Like a Prince

Le faltaba el aire. Seunghyun sabía que Jiyong era atractivo, pero aún no conocía la magnitud de esa palabra. Y ese atuendo que parecía sacado de las clásicas películas de Disney le hacía exagerar su belleza. Parecía un verdadero príncipe, digno del más prestigioso reino.

– Esta vez sí se lucieron con los vestuarios – soltó Seungri dejándose caer en el sofá, sacando a Seunghyun de sus pensamientos.

Sí. Se habían lucido, y mucho. Y le agradecía infinitamente a todos aquellos involucrados en el proceso, porque ahora podía morir tranquilo; de un ataque hormonal al ver a Jiyong vestido así. A veces su subconsciente le traicionaba y le hacía ansiar decirle al joven todo lo que sentía por él; y esa era una de esas veces.

Seunghyun se armó de valor y se levantó del lado del menor, caminando lentamente a través de aquella habitación llena de maquillistas y asistentes atareados. Y después de unos pasos, llegó a donde estaba Jiyong mirándose en el espejo, desfilando ese saco azul rebosante de accesorios dorados, y el pantalón oscuro ceñido a sus piernas, presumiendo alrededor de su cuerpo la exagerada joyería que tanto gustaba vestir. Incluso con ese cabello teñido de un excéntrico rosa pastel, y los extraños gestos que hacía tratando de acomodarlo, se veía perfecto.

– ¡Vayan saliendo todos, la conferencia comienza en unos minutos! – gritó una voz, haciendo que todos en la sala abandonaran el lugar con rapidez.

Todos menos Seunghyun y Jiyong. El líder aún amenazaba con estar otro par de horas ajustando cada detalle de su atuendo, clásico de su desorden de perfeccionista casi compulsivo.

– Te ves genial, Ji. Ya vámonos – bufó Seunghyun a un lado del menor, llamando su atención.

Jiyong se resignó y se alejó del espejo, dando la cara a Seunghyun. Su corazón se paró cuando le vio a unos metros de distancia, vistiendo un traje parecido al suyo, alardeando de su bien formado cuerpo, forrado en un traje blanco y detalles rojos. Había estado tan ensimismado tratando de arreglar su flequillo que no tuvo oportunidad de ver a los demás después del cambio.

– Yo siempre me veo genial, Seunghyun. Pero mientras pueda verme perfecto, mejor – fanfarroneó Jiyong, bromeando con un gesto de superioridad, tratando de que el mayor no se diera cuenta de lo nervioso que le ponía.

Y vaya que estaba nervioso. Ya había pasado un tiempo de que estaba enamorado secretamente del amante de los juguetes y ese tipo de trajes no le hacían bien a su salud mental.

– ¿Y yo? ¿Cómo me veo? – inquirió Seunghyun con curiosidad.

Jiyong dudó un momento. Se le antojó decirle todas esas cosas que estaban pasando por su mente, pero su raciocinio le decía que eso no era buena idea. Inmerso en su debate mental, no se dio cuenta de las palabras ahogadas que salían de su boca, y de su ahora notorio sonrojo.

Seunghyun le miró mientras su rostro se convertía a un color semejante al de su cabello, y fue cuando notó en los ojos del menor un brillo conocido. El mismo que él desprendía cuando miraba a Jiyong. Su rostro entornó una inocente sonrisa de felicidad, y haló con delicadeza el brazo del hombre frente a él. Jiyong no tuvo tiempo de reaccionar cuando sus labios chocaron con torpeza con los de Seunghyun. Fue un beso dulce y suave, sin desesperación, con el único propósito de transmitir un leve te amo.

Se separaron con parsimonia, tratando de ocultar sus rostros enrojecidos. Rieron con nerviosismo y se dedicaron pequeñas sonrisas de complicidad, entreviendo la sinceridad en sus ojos.

– ¿Y? No me has dicho cómo me veo – bromeó Seunghyun aún con la alegría desbordando en sus palabras.

Jiyong rió y le hizo un gesto. Por tonterías como esa se seguía enamorando de Seunghyun.

– Como un príncipe – dijo Jiyong con seguridad, y le tomó de la mano.

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