Diez.

L U C I F E R R I S I N G

DIEZ

Por segunda vez en varias semanas, Taeyeon volvió a ver cómo el sol caminaba hacia el día con paso fanfarrón, nada más que por permanecer de pie junto a la puerta observando la forma dormida de Tiffany. Estudió las líneas flexibles de la mujer extendida en todo lo ancho de la cama, preguntándose qué demonios era lo que había en ella que tenía un efecto tan devastador en sus defensas.

A Heechul siempre le había gustado decir que una avalancha empezaba con una sola piedra, y, pensó tristemente Taeyeon, parecía que en este caso tenía razón. La noche anterior, esa sencilla, ahogada súplica, fue todo lo que había sido capaz de extraer de unos pulmones repentinamente constreñidos por la falta de aire. Eso había sido suficiente para empujar las emociones de Taeyeon a una caída libre que ella parecía incapaz de frenar. El tiempo se había detenido estrepitosamente cuando sintió aquellos pequeños dedos entre su pelo y luego recorriendo su espalda trazando suaves círculos. Taeyeon no sabía cuánto había durado su abrazo, pero, de alguna forma, se encontró de pie en la puerta de su habitación, con las manos de Tiffany entre las suyas.

—Hablaremos mañana —había prometido la mujer del pelo color rojo antes de depositar un dulce y casto beso sobre sus labios, y marcharse pasillo adelante.

Aunque agotada, el sueño la había abandonado, y ni siquiera ‘Ana Karenina’ consiguió distraerla. Una ducha caliente también había resultado inútil. Finalmente, exasperada, se había puesto unos pantalones de chándal y una camiseta en un intento de introducirse en la cocina y rescatar algunas de las sobras de la cena. Sin embargo, sus pasos la habían encaminado en la dirección opuesta, hacia la puerta abierta donde su huésped dormía junto con la parte canina de los habitantes de la casa.

El sol lanzó rosadas luces de advertencia para anunciar su inminente llegada, pero en su lugar, el destello de músculos en el brazo extendido de Tiffany captó la mirada intensa de Taeyeon. "Debe estar soñando". El movimiento hizo salir de su sitio a Pete, que se levantó inseguro, con las piernas todavía pesadas por el sueño. El pequeño perro perdió el equilibrio en el desigual revoltijo de mantas, y cayó contra Tiffany con un ruido sordo.

— ¿Qué...?  —una cabeza pelirroja se levantó de su confortable nido e inspeccionó lo que le rodeaba—. Hola.

Lo dijo con suavidad, reconociendo la forma de Taeyeon. La mujer de pelo color rojizo rascó, ausente, las orejas de Pete, y el perro se enroscó junto a ella otra vez con un suspiro satisfecho.

Una jubilosa semilla de felicidad explotó en el vientre de Taeyeon, bañando su alma con una luz que, de haber sido visible, habría rivalizado con cualquiera que el sol se hubiera atrevido a ofrecer.

—Parece que has embrujado a mis perros —observó. Clytemnestra levantó una cabeza somnolienta, los ojos castaños llameando culpables al ver a su ama.

—Upss... —se disculpó Tiffany, no pareciendo en absoluto arrepentida.

—Bueno —dijo Taeyeon lentamente—. No se puede decir que tengan mal gusto, eso seguro.

Con el comentario obtuvo una sonrisa somnolienta al tiempo que la mujer pelirroja se pasaba una mano por su pelo revuelto y entrecerraba los ojos mirando a Taeyeon.

— ¿Has dormido algo?

La mujer rubia se encogió de hombros.

—Algo.

— ¿Qué hora es?

—Un poquito antes del amanecer.

Tiffany se mordió el labio un momento dudando: —Ven aquí.

Taeyeon vaciló. Después, recorrió la distancia con tres largos pasos, deteniéndose en el borde de la cama.

—No, he dicho ven aquí —ordenó Tiffany con voz tranquila. Retirando las sábanas y echándose a un lado, desalojó a un malhumorado Pete que tropezó hasta el borde de la cama y se desplomó al lado de Aggie.

La mujer rubia no se movió, mirándola como embobada. Ojos caramelo buscaron los suyos, forzando la resistencia de su cuerpo, tranquilizando a Taeyeon con la exhuberancia miel de su mirada. Rindiéndose a la dulce promesa que se le ofrecía, se deslizó en la calidez de la cama de Tiffany.

—Eso es —murmuró la mujer cuando Taeyeon estuvo cómodamente situada en sus brazos—. ¿No es mucho mejor así?

Pero la mujer rubia ya estaba dormida, su respiración sonaba constante y regular. Había perdido toda conciencia soñando con un hombre de pelo negro liso y una mujer de ojos miel que reían con ella a la luz del sol.

 

El tiempo no espera a ninguna mujer, ni siquiera a una tan exhausta como Taeyeon, y en el momento en el que la mujer rubia regresó al mundo consciente, el sol rociaba diligentemente la Tierra con una luz brillante y casi dolorosa.

