reír.

—Así es. Y entonces… ¿qué te gusta? —preguntó divertido.

—El té y el café con leche —contestó Sungmin con una sonrisa, devolviéndole la taza con su contenido a medio tomar.

—Lo tendré en cuenta para futuras ocasiones.

—¿Piensas venir nuevamente? —preguntó entre intrigado y entusiasmado— Pensé que no había estado en tus planes levantarte tan temprano.

—Y así fue. Pero descubrí que es mejor de lo que creía, sobre todo si tienes compañía —dijo mirándolo de reojo.

Sungmin le sonrió.

—Tienes razón. Definitivamente es mucho mejor.

A partir de ese día, los días de Kyuhyun pasaron a ser iluminados cada mañana por la mirada y la sonrisa de Sungmin.

Se juntaban a la misma hora. El escritor llevaba dos termos, uno con café, amargo como le gustaba, y otro con te o café con leche, dulce, como le gustaba a Sungmin.

Durante sus momentos en compañía, el castaño le contó un poco de su vida: que vivía solo, que era hijo único, que le gustaba tocar la guitarra y cantar.

Kyuhyun le había contado que era escritor, que tenía una hermana mayor, que también gustaba de cantar y que los videojuegos eran su placer culpable.

Así comenzaron a conocerse, pero a la vez no. Eran amigos, y a la vez sólo conocidos. Kyuhyun se sentía cerca del castaño, pero a al vez sabía que había entre ellos una barrera que Sungmin se había encargado de construir.

También había otra cosa que le llamaba la atención. Había ciertos momentos en los que sentía que había algo importante que estaba pasando por alto con respecto al castaño. Era algo que saltaba a la vista, como si fuese algo obvio, pero que escapaba a sus sentidos; luego de un tiempo intentando descifrar qué era, se dio por vencido. Llegado el momento lo descubriría.

Uno de esos días le había preguntado a Sungmin por qué le gustaban tanto los amaneceres, como para madrugar cada día, y el castaño le había contestado que era por el calor.

Según él, cuando el sol salía, podía sentir el calor de su luz cubriéndolo todo; que durante el amanecer podía sentir como los rayos rebotaban en cada superficie, llegando hasta los rincones más recónditos.

Sungmin creía que el amanecer marcaba el comienzo de algo nuevo. Nuevos días, nuevos momentos, nuevas vidas. Pero al mismo tiempo le hacía recordar que había cosas que no cambiaban: el aroma dulce de las flores, la refrescante brisa, el calor del sol cada mañana, la sensación de la arena entre sus manos…

Por eso Sungmin amaba los amaneceres, y desde ese día Kyuhyun comenzó a amarlos también. Y a amar a Sungmin.

Era increíble la rapidez con la cual el castaño se había ganado su corazón. No sólo había sido su apariencia; era todo de él, incluso las caras fruncidas cuando lo obligaba a probar su café, incluso aquellos momentos en los que casi no hablaban.

Amaba sus sonrisas alegres e incluso las melancólicas. Amaba sus miradas llenas de vida e incluso las que mostraban un deje de dolor. Amaba sus manos delicadas, incluso cuando las mismas eran a veces un poco torpes. Amaba su voz melodiosa, incluso cuando le decía que su café sabía feo. Amaba a esa persona por completo e incluso amaba esa parte de Sungmin que éste no le dejaba ver.

Simplemente lo amaba… y una mañana decidió que ya no podía seguir ocultándolo.

Había bajado hasta la playa, donde ya lo esperaba el castaño y se sentó a su lado. Recibió la sonrisa de Sungmin y antes de que éste pudiera siquiera desearle unos buenos días, Kyuhyun habló. O más bien cantó.A pesar de ser escritor, no se sintió con el valor suficiente como para encontrar las palabras adecuadas para definir sus sentimientos. Una canción podía ser mil veces mejor.


♪ Encuéntrame aquí y háblame. 
Quiero sentirte, necesito escucharte. 
Tú eres la luz de mi alma, la que me guía al lugar 
donde nuevamente encuentro paz.♪



Observó la expresión de Sungmin en todo momento mientras cantaba. Vio sus ojos empañarse, para terminar desbordando. Su mirada era una que Kyuhyun jamás había visto.
 


♪¿Y como puedo estar aquí junto a ti, y no sentirme conmovido?
¿Podrías decirme como podría haber algo mejor que esto?♪



Era una mirada feliz, pero a la vez triste y decidida. Hacía contraste con la eterna sonrisa de sus labios.
 

