Pesadilla de una venganza

Pesadilla de una venganza

Primavera de Vivaldi, resonaba por todos los alrededores del gran salón. La decoración era auténticamente victoriana; los trajes y los vestidos eran de igual era. En el lugar se estaba viviendo una gran celebración. Se oían los murmullos, los chimes, las risas falsas, conversaciones vanas, entre otras muchas cosas más, dignas de la hipocresía de la gente en aquella época, que no difiere mucho de la actual.

La joven festejada –ya que era una fiesta exuberante de cumpleaños –se deslizaba entre la muchedumbre de gente que quería saludarle, con un delicado baile de uno. Giraba y giraba, mientras veía el majestuoso techo de su propia casa que se elevaba sobre ella. ¡Cómo le gustaba el candelabro del salón principal en el que se encontraba! Y es que no podía evitar admirar los pequeños cristales que colgaban de él, ni tampoco uno podía dejar pasar por alto los detalles del objeto en oro y platino.

Un joven criado de un importante conde de Inglaterra se hacía presente detrás del mismo en la puerta del salón. El hombre rico fue anunciado con entusiasmo, los padres de la cumpleañera fueron a recibirle con gusto. Estrecharon manos y se alejaron a hablar a un lugar más privado de la mansión. El muchacho vestido de ropas pobres se quedo en la entrada del lugar a espera de su amo.

Mirando cómo la gente iba y venía en aquellos extraños baile de salón que él poco comprendía, lo encontraba realmente entretenido. A decir verdad, él ya había presenciado fiestas de lujo, ya que el conde a cual servía, siempre estaba haciendo una que otra con razones poco explicitas.

En un momento toda su atención fue captada por una joven que daba vueltas en el mismo lugar mirando el techo, ella era realmente hermosa. Sus cabellos lacios y rubios pasaban su cintura, sus ojos eran dolorosamente azules como el mar, y su piel… ¡oh! Su piel era como la leche: blanca, delicada y suave.

Sin ni siquiera pensarlo un minuto más, se acerco a la joven, está le miro confundida una vez que lo tuvo al lado. Observaba las deshilachadas prendas del muchacho, pero eso no le molestaba, no era la típica joven rica latosa y caprichosa que no quería mezclarse con la clase humilde. Al contrario, ella era una joven de corazón puro y sincero, lleno de un brillo especial, de esos que enamoraría a cualquiera, y Junhyung no sería la excepción.

-Mi nombre es Junhyung, soy el criado coreano del conde Flett. –Se presento muy educadamente, como le había enseñado su amo.

-Soy Elizabeth Henderson, la cumpleañera. –Hizo una pequeña reverencia.

El joven quedo paralizado, como si hubieran detenido su tiempo de pronto. El agua salada se comenzaba a reunir en los bordes de sus ojos, aquellas lágrimas parecían no resistir demasiado tiempo allí. Bajo su cabeza con dolor y con labios temblorosos pronuncio:

-Disculpa, yo no quise molestarte.

El joven decidió retirarse, pero cuando estaba por hacerlo, fue detenido por el agarre de una delicada y blanquecina mano en su antebrazo.

-No tienes que retirarte, podemos bailar. –Le propuso la joven con una bella y cautivadora sonrisa.

-No es correcto, usted es una futura condesa, yo solo soy un criado. –Sin saberlo, Junhyung en ese momento había dicho algo muy importante, algo que su corazón no olvidaría jamás, y la vida siempre estaría ahí para recordárselo.

Al final el joven accedió a concederle aquella pieza a la muchacha festejada. Bailaban como si el mundo a su alrededor no existiera. Reían, cantaban, expresaban una felicidad desmesurada. Una que no duraría demasiado, la negra y densa nube ya se estaba instalado en aquella lujosa mansión, cual traería más que angustia para todos los allegados a la familia Henderson…

La pieza llego a su fin, el joven soltó a la muchacha, y la miro a los ojos, en ese mismo instante debió darse cuenta que los azules ojos de ella no reflejaban, lo en sus propios ojos se encontraban.

 

El tiempo pasó. La joven futura condesa y el joven criado formaron una gran amistad, se enviaban al menos cinco cartas a la semana. Se contaban todo lo sucedido en ella; como se sentían, que querían y que deseaban en un futuro cercano.

El amo de Junhyung veía lo que pasaba, tan idiota como creían no era, bueno, relativamente hablando. Por ello trato de advertí al muchacho de lo que pasaría, pero en vano intento hacerle razonar. El joven parecía estar convencido de un futuro junto a la hermosa mucha de clase alta, pero eso no sería así, el conde lo sabía, y con tristeza suspiro viendo al muchacho, la carta que haría ver la realidad al menor… había llegado.