—Arrgghh... —gruñó, convirtiendo sus ojos en apenas dos hendiduras en un vano intento por protegerse de la luminosidad del día. Fallando en el intento, dejó caer la cabeza otra vez donde reposaba, acurrucada en la suavidad de la penumbra entre el hombro y el cuello de Tiffany, apretándose contra su piel flexible.

Una suave carcajada cosquilleó en su oído, acompañada por una ligera ondulación de músculos bajo su mano.

— ¿Estás despierta? —preguntó Tiffany.

—Apenas —resopló.

Otra carcajada, y esta vez Taeyeon levantó la cabeza lo suficiente como para ver unos divertidos ojos cafés chispeando hacia ella.

—Vuelve a dormirte —urgió la pelirroja—. Yo no tengo que ir a ningún sitio.

Una rápida mirada hacia abajo reveló que, mientras dormía, Taeyeon había reclamado para sí y de forma involuntaria, el cuerpo que estaba debajo del suyo. Una mano había subido la camiseta de Tiffany y se apoyaba perezosa sobre una amplia extensión de abdomen desnudo, mientras que un muslo poderoso se abrazaba a las caderas de la mujer más pequeña, apretándolas cuidadosamente contra las suyas.

—Seguro que eso es algo bueno —apuntó Taeyeon irónicamente—, porque dudo que pudieras moverte aunque quisieras.

— ¿Me oyes quejarme? —rió Tiffany mientras sus dedos jugaban, ausentes, con el pelo de Taeyeon.

Taeyeon sabía que cientos de alarmas tendrían que estar sonando en su psique, y que debería soltarse de ese abrazo en más de un sentido. Pero su cuerpo simplemente se negó a obedecer, y permaneció inapropiadamente acurrucado en los fuertes brazos de esa mujer.

— ¿Pero qué hora es? —bostezó.

Tiffany estiró la cabeza alrededor de Taeyeon para echar una mirada al reloj digital.

—Un poco más allá de mediodía.

—Oh, Dios... —exclamó Taeyeon despacio—. Se ha ido la mitad del día.

— ¿Y...?

Taeyeon miró enojada a su compañera de cama.

—Hay cosas que tengo que hacer —replicó, confundida por el tono ligeramente petulante de su propia voz.

La mujer del pelo color rojizo se rió.

—Lo sé, lo sé... Atracos a bancos que planear, joyerías que reventar... —se burló, ignorando despreocupadamente las cejas levantadas de Taeyeon —. Venga, Tae, es domingo. Pensaba que una de las ventajas de no jugar conforme a las reglas era poder crear las tuyas propias. Y eso, mi amiga bandida, es tomarte un día libre cuando quieras.

Sus ojos miel danzaron con júbilo ante el semblante realmente alucinado de Taeyeon.

—Yo no reviento joyerías —murmuró Taeyeon sombría— Tú crees en eso vivir al límite, ¿verdad?

—Hey, mi lema es: "Si ves a un oso en el bosque, acércate y pínchale con un palo".

— ¿Y qué pasa si cabreas al oso?

Tiffany se incorporó a medias y se apoyó en un brazo musculoso, girando el torso de modo que podía mirar a Taeyeon desde arriba.

—Echo a correr como alma que lleva el diablo —estudió el juego de expresiones sobre el rostro de la mujer rubia—. ¿Tengo que ponerme las zapatillas de correr?

Un frío negro estudió silenciosamente a la mujer todavía enredada a su alrededor, absorbiendo la engañosa fuerza del cuerpo apretado contra ella y la tranquila sabiduría de la mirada café, y lo que ambas cosas estaban empezando a significar para ella. Su rostro se relajó en una mueca de incredulidad.

—Na... No, al menos que quieras venir a correr conmigo en mi "día libre"—replicó Taeyeon con ligereza. Otra banda de hierro de su voluntad se vino abajo bajo el tierno asalto de las emociones, y Taeyeon se preguntó ausente por qué parecía tan fácil seguir ese camino, donde quiera que la llevase—: ¿Y qué es exactamente lo que tenías pensado para hoy?

Tiffany pareció pensativa.

—Oh, no sé. Se supone que va a hacer un calor horroroso. Pensaba que quizá podíamos ir al cine y ver alguna cosa épica de unas tres horas para pasar lo peor del calor de la tarde. Después, podríamos buscar algún sitio fresco y agradable, con un par de bebidas frías, y escondernos. ¿Qué te parece?

—Pues me parece que es un buen plan. Pero tengo una pregunta —en ese momento, ni hecho a propósito, un sonoro quejido retumbó en las tripas de Taeyeon —: ¿Qué hay para desayunar?

—Huevos Rancheros.

 

Las manos de Tiffany aparecían borrosas mientras cortaba en rodajas, en dados y en tiras, y rallaba lo que parecía la totalidad de las verduras frescas del estado del Sol Radiante. Enormes pilas de tomate, cebolla y lechuga inundaban la zona de trabajo del cocinero, y los huevos se freían lentamente a pares, con las yemas hacia arriba, en la enorme bandeja anti-adherente en el horno.

