Lluvia Nocturna

Underwater Kannika

Bollingbroke había decidido tomar café esa mañana, más fría y solitaria.

 Udon Thani brillaba como pocas veces, reflejándose en la ventana de la habitación. El piso estaba cubierto por una gran alfombra importada, como de costumbre, y el viento se deslizaba por las cortinas de la habitación.

Su sobrina entró sigilosamente, con una taza de té en la mano.

“Buenos días” saludó.

Había crecido tanto; su cabello perezoso pero prolijamente peinado caía en su rostro, dándole una imagen infantil, llevaba puesta una camisa lisa y unos jeans de tiro alto. Nada más lejos de la realidad.

“Despertaste”

“No todavía”

Siempre tan irónica, a veces pensaba que esa actitud ya venía de herencia. Y también pensaba que ella era la más parecida a él en la familia; más distinta que su heredero.

“¿Tienes todo listo?”

La chica asintió desganada mientras se sentaba en otro sillón individual con una delicadeza casi extrema, recostando su cabeza al sentir la comodidad. Estaba tan cansada.

“Pero primero, dime que tengo que hacer”

“Bueno, vas a ocuparte de una chica. Tendrás que borrarla del mapa”

“¿Matarla?”

“No, exactamente”

Bollingbroke le regaló una sonrisa y Khat lo comprendió todo. Ya había seducido personas por razones parecidas otras veces, esa chica no sería la excepción.

“Dulce y servicial, tal vez le guste”

“Se llama Kannika, la reconocerás rápido –dijo-. Serás su soporte”

“Me parece bien, socio”.

Ambos sonrieron, tenían  la mitad del plan asegurado. La joven y el hombre estrecharon sus manos, de manera cómplice mientras Aaron llevaba las maletas a la camioneta.

La sonrisa de la chica pronto se convirtió en una seria mirada, nada es gratis en este mundo pensó. Y su ayuda no era la excepción de aquel pensamiento.

“Si quieres mi ayuda, elimina a Thao”.

Su tío dudó un poco, lo que su sobrina le pedía era terminar con la vida de alguien que había visto crecer. Pero si ese era el precio del poder, lo haría sin pensarlo dos veces

“Trato hecho”.

Khat abandonó la habitación. Llegaría a Chiang Mai en seis u ocho horas.

“Buen viaje” murmuró el hombre, relajándose en su sillón, pensativo mientras la chica se alejaba lentamente hasta perderla de vista.

 

“Ayúdame a levantar, Sunan”

Kannika se sentía renovada ese día. Estaba cambiando.

Su amiga no la estaba escuchando, no podía espiar y ayudarla  a la misma vez.

“¡Sunan!” llamó de nuevo.

“Déjame escuchar, Kanni”

La quinceañera puso los ojos en blanco.

En el otro lado de la pared, Tom y Rosette hablaban seriamente.

“Tenemos que hacer algo, puede seguir vivo” dijo él.

“No es probable, el chico era inexperto y desapareció hace una semana”.

Sunan supuso que hablaban de Thao, de seguro. Y su cabeza dolía al pensar en aquel chico que la había enamorado en tan solo semanas, y que la dejó en vergüenza al confesarle sus sentimientos.

“¡Rosette!” gritó Kannika, cansada de esperar.

Su amiga la fulminó con la mirada, los entrenadores entraron a la habitación.

“¿Qué, Panpriya?” dijo seria.

“Quiero levantarme”

“Hazlo entonces –dijo alzando las cejas-. Tom, Sunan y yo te esperaremos afuera”.

La chica enrojeció, le estaba tomando el pelo pero solo los primeros abandonaron el lugar.

“¿No te vas?”

“Te cuido la espalda, Panpriya”

Las dos sonrieron simultáneamente.

“Sabía que no hablabas enserio”

Decidió levantarse sosteniéndose de la cama. Se tambaleó un poco, como cuando buscaba asiento libre en el tren de la mano de su padre. Los recuerdos llenaron su mente, aún lo extrañaba.

Rosette le tomó la temperatura, acomodando su mano en la frente de la chica, sorprendiéndola.

“Apúrate” dijo alejándose.

Su entrenadora no podía acostumbrarse al cariño que le brindaba la chica, nunca podría si tan solo se ocultaba de ella. Se arrepintió de haber d

Kannika bajó la mirada y entró al vestuario, reapareciendo minutos después.

“¿Cuándo me llamarás por mi nombre, entrenadora Vekdan?” preguntó acercándose divertida.

