Instinto salvaje II

Beso de murciélago (taeny)

—Dame el teléfono del supermercado —le pidió taeyeon.
— ¿Qué…? qué piensas hacer, pequeña demente?
—Pediré que traigan a casa masa de canapé preparada.

 

Tiffany se cruzó de brazos y le miró como si acabase de volverse completamente loca. Suspiró largamente.
 

—Mira, taeyeon, en el diminuto supermercado de la urbanización no hacen pedidos a domicilio.
—Entonces esta vez será la excepción —repuso ella, sonriente—. Venga, no me cuentes historias y dame el teléfono.

 

Tiffany puso los ojos en blanco, antes de desaparecer hacia el comedor en busca
de la guía telefónica. Allí se encontró con su hermano, Esko y farruco que reían sin cesar mientras veían anonadados el programa ¿Quién quiere ser millonario? Tiffany no encontró la gracia del asunto y supuso que ya habrían fumado más de la cuenta.

 

— ¿Estás con tu amiguita? —le preguntó leo, dirigiéndole una sonrisa ligeramente maliciosa.
—No es mi amiguita —repuso Tiffany—. Y, en el remoto caso de que lo fuera, no sería asunto tuyo.
—Mientras os lo sigáis montando sobre la alfombra del comedor, será asunto mío —le indicó su hermano—. ¡En esta casa tenéis habitaciones de sobra para hacer gorrinadas, no hace falta que nos restreguéis vuestra feliz vida ual! —gritó, y después rio atropelladamente, acompañado por las estridentes carcajadas de los otros dos.
—leo creo que deberías dejar de fumar.
— ¡Pero si la fiesta solo acaba de empezar! Espera a que lleguen los demás…

 

Tiffany cogió la guía telefónica y salió de allí dando un fuerte portazo. Estaba cabreada con el mundo en general. Taeyeon tenía la culpa de todo. Antes de que la inglesa llegase allí a pasar las vacaciones todo había ido sobre ruedas, sin problemas. Ahora, contrariamente, las cosas comenzaban a torcerse más de lo debido.
 

— ¿Ya tienes el maldito teléfono? —preguntó taeyeon en cuanto ella entró en la cocina.
—Sí, aquí lo tienes —contestó Tiffany lanzándole la gruesa guía telefónica.
Taeyeon logró cogerla al vuelo, pero dio un paso atrás, asustado.
— ¿Quieres matarme? —Hojeó las páginas de la enorme guía—. ¿Y cómo narices pretendes que encuentre aquí el número del supermercado? ¡Búscalo tú!

 

Le tiró la guía, que de nuevo voló por los aires como si se tratase de una pelota de goma. Tiffany no consiguió alcanzarla y retumbó estridentemente sobre el suelo de la cocina.
— ¡Estúpida! —le gritó al recogerla.

 

Respiró agitada, mientras buscaba el teléfono del supermercado y prometió que, una vez lograse preparar adecuadamente el cumpleaños de leo, también se dedicaría a celebrarlo por todo lo alto. Pensaba darse la fiesta de su vida. Es más: necesitaba urgentemente esa fiesta. Debía despejarse de todos aquellos insufribles días.
 

—Aquí lo tienes —le dijo cuándo lo encontró y se lo señaló con la punta del dedo.
Ella sonrió satisfecha. Cogió el teléfono, marcó el número y esperó una respuesta.
— ¿Oiga?, ¿hablo con el supermercado? —preguntó—. Ah, perfecto. Soy la señorita taeyeon, me gustaría hacerles un pedido a domicilio.

 

Tiffany la observó mientras ella permanecía en silencio, escuchando al parecer las palabras de uno de los encargados.
—Ya sé que no tienen ese servicio para clientes, pero pienso que podría hacer una excepción. —Suspiró—. Verá, las excepciones suelen ser bien recompensadas, usted ya me entiende…
Hubo unos instantes tensos. Y después, sorprendentemente, taeyeon comenzó a indicarle la dirección de la casa y qué deseaba comprar. Luego colgó y le lanzó a Tiffany una mirada rebosante de orgullo.
— ¿Ves? No era tan difícil —le dijo.
—Le has sobornado —farfulló la joven.
—Lo sé. —Chasqueó los dedos—. Recuerda esto, Tiffany: el dinero puede con todo.
—Me das asco.
—Apuesto lo que sea a que mi dinero también puede con tu asco —repuso taeyeon, con ademán reflexivo.

 

Tiffany pasó el resto de la tarde siguiendo las instrucciones de taeyeon. Preparó el relleno de los canapés y aguantó sus continuas quejas.
—No puedo creer que ni siquiera tengáis un poco de caviar —decía—. Sinceramente, teniendo en cuenta los nefastos ingredientes, no sé si estos canapés serán comestibles.

 

Tiffany fingió no escucharle y continuó mezclando atún con tomate en un pequeño cuenco. Aproximadamente media hora después, los canapés estaban preparados y listos para hornear. Tiffany contempló las dos bandejas repletas con cierta duda. Vendría mucha gente, incluidos sus amigos, así que supuso que los ridículos canapés no llenarían siquiera el estómago de dos personas.
 