La carta fue dada a manos de Junhyung sin mucha prisa, la tomo un poco extrañado porque el sobre era muy diferentes a los que usualmente utilizaba la muchacha para sus cartas, esté era muy delicado, hecho en un fino de pergamino. La abrió con cuidado, y leyó.

 

“Querido Junhyung:

En el día de ayer me anunciaron que tenía un prometido con el que me casaría en dos meses, el matrimonio fue arreglado por mi padre con el conde Wattson. Al principio me moleste, no quería que decidiera por mí con quien debía pasar el resto de mi vida. Pero al conocer al hombre con quien debía contraer nupcias, todas mis quejas fueron acalladas. El es todo un caballero, es amable, apuesto, alto, de buen gusto, de corazón puro y de gran inteligencia. Mantuve fascinantes conversaciones con él, y al igual que yo, detesta tratar a una persona como inferior, solo por no tener el mismo estatus social que él. Definitivamente me he enamorado. Por favor, asistir a mi fiesta de bodas; ya he enviado una invitación a ella para su amo. Ven a felicitarme, querido amigo.

 

Con cariño, Elizabeth Henderson.”

 

 

El criado quemo la carta junto con sus ilusiones. Algo en él no quería soltar a la muchacha, pero otro, aunque sin saberlo, la había dejado ir apenas le conoció. Dejo caer sus lagrimas por sus sucias mejillas, poco a poco sentía como el extraño sentimiento de tristeza mezclado con ira se apoderaba de su pecho.

Sus manos que tapaban sus ojos se fueron formando en temblorosos puños de rabia y desesperación, los llevo a impactar contra el piso una y otra vez, la sangre de sus nudillos manchaba las mangas de su vieja camisa, pero eso no le importaba, necesitaba sentir un dolor lo suficiente grande para hacerle olvidar el dolor de su roto corazón.

Comenzaba a oír una voz dentro de él que le susurraba como un cruel demonio, le decía que todo ese dio y angustia que sentía, debía desahogarlo en las mismas personas que lo provocaron. Temió de aquella voz, pero a medida que la voz lo endulzaba en bellas palabras de masacre y destrucción, sus ojos negros fueron perdiendo todo brillo que solía encontrarse en ellos. Sin dudarlo un segundo más se levanto, ya que se había encontrado arrodillado junto a la chimenea donde había quemado aquellas dolorosas palabras de la joven Elizabeth, y se encamino a buscar los elementos para ejecutar su preciada venganza.

 

Siete de septiembre de 1795. Al fin había llegado el tan esperado día para todo, la boda de la hermosa y joven, Elizabeth Henderson con su prometido, Dracony Wattson. Todas las familias invitadas al gran festejo ya se estaban llegando al lugar donde se festejo, que era nada menos que en la misma mansión de los Henderson, cual tenía enormes jardines llenos de indescriptibles variedad de flores, arbustos y árboles, el jardín era comparable con el jardín del Edén.

El conde Flett, amo de Junhyung, también se dirigía al lugar en su carruaje con el susodicho. El hombre mayor veía el rostro de tristeza mezclado con odio hacia el mundo en el rostro de su criado, con dolor puso su mano en la espalda de esté. Froto su espalda en círculos, sabía que no serviría de nada con dolor que estaba sufriendo el joven, pero al menos quería hacerle saber que había alguien con él, que no estaba solo en este oscuro planeta.

 

Cuando arribaron al lugar, como siempre, recibieron con gran entusiasmó al conde Flett. Junhyung bajo con la mirada tan solo concentrada en la ventana que recordaba que pertenecía a la habitación de la joven Elizabeth. Sin esperar un minuto más, se encamino hacia aquel cuarto donde seguramente ahora estaría la nombrada arreglándose para su boda.

Y como bien pensó, al llegar hasta la puerta de la recamara, oía a las mujeres alagar la belleza de la joven ya con su vestido de bodas puesto. Golpeo una vez, y una mujer mayor le atendió, le miro con desconfianza y luego al notar que era un criado, le miro con desagrado, pero a él no le importaba, estaba acostumbrado aquella mirada de rechazo por la diferencia de clases sociales.

-¿Quién es, Señora Margaret? –Pregunto la joven dejándose de mirar en el gran espejo de pared en el que lo estaba haciendo.

-Solo un criado. –Respondió agria.

La joven pronto se dio cuenta de quién podría ser, así que se bajo rápido de la pequeña plataforma. Empujo bruscamente a las viejas condesas, que ya se aglomeraban en la puerta para poder ver de quien se trataba.

-Junhyung, has venido. Muchas gracias. –Le sonrió dulce, y le hizo pasar, pidió con poca amabilidad que todas las demás personas presentes se retiraran.

El joven criado estaba anonadado por la belleza de la futura condesa, era indescriptible lo bien que le quedaba aquel corsé decorado con bordados de rosas blancas a su pequeña y bien definida cintura. El peinado que le habían realizado era simplemente deslumbrante, sus rubios cabellos caían en sus hombros de una manera muy sutil, como si estuviesen bailando en ellos.

