Merry Christmas

Merry Christmas
Merry Christmas



—Porque me gustas —dijo con una sonrisa el de pelo color avellana y ojos castaños.

HyukJae suspiró. Siempre era la misma respuesta cada vez que le preguntaba por qué iba todos los días a cenar ahí. Y, siendo el chef de ese pequeño lugar, se hubiese sentido halagado si ese “me gustas” fuese dirigido a su comida, pero no, era para él, en el sentido no platónico de la palabra “gustar”. Porque ese cliente, Lee DongHae, decía estar enamorado de él.

Otro suspiro y una mirada incrédula hacia el hombre que estaba sentado en uno de los taburetes tras la barra. Siempre sonreía, por más que HyukJae le dijera mil y una veces que no estaba interesado, que él no bateaba para ese lado, que no era de su “equipo”, que no le gustaban los hombres. La sonrisa no se desvanecía de aquel rostro y eso lo irritaba. Por eso, trataba de mantener su distancia con ese hombre, pero, ¿cuán distante puedes ser cuando eres el chef, tienes sólo un ayudante-barra-mozo, estás en un lugar pequeño y la persona es un cliente fiel y regular? Aún así, HyukJae hacía lo que podía.

—¿Cuándo vas a dejar de decir eso? —preguntó el rubio tras el mesón secándose las manos en el delantal blanco que traía puesto.

—Cuando dejes de gustarme —contestó el otro con convicción, cruzándose de brazos sobre el mesón y con la sonrisa inundándole otra vez las facciones.

HyukJae suspiró nuevamente —cosa que hacía muy seguido desde que había conocido a DongHae—, y sacó su libreta y una lapicera.

— ¿Qué vas a ordenar? —dijo con tono profesional y un deje de frialdad, ese que involuntariamente se le escapaba cuando estaba tratando con el de ojos castaños.

—Que aburrido eres —se quejó DongHae haciendo un puchero infantil—. Está bien, no importa. Por hoy lo dejaré ahí —acordó y la expresión volvió a iluminársele.

—Sí, sí. Como digas. Ahora dime qué vas a pedir —prácticamente ordenó HyukJae, logrando que por fin DongHae mirase su menú y dejara de mirarlo a él con esa sonrisa que lo enervaba.

Todos los días era la misma historia. DongHae iba al local, le decía que le gustaba, HyukJae lo ignoraba y las cosas seguían su curso habitual: DongHae sonreía y hablaba con los demás clientes, así como también con su asistente de cocina-barra-mozo. De vez en cuando —demasiado seguido para el gusto de HyukJae—. DongHae le dirigía algunos comentarios que HyukJae prefería ignorar, si es que podía, porque, sea como sea, era un tanto incómodo tener a alguien de su mismo o declarándole su amor por él

Sea como fuese, se había vuelto habitual y todos se habían acostumbrado a la presencia de DongHae y a sus declaraciones de amor. Incluso el mismo HyukJae, porque la situación venía desde que él entrara a trabajar al restaurante, ya tres años atrás.

Ahora que HyukJae lo pensaba, hacía bastante que conocía al de ojos castaños y se podría decir que lo conocía bastante bien. DongHae trabajaba como diseñador grafico en una empresa bastante conocida y vivía cerca del restaurante. Tenía una personalidad alegre y jovial; era de ese tipo de persona con la que puedes congeniar fácilmente debido a lo abiertas que son, y su comportamiento infantil sacaba más de alguna risa entre los otros regulares del restaurante.

A decir verdad, a él no le molestaba DongHae en lo absoluto; simplemente encontraba que era poco serio y que sus palabras eran poco creíbles, sobre todo su “Me gustas”. No porque no sonara sincero, sino porque Lee DongHae era conocido por ser demasiado “cariñoso”.

A pesar de jurar y recontra jurar que a él no le gustaba mucho el contacto físico, se lo podía ver abrazando, apretando y masajeando siempre a alguien, ya fuesen personas que conociera del restaurante, o compañeros de trabajo que ocasionalmente fueran con él a cenar.

