Las personas cambian cuando se enamoran.

Yoongi había oído algo como eso antes, pero era renuente a creer en ello. ¿Por qué razón habría de cambiar sólo por enamorarse? Era ilógico; parecía ilógico. Sin embargo, cuando se topó con la persona que comenzaría a cambiar su mundo, pudo comprender un poco esos repetidos dichos. Min Yoongi, con su primer amor, comenzó a reír más, a sonreír más y, por primera vez, quiso intentar cosas nuevas. Las personas cambian cuando se enamoran, por supuesto, porque es imposible conservarse imperturbable frente a ese alguien que cambia el ritmo de los latidos de tu corazón. Y Seokjin fue esa persona para él.

Seokjin era el chico más brillante del instituto. Comportamiento intachable, calificaciones sobresalientes y una presencia cálida, pero imponente; alguien como él no pasaba inadvertido. Demasiado guapo hasta el borde de lo irreal, sólo caminar por el pasillo provocaba que a decenas de estudiantes les temblaran las piernas como gelatina mientras suspiraban con ensoñación y llamaban a su nombre con el simple deseo de obtener por lo menos un segundo de su atención. Y lo obtenían, claramente, porque Seokjin siempre voltearía a ver a todos, regalándoles una sonrisa gentil más un cordial saludo.

Yoongi, por el contrario de aquel chico, difícilmente destacaba, al menos si de presencia se trataba. Seokjin era alto, de hombros anchos y tenía el exquisito perfil de alguien digno de la realeza. Él, en tanto, era más bajo que los chicos de su edad, su piel mucho más clara. Esbelto; estaba seguro de ser visto por todos como un debilucho. No era como si le importara, ciertamente. En realidad, poco le afectaba lo que el resto pensara o dijera sobre su persona, sin embargo, tenía que reconocer que la presencia del contrario comenzaba a tener efecto sobre él.

Seokjin, con un par de movimientos sutiles, con unas cuantas sonrisas íntimas y varias miradas intensas, había conseguido capturarlo en su trampa, y él ni siquiera fue capaz de rechistar cuando el niño bonito del instituto, el hijo prodigo, lo besó por primera vez.

Al fin y al cabo, se había enamorado.

Lo conoció más que cualquiera; sus manías, sus gestos, su risa, sus chistes pasados de moda. E incluso después de eso, incluso después de saber de él todo lo que el resto ignoraba, sólo cayó aún más enamorado; de su alma, de su esencia, de aquella parte que únicamente él era capaz de ver. Y pensó que estaría bien de esa forma, hasta que el tiempo comenzó a avanzar y fue más consciente de su alrededor.

Seokjin tomaría su mano sin miedo cuando no había nadie alrededor, pero mantendría un paso de distancia si alguien se acercaba. Seokjin lo abrazaría a solas, lo asfixiaría en sus brazos, lo sentaría en su regazo y lo atraería a su boca para besarlo; pero frente al resto siempre serían sólo amigos.

Al principio, supuso que estaba bien siendo de esa manera. Yoongi no era alguien demostrativo, no necesitaba gritar su amor a los cuatro vientos ni actuar afectuosamente con el chico que amaba frente al público. No obstante, se encontró a sí mismo desviando la mirada hacia las parejas que paseaban de la mano por la calle mientras reían de quien sabe qué. Y centrando su atención en su novio nuevamente, quien caminaba a su lado, se preguntó seriamente cómo sería tomar su mano sólo una vez; cómo sería entrelazar sus dedos con los de él sin importar los demás.

Pero jamás lo supo.

Cuando el baile escolar se acercó, Seokjin tiró de él en su cuarto y le suplicó compañía para bailar. Aparentemente, el perfecto príncipe tenía dos pies izquierdos y necesitaba una pareja para practicar, siendo su novio el único en que confiaba para aprender. Yoongi le dijo que tampoco sabía bailar, que realmente odiaba bailar, pero nada fue suficiente para hacer desistir al mayor. Y finalmente Min se tragó su vergüenza mientras el contrario lo tomaba por la cintura y le hacía dar vueltas sobre sí mismo al ritmo de una canción lenta.

Ridículo; Yoongi se sentía ridículo. Él tenía sus manos envueltas en el cuello de su novio, tal como haría la chica en su lugar, y no podía creer las cosas que tenía que hacer sólo para complacerle. Sin embargo, mientras se encontraba con la mirada cálida de su amado, mientras la música lenta los envolvía mágicamente en un ambiente demasiado íntimo, creyó que en el fondo eso no era tan malo. No era tan malo dejarse llevar si se trataba de él. Y luego de bailar toda una tarde las mismas canciones, sus reconfortantes brazos y sus suaves labios fue todo lo que encontró. No era tan malo bailar con él, por supuesto que no; sobre todo si al final del día terminaban haciendo el amor sobre su colchón, aún con la música inundando cada rincón de esa habitación.

Lamentablemente, llegado el día del baile, esos brazos no lo sostendrían a él.

Yoongi observó fijamente a Seokjin siendo el centro de las miradas, luciendo un traje formal que lo hacía destacar más de lo usual. Las chicas compartían risitas coquetas mientras le rodeaban y él centraba su atención en ellas, tal y como siempre. Entonces alguien lo invitaría a bailar y él, como el perfecto príncipe, le extendería la mano en respuesta y la guiaría al centro de la pista, comenzando a bailar brillantemente un lento que hace días le había obligado a bailar a él. Y el menor desde su sitio vio la escena repetirse una y otra vez; a Seokjin bailando junto a una nueva chica, porque era incapaz de decir que no. Y por un momento, sólo por un momento, quiso ser él quien fuera sostenido por aquellos brazos; quiso ser él quien obtuviera la cálida mirada del mayor junto a su perfecta sonrisa.

Quiso ser él, simplemente, porque debía ser él.

Era únicamente él quien debía estar con Seokjin, sin embargo, eso jamás pasó. Y Yoongi no supo hasta qué punto aquello le afectó