“Cuando lo merezca”

La adolescente hizo una mueca insatisfecha.

“¿Tienes novio?”

“Qué pregunta tan estúpida”

“Siempre te enojas –dijo negando con la cabeza-. Luces adorable cuando lo haces”

La entrenadora desvió la mirada, nunca había oído esas cosas. Le incomodaba un poco pero le resultaba lindo de su parte intentar hacerla reír.

“Dime algo que te guste de mí”.

Casi todo pensó, mirándola seria de nuevo.

“Podemos hablar de esto después, tengo que ir a revisar a los demás heridos”

“Ahora” sentenció.

Uno, dos, tres cuatro, cinco, seis, siete. Tardó siete segundos en decir lo que pensaba, además antes los científicos decían que solo se tardaba esa cantidad de veces para enamorarse de alguien mirándolo.

“Eres muy dulce”

¿Lo había dicho ella, la señorita Vekdan, la seria y solitaria entrenadora?  Hizo una mueca de incomodidad y observó a Kannika, esperando alguna respuesta.

“Ah, lo sabía” dijo abrazándola cuidadosamente, acariciando su cuello con la nariz. Sintió ganas de volverla a escuchar, quería volver a oírla. Rosette tardó en corresponder aquel inédito abrazo, todavía no podía salir del asombro.

“Gracias” susurró la joven.

 

Los lugareños gritaban sin entender que pasaba, no sabían si habían hecho un error o hablado mal del gobierno. De aquellos extraños tipos de auto bajaban cada vez más hombres, militares, monstruos sin miedo a disparar, tomando de rehenes a todas las personas de Luang Prabang. Los habitantes eran carne fresca para aquellos enfermos de poder, quienes estaban cegados, deseando destruir a lo que consideraban inferior a ellos y sus costumbres.

El primer ministro Cam Bollingbroke había creado un ejército de maquinas, obligadas a seguir ordenes del dictador, del adorado dios que prometió el cielo a los pobres. Y allí estaban, peleando con gente que sufría las consecuencias de una realidad poco alentadora, capaz de darlo todo para seguir unidos.

Los rehenes besaban los pulcros zapatos de los militares, llorando, rogando por dignidad. Los monjes y las mujeres rezaban a algún dios. Los niños eran separados de sus madres y los hombres golpeados hasta el desmayo. ¿Ese era el cielo que los que una vez habían sido pobres querían, el cielo del amor propio, el cielo de la superioridad?

Una mujer tomó la mano de un soldado joven, besándola. Sin saber qué hacer, observó a la mujer con una mirada compasiva, pensando cuán lejos había llegado el sufrimiento. Se sintió como una persona desagradable, tomando la mano de esa mujer entre las suyas.

La ciudad era la nueva capital de Laos, como ya lo había sido antes cuando el reino Lang Xang (1353-1707) existía, hasta que en 1545 pasó a ser Vientián.

En de dos horas la misma iba a ser tomada por el nuevo régimen y sería reconocida como parte de Tailandia, lo mismo pasaría con el resto del país y Laos perdería su cultura e identidad, la gente local se sentiría en el tercer mundo. Tampoco era que Camboya se diferenciara mucho, incluso si ponía más resistencia, no tenían como pedir ayuda. Inglaterra volvería a lo más alto, como en las épocas donde conquistaban el lugar que se proponían sin esfuerzo alguno.

Ahora las fuerzas viajarán a Myanmar, Singapur, Vietnam y Malasia para así tener el poder, impidiendo al resto del sudeste asiática negar la existencia de la Nueva Península Anglosajona de Indochina. Provincias o estados serían las marcas del pasado de aquellos países. Aunque la guerra recién comenzaba, no sería tan fácil destruir la fe de quien cree en dios.

 

 

Tras horas interminables de viaje, Khat se despidió de Aaron y caminó hacia el edificio. La noche era mortal. Manchó y rasgó su ropa, colgando su única mochila en la espalda. Cerró los ojos, no había dormido pensando en cómo hacer su personaje más llevadero y tranquilo; Una pobre adolescente que había visto morir a sus padres y logró escapar del ejército, terminando sin identidad, escabulléndose del mundo.

Al entrar y observar a su alrededor, sintió un leve mareo. Se convenció de que era el cansancio. Encajar iba a ser más fácil de lo que pensaba, todos los presentes clavaron sus ojos en la joven.