—Bueno... — Taeyeon mordisqueó el trozo de queso cheddar que Tiffany había metido en su boca cuando regresó a la cocina después de una ducha—. ¿Dónde aprendiste a hacer comida mexicana? —observó con atención el pelo rojizo de la reportera y sus ojos miel, y soltó una carcajada—: Teniendo en cuenta que tienes que ser una de las chicas más blancas de toda América.

La mujer del pelo rojo rió entre dientes mostrando su acuerdo con la descripción.

— ¿La verdad? Mi padre estaba en el Cuerpo Diplomático. Y eso significa que mi hermano y yo fuimos criados sobre todo por niñeras y amas de llaves. Y que, por supuesto, cambiaban cada vez que mi padre tenía un nuevo destino. Pasé mucho tiempo en la cocina con mis cuidadoras. Estuvimos en varios países latinoamericanos. Supongo que, simplemente, aprendí.

Tiffany se encogió de hombros, quitándole importancia, no muy segura de cómo se tomaría Taeyeon las noticias sobre su educación privilegiada. Por la poca información disponible sobre el pasado de la ex agente, sabía que Taeyeon casi no había tenido un hogar, y el comentario que había hecho entre dientes la noche pasada, sobre que procedían de dos mundos diferentes, la tenía preocupada. Al hablar de su juventud, Tiffany había evitado las circunstancias de su educación, prefiriendo, en su lugar, hablar de sus amigos y su vida fuera de los fríos confines de la familia Hwang. Levantó la vista para encontrar unos ojos pensativos que la estudiaban.

—Cuerpo Diplomático, ¿eh?— Taeyeon volvió la mirada a la mesa, donde se dedicó a restregar con aplicación una mancha inexistente—. Supongo que pudiste ver un montón del mundo mientras crecías.

No había burla en las palabras de la mujer rubia, sólo un inexplicable tono nostálgico que la reportera no llegó a comprender.

—Supongo que sí —accedió Tiffany. Los ojos negros volvieron a ella para revelar una expresión abierta que Tiffany nunca había visto antes y que la desarmó. Hizo un esfuerzo por mantener su respiración regular y tranquila, dándose cuenta de que estaba descubriendo algo de Kim Taeyeon que ningún archivo de ordenador o artículo periodístico podría revelar.

— ¿Cómo fue? —preguntó Taeyeon suavemente. La pregunta pareció escapársele antes de que la mujer rubia se diera cuenta, pero el sonido de las palabras que brotaban en el aire crearon un embarazoso sonrojo que se extendió por sus rasgos trigueños —. Quiero decir... —se movió nerviosa, como si la hubieran pillado admitiendo algo vergonzoso—. Nunca salí del estado de Florida hasta que cumplí los veinte. Espera... eso no es cierto —se corrigió—. Fui a Georgia una vez con mi clase de to para ver Stone Mountain.

Posiblemente, no había nada que Taeyeon hubiera podido decir que la hubiera hecho más vulnerable frente a Tiffany en ese momento. Con una terrible claridad, la reportera se dio cuenta de que Taeyeon intentaba torpemente desnudarse de ese lacado halo de misterio que había protegido, hasta ahora, a la taciturna agente. Insegura sobre lo que podría decir para reconocerle ese gesto tan precioso, Tiffany llevó sus dedos al rostro de Taeyeon y acarició la curva de una elegante mejilla.

—Y yo que pensaba que lo habías visto todo... —bromeó.

Una simple sonrisa jugueteó sobre las elegantes líneas de la boca de Taeyeon.

—No hace falta salir de Florida para eso —aseguró Taeyeon a la reportera. Hizo un gesto con la cabeza hacia la sartén—. Esos huevos ya casi estarán, ¿no?

— ¿Huevos? —Tiffany agitó la cabeza un par de veces para aclararse—. Oh... claro... huevos... Sip, alcánzame esos platos, ¿quieres?

La ligera tensión fue desapareciendo mientras llenaban sus platos con el desayuno preparado por Tiffany y se acomodaban en la mesa redonda de roble.

Aunque quería desesperadamente continuar el camino que habían empezado, la reportera supo instintivamente que si presionaba demasiado a Taeyeon, esas finas capas que iban desapareciendo se volverían a sellar, y la imagen barnizada de Taeyeon jamás mostraría ninguna evidencia de que se deshicieron alguna vez.

Pero, para gran sorpresa de la mujer del pelo rojo, la agente no mostró ninguna reticencia en volver a la conversación.

—Yo crecí prácticamente en la calle —comentó entre bocado y bocado de huevos rancheros—. Como si no se notara —rió.

—No se nota —replicó Tiffany no del todo sinceramente. Aunque camuflado por una educación indiscutiblemente impecable, el acerado y negro centro de los tiempos de Taeyeon en la calle permanecía visible en cada uno de los ágiles movimientos de su figura.

Si Taeyeon se dio cuenta de la pequeña mentira de su amiga, la dejó pasar.