—Vale, mételos en el horno —continuó taeyeon, disfrutando como nadie del hecho de poder dar una orden tras otra—. Será mejor que vaya subiendo a mi habitación para arreglarme —añadió.
Tiffany se giró tras cerrar la puerta del horno y le miró fijamente.
—taeyeon, hazme un favor: no te arregles demasiado —le pidió—. Solo lo justo, ¿entiendes? Iremos después a una discoteca que está en el pueblo de al lado. No hace falta que te vistas de etiqueta.
—Eso ya lo sabía… —susurró él con desdén.

 

Tiffany rio tímidamente cuando ella desapareció de la cocina, advirtiendo que no lo sabía. Ciertamente, minutos atrás, al subir a la planta de arriba para ir al baño, había divisado un perfecto vestido (o algo parecido) tendido sobre la cama de taeyeon; bien preparado de antemano. La inglesa era tan… previsible.
Antes de ir ella también a vestirse, sacó dos pizzas de la nevera y las metió en la parte inferior del horno, omitiendo los consejos de taeyeon. Estuvo a punto de ponerse a freír patatas, pero supuso que ya era demasiado tarde y los invitados aparecerían en breve.



Una vez en su cuarto, se puso unos vaqueros ajustados y para la parte de arriba eligió una camiseta de tirantes que se cruzaban en la espalda de color marrón, a conjunto con las botas. Suspiró, dejando atrás su sudadera y doblándola sobre la cama. Después se dirigió directa hacia el baño y, justo cuando estaba a punto de abrir la puerta, se cruzó con taeyeon.
—Aparta —le espetó ella, dándole un empujón y entrando en el baño.
— ¡Eh, pero te has colado!
—Pues te fastidias.
Iba a cerrarle la puerta en las narices, pero Tiffany colocó el pie entre esta y el marco justo a tiempo. Ella entrecerró los ojos y un brillo pareció emanar de ellos.
—Quita el pie de ahí —exigió. Y entonces la miró de arriba abajo. Lentamente una sonrisilla malévola apareció en sus labios—. Por cierto, bonito escote.
— ¡Cállate, idiota! —se quejó ella, llevándose una mano al pecho.
—Pensaba que eras una tabla de surf. —Volvió a sonreír—. Me has estado engañando, ¿eh?
Tiffany respiró hondo y alzó la vista hasta el techo del pasillo, rogándole al Dios que la había abandonado en aquel aeropuerto, cuando ella llegó a corea, que regresara y la salvara de una muerte segura.

 

— ¿Te importa si compartimos el baño? —Preguntó ella, intentando aparentar amabilidad—. Tengo que peinarme. Si no, nos quedaremos aquí en la puerta hasta la madrugada.
—Está bien. —Taeyeon abrió un poco la puerta—. Pero que conste que soy como los seguratas de las discotecas: el pase se acepta o se deniega según el tamaño del escote.
—Eres una cerda, taeyeon —atajó ella, apartándole a un lado y entrando.

 

Ella se colocó detrás de Tiffany, mientras ella se situaba frente al espejo y comenzaba a cepillarse el cabello con ahínco. Tayeon bajó la vista y observó el contorno del trasero de la chica. Era la primera vez que se vestía con una prenda tan ajustada como para que pudiese hacer sus cálculos anatómicos. No estaba tan mal. Pero, claro, era Tiffany, y eso sí estaba mal.
—No te preocupes, sabes perfectamente que yo jamás te tocaría —respondió ella—. No estoy tan desesperada como para rebajarme hasta tu nivel.

 

Tiffany la ignoro ignoró y continuó peinándose, con taeyeon a su lado, apenas a unos centímetros de distancia, evaluando cómo intentaba recogerse el pelo en una especie de moño desenfadado.
—No te queda bien —le indicó ella.
— ¿Te importaría dejar de humillarme? —se quejó Tiffany, malhumorada. Su paciencia se agotaba por momentos.
—No es eso. —taeyeon frunció los labios, como si le costase pronunciar las palabras que pensaba decir—. Es que el pelo suelto te favorece más —concluyó.
Tiffany se giró hacia ella y dejó de colocarse horquillas negras en el contorno del moño.
— ¿Lo dices en serio? —Se evaluó frente al espejo, observándose de perfil e intentando decidir qué hacer—. Hum… puede que tengas razón.
Finalmente se quitó las horquillas y dejó que la melena color castaño oscuro se deslizase libremente por su espalda. Taeyeon observó las ondulaciones del cabello en silencio, pensativo.

 

— ¿Me lo plancho? —preguntó Tiffany, ansiosa por recibir más consejos de belleza por parte de un taeyeon. Tenía la seguridad de que eran más sinceros que sus propias amigas.
— ¿Y a mí qué me cuentas? —contestó ella, volviendo a su antipático estado natural. Contempló la decepción rostro de Tiffany—. Bueno, no, no te lo planches. Está mejor así.
Ella sonrió tímidamente, y él deseó que la tierra se lo tragase. No le gustaba estar en aquel baño con Tiffany, pues era una extraña situación que daba a entender lo bien que se llevaban, la confianza que tenían la una con la otra y la intimidad que reinaba en la relación. Todo falso, obviamente.
— ¿Te falta mucho? —insistió—. Quiero mear. Y no pienso hacerlo delante de ti, por mucho que lo desees.