Por lo tanto, en la mente de HyukJae, DongHae no era más que mucho ruido y pocas nueces, y el rubio se encargaría de no caer en su juego.






Era viernes por la noche y HyukJae estaba en la cocina preparando todo para cerrar. Mientras acomodaba los utensilios que había utilizado esa noche, por la puerta se asomó SungMin, su asistente-barra-mozo.

—¿Necesitas algo más? Ya terminé adelante… —informó el chico mientras se quitaba el delantal.

—No te preocupes, puedo terminar acá solo; no me queda mucho. Si quieres puedes ir yendo —ofreció HyukJae con una sonrisa.

—¡Ok! Entonces, nos vemos mañana ­—dijo SungMin mientras se ponía su chaqueta y agarraba su mochila. A los segundos de haber salido por las puertas de la cocina, regresó y comentó—: Me olvidé de guardar algo en el salón. ¿Puedes encargarte de él por mí? —preguntó, y tras escuchar un rápido “no hay problema” de un atareado HyukJae que apenas y le había prestado atención, salió cual rayo y con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro.

Veinte minutos después, HyukJae salía de la cocina, ya sin delantal, en dirección de la puerta principal. Tras cerrar todo con llave, se dispuso a apagar las luces del local y dirigirse a su departamento, el cual quedaba justo arriba del restaurante y hacia el cual podía acceder a través de las escaleras ubicadas al fondo del local. 

Mayor fue su sorpresa cuando, al voltearse hacia el mesón, vio un bulto que se asemejaba alarmantemente a una persona. Al acercarse, y para su horror, se dio cuenta de que no era una persona, sino que era Lee DongHae —y él era un playboy, no una persona a los ojos de HyukJae—, durmiendo plácidamente sobre la barra.

¿Cómo pudo SungMin no haberlo visto cuando…? 

“Me olvidé de guardar algo en el salón. ¿Puedes encargarte de él por mí”

“…de él por mi…”

¡Maldito SungMin!

Y él que había pensado que había sido algún error en el planteo de la frase… Ahora se daba cuenta de que claramente no era así, y que el otro había dejado durmiendo a DongHae allí deliberadamente.

Se lo descontaré del sueldo, pensó HyukJae con rencor y caminó hasta quedar al lado de DongHae, quien ni se había inmutado a pesar de todo el trajín que había armado HyukJae.

Ahora que lo veía así, durmiendo plácidamente, con la boca semi abierta y babeando un poco, DongHae parecía más un niño que el hombre al que estaba acostumbrado a ver coqueteando con cuanta persona se le cruzara.

—Lee DongHae —llamó en un intento por despertarlo, pero el aludido ni siquiera se removió en sueños—. Lee DongHae… ¡DongHae! —terminó por gritar HyukJae, sacudiéndolo un poco incluso, pero nada.

Ahí fue cuando el rubio comenzó a evaluar sus opciones. No podía dejarlo durmiendo allí y mucho menos podía llevarlo hasta su casa. Eso sólo le dejaba una opción, la cual le desagradaba bastante, pero… ¿qué más podía hacer? Por eso mismo, y como pudo, cargó al “bulto” en sus espaldas y subió por las escaleras que llevaban a su departamento.

Una vez en su pequeño living, y no sin antes retomar el aliento, tuvo que ponerse a tomar decisiones nuevamente: ¿dónde lo ponía? Por un momento se le pasó por la mente dejarlo en el sillón, pero con lo borracho que estaba, lo más probable fuese que se revolviera en sueños y terminara congelado sobre el piso; estaban en pleno invierno después de todo. Otra vez sin más opción, HyukJae decidió llevarlo hasta su habitación y acostarlo en su cama. Tras sacarle los zapatos y acostarlo, se dirigió al baño, se lavó los dientes, fue al closet y tomó unas frazadas. Una vez en el living, se acomodó en el sillón y se dispuso a dormir, no sin antes hacerse una nota mental de hacerle trabajar horas extra, sin paga, a SungMin, y de vetarle la entrada al restaurante a DongHae.






