El sueño en el que estaba sumida, se miraba inquieto. El cuerpo sobre la cama se retorcía por momentos. Se tensaba en otros. Las facciones del rostro se contraían, dolorosamente; sin llegar a abrir sus ojos.

Su corazón se encogía de pena al contemplar semejante cuadro. A pesar de ello, con pasos ligeros, se acercó hasta quedar junto a la cabecera de aquella cama. El aspecto lozano de aquella joven, se estaba diluyendo. Piel más pálida.
Ojeras. Las mejillas un poco hundidas. ¡Y a pesar de todo eso, seguía pareciéndole hermosa!
Estiró su mano, queriendo tocar su mejilla, acomodar su cabello. El gesto cariñoso más pequeño que pudiera hacer. Pero, no deseaba despertarla. Ella era testigo de cuanto le había demorado conciliar el sueño a la joven que ahora dormía…

Tarde.

Apenas le dio tiempo de apartarse con rapidez sigilosa, hasta pegarse a la pared, camuflándose entre las sombras. La chica se despertó. Con gesto cansado, tomó el frasco de analgésicos y se dejó caer un par en la palma de la mano. Los puso en su boca y se ayudó a pasarlos con el agua tibia del vaso que siempre procuraba tener en la mesita de noche. -¿Algún día se irán las pesadillas, Hwang?

Tiffany intentó responder, pero, de su boca no salió ni una sola palabra. Se limitó a seguir el movimiento de la chica con la mirada. Su silueta se veía tan frágil, que le parecía toda una hazaña que lograra llegar hasta la ventana sin romperse en miles de pedazos. La vio apoyar la mano sobre el cristal. – Llueve, justo como aquel día en que nos conocimos.

Al escuchar esas palabras, abandonó el refugio de sombras, para colocarse justo a su espalda. Quería rodear su pequeña cintura, apoyar la barbilla sobre ese hombro…

Pero su cuerpo no obedecía sus órdenes. Simplemente, miró el reflejo de aquella chica sobre la ventana. Y aquella imagen, fue como otra puñalada.

Ojos ribeteados de rojo, rebosando de lágrimas. Era demasiado para soportarlo.
Colocó su mano sobre el hombro contrario.- No llores, Sica, estoy aquí contigo. No te dejaré…

El cuerpo de Jung se estremeció. Apoyo ambas manos sobre el frío cristal. Tenía la vista fija en esa ventana. Y la joven Hwang también veía aquel reflejo. Ellas dos y nada más.

Sus miradas se cruzaron. Jessica la miraba sin verla realmente. Demasiado cerca. Y a la vez, con una gran barrera entre ambas. En medio de ese silencio, la promesa dulce de un incierto reencuentro, revoloteaba en el corazón de ambas.

¿Por qué su cuento de hadas no tuvo un final feliz?

-Llueve como el día en que volviste al cielo, Tiffany.