 

Tiffany le dedicó una mueca de asco, y la situación pareció volver a la normalidad.
—Me das asco —masculló—. Ya me marcho, tranquila.
Se fue poco después, dejándole a solas. Taeyeon corrió el pestillo de la puerta. Se miró al espejo y con un poco de agua despuntó los mechones rubios que danzaban de un lado a otro. Tiffany le había indicado que no debía arreglarse demasiado, así que intentó dotar su pelo de un toque desenfadado. Se había vestido concienzudamente con unos vaqueros corrientes (doscientos cincuenta dólares) y una blusa gris que conjuntaba con el color de sus ojos.

 

Estaba nerviosa. Aquella noche debía enfrentarse a muchas cosas, no solo a la idiota de Tiffany. Tendría que ver de nuevo a sus amigos (sin contar con la idea de conocer a los amigos de leo). Todavía recordaba a hyuna, la loca que pretendía llevarla a su habitación para que hiciesen una película no apta para todos los públicos; Yoona, la joven macarra que siempre parecía estar a punto de cometer un atraco y le trataba como si fuesen hermanas y se conociesen de toda la vida; Nicole, la loca que afirmaba continuamente lo guapo que era leo (taeyeon sintió un leve escalofrío al recordarlo). Pero, por encima de todos ellas, le preocupaba tener que volver a encontrarse con jessica.
Jessica era su contrincante. Vestía bien, tenía la piel cuidada y era elegante y rica. La odió en cuanto la vio por primera vez. Además, jessica llevaba enamorada de Tiffany muchos años, y a taeyeon había dejado de parecerle gracioso ese asunto. Jessica era una mosca que sus pulcros zapatos debían aplastar sin compasión. Taeyeon sonrió frente al espejo, sintiéndose más segura tras su último pensamiento.

 

— ¿Te has ahogado en el retrete? —Preguntó Tiffany, gritando tras la puerta a bocajarro—. Eres tan tonta que no me sorprendería, la verdad.
—No, querida Tiffany. —Taeyeon sonrió, apoyando ambas manos en el lavabo y pensando en su próximo comentario—. Estoy ocupada… aliviando ciertas necesidades… uales. —Apretó los labios, aguantando una sonora carcajada—. Si quieres entras y me echas una mano; nunca mejor dicho.
— ¡Guarra! ¡Serás…! ¡Arg, te odio! —exclamó, consternada—. Por tu bien, espero que sea una de tus estúpidas bromas.

 

Taeyeon abrió la puerta del baño de golpe, disipando las dudas de Tiffany. Le dedicó una amplia sonrisa y le tocó la punta de la nariz con uno de sus largos dedos.
—Seguro que ya estabas fantaseando, ¿eh, pillina? —le dijo.
Tiffany frunció el entrecejo.
—En realidad, prefiero fantasear sobre lo mal que lo vas a pasar esta noche.
Y acto seguido comenzó a caminar escaleras abajo. A taeyeon no le agradó su último comentario. Siguió los pasos de Tiffany algo enfurruñada e intentando calmarse. Era complicado controlarse en ciertas situaciones que nunca había tenido que vivir. La vida asiática le parecía el caos más absoluto jamás conocido.



Llamaron al timbre de la puerta. Leo, junto con sus dos amigos, se levantó al fin del sofá (al cual podría haberse pegado; taeyeon trazó una nota mental al respecto: no volver a sentarse ahí bajo ningún concepto). Cuando la puerta se abrió y un montón de extraños energúmenos empezaron a colarse en la casa de la familia Hwang, taeyeon pensó que se trataba de un atraco a mano armada.
—Bienvenidos —dijo Tiffany.
— ¿Les das la bienvenida a ellos? —le preguntó taeyeon, en susurros, mientras señalaba al grupo. Necesitaba cerciorase de que aquellos eran invitados.
—Mantén la boca cerrada.

 

Los ojos de taeyeon danzaban de un lado a otro, contemplando el desastre que se iba desatando a su alrededor. Una chica con el cabello de color rosa chicle le dio dos besos y se presentó.
—Soy Amy —le dedicó una sonrisa.
—Ah, pues qué bien —contestó taeyeon, confundida.
—Ella es taeyeon —añadió Tiffany rápidamente, sacándole del apuro—. Perdona, es un poco tímida.
— ¡Oh, no tiene importancia! —Amy rio.
Taeyeon no podía apartar la vista de ella, con ese color tan llamativo de pelo. Era como si le hubiese hipnotizado.

 