“Disculpa, las inscripciones terminaron” dijo una chica de cabello rosa, mirándola de arriba abajo.

Sacó a relucir el laosiano que su madre le había enseñado cada vez que la encerraba por su ersa actitud. Hansa quedó asombrada, corriendo para buscar a Rosette. La chica sonrió complacida, su objetivo era ahora esa tal Kannika.

“Bienvenida” dijo la entrenadora, tomando su mochila.

La primera regla del R.U, el extranjero entra gratis.

Khat volvió a sonreír, ofreciéndole una mano. Ambas se miraron en minutos de silencio.

“¿De qué parte eres?”

“Luang Prabang”

“¿Estás sola?”

La joven no pudo soportar la tentación de victimizarse un poco más. Bajó la mirada, observando el suelo. Lentamente, sus ojos eran cristalinos.

“Lo estoy” sentenció con un tailandés sin defectos.

“Comprendo –dijo sonriéndole como pocas veces lo había hecho-. Debes estar cansada, déjame acompañarte a tu cuarto”.

Haber ensuciado su ropa había sido más difícil de lo que creen, eh.

Asintió dedicándole una pequeña sonrisa mientras subían las escaleras. Volvió a sentir un leve mareo, volviendo a convencerse de que era tan solo el cansancio. Llegaron a la habitación, más preparada que otras.

“Mañana por la mañana habrá un entrenamiento, quiero introducirte al resto”

“Gracias por todo”.

Rosette le dio las buenas noches y salió en busca de Panpriya.

Khat no cayó dormida, pensando como actuaría frente a su objetivo. Estaba ansiosa. El sueño golpeó su cara, se cambió la ropa observando su brillante reflejo a través del gran espejo, una risa escapó de sus labios.

“Dulce y servicial” recordó una vez más.

Cansada, se acostó y rápidamente se durmió.

 

Esa mañana Kannika se sentía exaltada, le habían dicho que alguien nuevo se había unido, extranjero. Pensó que podría tener una nueva amiga, y tener la intimidad como con Sunan.

Quería saber cómo era la situación de otros países o tal vez preguntarle cosas triviales, como cual era su color favorito, su comida favorita. Como hacía para dormir, como vivía sabiendo lo que les preparaba el mundo; si los días de sol y llovizna ella intentaba sonreír, esperando a que ese  momento no termine nunca.

Como cada vez que iniciaba el día, tocaba un pequeño entrenamiento grupal. Siempre era en forma de combate entre parejas, te enseñaba a cuidarle la espalda al otro y te motivaba a seguir tu propia misión.

Apurada, se vistió y bajó por el nada-moderno ascensor, rogando que llegara sin trabarse. Al abrirse sus puertas de par en par, corrió hasta llegar a la entrada del campo, observando a sus compañeros. Solo faltaba ella. Rosette la vio, indicándole que pase mientras le dedicaba una pequeña sonrisa.

“Hoy vamos a practicar, una vez más, el combate en parejas a mano armada –dijo tomando un arma de los estantes-. Como saben, un arma no es un juguete y les recuerdo que ya saben cómo usarlas”

Antes de seguir con el protocolo, una chica interrumpió  mientras buscaba un lugar.

“Perdón por llegar tarde”

“Hay un espacio libre al lado de Panpriya” indicó Tom.

La joven se acercó bajo la atenta mirada de la quinceañera. Lucía adorable, tímida. Su cabello anaranjado caía cubriendo sus mejillas cada vez que bajaba la vista y su cuerpo se encogía al sentir la mirada del resto sobre ella. Parecía que quisiera esconderse dentro de su abrigo.

“Si necesitas ayuda, puedo explicarte”

Kannika no pudo evitar hablarle, estallando gracias a la curiosidad.

“Está bien”

Ambas se miraron, enrojeciendo sin razón alguna, alejándose rápidamente.

“Me llamo Khat”

“Kannika, pero algunos me dicen Panpriya”.

Te encontré pensó sonriendo mientras se levantaba.

Todo el mundo se ubicó en pareja, Khat tomó la mano de la quinceañera, quien le dio una mirada y asintió, sonriente. Se colocaron una paralela a la otra.

“¿De dónde vienes?”