♪ Tú calmas las tormentas y me das descanso,
Me sostienes entre tus brazos y sé que no me dejarás caer.
Te robas mi corazón y me quitas el aliento
¿Me aceptarías? ¿Incluso más profundo?♪


El sol había comenzado a salir lentamente por el horizonte, contrario a su corazón que latía a mil por hora. Sungmin miró directamente al astro que se asomaba con los ojos aún empapados brillándole a causa de la luz, y volvió a dirigir sus ojos hacia Kyuhyun.


♪Porque eres todo lo que deseo, eres todo lo que necesito.
Lo eres todo, todo.
Porque eres todo lo que deseo, eres todo lo que necesito.
Lo eres todo, todo.♪

—Son mis verdaderos sentimientos—dijo Kyuhyun con toda la sinceridad en su interior.

—Lo siento mucho, pero en estos momentos no puedo aceptarlos.

Y se levantó, no sin antes dedicarle una triste sonrisa a quien le había abierto su corazón y se fue.

Kyuhyun no había alcanzado a emitir sonido. Le había dolido. ¿A quién no le dolería el rechazo? Además, esa había sido la primera vez que se declaraba a alguien.

Tenía sus ojos clavados en la espalda del castaño, e incluso cuando ya había desaparecido de su vista, siguió con la mirada allí y con la talla rosa de Sungmin bajo su cuerpo.

Soltó un largo suspiro. Al otro día tendría que devolvérsela a Sungmin y aprovecharía para aclarar la situación. Para que, si bien entendía que no le correspondiera, pudieran seguir siendo amigos.

Pero Kyuhyun no volvió a ver a Sungmin al otro día. Ni a la otra semana. Ni al otro mes.



~ ☼ ~



Pasaron dos meses antes de que Kyuhyun volviera a ver a Sungmin.

Fue en la tienda del pueblo. Cuando estaba por ingresar, la puerta se abrió y del interior salió el castaño.

Estaba como lo recordaba… no, se equivocaba. Estaba distinto. Se veía mejor. Ya no tenía ese aura de melancolía. Ya no tenía eso que era obvio a la vista y que Kyuhyun nunca llegó a descifrar. Estaba radiante.

Al moreno lo invadieron repentinamente unas ganas de abrazarlo como nunca había podido hacerlo. En el momento en que lo vio, se olvidó del dolor que había experimentado al no haber vuelto a saber de él. Se olvidó de cuanto lo había decepcionado su repentina desaparición. Se olvidó de todo.

Sungmin volvía a estar allí. A su alcance. Y cuando estuvo a punto de hablarle, sus miradas se cruzaron; una llena anhelo y emoción por parte de Kyuhyun y una de cotidiana amabilidad por parte Sungmin.

El castaño lo miró como quien mira a alguien que jamás había visto. Le sonrió y siguió su camino lejos de Kyuhyun, a quien se le habían atascado las palabras en la garganta.

Lo había ignorado. Kyuhyun no había dejado de pensar en Sungmin y este lo había ignorado olímpicamente. Como si los momentos que habían pasado juntos no existieran. Como si el castaño no hubiera desaparecido de su vida sin dejar rastro y sin dar explicaciones.

Recién se daba cuenta de que en algún rincón de su ser había albergado la esperanza de el castaño volviera, listo para aceptar sus sentimientos, los cuales no habían cambiado a pesar del tiempo y la distancia.

Ese tiempo lo había esperado nuevamente, como la primera vez que desapareció, más ya no mirando por su ventana, sino que sentado en la playa, sobre esa toalla rosa que Sungmin había dejado atrás.

Pero ya no más.

Kyuhyun se sentía como un verdadero idota por haberlo esperado. Debió suponer desde un principio que Sungmin ya no quería tener nada que ver con él. No por nada se había esfumado de su vida sin dejar rastro y ahora, la indiferencia del castaño se lo confirmaba.

Había sido un verdadero tonto.

 

~ ☼ ~



Cuatro cuarenta y cinco de la mañana y la alarma sonó, haciendo eco por todo el departamento. Sería la última vez.

Kyuhyun se levantó, se duchó, se vistió y se preparó el desayuno; ese sería el último día de su rutina. El último día pensando en Sungmin.

Se acercó al ventanal lo vio, como lo había deseado tantas veces durante esos días de ausencia, y la nostalgia casi hace que se le escape una lágrima.

Sungmin estaba en el lugar de siempre, sobre una toalla rosa. Otra toalla rosa, y el moreno supo que era su oportunidad para terminar con todo. Para cerrar el ciclo y seguir adelante.