Había mucha gente. Dos jóvenes que también llevaban rastas, aunque más finas que las de leo; dos chicas gemelas, ambas igual de feas, según catalogó el inglés rápidamente; y un joven que parecía recién salido de un psiquiátrico de alto riesgo. Iba completamente vestido de negro y calzaba unas enormes botas militares. Su cazadora (negra, al igual que todo lo demás) estaba repleta de remaches y cadenas de plata que colgaban por doquier. El chico en sí era un arma andante. Por si aquello fuese poco, un flequillo ladeado ocultaba la mitad de su pálido rostro, sobre el cual apenas cabía un piercing más. Era alto, aunque excesivamente delgado. Así que, cuando Tiffany cogió al chico de la mano y lo arrastró hacia taeyeon con la intención de presentárselo, a esta le entraron verdaderas ganas de convertirse en una versión moderna de Forrest Gump y echar a correr a toda velocidad.
Sin embargo, el cabello rosa fucsia de Amy seguía ejerciendo cierto control mental sobre ella, por lo cual se contuvo y permaneció muy quieta, adivinando que se avecinaba una de las noches más extrañas de su vida.
—Mira, ella es taeyeon, la estudiante inglesa que ha venido a pasar las Navidades con nosotros —le decía Tiffany al chico arma letal—. Taeyeon, te presento a Gorth.
«Hasta el nombre suena extrañamente… mortífero y peligroso», pensó taeyeon. Estiró la mano, intentando complacerle, pero Gorth le miró serio y no aceptó su saludo.
—Le cuesta entablar amistad con los desconocidos —le explicó Tiffany, tratando a Gorth como si fuese su chiquillo protegido.
—Créeme, no importa. —taeyeon sonrió, satisfecha. Mejor si aquel psicótico no le dirigía la palabra en toda la noche. Un alivio para ella.
Leo gritó, y su voz se elevó sobre el nivel de los murmullos en la entrada de la vivienda.
— ¿Cenamos ya o qué? ¡Me muero de hambre!

 

Taeyeon se acercó con sigilo al oído de Tiffany.
—Palabras vulgares, muy propias de tu hermano y su falta de educación.
Tiffany le apartó de un codazo, pero, curiosamente, taeyeon observó que Gorth había oído su comentario y ahora le sonreía. Clavó la vista en el suelo. El chico arma le intimidaba más de lo que le gustaba. Por eso, cuando Tiffany se alejó para explicarle a su hermano que todavía faltaban invitados por llegar, taeyeon creyó que el mundo se le venía encima.
—Un buen comentario —le dijo el psicópata. Apenas movía los labios para articular las palabras.
Aguantó unos instantes mirándole fijamente. Y mágicamente agradeció la cercana presencia de la «chica pelo rosa». Quizá ella se dignase salvarle si Gorth decidía atacarle de improviso. Dio un paso hacia atrás, por si las moscas.
—Gracias —dijo al fin.

 

Todos los invitados pasaron al comedor y se acomodaron en los sofás y las sillas que rodeaban la enorme mesa de madera. Taeyeon advirtió que, al parecer, Tiffany había puesto la mesa mientras ella se encerraba en el baño y, como era de esperar, lo había hecho francamente mal. Cubiertos desordenados y alineaciones desacertadas. Así que, mientras todos se acomodaban, se dedicó a organizar aquel caos.
— ¡Deja de hacer eso, por favor! —le pidió ella—. Acabará enterándose todo el mundo de lo enferma que estás. Intenta disimular, al menos.
—El desorden también es una enfermedad, Tiffany —le acusó ella, señalándola con el dedo índice para que todos los invitados advirtiesen que aquello no era una conversación normal, sino una disputa.
Ella la ignoró y se dirigió hacia la puerta cuando el timbre sonó de nuevo. Taeyeon la siguió, alejándose de todos aquellos enigmáticos elementos. Al lado de los amigos de leo, Tiffany podría haber sido una delicada princesita la mar de femenina.

 

Frunció los labios con desagrado en cuanto divisó quiénes se encontraban en los escalones de la entrada. Todas le saludaron amablemente, excepto jessica, que ni siquiera se dignó mirarle; en cambio, se acercó hacia Tiffany y le dio un pomposo beso en la mejilla. «Rata de cloaca, debes morir», pensó taeyeon, mientras contemplaba asqueada su rostro.
Jessica se había arreglado más que ella, y eso le molestaba. ¡Y todo por culpa de Tiffany, que le había sugerido que no se vistiese demasiado formal! Sintió ganas de enfundarse el traje de sultán que su madre le había regalado tras uno de sus viajes a Arabia, solo por hacerle la competencia.

 

— ¿Qué tal lo has pasado estos días?
Taeyeon ladeó la cabeza, advirtiendo que se dirigían a ella. Sintió un escalofrío cuando descubrió a la emisora de aquella pregunta. Hyuna. La misma hyuna que había intentado violarla días atrás. Vestían unos vaqueros excesivamente cortos y un top de lentejuelas que dejaba poco espacio a la imaginación.
—Genial —respondió ella, secamente.

 

Yoona, la macarra con pinta de atracadora innata, le dio una brusca palmada en la espalda y le pellizcó un moflete, lo cual no le agradó demasiado.
— ¡Esta noche lo vamos a pasar en grande, eh! Ja, ja, ya verás qué marcha nos traemos por aquí —le dijo.
—Oh, sí, me muero de emoción —masculló taeyeon con un tono extremadamente monótono.
—Tan estúpida como siempre —farfulló jessica, arrugando la nariz.
— ¡Eh, deja de meterte con mi Sister! —exclamó Yoona, que abrazó a la inglesa como si fuera de su propiedad.

 

Tiffany arrastró a jessica a un lado, cortando por lo sano cualquier discusión, y el resto los siguieron hasta el salón. Dentro se había desatado una guerra de cojines que sobrevolaban la estancia como estrellas fugaces y terminaban estampándose contra jarrones, rostros desprevenidos o cualquiera que se pusiese por delante. Taeyeon contempló alarmada la escena, y sus ojos onices se dirigieron velozmente hacia la estantería de madera donde reposaba la colección de dedales de cerámica de la señora Hwang.
 