—Mi madre estaría encantada —dijo la agente de forma inexpresiva—. Me perseguía siempre para que me comportara como una señorita. No sé por qué, la verdad. No es que no tuviéramos un duro, pero los vecinos la consideraban una golfa—. Había un deje de amargura en la voz de Taeyeon, como si ya estuviera demasiado cansada para seguir cargando con su rabia.

— ¿Qué hay de tu padre?

—Jamás tuve el placer de conocer a ese hombre en persona —se encogió de hombros con afectada despreocupación, levantándose y sirviéndose otra taza de café. Sujetando la cafetera en alto en una muda pregunta, rellenó la taza de la reportera—. Nunca supe nada de él. Cómo se conocieron. Nada —sus ojos negros, de pronto, parecieron haberse ido muy lejos—. Vi una foto suya una vez. Juntos, de pie en la playa. Él era alto, mucho más alto que ella (y ella no era una mujer pequeña) y de hombros anchos, con el pelo muy negro y la piel como el jengibre que parecía brillar al sol —agitó la cabeza—. Era un hombre guapo.

Su mirada se encontró con la de Tiffany y la mujer rubia sonrió con tristeza.

—Pero tengo los ojos de mi madre —reflexionó, ausente—. Cuando encontré la foto, no podía creer que mi madre la hubiera conservado todos esos años. Quiero decir, yo era un recuerdo andante de su error, tal y como era.

—Puede que le quisiera —apuntó Tiffany cautelosamente. Taeyeon se rió con sorna.

—Que yo sepa, jamás quiso a nadie excepto a Dios —su rostro cambió, suavizándose a pesar suyo—. No tuvo otra opción, supongo. Tenía dieciséis años cuando se quedó embarazada, y su familia la largó. Gracias a su hermano, el sacerdote, terminó en algún hogar para madres solteras —sus ojos se endurecieron con el recuerdo—. A partir de aquel día, la Iglesia Católica fue su dueña. La convenció de que la única forma en que podría expiar su terrible falta, era postrarse cada día a los pies del Señor. Bueno, más bien a los pies del cura.

—Podía haberte abandonado, pero no lo hizo —precisó Tiffany.

Taeyeon se pasó una mano por su brillante mata de pelo y suspiró, como si estuviera cansada de la conversación.

—Tienes razón. Y supongo que me quería, en cierto sentido. Pero también era la cruz con la que tenía que cargar en su camino de expiación —entonó burlonamente—. La carga que, una vez recogida, jamás puedes dejar. El cura nunca le dejó olvidar que yo era el producto del pecado y, según me iba haciendo mayor, hice todo lo que estaba a mi alcance para vivir de acuerdo a ese título.

—Una niña indomable, ¿eh? —bromeó Tiffany intentando disipar las negras nubes que salpicaban en la mirada de Taeyeon.

—Oh, sí —suspiró Taeyeon otra vez con una sonrisa irónica. Echó una mirada a su reloj—. Vamos. Te lo cuento todo después de la película. Tenemos que marcharnos si queremos llegar a tiempo al cine.

 

 

Si Taeyeon se hubiera parado a pensarlo, se habría dado cuenta de que, probablemente, era el día más tranquilo que había pasado en los últimos cinco años. Tiffany había elegido una comedia romántica desenfadada, pero sofisticada, como su oasis en el insoportable calor de julio. Sentada en el cine, Taeyeon se resistió a la desesperada y estúpida necesidad de poner el brazo alrededor de la mujer pelirroja en la oscuridad. A lo largo de la película, casi sucumbió a alguno de esos gestos ridículos, hasta que finalmente, cuando salían del cine, dio por perdida la batalla mental y estrechó la fina mano de Tiffany en la suya, guiándola hacia la gran multitud de la tarde del domingo.

— ¿Dónde vamos ahora, oh, gran planeadora de mi día libre? —se burló Taeyeon, poniendo en marcha el motor del Boxster.

—A algún sitio fresco y oscuro —replicó Tiffany, siguiendo el juego y haciendo un gesto regio con la mano—. Con vistas al océano —añadió, como si se le hubiera ocurrido en el último momento.

La mujer rubia levantó una mano hacia la imaginaria ala de un sombrero.

—Como desee, señora.

Mientras conducían en un relajado silencio, Taeyeon dejó que su mente se deleitara con las exuberantes sensaciones de los dos últimos días. La facilidad con la que se había quedado dormida en los brazos de Tiffany le decía mucho más que cualquier debate interno sobre lo que quería de la esbelta mujer. Quería el cuerpo de Tiffany, su corazón, sus palabras, su dulzura, cualquier cosa y todo lo que la otra mujer estuviera dispuesta a darle.

El problema era que ella no sabía qué podía ofrecer a cambio.

"Bueno, esa es la cuestión, ¿verdad Ángel? No crees que te quede nada, algo de corazón, alguna luz dentro de ti. Y puede que no... Pero, ¿no crees que, por lo menos, deberías intentar averiguarlo?"