“Laos”

“Es un lugar realmente bonito, una vez fui de vacaciones”

“Ya no es como antes”

Rosette las observó a lo lejos, esperando que su aprendiz la viera.  Ni siquiera habían hablado en todo el día, admitía que se sentía raro. Quiso acercarse y preguntarle a la extranjera si necesitaba algo, después de todo no era una situación fácil por la cual estaba atravesando pero no pudo, no era vergüenza, tampoco timidez. No quería ser ignorada. Sin más fue a atender a otros compañeros del círculo de batalla, alejándose lo más posible de las chicas.

 

La sonrisa de Bollingbroke desapareció al ver a Adam, comenzaba a creer que era todo un inútil. El no beber de su tan preciado whisky lo ponía de mal humor pero el cielo de un tono anaranjado, que se fundía con su traje bordo, lo tranquilizaba una vez más.

Cerró los ojos, pensó en su sobrina y una sonrisa de orgullo apareció. Había logrado lo que su supuesto socio no pudo en un mes, ganarse la confianza de su víctima, Panpriya.

“Señor, me dijeron que me llamó”

“Si, Adam, siéntate”

El viento chocó contra las ventanas del cuarto.

“Como sabes, Khat se unió al plan”

“Sí, señor, lo sé” dijo sonriendo.

El jefe lo miró serio, empezaba a darle asco su presencia.

“Pero sé que no me llamó para eso, sea directo”

“No te doy dinero para que lo gastes en caprichos”

“¿Qué estás diciendo?”

El viento volvió a chocar contra las ventanas, exaltando a Adam.

“Te llamé para decirte que no estás contribuyendo en nada –dijo acomodándose el saco-. Estás vagando por ahí y ya no me sirves.

“¿Quieres sacarme del plan que yo mismo construí, como te atreves?” dijo irónico, acercándose a su socio para intentar golpearlo.

“Ya puedes irte”

Aaron lo tomó de los brazos, evitando algún tipo de contacto. Bollingbroke se levantó y el hombre que hace unos instantes atras había intentado enfrentarlo ahora estaba de rodillas frente a él, temiendo por su vida.

 “Dame una oportunidad, te lo ruego”

Al verlo tan asustado, se dio cuenta de lo patético que era ese llorón. Decidió jugar con él y su esperanza, si igualmente iba a matarlo cuando lo descubran.

Sonrió y asintió.

“Solo una, querido Woods”

Adam suspiró aliviado, levantándose rápidamente para hacer una reverencia y desaparecer del cuarto. No había prometido nada.

 

Sunan estaba agotada, pelear contra Tom era realmente difícil. El hombre rió burlón al verla echada en el pasto del campo.

El cielo se había nublado de repente, parecía que iba a llover mucho esta noche.

“¿De qué te ríes?” dijo seria.

“De ti y tu poca flexibilidad”

La joven desvió la mirada, frunciendo el ceño. De hecho, cuando era niña practicaba gimnasia artística y por eso era bastante flexible.

“Hiciste trampa”

Tom solo asintió, cruzándose de brazos.

“Tenía que comprobar que habías aprendido algo”

La lluvia comenzó, refrescándola. Sunan cerró los ojos al sentir que su ropa se humedecía y enfriaba su cuerpo. Observó a su entrenador, sonriéndole pero él pareció no inmutarse, conservando su seria cara.

“Vayamos al edificio”

“¿Acaso le temes a la lluvia?”

Se levantó, arqueando las cejas a la vez que le dio un “pequeño” empujón a su entrenador, quien murmuró cosas inentendibles.

“Nos vemos en la cena, entonces”

“Espérame” dijo acercándose a su lado mientras observaba su alrededor, como si fuese a prevenir algo.

“¿Tom?” preguntó ella.

Sus miradas se conectaron por un momento, se sentía bien estar cerca de alguien.

“¿Cuándo piensas declarar tu amor hacia mí?”

Las mejillas del nombrado enrojecieron, estaba asombrado. No pensaba que era obvio ni nada por el estilo.

Me pregunto lo mismo pensó.

“Cuando sienta algo”

Acelero el paso, entrando al edificio. Sunan sonrió un poco decepcionada, sabiendo que mentía, queriendo creer que mentía después de haber estado juntos toda la semana y haberse conocido a través de largas conversaciones y largos entrenamientos. Recordó a Kannika, pensando todo lo que le tenía que contar, de seguro su amiga también tenía mucho para hablar.

 

Hola y perdón por la tardanza. Estuve escribiendo toda la semana y no pude pasarlo a la computadora, tener hermana sin celular es lo peor. Como sea, espero que el capitulo sea de su agrado y advierto que es más largo de lo normal. Nos vemos ;)

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