Café

Café

Ahí se encontraba, sentado en una de las muchas mesas junto a la ventana, con el café que tenía entre las manos golpeándole los sentidos.

Oh, el aroma del café.

Adoraba todo del café. Desde ese oscuro color que puedes aclarecer añadiendo algo de leche, hasta ese fuerte olor que puede penetrar en tus fosas nasales sin merced, dejando algo atónito a la despistada persona que está a punto de tomárselo. Él adoraba todo del café. Desde su antigua historia, hasta el sonoro pitido que hacen las cafeteras cuando ya está listo. Tan simple, tan simple sería hacerse uno en casa y disfrutar de él cada mañana, tarde y noche si hiciera falta, pero no era lo mismo. No sólo el café era capaz de golpear sus sentidos. También el ruidoso sonido de la cucharas golpeando las tazas de las demás personas, el leve sonido que desprendía un sobre de azúcar al ser zarandeado para después ser abierto, y por último y su preferido, la voz de aquel dependiente que conoció ya hace meses.

Dejó que sus párpados descendieran lentamente, degustando el poco café que ya le quedaba y, al abrirlos de nuevo, ahí estaba, sentado frente a él. Ese idiota por el que empezó a frecuentar la cafetería. Ese idiota por el que le empezó a interesar ese inmenso ruido que nunca cesaba. Ese idiota por el que empezó a amar el café.

Por que en realidad, odiaba el café, odiaba todo de él. Odiaba que un simple grano de café pudiera contener tanta historia, odiaba ese color tan oscuro y lo vulnerable que era al añadirle leche y que éste cambiara hasta de sabor, odiaba el sonido de las cucharas y odiaba las cafeteras. Lo odiaba, hasta el día en que pisó esa cafetería y se sumergió en los ojos del contrario.

Buenos días, ¿qué desea?

Ojos de color café.

…Café.

Observó como el anterior idiota mencionado se inclinaba hacia delante, apoyando ambos brazos en la mesa. Imitando el acto, dejó que sus manos viajaran hacia la plaquita del otro, ajustándola hasta que ese ‘JongHyun’ quedara perfectamente alineado.

- KiBum-ah… Mi turno está a punto de acabar, y nadie se va a fijar en si mi nombre está derecho o no.

Sólo dejó escapar una pequeña risa ante tal queja hacia su manía de ser tan perfeccionista y, deshaciendo la distancia entre ambos, dejó que sus labios chocaran contra los ajenos, formando una unión, un sonoro y casto beso.

Un beso con sabor a café.

Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
No comments yet