Sehun no está muy seguro si se siente atrapado porque nunca se pudo acostumbrar al metro o porque el traje está muy ajustado o porque el pecho le quiere salir del cuerpo en una maldita explosión. No, Sehun no está seguro, quizás sean todas las anteriores. El chico apoya el brazo en la ventanilla y deja reposar su cabeza sobre el brazo, no quiere mirar a Zitao, que sentado en el asiento de al frente parece mirar a través de él. Sehun tampoco está seguro de si eso es bueno o no, no sabe si preferiría que Tao le mirara de otra forma, no sabe si quiere que Tao le mire justo así, le da miedo, porque el chino siempre ha tenido esos ojos penetrantes y él no quiere que lean lo que pasa por su cabeza, no en este preciso instante. Así que corre la mirada y aprovecha de mirar por la ventana, observa el río que se extiende hasta muy lejos, se fija en las flores que en realidad no puede ver detalladamente porque el vagón avanza muy rápido, aprovecha de distraer la vista antes de que vuelvan al túnel y todo se vuelva negro, hoy Sehun no quiere negro, ya mucho tiene con su traje y el de Tao y el del resto de invitados y no, no quiere más negro, sin embargo cuando el vagón entra en el hoyo negro que es el túnel, él solo puede cerrar los ojos, esperando que la explosión de colores que siempre detona cuando sus parpados se cierran le ayude a capear todo el negro, lo que sea antes de devolver la mirada al que sigue como de piedra en el asiento en frente. No se atreve a enfrentarse con los ojos que sabe curiosos e inquisidores, porque ni siquiera se quiere preguntar qué es lo que Zitao piensa de él ahora.

 (Quizás cree que es un cobarde. Lo que, de cierta forma, es totalmente cierto.)

 El metro se detiene, la voz del altoparlante no se entiende, Sehun nunca dejará de preguntarse porque contratan a idiotas que hablan sobre el micrófono, pero todos asumen que la señorita está diciendo el nombre de la estación. Las puertas se abren y pasan unos segundos antes que el pitido anuncie que se van a cerrar, el metro se comienza a mover otra vez.

—Quedan dos estaciones.

—Contando esta, sí.

 Sehun podría hacer conversación, podría dejar de mirar por la ventana que ya no tiene nada que ofrecer, podría mirar a Zitao a los ojos y sonreír, preguntarle si está nervioso, solo que no encuentra las ganas.

 La estación siguiente llega en 45 segundos o algo así, para Sehun son los segundos más cortos del mundo y le gustaría quedarse en su asiento, pasarse de estación, llegar a la última parada y devolverse a su casa con el otro chico. Pero no puede, no pueden.

 Zitao ya está de pie cuando abre los ojos.

—Estás extraño.

—Claro que no.

—Claro que sí —Mofa Zitao y Sehun cree que le prohibirá a Baekhyun acercarse por un tiempo —Deberías estar un poco más contento, qué-sé-yo.

—Nada, Zitao, no sabes nada de nada.

 El chino frunce el ceño, porque Sehun habla demasiado rápido a veces.

 Ambos caminan en silencio, porque el menor de los dos corta todos los intentos de conversación desde la salida del metro hasta el taxi que les llevará a la iglesia, quiere mantener el silencio, porque a veces el silencio es mejor que la verdad, sin embargo Zitao es su mejor amigo y es inevitable apretarle el muslo cuando se comienza a mirar en el espejo retrovisor del automóvil con demasiada insistencia.

—¿Muy nervioso?

—Creo que jamás me había visto tan horrible.

 Sehun sonríe mientras rueda los ojos, ¿qué mentira es esa? Zitao se ve perfectamente bien, se ve perfecto y punto, se ve como todos los días pero de otra forma, se ve tan hermoso como lo ha hecho toda su vida, pero mejor. Y no, no importa que todos sus compañeros se empeñen en molestar al moreno por sus fotos de primaria, para Sehun siempre ha sido hermoso, desde que entró por una de las puertas de la sala de ensayo: el cabello corto y la nariz grande, la piel morena y los labios secos. Es estúpido, porque solo cuando le conoció bien fue que todo eso le pareció justo lo necesario, así que cuando pasaron los años y Zitao siguió creciendo y cambiando y evolucionando y… siempre ha sido hermoso, jamás se ha visto horrible y Sehun solo se odia a sí mismo por no tener las agallas de decirle que hoy se ve mejor que nunca, se arrepiente de no haberlo dicho en todos los años que estuvieron juntos como algo más que amigos, se arrepiente por el día que Tao le dijo que se iba, pero podrían seguir siendo amigos “solo amigos, pero da igual, Sehun-ie, encontraras personas más bonitas, que te gusten más, ¿sabes? Siempre creí que lo nuestro era costumbre más que… ¿cómo se dice?; ¿interés?”. Sehun detesta a su lengua congelada y a su cerebro en pana, porque aunque la boca de Zitao decía aquello, los dedos le temblaban.

 Se odia porque Zitao se vería incluso mejor si no estuviera caminando a su lado, sino hacia su lado.

 Tal vez si el menor de los dos hubieran tenido las agallas de decir la verdad, de confesar que él fue el que comenzó a dar los primeros pasos de forma sutil, que no es costumbre, que es interés (claro que es interés), si se hubiera obligado siquiera decirle que le amaba, que le ama, entonces no habría tenido que fingir que ella; la que se sigue arreglando en una de las habitaciones de la capilla, era un buen partido varios años después. No le hubiese tenido que decir a Tao “Serías un idiota si no te casaras con ella”, a pesar que en los ojos del chino se vieran las ganas de que la respuesta fuera otra. No se hubiese tenido que tragar el llanto en el abrazo que ambos se dan como último en un tácito acuerdo y que está rompiendo a Sehun en dos mitades.

—Hoy te ver mejor que nunca —Susurra Sehun contra el oído de Zitao, pero el ruido es mucho, la gente palmeándole la espalda al prometido también y cuando el chico se separa de sus brazos para mirarlo con expresión confusa Sehun todavía no encuentra el coraje para decirlo, así que se termina de separar y mueve la mano como si lo que hubiese dicho no importara —Que serás el mejor esposo del mundo, Tao-hyung. 

 <'3 comment juseyo.