DongHae, cualquier otro día, hubiese despertado sonriente si los tenues rayos de sol le bañaran rostro. Cualquier otro día, no éste en particular y no cuando había estado bebiendo la noche anterior, por lo tanto, se dio media vuelta en la cama para evadir la luz y conseguir dormir un poco más.

Claro que todo lo relacionado con sueño y dormir voló de su mente al momento en el que sus ojos se posaron en el de la persona que dormía a su lado.

HyukJae.

Si era un sueño, era uno muy vívido, porque podía sentir la calidez del cuerpo del otro, podía ver cómo su pecho subía y bajaba al compas de su respiración y hasta podía contar todas y cada una de sus pestañas. Definitivamente era un sueño muy vívido porque no había manera de que HyukJae realmente estuviese durmiendo a su lado y DongHae se encontró deseando no despertar. ¿Para qué hacerlo si así estaba bien y cómodo? No, no. Mejor se quedaba así.

Tanto se había metido en sus pensamientos que, cuando volvió a la realidad, se encontró con dos profundos ojos marrones mirándolo fijamente, a apenas unos centímetros de su rostro. Durante unos segundos eternos sólo se observaron, pero llegado un momento, DongHae fue el primero en romper el incómodo silencio:

—¿Dónde estoy?

—En mi departamento —contestó cortante el rubio, cerrando los ojos e intentando volver a dormir.

—¿Te aprovechaste de mí? —preguntó DongHae repentinamente y con fingida preocupación, cruzando las manos sobre su pecho a manera exageradamente protectora.

HyukJae abrió instantáneamente los ojos y lo miró atónito por unos momentos antes de darle la espalda y soltarle un “en tus sueños”.

—Buu~ Que aburrido eres… —se quejó DongHae recostándose sobre su espalda y cruzándose de brazos, ante lo cual HyukJae no pudo más que voltearse nuevamente hacia el castaño con expresión incrédula.

—No puedo creer lo que estoy escuchando —exclamó soltando un resoplido que bien pudo haber sido una risita disfrazada de irritación— ¿En serio pensaste que me aprovecharía de ti?

—No realmente, pero soñar es gratis —dijo DongHae al tiempo que le guiñaba un ojo al rubio, quien, ante la falta de palabras para replicarle a aquel que lo miraba sonriente, optó por actuar en vez de hablar y empujó a DongHae de la cama con las piernas. 

El repentino contacto con el piso hizo que el castaño soltara un audible quejido y se hubiese quedado ahí, esperando a que se le pasara el dolor por el golpe, pero el piso estaba demasiado frío, por lo que el menor estuvo de vuelta en la cama antes de lo que canta un gallo, acurrucándose inmediatamente contra pecho del más alto, quien se había sentado en la cama, dispuesto a levantarse.

—¡¿Qué estás haciendo?! —exclamó HyukJae tratando de apartar al menor de sí, pero el agarre que tenía el otro sobre él era demasiado fuerte— ¿Me puedes soltar?

—No… —se negó el castaño, alargando la palabra cual niño—Hace frío afuera.

—No me importa. Además, se nota que ya estás bien, así que ya puedes irte —dijo mientras trataba otra vez de desenganchar los brazos del menor de derredor de sí. Sin embargo, el menor seguía sin ceder—. DongHae, tengo que levantarme a trabajar y tú debes volver a tu departamento —explicó con un suspiro irritado.

—Hoy no tengo que trabajar así que si quieres me puedo quedar a ayudarte; es víspera de navidad, así que seguro estarás muy ocupado en el restaurante —razonó el castaño con mirada juguetona y… ¿esperanzada? HyukJae no podía discernirlo.