— ¡Eh, cuidado con los dedales! —les gritó, sin poder contenerse.
Se llevó una mano a los labios, asustada. ¿Qué narices hacía ella defendiendo a la inculta madre de Tiffany? Respiró hondo, intentando buscar en algún recóndito lugar de sí misma a ese taeyeon malévola y fría que normalmente se apoderaba de sus sentimientos.
— ¡TENGO HAMBRE! —Gritaba leo, al compás de Esko, como un poseso depravado—. Tiffany, saca la cena, y los que falten, que se aguanten.

 

Tiffany asintió con la cabeza tras confiscar todos los almohadones y esconderlos en el baño de arriba. Se dirigió a la cocina, seguida por Nicole y jessica, así que taeyeon también lo hizo. Al contrario que el resto, ella no se dignó cargar con ningún plato, de modo que cuando llamaron por tercera vez al timbre de la puerta, ella era la única que tenía las manos libres.
— ¡taeyeon!, ¿puedes abrir tú la puerta? —le rogó Tiffany.
— ¿Tengo cara de mayordomo o qué?
— ¡Por favor, no puedo hacerlo todo!

 

Taeyeon se mostró solidaria y se dirigió hacia la puerta de la entrada. Abrió despacio y temerosa, como si esperase encontrarse frente a ella a Jack el Destripador. Pues bien, en realidad lo que sus ojos vislumbraron no se iba mucho de la línea de cosas que había imaginado.
Un chico enorme —de casi dos metros, por lo menos—, con una espalda por la cual taeyeon habría podido escalar de habérselo propuesto, le sonreía ampliamente. Le faltaba un diente: la pala derecha.
—Bienvenido al cumpleaños de leo —dijo taeyeon, sintiéndose estúpida.
Observó cómo dos chicas más salían del coche recién aparcado y se retocaban el maquillaje contemplando sus rostros en los espejos retrovisores.
—Tú debes de ser la novia de Tiffany, ¿verdad? —comentó el grandullón.

 

Taeyeon rio.
— ¡Qué va! De ningún modo.
—Oye, rubia, no me lleves la contraria —bramó el gigante, apuntándole con un dedo acusador—. Me lo ha dicho leo, así que ¿estás insinuando que mi amigo es un mentiroso?
La inglesa tragó saliva despacio. El desorbitado tamaño de los puños cerrados de La Masa le aterrorizaba.
— ¡Ah, je, je! ¡Claro que soy la novia de Tiffany!, ¡lo había olvidado! Ja, ja, ja. —Rio con nerviosismo, de un modo entrecortado.
—Pues que no se te vuelva a olvidar si no quieres enfrentarte a Golpes —le dijo señalando su puño derecho— y Sangre —concluyó, alzando el izquierdo.
—Oh, no, no te preocupes; Tiffany y yo estamos muy enamoradas (ya pensamos en boda y todo). —Intentó sonreír, pero creía notar que se le había congelado la piel del rostro y apenas podía gesticular—. Además, será mejor que Golpes y Sangre descansen esta noche.
—Ya veremos… —Le miró con desconfianza, antes de entrar en la casa.
Las otras dos chicas también lo hicieron, tras presentarse. Una de ellas tenía la cabeza rapada al uno o al dos, mientras que la otra llevaba el cabello largo y liso hasta pasada la altura del trasero. Taeyeon torció el gesto, antes de cerrar la puerta y adentrarse en una estancia repleta de seres locos y medio extraterrestres.



Cuando llegó al comedor advirtió que todos se habían acomodado y la cena estaba servida. Habían empezado a comer sin esperarle. Tampoco le sorprendió demasiado. Ojeó la estancia y distinguió al idiota de jessica sentada al lado de Tiffany. Se dirigió hacia allí, cabreada.
—Tu sentido matemático no calcula bien el asiento que te corresponde —le dijo.
—Se siente, haber llegado antes —farfulló la otra, y prosiguió engullendo un trozo de pizza. Después alzó la cabeza para mirarle y señaló los canapés—. Me han comunicado que ha sido idea tuya lo de hacer los canapés. Le pediré a mi cocinero que te envíe a Londres alguna receta sobre cómo son realmente los canapés.
—Son así.
—No, claro que no.
—He dicho que sí.
—taeyeon, deja de comportante como una cría —le reprochó Tiffany—. Siéntate allí, al lado de Gorth.

 

Taeyeon sintió cómo un escalofrío ascendía despacio por su espalda. Gorth, frente a Tiffany, le daba un delicado mordisco a uno de sus canapés. Intentó disimular el miedo y se acercó hacia la silla libre que estaba a su lado. El psicópata la miró y le sonrió. Taeyeon deseó morir allí mismo.
—Están buenos los canapés —le dijo, arrastrando las palabras. Hablaba con un tono extremadamente bajo, casi en susurros, como una serpiente.
—Gracias. Ya lo sabía —contestó taeyeon, sirviéndose su plato.

