That's How This Is Gonna End, Isn't It?

Of Love and Corpses (Spa)

En un momento todos estaban muertos y, de repente, ya no. Siete uñas y media cavaron hasta la superficie, resurgiendo mugrosas y llenas de tierra. Luego, el cráneo cubierto por carne en estado de descomposición se asomó y miró a su alrededor con un solo ojo podrido a medio comer. 

―¿Qué…?―Murmuró la desconocida, con un acento ajeno a ella. 

(Ella no lo sabía aún, pero probablemente se debía a la desaparición parcial de su lengua). 

Se encontraba en una especie de limbo, desorientada. No sabía muy bien dónde estaba ni cómo había terminado allí, pero estaba muy segura de que no era el lugar en el que debía estar. 

Escuchó un barullo a su alrededor, una especie de siseo grotesco que no había oído antes. Intentó fijarse con su medio ojo, pero no lograba ver mucho en la oscuridad. No alcanzaba a distinguir muy bien si se trataba de animales o de personas, pero creyó ver una pierna algo deforme. 

Quiso pedir ayuda, pero era como si su cuerpo no le obedeciera, no le perteneciera; así que, finalmente, se dejó llevar. 

Tras varios intentos infructuosos de ponerse en pie, por fin lo logró al apoyarse en un objeto blando que no supo identificar. Caminó sin ver, como guiándose meramente de lo que podía escuchar y percibir. Le invadió una sensación de reconocimiento al percibir cierto… aroma particular en la distancia. El cuerpo (que ya no era suyo) parecía reconocerlo también, así que supuso que esa era la dirección en la que se dirigían (ella y su cuerpo). 

A su alrededor, escuchó gritos de pánico y horror intercalados entre sí.

―¡Por favor, no! 

―¡Auxilio! 

―¡Mike! 

Quería ayudar, de verdad, pero no podía ver nada, y su cuerpo tampoco se lo permitía.

―¡¿Qué sucede?! ―Intentó gritar, pero no obtuvo respuesta de nadie. 

El siseo grotesco era ahora más fuerte que antes. Pensó que debía estar soñando y que se trataba todo de una pesadilla en la que no podía ver ni moverse. En cambio, el olfato y la escucha se habían agudizado mágicamente y le hacían sentirse como un animal desprendido de la razón. Actuaba por instinto y no le agradaba  para nada. 

Llegó por fin a su destino, arremetiendo contra la puerta de entrada sin proponérselo ni decidirlo. Cayó de bruces contra la madera pulida, sintiendo que estaba cada vez más cerca del aroma que le había llamado la atención. 

Olía a… hogar. 

Seungwan era una persona y no una cosa. O bueno, ya no se sabía. Si el hombre perdía su capacidad de razonar, ¿seguía siendo realmente un hombre? 

Seungwan era su nombre. Ella no lo recordaba, pero pronto lo haría, de una forma u otra. 

Se arrastró por la estancia principal, debido a que sus piernas cedieron del esfuerzo. El olor a carne descompuesta se le hizo presente de repente y se preguntó de dónde provendría. ¿Sería ella? Imposible. 

Tal vez, en otra situación, habría sentido el asfixiante calor que amenazaba con cocerle. Hacía menos de siete meses que Seungwan había decidido comprar un aparato aerotérmico que funcionase como calefacción en invierno y aire acondicionado en verano para ella y su familia. Sin embargo, ni siquiera estando en invierno la calefacción estaría a más de sesenta grados Celsius. Alguien estaba intentando matarla de seguro. 

Aunque, claro, como la poca carne que todavía le cubría el esqueleto estaba podrida y su sistema nervioso ya no existía en su totalidad, era lógico que la chica no se diera cuenta de este hecho. El corazón (que ya tampoco latía) se le caía a pedazos, literalmente.

De repente, recordó a quién pertenecía ese aroma. Era… el amor de su vida. Un miedo profundo le embargó. «El cerebro tiene maneras extrañas de funcionar», solía decir ella. Su conciencia aún estaba allí, muy en lo profundo de su cerebro (el cual, extrañamente, aún funcionaba). Algo le decía que al estar allí, ponía a todo lo que amaba en peligro. 

Luchó por irse, por devolverse por donde había venido; pero el cuerpo no le respondía, ya no era suyo. Entonces, fue cuando se vio abrumada por el dolor. No físico, puesto que no podía sentirlo, sino emocional. Comenzaba a recordar fragmentos de su vida, de una vida anterior a ella. Seungwan no debía estar allí, eso estaba claro. 

Debía estar muerta.  

La gravedad de aquella revelación le habría hecho temblar si pudiese. 

Desde la base de las escaleras, Seungwan creyó verla a ella. No podía estar segura y a su cuerpo tampoco le importaba demasiado. 

Aprovechando que la vida le había dado una segunda oportunidad, quería despedirse como debía. Sin embargo, antes de poder decir algo (o al menos intentarlo), Joohyun, como se llamaba en realidad, le golpeó la cabeza con una palanca de acero. 

Seungwan no lo sintió del todo, pero el golpe la mandó volando escaleras abajo. En realidad, no era muy consciente de qué sucedía. 

―¡Aléjate de nosotros! ―Exclamó aquella voz que tan bien conocía. 

Seungwan se entristeció. ¿Por qué Joohyun querría golpearle? Solo estaba intentando hablar con… 

Aun así, la chica no paró de golpearle. Hubo un instante, ya cuando Seungwan sintió que se estaba yendo por aquel túnel resplandeciente de nuevo, en el que tuvo la suficiente claridad para reconocer el rostro del amor de su vida recortado contra la luz de la bombilla incandescente. 

―¿Por… qué?―Preguntó, esperando que ella pudiese escucharle. 

Joohyun frenó un momento sus acciones, procurando proteger a su hijo con todo su cuerpo. 

―¿...Wannie? ¿Cómo es posible? ―Murmuró, asustada.―Oh, por dios. Oh, por dios. Oh, por dios. No, no. Tú no eres Wannie, eres un… un… monstruo. ¡Aléjate! 

Joohyun alzó de nuevo la palanca, dispuesta a acabar de una vez por todas con el ser reanimado que solía ser la persona más importante de su vida. 

«Así que esto es todo», pensó para sus adentros. «Moriré a manos de la persona que más he amado en mi vida».

Desafortunadamente, su cuerpo no estaba en sintonía con su pensamiento.

Cuando Joohyun se impulsó para darle el golpe final, uno de los brazos de Seungwan le haló una pierna con la suficiente fuerza para hacerle resbalar. La palanca se cayó a unos centímetros de ella, dejándole indefensa. 

«¿Qué estás haciendo?», se preguntó. «No, no, no, no»

Y como si la mismísima divinidad que le había traído a la vida se estuviese burlando de ella, la consciencia de Seungwan sucumbió finalmente a sus nuevos instintos, despidiéndose por última vez del rostro de su esposa. 

Entonces, Joohyun gritó. 

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Comments

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ReinaVashti
#1
Chapter 1: Oh rayos no TuT malditos instintos:'( que cruel unu aún así pulgar arriba nunca había leído x2 una historia con esta temática, interesante;))
ilovetaekeyonly #2
Chapter 1: Oh dios esto es tan triste y perturbador al mismo tiempo omg