—No gracias; debes tener gente que quiera pasarlo contigo. Además, ¿qué hago si te pones como cuba otra vez? No quiero más problemas hoy —comentó HyukJae—. Y ahora, déjame que me levante.

—Está bien… —accedió DongHae— Sólo… sólo cinco minutos más —pidió con voz suave, aferrándose un poco más fuerte a HyukJae y escondiendo el rostro en el pecho del otro.

Eso era extraño. La voz de DongHae había sonado un poco apagada. ¿Había sido demasiado antipático con él? Jamás lo había escuchado así, por lo que, por esta vez, lo dejaría quedarse así por un rato más. Pero al cabo de unos minutos, y luego de sentir que DongHae restregaba el rostro contra su pecho, se preocupó. ¿Estaría llorando?

Ante eso, HyukJae se inclinó un poco, tratando de verle el rostro y se sobresaltó cuando sintió que una mano se colaba bajo su remera y le acariciaba el vientre.

—No sabía que tenías los abdominales tan marcados —dijo DongHae levantando la vista hacia el otro con mirada inocente y sorprendida.

DongHae definitivamente era un estúpido y más aún lo era él por pensar en que podía ser distinto. Las ganas de patearlo lo embargaron y eso mismo hizo, por lo que DongHae terminó de nueva cuenta en el piso, esta vez con una sonrisa pícara en el rostro.

—Eres un idiota —espetó HyukJae exasperado para luego levantarse y salir de la habitación.






Once y media de la noche ya y todo marchaba a la perfección según HyukJae. Por suerte sólo habían ido a cenar algunos regulares con sus familias, por lo que, más que un restaurante, parecía reunión familiar y HyukJae lo agradecía. Además, de esa manera podía disfrutar también con el resto sin tener que estar encerrado en la cocina. Sólo había una cosa que le había molestado durante todo el día, pero había hecho su mejor esfuerzo por ponerlo a un lado y lo estaba consiguiendo... hasta que cierto asistente-barra-mozo-con-el-sueldo-reducido-y-con-horas-extra-que-trabajar se acercó al lugar tras el mesón donde estaba parado y comentó:

—Que raro que no pasara DongHae por acá; nunca ha faltado a las celebraciones de fin de año del restaurante… —dijo pensativo.

—Bueno, habrá tenido alguien con quien pasarlo —razonó HyukJae, viendo a todas las familias prepararse para el brindis de media noche.

—Imposible —respondió tajante SungMin, ante lo cual HyukJae lo miró sorprendido.

—¿Por qué dices que es imposible? —preguntó entre curioso y distante— Ambos sabemos que es bastante popular.

—Sí, pero DongHae está enamorado de ti… —y recibió una mirada incrédula por parte del rubio— No me mires así, no se tú pero yo le creo; además, varias veces lo he visto rechazar gente por que estoy enamorado de otra persona —dijo tratando de imitar el tono del castaño.

HyukJae se removió inquieto. La verdad, nunca había tomado en serio las palabras del menor y siempre lo hacía a un lado creyendo que sólo lo decía de la boca para afuera, pero al parecer había estado equivocado…

—No importa. Lo que sí, sólo espero que no lo esté pasando solo en su departamento —reflexionó SungMin—. No le gusta estar solo y por eso es así con todos acá; él dice que son como su familia, pero ayer cuando vino se lo notaba bastante deprimido, por más que sonriera al contarnos que esta navidad la pasaría por completo con nosotros porque sus amigos más cercanos se irían de viaje, y como su familia es de Mokpo… —explicó al tiempo que asentía en dirección a un cliente que lo estaba llamando— Bueno, a lo mejor aprovechó y se fue a pasarlo con su familia allá —finalizó, retirándose hacia alguna de las mesas dejando a un HyukJae por demás desbordado por la información.

Siempre había creído que lo conocía. Siempre había pensado que el DongHae que veía era el verdadero, pero SungMin sin querer le había hecho ver cuan equivocado había estado. Se daba cuenta de que en realidad había visto lo que había querido… porque DongHae le daba miedo.