 

Miró alrededor en un vano intento por controlar lo que ocurría. En el otro extremo de la mesa, Nicole miraba embobada a leo, que engullía pizza como un animal y sacudía sus rastas de un lado a otro golpeando con ellas la cresta de Esko. Farruco parecía perdido en un mundo de nubes rosas, arcoíris coloridos y estrellitas brillantes (ya había fumado más de la cuenta). A taeyeon le sorprendió que las gemelas feas comiesen de un mismo plato (unión nutritiva, pensó). Cuando siguió recorriendo a los invitados con la mirada y fijó sus ojos en hyuna, esta pestañeó en exceso y le envió un beso imaginario soplando sobre la palma abierta de su mano. El estómago de taeyeon dio un vuelco en respuesta.
Al otro lado, el dueño de Golpes y Sangre masticaba un canapé tras otro, sentado cerca de la Chica Cabeza Rapada (que se hallaba tan ausente que parecía estar dialogando con Buda), al contrario que la pelo largo, que hablaba sin cesar, como jessica, quien le contaba sus aventuras y desventuras a una silenciosa Tiffany. Por último, su Sister reía tontamente el chiste de uno de sus amigos.
Taeyeon tragó saliva despacio cuando posó sus ojos sobre el psicópata, que le miraba fijamente.

 

—Hola —le dijo, sin saber qué más decir.
El Chico Arma volvió a sonreírle misteriosamente.
—Hola —le respondió.
Taeyeon tembló y, cuando oyó que Tiffany se disculpaba ante jessica para ir al baño, se apuntó de inmediato a la excursión, levantándose atropelladamente de la mesa.
— ¿Qué haces? —le preguntó Tiffany, malhumorada como de costumbre.
—Te acompaño.
—Puedo ir sola.
—No me importa, necesito estirar las piernas —contestó ella, y observó gustoso la mirada envidiosa que jessica le dedicó.

 

Tiffany suspiró, pero no añadió nada más. Juntas salieron del infierno y fueron escaleras arriba. Una vez llegaron al baño, taeyeon se coló ágilmente y cerró la puerta.
—Pero ¿qué haces? ¡Sal de aquí! —le gritó ella.
— ¡Ni de coña! Sería un suicido —repuso taeyeon. Abrió el grifo del lavabo y se lavó la cara con agua fría. Pestañeó, antes de secarse con una de las toallas.
— ¿Qué es lo que te ocurre?
Tiffany repiqueteó con el pie sobre el suelo y se cruzó de brazos. Esperó paciente la respuesta de la inglesa, la cual se apoyó en la pared de azulejos antes de hablar.
— ¿Estás loca o qué? ¡Acabo de conocer a un montón de zombis mentales!
—Pero ¿de qué estás hablando?
— ¡De ellos! —Taeyeon señaló la puerta del baño, indicando el exterior—. ¿Qué me dices del gigante que ha bautizado a sus puños como Golpes y Sangre?
Tiffany rio.

 

—Ah, te refieres a Evan.
—No me importa cómo se llame —replicó taeyeon entre dientes—. Está empeñado en que eres mi novia y amenaza con presentarme oficialmente a Golpes y a Sangre si decido no seguirle el juego.
Las carcajadas de Tiffany fueron en aumento.
— ¿Y el psicópata ese que se sienta a mi lado? Lleva una cruz invertida colgando del cuello, ¿crees que puedo comer tranquilamente sin pensar que en cualquier momento invocará al mismísimo Satán?
—Gorth es totalmente inofensivo —le reprochó Tiffany—. Es el único cuerdo de ahí abajo.
Taeyeon, dramatizando en exceso, se llevó una mano al pecho.
— ¡Ah, vale, pues si me dices que el psicópata es el único cuerdo de ahí abajo ya me quedo más tranquila! —exclamó irónica.
—No deberías juzgarle por su aspecto físico —le indicó ella—. Además, Gorth es superdotado.
— ¿Ese engendro es superdotado? Entonces, ¿yo soy Dios? —agitó las pestañas, esperando una buena contestación.
—Deja de decir tonterías y baja a cenar con todos —ordenó ella, y le empujó hacia la puerta.
—Me prometiste que no te alejarías de mí, Tiffany —le recordó—. Si lo haces, ya sabes, mantendré una interesante conversación con tus padres y se descubrirán todas las macabras mentiras de los hermanos Hwang.
Tiffany suspiró.

 

—Está bien, te prometo que cuando terminemos de cenar me convertiré en tu sombra.
—Eso espero… —concluyó ella, alzando un dedo amenazador.
Salió del baño tambaleándose. Los demonios que ocupaban el comedor le habían robado toda su energía. Sintió unas ganas tremendas de llamar a su madre y pedirle que fuera a recogerla, pero se contuvo. Esperó en la puerta del baño hasta que Tiffany acabó y juntos se dirigieron, de nuevo, hacia el infierno.



taeyeon abrió mucho los ojos cuando entró. Habían apartado la mesa principal, dejándola a un lado del comedor, y todos estaban sentados en el suelo formando un círculo demoníaco, como si aquello fuese un ritual satánico, con un montón de bolsas repletas de bebidas alcohólicas en el centro.
— ¡ATENTOS TODOS!, ha llegado la hora de preparar… ¡la Bomba Explosiva! —gritó el chico de la cresta roja.
— ¿Piensan preparar un atentado terrorista en tu casa, Tiffany? —susurró.
—No, idiota, la Bomba Explosiva es un cóctel que inventó Esko.
—Ciertamente, el nombre promete. Veamos cuántos estómagos revientan esta noche…
— ¿Podrías callarte un rato? —le pidió ella.
—No sé, no sé… Todos estos acontecimientos merecen ser comentados. —Se encogió de hombros y siguió a Tiffany hasta el círculo. Se hicieron un hueco entre las gemelas feas y el Chico Arma.
Situado en el centro del círculo, Esko comenzó a mezclar un montón de bebidas diferentes en una botella vacía. Todos estudiaban con atención sus movimientos, como si se tratase de un nuevo truco de magia. Pasados unos minutos, taeyeon se acercó sigiloso a Tiffany.

