Sentado en el sofá con una copa de vino en la mano, escuchando una y otra vez la canción que te escribí, que te canté.

Por mucho que quiera no puedo olvidarte.

Escribo cartas de amor enviadas a ninguna parte, aunque sé que nunca me responderás.

Te perdí de manera cruel, pero te perdí.

Perdona si aún busco en todas partes recuerdos de tu presencia.

Siendo yo una persona tan libre, acabé quedándome en tus brazos que me hacían sentir amado y fiel a tu aroma.

Siempre pensé que sabía todo lo habido y por haber del amor y sus consecuencias, pero cuando te conocí realmente supe lo que era traspasar la verdadera línea que se cruza al besar, lo que se siente al sentir tus caricias y tus constantes estremecimientos por las mías.

Tus suspiros y gemidos eran para mí el canto más hermoso que hubiera escuchado alguna vez.

Tus labios color cereza susurrando mi nombre de manera cariñosa, era para mi como una nana para poder dormir, como para ti lo eran los latidos de mi corazón, que desde que te conocí solo latían por ti.

Lo más bello que alguna vez amé y amaré, serás tú por siempre.

¿Cuántas veces se habrá inundado mi mente de los recuerdos?

¿Cuántas veces me habré perdido en tu dulzura?

Ni siquiera el tiempo pudo borrarte quedándote todavía en lugares dispersos de mi mente, de mi corazón y de mi alma.

Y hoy como siempre, me acuesto en la cama donde te demostré lo mucho que te amaba y nuestras palabras sonaban como eco en la habitación. Y como siempre siento tú sombra posarse en mi pecho, aspirando el aroma de mi cuello, entrelazando nuestras manos.

Y como siempre, aunque sé que no es verdad, me aferro a ti y te abrazo para transportarme a un mundo, donde sé que solo somos tú y yo.