Estaba acostumbrado a estar solo porque así había estado desde que dejara la casa de sus padres para convertirse en chef en Seúl y no había tenido ni una relación duradera porque su trabajo era más importante. Pero no le molestaba… hasta que había aparecido DongHae.

Sus declaraciones lo asustaban porque no quería que su vida cambiase; porque no quería que el otro se ganara un lugar en su corazón, porque HyukJae estaba acostumbrado a estar solo. Por eso HyukJae siempre le mentía a DongHae. Lo cierto era que a HyukJae no le importaba que éste fuese hombre, pero si DongHae pensaba que sí le importaba, tal vez lo dejaría seguir con su vida, tal vez lo dejaría en la comodidad de su soledad.

Pero, de a poco y a paso firme, el castaño había logrado su cometido. DongHae y su sonrisa eterna se había ganado un lugar allí.

Esa era otra de las cosas… ¡Qué irónico que una vez algo se aclara, todo parece más sencillo! La sonrisa de DongHae nunca le había gustado y recién ahora entendía por qué.

Era igual a la que veía cada vez que se miraba al espejo. Una sonrisa solitaria.

DongHae se sentía tan solo como él, pero al contrario de HyukJae, DongHae no se conformaba. Él buscaba compañía y se atrevía al cambio. DongHae no se acostumbraba y no se dejaba amedrentar por las miradas frías y los rechazos constantes. DongHae era valiente, no un cobarde como HyukJae.

El rubio entonces miró la hora. Once y cuarenta y nueve. DongHae estaba en su casa, lo sabía. Estaba en su casa solo porque el viaje a Mokpo no había ocurrido y HyukJae se sintió un poco peor, porque sabía que DongHae no había ido tampoco al restaurante a causa de sus palabras en la mañana

En ese momento, HyukJae tomó una decisión.






DongHae casi se cae de espaldas tras abrir la puerta y encontrarse con un HyukJae abrigado hasta las narices, agitado y con las mejillas sonrojadas. De todas las personas en las que pensó podrían estar tocando a su puerta a esa hora, justo ese día, ciertamente no había esperado que fuese HyukJae.

—Buenas noches… —saludó DongHae un tanto ido aún por la sorpresa— ¿Acaso no tendrías que estar en el restaurante? —preguntó confundido.

—Sí, pero me olvidé de desearte feliz navidad y de darte tu regalo —contestó el rubio casi en un aliento y con su frialdad característica.

—Ok~ —dijo DongHae frunciendo el ceño porque eso se ponía cada vez más confuso— Y… ¿dónde está el regalo que supuestamente me darás? —preguntó el castaño levantando una ceja.

HyukJae dio un paso hacia DongHae y tras respirar hondo, soltó:

—Feliz navidad, DongHae…

Y acto seguido anuló el espacio entre ellos entrelazando sus brazos tras el cuello del menor y fundiendo sus labios en un beso tímido pero seguro.

Cuando se separaron, DongHae lo miraba entre extasiado y atónito, hasta que rompió el silencio:

—¿Y mi regalo? —preguntó serio, provocando que a HyukJae se le subieran, más si se podía, los colores al rostro. El rubio pudo ver la picardía en los ojos ajenos y eso no hizo más que irritarlo. ¿Qué acaso nunca crecería?

HyukJae se dio la vuelta, dispuesto a irse cuando un par de brazos lo rodearon por la cintura y sintió como DongHae apoyaba la frente en su espalda.

—Era broma, no te vayas… —dijo en un susurro, aferrándose más a él— A decir verdad, es el regalo más hermoso que pude haber recibido —confesó el castaño con los ojos anegados en lágrimas— Muchas gracias…

HyukJae sonrió; por primera vez en mucho tiempo una sonrisa verdadera, de esas que hacían que se le vieran las encías. Una sonrisa de verdadera felicidad.

—Feliz navidad, DongHae…

—Feliz navidad. HyukJae…
 

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