 

—Me aburro, ¿falta mucho para que tu comedor explote de una vez por todas?
—taeyeon, te juro que no soportaré mucho más tener que escuchar tu voz.
Y decía la verdad. A Tiffany le desesperaba que la voz de taeyeon fuese tan delicada e inocente cuando realmente solo la utilizaba para hilvanar frases humillantes e insultantes.
—No digas memeces, Tiffany; tú adoras mi voz.
—Adoro tus labios cerrados, taeyeon.
—Mis labios, al fin y al cabo; adoras mis labios —concluyó ella, satisfecha.
Mientras Esko continuaba elaborando aquel cóctel misterioso, taeyeon advirtió que jessica la miraba fijamente desde el otro extremo del círculo; así que, a propósito, se pegó todo lo que puedo a Tiffany y le sacó la lengua al otro.

 

— ¡Me estás agobiando! —le dijo ella.
—Lo siento, pero la cara de las gemelas feas me asusta. Hasta tú eres una belleza en comparación con ellas.
—No son tan feas —le reprochó Tiffany.
—Pero ¿qué demonios les ocurre a tus ojos?
— ¡Chissst, calla de una vez! Esko está a punto de terminar…
En efecto. Esko tapó la botella —ahora llena—, en la que había mezclado cien mil derivados distintos de alcohol, y la agitó con ahínco. Taeyeon se encogió sobre sí misma e hizo algunos cálculos científicos sobre si realmente aquello podría provocar que todos estallasen en mil pedazos.
— ¡Ya está listo! —Esko se volvió hacia leo y le dedicó una sonrisa repleta de cariño, tendiéndole la botella—. Es honor del cumpleañero probarlo el primero.
Taeyeon susurró un largo «Oooh» fingiendo emocionarse.

 

—Qué bonito. —Miró a Tiffany agitando las pestañas con afectación—. ¡Qué buen amigo! Le cede el turno para degustar la Bomba Explosiva. Creo que voy a llorar —añadió irónica.
Y muy a su pesar, Tiffany se llevó una mano a la boca para no reír ante el comentario de taeyeon. Contempló cómo su hermano abría la botella y después la inclinaba hasta que la boquilla tocaba sus labios. Le dio un trago largo y acto seguido se limpió con la manga de la chaqueta. Todos aplaudieron, y taeyeon, sorprendida, dio un respingo en su sitio.

 

— ¿Qué pasa, aquí probar la Bomba Explosiva es como tomar la comunión o qué? —Observó su alrededor contrariado, pensando que aquel cóctel debía de ser una tradición o algo parecido.
Fueron pasándose la bendita botella de uno a otro. Cuando llegó hasta taeyeon, ella la miró con asco y se la tendió directamente a Tiffany.
— ¿No piensas probarlo siquiera? —le preguntó ella.
—Unas ocho bocas satánicas acaban de salivar esa boquilla, ¿hace falta que añada algo más? —Enarcó las cejas.
—En realidad no sé ni por qué pregunto —concluyó ella, que bebió también y se la pasó al Chico Arma.
Aquello a taeyeon le parecía nauseabundo. Casi sintió alivio cuando varios comenzaron a levantarse de allí y leo puso música. Algunas de las chicas comenzaron a bailar por el comedor, y ellos hicieron el mono a su alrededor. Taeyeon supuso que así era como antiguamente se comportaban los neandertales. En un momento dado, el amo de Golpes y Sangre tropezó con el cable de la lámpara y terminó derribando el árbol de Navidad, que cayó al suelo armando bastante revuelo.
Taeyeon apenas se inmutaba ya. Esperaba cualquier cosa que viniera de esos energúmenos. Yoona su Sister, se subió a una silla y mientras señalaba el árbol recién caído, gritó:

 

— ¡A la mierda la Navidad!
Taeyeon respiró hondo y sonrió falsamente.
— ¡Qué ambiente más cristiano se respira en esta… comuna hippie!
Nadie respondió con un « ¡Cállate!» a su comentario. Asustada, buscó a Tiffany por la agitada estancia, pero no la encontró. Advirtió que jessica tampoco estaba allí, así que rápidamente abandonó el comedor con el firme propósito de averiguar qué estaba pasando.
Dio con ellas rápidamente. Estaban en la habitación de Tiffany. Prefirió que no le viesen y se quedó agazapada a un lado de la puerta entreabierta con la intención de escuchar lo que hablaban esos dos.

 

—Será mejor que bajemos con todos —le dijo Tiffany.
—Pero antes tengo que darte una cosa —respondió jessica con su característica y desagradable voz melosa.
—Oh, ¿de qué se trata?
—Es mi regalo de Navidad —informó ella—. Pensé que el día de Navidad ambos estaríamos ocupadas con nuestras respectivas familias, así que lo mejor sería dártelo esta misma noche.
—Pe… pero… no es necesario, jessica, de verdad… yo todavía no he ido a comprar los regalos… —mintió ella.
—No importa. —Suspiró—. Aquí tienes.

