I.

El silencio sucumbió a través de mi alma, uno en el que mis emociones se han callado por fin y han dado tregua a mis pensamientos. Porque solo gritaban desconsoladas tu nombre.

Me pregunto si tu sentirás lo mismo, si la agonía te consume, si has estado a punto de desbordar tus deseos una vez más, de ser capaz de luchar por esto, de cruzar la delgada línea que alguna vez cruzaste.

Me siento vacía, un ser en piloto automático que solo sonríe para no alertar a nadie de su estado tan deplorable. Sé que en algún momento me cansaré de fingir ser feliz y me desmoronaré como un castillo de arena.

—Hey, Stephanie —y ahí está mi mejor amiga, observándome con aquellos grandes ojos llenos de preocupación—. Vamos, aún nos queda mucho por ver —le oigo decir y mis ánimos siguen por los suelos. Trato de sonreír de una manera que la tranquilice y me permita volver a mi hogar, pero a ella no la puedo engañar.

¿Habré tomado las decisiones correctas? ¿Debió haber sido de esa manera?

Mi corazón se contrae en respuesta y el dolor perfora mis entrañas. No puedo mentirme a mí misma y decir que no me hace falta, que estoy bastante bien sin ella, simplemente no puedo engañarme.

La música tan solo me hace divagar y perderme en su recuerdo. Anhelo volver a ellos y decirle cientos de veces cuán importante es para mí.

En la oscuridad de mi habitación es cuando me dejo vencer y dejo a mis lágrimas flu