Tomó la toalla y se dirigió a la playa. No se detuvo hasta no quedar a sólo unos metros del castaño.

Verlo allí, de cara al horizonte como en sus recuerdos le hacía notar lo mucho que lo había extrañado. Pero no podía vivir de recuerdos e ilusiones. Tenía que arrancárselo de su interior ahora que podía.

—Sungmin —lo llamó, captando su atención. 

El castaño se puso tenso y se giró muy lentamente, como temiendo lo que encontraría.

—Kyu… Kyuhyun… —pronunció con voz temblorosa.

Sungmin había esperado encontrárselo. Esa había sido la razón principal de su visita a la playa en la cual había pasado tantas mañanas.

—Me sorprendes. Entonces sí me recuerdas —replicó sin poder contener el tono irónico—. Luego de que me ignoraras completamente ayer a la tarde pensé que no había sido digno de que me guardaras en tu memoria —atacó con resentimiento.

El castaño lo miró confundido. No entendía nada.

—¿De… de qué estas hablando? Yo… —y repentinamente lo recordó. Aquel encuentro el día anterior.

—No importa. No me interesa. Sólo vine a devolverte esto —dijo avanzando hacia el castaño y poniéndole la toalla en las manos—. Listo, eso era todo.

A Sungmin se le llenaron los ojitos de lágrimas y apartó la vista del rostro del moreno. No había podido soportar su mirada de reproche y resentimiento, sobre todo cuando tenía todo el derecho de sentirse así.

—Adiós —finalizó Kyuhyun, volteándose hacia la carretera y comenzando a caminar. Sungmin se volteó hacia el mar.

Lentamente, la línea del horizonte comenzó a iluminarse. Estaba amaneciendo y Sungmin ya no pudo contener las lágrimas, las cuales fluyeron libremente por su rostro.
 

♪Tú eres la fuerza que me mantiene andando.
Tú eres la esperanza que me mantiene confiado
Tú eres la luz de mi alma.
Tú eres mi propósito… eres todo♪


Kyuhyun detuvo su andar. Era su canción. La que le había dedicado al castaño la última vez que se habían visto; la que guardaba todos sus sentimientos.


♪¿Y como puedo estar aquí junto a ti, y no sentirme conmovido?
¿Podrías decirme como podría haber algo mejor que esto?♪


El moreno se volteó a mirar a Sungmin, quien entonaba la canción. Pero sólo pudo distinguir su silueta debido al resplandor del sol. Era una vista digna de apreciar.


♪Porque eres todo lo que deseo, eres todo lo que necesito.
Lo eres todo, todo.
Porque eres todo lo que deseo, eres todo lo que necesito.
Lo eres todo, todo.♪


Aún lo amaba. Lo amaba como jamás había amado nadie. A pesar de los secretos. A pesar de no conocerlo por completo. A pesar del abandono. Lo maba.

Pero aún así no se creía capaz de perdonarlo.

Iba a retomar su camino. Ese que lo llevaba lejos de la playa, lejos de los cálidos amaneceres y lejos de Sungmin… pero la voz del castaño lo detuvo.

—¿Sabes? Es la primera vez que veo el amanecer. Es realmente hermoso.

Kyuhyun quedó perplejo. Eso sí que era el colmo. ¿Qué pretendía Sungmin mintiéndole tan descaradamente? No pudo evitar replicar.

—Eso es una gran mentira y lo sabes —dijo entre dientes.

—No es mentira.

Sungmin hablaba con la vista aún clavada en el sol, que estaba cada vez más alto. Su sonrisa era triste y las lágrimas en sus mejillas brillaban a causa de la luz.

—También es la primera vez que te veo —siguió el castaño, y Kyuhyun no pudo soportarlo más.

—¡Por favor, deja de decir estupideces! —casi gritó el moreno.

—No son estupideces. Ojala lo fueran. También es la primera vez que veo la arena bajo mis pies; la primera vez que veo los destellos de la luz del sol sobre el mar. 

»Todo es mucho más hermoso de lo que jamás imaginé. Las flores son hermosas y esta playa es hermosa. Pero de todo lo que he visto por primera vez, tú eres lo más hermoso.

Kyuhyun no entendía nada de lo que estaba diciendo el castaño. Sus palabras no hacían más que confundirlo y frustrarlo. Ya no quería seguir escuchando, mas Sungmin no calló.