—Un momento cojonudo para sacar mi alma y ponerla a prueba —murmuró Taeyeon entre dientes.

— ¿Perdón? —dijo Tiffany.

—He dicho que ya estamos aquí — Taeyeon sonrió alegremente—. Dijiste un sitio fresco, oscuro y con vistas al mar. ¡Voilà! —llevó el Boxster hacia una destartalada estructura con aspecto de bungalow, terminada con un falso tejado de paja.

Entraron a través de unas puertas de saloon pasadas de moda, y sus ojos se sintieron aliviados inmediatamente por una acogedora penumbra.

—Vaya, no estabas de broma cuando prometiste oscuridad, ¿eh?

Una profunda risa retumbó en la garganta de Taeyeon. Ajustando la vista tras el brillo diurno, echó una mirada alrededor y, con un gesto de la mano, llamó al camarero. Un hombre moreno de edad indeterminada se acercó con tranquilidad; una raída camisa hawaiana se arrugaba alrededor de la cintura de sus gastados y deformados pantalones. Su pelo negro empezaba a volverse gris y lo llevaba un poco largo, casi rozándole los hombros, y una fina telaraña de arrugas rodeaba sus ojos. El efecto era el de un marinero que, después de demasiadas aventuras, había vuelto a casa desde el mar. Las observó con una auténtica expresión de deleite.

Antes de salir para el cine, Taeyeon se había puesto una camisa larga de algodón blanco que flotaba suelta sobre unos ligeros pantalones de lino negro, y que ahora estaban elegantemente arrugados. Una suave extensión de piel de porcelana era visible a través del escote abierto, y su cuello y sus orejas se encontraban desnudos de cualquier joya. Sacudiendo la cabeza para liberar el pelo del lazo que lo mantenía sujeto y en orden en el descapotable, Taeyeon componía, a los ojos cansados del marinero, la figura de una elegante decadencia sureña. Inmediatamente a su lado, Tiffany era una niña, dorada de redención y vestida con una blusa ocre de cuello redondo y una falda corta de color rojizo que dejaba sus piernas desnudas, con excepción de unas sandalias. Sonriendo ampliamente a sus dos clientes, preguntó:

— ¿En qué puedo servirlas esta tarde, señoritas?

Taeyeon levantó una ceja pensativa, echando una mirada a su reloj. "Mmmm... Seguro que es la hora del cóctel en algún lugar del mundo", pensó con una divertida mueca.

—Pónganos algo para combatir el calor del día —dijo lanzando una mirada traviesa hacia su compañera.

El buen humor de Taeyeon era contagioso, y el marinero le devolvió la broma.

—Parece que lo que quieren es el combinado secreto de la casa.

—Eso depende —intervino Tiffany—. ¿Cómo es de bueno el combinado de la casa?

—Verá, señorita, no hay nada mejor. Es tan suave como la brisa del océano acariciando su pelo, y te acuna como el suave balanceo de un barco.

—Apuesto a que sí, justo hasta que intentas ponerte de pie —comentó Taeyeon irónicamente—. Y entonces, hace que te caigas de culo—. Sus ojos brillaban con una chispa que contradecía la ironía de su comentario.

—Bueno —reconoció el marinero—. Se sabe que ha dejado algo groguis a un muchacho o dos.

— ¡Genial! — Tiffany estampó su mano sobre la barra de teca—. Tomaremos una jarra, con dos vasos largos y un par de esos paraguas pequeñitos, si es que tiene —señaló una mesa situada en la sombra, fuera en el porche—. Estaremos en esa mesa de allí —se alejó, ajena al hecho de que Taeyeon y el marinero la miraban bastante perplejos. A mitad de camino hacia el bar, se giró sobre sus talones y se dirigió al marinero—. Hey, ¿nos puede traer también un par de menús? Tengo la sensación de que nos vamos a quedar a cenar.

No se detuvo a esperar una respuesta antes de continuar su camino hacia la mesa. Taeyeon y el marinero se miraron desconcertados.

—Es de armas tomar, ¿a que sí?

La mujer rubia se frotó los ojos mientras estudiaba la relajada figura de su compañera, ahora tirada cómodamente sobre una de las butacas del porche, con los pies sobre la mesa de teca.

—Desde luego que sí.

—Dios, tenía razón. Esta cosa entra de maravilla — Tiffany se apoyó en el respaldo, una sonrisa satisfecha jugaba sobre sus rasgos.

Habían liquidado rápidamente la primera jarra y debatían si era sabio o no pedir otra antes de la cena. Taeyeon había llenado esa hora con historias sobre cómo había sido criarse en Miami, cómo había conocido a Nickie y se había convertido en una recadera para su bar cuando tenía doce años, y el misterio de dónde había aprendido a jugar al billar con la habilidad de Eddie Felson "El Rápido". Acostumbrada durante mucho tiempo a no hablar de sí misma, al principio las palabras de Taeyeon eran vacilantes. Sin embargo, Tiffany había sido un público paciente y muy dispuesto, alentando su narrativa a veces entrecortada. Mucha gente actuaba como si asumieran que ella descendía de cierta deidad poco benevolente que había venido a hacer caer Su Ira sobre sus cabezas. No muchos se paraban a pensar que Kim Taeyeon era tan de carne y hueso como podían serlo ellos.