-¿Me veo bien? –Pregunto notando como el joven le miraba de arriba abajo.

-Te vez más que hermosa. –Respondió con un dolor ahogado en una sonrisa amistosa.

-Gracias… -Volvió a sonreí, y se volvió hacia el espejo de pared. –Espero que a él también le guste.

Se acerco hasta ella hasta que el espejo los reflejos a los dos, él se encontraba a sus espaldas, y pronunciando en silencio un “lo siento” clavo el puñal, que traía desde que subió al carruaje con su amo, en la espalda de la joven. Ella volteo hacia Junhyung con ojos suplicante, pero él tan solo respondió con otro puñalada, pero ahora en su vientre. Y así continuo, puñalada, tras puñalada.

-¿Por qué? –Preguntó, la joven con la boca llena de su propia sangre que venía de su perforado estomago.

-Porque debiste amarme a mí. –Le respondió mirándola sin emoción alguna en el rostro, la joven derramo sus lágrimas, y soltó la vieja y sucia camisa del criado para terminar de desangrarse en el piso.

Entro por pura casualidad –más llevado por un presentimiento –a la habitación donde supuestamente su futura esposa se estaba poniendo el hermoso vestido de novia que su madre había escogido, el horror se dibujo en su cara de la manera que nunca antes en su vida pudo haberse dibujado. Sus ojos se encontraron abiertos a más no poder, su cuerpo temblado más que una hoja seca contra el viento, su respiración era agitada al punto de parecer que se iba descompensar en cualquier momento.

-¿Qué has… hecho? ¿Quién… eres? ¿Por… qué? –Apenas si podía hacer aquellas preguntas al ver a la joven Elizabeth tirada sobre un enorme charco de sangre.

Junhyung le sonrió con malicia, su rostro y tórax estaban manchados con líquido rojo proveniente de su víctima, la joven condesa. Se acerco hasta el joven adulto y le tomo de la camisa, el mismo no presento resistencia ya que no podía con la conmoción que le había causado ver a su prometida yaciendo en el suelo sin vida.

El filoso cuchillo –parecido al bisturí de hoy en día –hizo un fascinante viaje por la garganta del joven Wattson, la sangre salió en chorros de alta presión hacia todos lados a donde pudiera llegar. El cuerpo carente de vida cayó lentamente al piso junto a la muchacha, sus sangres se mezclaron haciéndose una.

El criado los miro con asco, con desagrado pateó los cuerpos, miro la habitación teñida de rojo, rió con morbosa alegría y tomó el mismo cuchillo con el que había tomado aquellas dos jóvenes vidas, y terminó con su propia existencia.

El objeto cortante se encontró atravesando su corazón mientras yacía en el piso junto a los cuerpos como escena final de la trágica historia que se había vivido en el lugar…

 

Abrió sus ojos, la luz le hacía daño a sus por ahora débiles ojos. Se sentó con pesar, tomo con sus manos su cabeza, le dolía demasiado, pensó haber tenido la más horrible pesadilla que alguna vez pudiese tener. Suspiro con alivio y cansancio, movió su mano un poco y sintió algo frio pegajoso en su mano, la miro y se horrorizo al descubrir de qué se trataba.

-Fue real… -Musitó observando los cuerpos inertes junto a él.

-Estas en lo cierto, fue real. –Le susurro una voz al oído, una voz que se le hacía conocida, había sido la misma que lo fue endulzando para cometer aquella atrocidad.

-¿Quién eres? ¿Por qué me haces esto? ¿Por qué tengo que volver a ver esto? –Preguntó hacia la nada.

Agua salda comenzó a salir de sus ojos, se lo refregó y sintió frío, tocó más su cuerpo, y estaba absolutamente helado, miro su pecho y no había sigo de alguna vez haber sido perforado por algún objeto.

¿Entonces por qué siento como si ya no perteneciera al mundo de los vivos?” –Se preguntó en su cabeza.

-No tienes que preocuparte si estás vivo o muerto, solo ven a mí, sígueme, no tengas miedo. –Le volvió a susurrar la voz, sin hacerse mucho problemas cayo dormido en brazos del ser que no se había percatado se encontraba a sus espaldas sonriendo con malicia y satisfacción.

 

 

Sus ojos parpadearon de pronto devolviéndole a la realidad en la que vivía, miro el amanecer con dolor, odiaba recordar como termino convertido en un despreciable demonio, miro la gente desde la colina del bosque en la que se encontraba, y no pudo evitar pensar cuantos demonios vivientes había entre esas personas. 

 

“Como está la humanidad hoy, creo que bastantes.” –Se auto respondió mentalmente.

 

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