—Desde el momento de mi nacimiento, las bellezas del mundo me fueron negadas: el color de las flores, el azul del cielo, el resplandor del sol, los rostros de quienes más quería… Vivía sumido en un negro abismo. Todo era negro.

El más alto se puso rígido. Sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sintió como sus pulmones gritaban reclamando el aire que Kyuhyun les había negado desde el momento en que Sungmin había comenzado a hablar. Sentía como su garganta se cerraba en un nudo y como se le generaba un vacío en el estómago.

—Aprendí a vivir con eso y era feliz. Era una persona alegre a pesar de no poder ver. Me acostumbré al vacío de mis ojos y así estaba cómodo.

En ese momento, fue como si una cortina se corriera e la mente de Kyuhyun, dejándole ver eso que siempre había estado allí. Eso que siempre había sido obvio pero que nunca había podido descubrir.

El hecho de que Sungmin nunca hablara de ver los amaneceres, sino de presenciar; que hablara del aroma de las flores y no del color; que hablara de la calidez del amanecer y no de su resplandor.

Hasta las cosas más simples y triviales se lo gritaban a la cara, como el hecho de que Sungmin siempre estirara la mano para que Kyuhyun depositara en ella la taza de café; el que fuese delicado y a veces torpe en sus movimientos… ¡Que estúpido había sido!

—Hace un par de meses recibí una llamada de un médico muy importante en el área, al cual le habían transferido mi historial clínico. Quería hablar conmigo, así que, como vivía en otra ciudad no me quedó más remedio que viajar.

“La semana en que desapareció”, pensó Kyuhyun.

—Luego de varios estudios me dijo que mi ceguera podía ser curada gracias a un nuevo procedimiento, pero me negué y volví acá.

—¿Por… por qué? —preguntó el moreno, por primera vez hallando su voz.

—Ya te lo dije. Estaba cómodo así… y tenía miedo. Miedo del mundo que se me había negado. ¿Y si nada era como me lo imaginaba? ¿Y si descubría que sin ver estaba mejor? También temía por mi vida.

»La operación era muy riesgosa y sólo tenía un treinta por ciento de probabilidad de éxito y el riesgo de muerte era del cincuenta por ciento. No era muy alentador y no estaba seguro de que valiera la pena intentarlo.

A Kyuhyun se le puso la piel de gallina.

—Pero cuando volví te conocí. Cada día era tan divertido, tan mágico. Me encontré deseando pasar más tiempo contigo, deseando escucharte a cada momento, deseando poder verte. Pero seguía siendo un cobarde… hasta ese último día que nos vimos, cuando me confesaste tus sentimientos.

»Era tan asombroso que hasta parecía irreal. No podía creer que sintieras eso por mí… y lo recordé. ¿Qué tenía yo para ofrecerte? Nada. No tenía nada... pero quería dártelo todo de mí. Eso me hizo decidirme a aceptar la operación, pero como no sabía si saldría con vida creí que lo mejor era no decirte nada; total, si no salía de la sala de operaciones, podías simplemente pensar que había desaparecido y con suerte me odiarías y seguirías con tu vida. No podía confesarte todo y dejar que, en el peor de los casos, la persona que mas amaba sufriera.

Kyuhyun no hacia más que llorar silenciosamente. Había sido un egoísta, un estúpido y había estado ciego. Una ceguera peor que la de Sungmin. Una ceguera del corazón.

No había detectado las señales y había pensado sólo en sí mismo. Había pensado solo en su dolor. Y en esos momentos, todo el resentimiento que había tenido hacia Sungmin se había vuelto rabia consigo mismo. No se merecía a alguien como él.

—Ahora me doy cuenta que fue una tontería pretender que a mí regreso todo fuese color de rosa. Lamento todos los inconvenientes que te causé—dijo Sungmin bajando la mirada a lo único rosa de ese día. Su toalla. La apretó hasta que los puños se le pusieron blancos—. Realmente lo siento, yo…

Sungmin quedó sin palabras y sin aliento. Kyuhyun lo abrazaba por la espalda. Sus brazos rodeaban el torso del mas bajó y su rostro estaba enterrado en el cuello del castaño. Sungmin podía sentir la humedad de las lágrimas del moreno en su piel. Podía sentir las de ambos.

También podía escuchar los susurros ahogados del moreno.

“Lo siento”… 

“Te amo”... 

Y Sungmin no necesitó más.

Puso sus manos en los brazos que rodeaban su cuerpo y recostó su cabeza en el cuerpo del más alto.

—Los amaneceres de verdad son preciosos… Te amo.
 

♪You’re everything… Everything ♪



~Fin~
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