Irónicamente, para Taeyeon era más seguro de esta forma. Tanto amigos como enemigos la evitaban y esto hacía más difícil que ninguno percibiera alguna debilidad que pudiera darles la posibilidad de acabar con ella. Sin embargo, Taeyeon se daba cuenta ahora de que, mientras se asentaba en el desconcertante y sencillo confort de su nueva amistad con Tiffany, eso también la distanciaba de sí misma. Sin el calor de una conexión humana, para ella fue sencillo empezar a creerse las mismas cosas que los extraños creían: que no tenía sentimientos, que era despiadada, que era menos que humana...

Perdida en sus pensamientos, Taeyeon se perdió la gracia de un chiste muy largo y muy elaborado que Tiffany había estado contando.

— ¿Eh? —preguntó—. No lo pillo.

—Eso es porque no estabas escuchando —se quejó Tiffany de buen humor.

Taeyeon miró solemnemente a Tiffany. Su mente notaba que el pelo rojizo de la esbelta mujer brillaba a la luz del sol, convirtiéndose en la luz guía de un faro para la dolorida alma de Taeyeon. "Uh, oh... Definitivamente, es mejor esperar hasta la cena para pedir otra jarra", se advirtió Taeyeon, "cuando empiezo a ponerme poética es en el momento de pedir café. No quiero que me tengan que sacar de aquí en brazos".

La sonrisa a veces distante de Taeyeon durante su conversación no había pasado desapercibida para la reportera, quien de verdad quería saber qué pasaba por la cabeza de la mujer rubia. En lo referente a Tiffany, el día no podía ir mejor. Lo que fuera que se había soltado la noche anterior, había liberado a la agente de lo peor de sus reservas, y Tiffany había vislumbrado a una persona completamente diferente de la que ella pensaba que estaba persiguiendo. Esta Taeyeon era una mujer dulce y de risa fácil, una mujer con la habilidad de dejar a Tiffany sin aliento con una simple y devastadora sonrisa que envolvía esos ojos imposiblemente negros.

—Quítate las gafas, Tae, quiero verte los ojos.

Atentamente, Taeyeon alzó la mano hacia las gafas ocultadoras y las apartó de la cara.

Dos vistas del negro más oscuro se abrieron ante Tiffany en ese momento, y sin siquiera detenerse a probar la temperatura del agua, la esbelta mujer se zambulló directamente en ella.

— ¡Dios! Eres la mujer más bella que he visto nunca —murmuró, llevando una mano a la cara de Taeyeon para trazar las fuertes líneas de sus rasgos.

Dulces dedos pasaron sobre labios que se estiraron en una sonrisa auto-reprobatoria. Tiffany notó una ceja medio levantada y supuso que otro comentario seco y tranquilo se le venía encima. Pero, en su lugar, Taeyeon sólo replicó "gracias" y después, suspiró suavemente.

—Me gusta la forma en la que me miras, la imagen que pareces tener de mí en tu mente —continuó Taeyeon como si supiera que las palabras de Tiffany no se referían a la parte física—. Aunque no creo que sea muy precisa.

—Cuéntame lo que necesito saber para equilibrar el cuadro.

Una brillante sonrisa apareció en los rasgos de Taeyeon, abriéndose ante los ojos incrédulos de Tiffany mucho más de lo que la reportera jamás hubiera imaginado posible. Sintió que se quedaba sin respiración cuando Taeyeon agarró suavemente su mano, que todavía acariciaba su mejilla, y depositó un beso dulce sobre la palma.

—Lo haré —prometió—. Pero no hoy. Hoy no es el día para eso.

—Entonces, ¿para qué es el día de hoy? —preguntó Tiffany con un naciente destello en sus ojos que respondía al que nacía en los de Taeyeon.

—Tú —respondió, simplemente, la mujer oscura.

 

 

— Tae, tienes que probar esto. ¡Es fabuloso! —gimió Tiffany extasiada, tomando otro bocado de lo que el marinero había llamado "Ensalada del Mar". Era una mezcla de pasta, verduras y mejillones, con un aliño de limón rociado libremente sobre toda la creación. Tiffany alargó un tenedor lleno en un vano intento de convencer a Taeyeon para que lo probara.

La mujer rubia torció el gesto ante el ofrecimiento.

—Odio decírtelo así, pero no me voy a meter en la boca nada que tenga   esa...—vaciló, buscando una descripción apropiada.

—Esa... ¿qué? — Tiffany examinó el bocado, confundida. A ella le parecían mejillones.

—Consistencia... —terminó Taeyeon triunfante—. Tiene un aspecto... tan raro...

—Pero sabe de maravilla —protestó Tiffany glotona.

—Me da igual. No me lo puedo comer. Por la misma razón por la que no puedo comer Krispis — Taeyeon se encogió de hombros.