 

La curiosidad de taeyeon iba en aumento, así que se inclinó y observó por la rendija de la puerta cómo Tiffany abría una pequeña caja negra y terminaba sacando un colgante brillante. Por alguna extraña razón, taeyeon sintió ganas de estrangular a la estúpida de jessica. Se contuvo y aguantó la respiración mientras ella le agradecía el detalle y ella se ofrecía a ponérselo. Cuando jessica apartó el cabello de la espalda de Tiffany, tirándolo hacia delante y le rozó con sus desagradables dedos el cuello, logró agotar su paciencia y abrió la puerta de golpe y entró en la habitación. Sonrió malévola.
—Vaya, vaya, qué romántico —farfulló sarcástica—; es taaaaaan romántico que creo que voy a vomitar.
—Taeyeon, por favor, no empieces —atajó tiffany, al tiempo que jessica le abrochaba el colgante.
— ¿Por qué no vas al baño a mirártelo y me dices si te gusta la medida? —le preguntó ella.
Tiffany asintió, con aire cohibido, antes de obedecer su consejo y dirigirse hacia el baño. Cuando estuvo seguro de que la joven no podía oírles, taeyeon avanzó unos pasos hasta situarse frente a jessica.

 

—En serio, eres patética —le dijo este—. Deberías aprender a respetar la intimidad de las personas. No está bien escuchar conversaciones ajenas.
—Lo que a ti te parezca bien o mal, créeme, me trae sin cuidado —respondió taeyeon.
— ¿Tienes idea de lo que significa el concepto de la palabra «respeto»? —inquirió jessica, furiosa.
—«Miramiento, consideración hacia una persona u cosa, deferencia. Manifestaciones de acatamiento que se hacen por cortesía.» —taeyeon sonrió orgullosa—. Pero no comparto la definición estricta del diccionario. Yo definiría el respeto como algo así: «Considerar lo que SE DEBE considerar». Y seamos sinceros, jessica, a mí no me apetece considerarte. Y mucho menos escucharte. Eres un muermo.

 

—Al menos soy un muermo que ha conseguido ganarse la amistad de tiffany. Por más que intentes disimularlo, veo que tú no lo has logrado.
— ¿Y por qué iba a querer ser su amiga? —taeyeon la observó con curiosidad.
—No vale la pena hablar contigo —le dijo—. Solo sabes decir tonterías, burradas… cosas que hagan daño a la gente. No mereces ni un segundo de atención.
Tras las palabras de jessica, tiffany apareció en la habitación, asintiendo con relación a la medida del colgante.
— ¿Ya habéis dejado de discutir como dos niñas de cinco años? —les preguntó, sonriente.
—Sí. Le he dicho que no valía la pena hablar con ella, solo sabe hacer el mal. Y no merece ni un solo segundo de atención —musitó taeyeon, felizmente, farfullando las palabras que jessica acababa de decirle a ella misma.

 

Jessica abrió mucho la boca, con los ojos desorbitados.
— ¡Acabas de copiarme! ¡Eso lo he dicho yo!
Taeyeon chasqueó la lengua, como dándose la razón.
— ¿Ves? ¡Lo que he dicho!, se comporta como un niña… —Miró a tiffany, orgullosa de sí misma.
— ¡Estás loca! —exclamó jessica.
— ¡Deja de meterte conmigo! ¿Por qué me odias? ¡No te he hecho nada!
—Estás fatal, definitivamente…
—Bueno, no importa, será mejor que nos marchemos con todos. —tiffany sonrió. Seguía con el propósito de disfrutar de una gran fiesta aquella noche y no deseaba que ninguno de las dos se la fastidiara—. Nos vamos a ir a la discoteca de Helthon.
Helthon era un pueblo que se encontraba apenas a veinte o treinta minutos de la urbanización donde tiffany vivía. Allí había numerosos pubs, y también estaba la discoteca Butterfly, en la que pensaban continuar con la celebración del cumpleaños de su hermano. Estaba deseando llegar allí y deshacerse durante unas horas de todos los problemas.

 

El hecho de que jessica le regalase un colgante con forma de corazón la había puesto nerviosa y se había sentido tremendamente mal por no haber comprado un regalo para ella. Eso sin contar con la intromisión de taeyeon, que, como siempre, había empeorado las cosas todavía más.

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Comments

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LlamaAmerica #1
Chapter 31: Que como que así termina? Awwww quiero más!
De todos modos fue una hermosa historia *-* <3
LlamaAmerica #2
Chapter 29: Ayyy :(
LlamaAmerica #3
Chapter 28: No quiero que se vaya :(
LlamaAmerica #4
Chapter 27: Que bien Tae por fin! Jajaja
LlamaAmerica #5
Chapter 26: Jajajajaja esto están matado xD
LlamaAmerica #6
Chapter 25: Jajajaja que buen hermano el leo xD
LlamaAmerica #7
Chapter 24: Que desastre este!!! /:
LlamaAmerica #8
Chapter 23: Jajajajaja el papa? Wtf!! xD
LlamaAmerica #9
Chapter 22: Pero Tiff porque te pones así :(
LlamaAmerica #10
Chapter 21: Jajajajaja
Es que son una pareja tan dispareja xD