—Tienes que estar de broma.

—No, ¿te has parado alguna vez a sentir de verdad los Krispis cuando los has masticado? —la atravesó un escalofrío—. Son asquerosos.

Tiffany arrugó la nariz confundida, pero decidió pasar por alto el comentario. Obviamente, era un intento de distraer su atención de lo que tenía entre manos, que era conseguir que Taeyeon probase su ensalada. Si se hubiera visto forzada a contestar a la pregunta absurda de por qué sentía tal deseo, se hubiera visto obligada a encontrar una explicación mejor que la que tenía: que en ese momento, y por alguna razón, encontraba increíblemente erótica la idea de dar de comer a Taeyeon.

— ¿Estás segura de que no vas a probarlo? Quiero decir, has pedido pescado a la parrilla en un restaurante especializado en pescado, ¡qué original!

Taeyeon soltó una pequeña risa ante la mueca de derrota de la mujer pelirroja, arqueando una ceja con expresión sardónica.

—Parecía lo más seguro de la carta —señaló con la cabeza la segunda jarra del cóctel de la casa que rápidamente seguía el camino de la primera—. El marinero este puede hacer una buena bebida, pero no parece exactamente Wolfgang Puck. ¿Sabes a lo que me refiero?

La reportera rió en señal de rendición amistosa y sacudió la cabeza.

—Vale, vale. Tú ganas. Y ahora, he estado queriendo preguntártelo, ¿a qué se refería Nickie anoche con aquello de que tú eras la única capaz de sacarle algo?

—Ahh... De vuelta a mis días de Eddie "El Rápido", ¿no?

—Fue un comentario curioso —reconoció Tiffany.

Tiffany conto a Taeyeon como hizo una apuesta con Nickie, en la que si perdia tendria que acostarse con el...

El marinero aprovechó ese momento privado para asomar la cabeza por la puerta con una mirada interrogante para saber si querían otra jarra. Tiffany dijo que no con la cabeza y simplemente se dedicó a disfrutar de la sensación de los dedos de Taeyeon comparando el largo con los suyos.

—Entonces... ¿no te asustaba?

— ¿El qué?

—La idea de acostarte con Nickie.

— ¿Estás preguntando si el ‘acto’ era algo extraño para mí? —se burló Taeyeon.

—Algo así —masculló. Taeyeon arqueó una ceja contemplativamente.

—No creo que lo fuera. Quiero decir, sabía que no me haría daño, si es eso lo que preguntas.

— ¿Lo hizo alguien? —la pregunta estaba formulada antes de que Tiffany pudiera detenerla—. Hacerte daño, quiero decir.

— ¿Por qué preguntas eso? —sus oscuras cejas se fruncieron—. ¿A causa de mi ‘destrozada’ y ‘poco privilegiada’ infancia? —se burló—. ¿O a causa de mi pasado criminal?

— ¡No! —casi gritó Tiffany—. Porque... —vaciló, trabándose con lo que iba a soltar a continuación—. Porque no puedo soportar la idea de que alguien te haga daño —terminó la frase sin poder contenerse.

—Oh —respiró Taeyeon. Sus ojos se encontraron y se sostuvieron durante un largo momento, comprendiendo que estaban dando, sin vacilar, el siguiente paso en el camino lleno de curvas por el que iban encaminadas—. Uau... —la mujer rubia rió en un tono irregular—.Yo... gracias...

— ¿Por qué?

—Por preocuparte por la niña que fui. Eso es... bonito... Tiffany. Nadie ha hecho eso nunca.

Mientras su mirada profundizaba en esos ojos negros, Tiffany se preguntó por qué nunca nadie se había aventurado lo suficiente en el alma de Taeyeon para excavar en los frágiles restos de su infancia.

—No puedo evitarlo —fue su sencilla respuesta. Después, dándose cuenta de que estaban a punto de ponerse demasiado serias para ese precioso día de verano, bromeó—: Parece que me tiene usted loquita, Srta. Kim.

Brindaron por ello en silencio, disfrutando de la caída del sol, de la suave brisa sobre su piel y de la cercanía entre ellas. Fue uno de aquellos raros momentos, llenos de completa paz, en los que nada, absolutamente nada, hubiera podido hacerlo más perfecto.

Una risita sorda rompió el silencio, y Taeyeon se inclinó alzando una ceja en la dirección de su acompañante.

— ¿Sí?

—Bueno... Estaba pensando que si a los dieciséis, ‘el acto’ no te era desconocido... —unos ojos miel danzaban divertidos—. ¿Cuándo fue que... a ver, cómo lo dice mi hermano... ‘empezaste a batear en el equipo contrario’?— Taeyeon se rió ante el delicado eufemismo.

—Ah... —se detuvo un momento, pensando—. Supongo que siempre ‘he bateado en el equipo contrario’. Verás, hubo algún que otro hombre aquí y allá, pero sinceramente, no hay nada que se pueda comparar.

—¿Comparar a qué? —preguntó Tiffany, sintiéndose lentamente hipnotizada por el negro cada vez más oscuro de los ojos de Taeyeon. Su normalmente color pálido, parecía adoptar una nueva vibración, latiendo por sí mismos con una nueva, sensual, vida.

—A la sensación de una mujer entre mis brazos —contestó Taeyeon sin vacilar—. Adoro todo lo relacionado con hacerle el amor a una mujer, Fany —murmuró, un tono ronco matizando su voz—. La suavidad de la piel, la calidez de su cuerpo, los sonidos que hacen cuando las toco... No hay nada en el mundo que se le parezca.

Tiffany tragó con dificultad. Este tema había estado dándole vueltas en la cabeza desde la primera vez que la boca de Taeyeon había probado la suya en la tarde del día anterior. No le cabía la menor duda de que Taeyeon iba a ser una amante magnífica, y necesitaba tanto tocar a la mujer rubia que los músculos le dolían por la presión.

— ¿Para ti también es así, Tiffany? —los ojos de Taeyeon ardieron aún más y su deseo por la reportera saltó en su mirada.

—Oh, sí... —asintió Tiffany —. ¿En qué crees que llevo pensando todo el día?

—Dímelo —apremió la mujer rubia suavemente. El delicado sendero de aprendizaje en el que las dos se habían embarcado, se acercaba a su final mientras sus mentes reconocían sin error posible lo que sus cuerpos habían estado diciéndoles durante más de una semana—. Cuéntame en lo que has estado pensando.

—En ti —consiguió decir con voz ronca—. La manera en que te siento en mis brazos, la manera en la que yo encajo en los tuyos. Te estuve abrazando esta mañana mientras dormías y me costó dejarte ir cuando te despertaste —movió suavemente la silla para acercarla a Taeyeon, de forma que sus rodillas se tocaban ligeramente—. Quiero ver tu cuerpo extendido debajo de mí —confesó, mientras sus ojos adquirían su propio brillo de deseo—. Te quiero expuesta y deseándome tanto como yo te deseo a ti ahora. Quiero amarte con mis manos, mi boca, mi lengua... del modo que tú quieras, de cualquier manera que hayas imaginado. Te quiero incapaz de hacer nada, excepto reaccionar ante mí... a la presión de mis pechos sobre los tuyos, al sonido de mi voz en tu oído. Y quiero hacer todo esto sabiendo que tan pronto como alcances el o, vas a darte la vuelta y a exigir lo mismo de mí.

La parte racional del cerebro de la reportera, que permanecía intacto, se preguntó una vez más de dónde salían todas esas palabras. La seducción, o una confesión como esa, no era algo que hubiera hecho antes. Pero un ‘no-sé-qué’ relacionado con aquella rubia mujer y con su amenaza sensual, simplemente, le inspiraba.

Si todavía quedaba alguna duda de que Tiffany se ganaba la vida con las palabras, quedó anulada por las rápidas frases que salían de sus labios llenos, a sólo unos centímetros de los de Taeyeon. Un visible estremecimiento se abrió pasó a través del cuerpo de la mujer rubia, y sus manos se contrajeron en un ligero movimiento que no pasó desapercibido para Tiffany, quien lanzó una risa profunda como respuesta.

—No obstante, sugiero que salgamos antes de aquí –dijo Tiffany.

Todo lo que Taeyeon pudo hacer fue asentir y soltar un puñado de billetes sobre la mesa para pagar su cuenta.

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Comments

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pilargutierrez #1
Actualiza pronto no nos dejes asi en suspenso actualiza por fabor
abi-21 #2
Chapter 20: Es una grandiosa historia!! Espero q actualices pronto :D
Lari_sone #3
Esperando actualizacion :(
taeny179 #4
Chapter 20: Me flipa la historia, de verdad, es genial como solo Tiff consigue abrirse camino hasta llegar a la real Taeyeon, incluso después de encontrarla cotilleando y haberse pegado mutuamente, aún así ambas vuelven a ser perfectas juntas. Gracias por esta última actualización porque no podía soportar estar mucho más tiempo con el anterior capítulo jajaja Espero que vuelvas pronto :3
BlackLotus77 #5
Chapter 19: ¡¡Vientos!!
Regresaste con todo. Así ni me acuerdo de que no actualizaras hace un shingo y dos montones. ;D
Jajajaja me sigue dando risa tu expresión "Por todos los coños del mundo". Jajajaja xD

¡Qué genial que Fany le haga frente con toda la actitud! lml
PD: Se me cayeron los chones, por el susto, cuando Tae encañona a Tiff.
pinkobssesion #6
La actualizacion para cuando??
Lari_sone #7
Chapter 15: Esperando actualizacion :'(
maria_baby09 #8
Chapter 15: Demasiado hermosa el capitulo ,espero y tae no le pasa nada cuando intente salir del bajo mundo
Skyth06
#9
Chapter 15: Muy bello el cap
gasori #10
Chapter 14: actualización estupenda *-*... te espero pronto :*