Addicted to You

Addicted to You
 
Addicted to You




Es como si fueses una droga,


La manera en que se agarraba de la extensión de metal; como se deslizaban las gotas de sudor por su cuerpo, encontrando cualquier resquicio donde poder descansar; como se movía en ese pequeño escenario captando todas y cada una de las miradas de los presentes, hombres y mujeres; la manía que tenía de lamerse los labios a cada segundo, haciendo que la respiración se le atascara en la garganta a quien observase el acto. Era adictivo. Todo en él lo era.

 
Como si fueses un demonio al cual no puedo enfrentar.



Lo tenía totalmente cautivado. Como si hubiese embrujado sus ojos para que sólo lo observaran a él. Había nublado su juicio por completo convirtiéndose en un ser especial en su vida. Lo había engatusado como nadie nunca antes lo había hecho, y sólo le había tomado un par de minutos. Minutos que se convertían en verdugos de su razón y de su corazón. Era un demonio hecho hombre.

 
Es como si estuviese atascado.



Seguía allí, como tantas otras veces, porque ya no podía escapar. Se sentía atado con cadenas invisibles a ese sillón, el cual se había convertido en su lugar habitual desde hacía ya cuánto… ¿días? ¿meses? Ya no lo sabía puesto que, ¿qué importaba? En los momentos que se encontraba allí, solo existía él.

 
Pareciera que estoy escapando todo el tiempo de ti.


En los momentos que no se encontraba en ese lugar, se esforzaba al máximo por mantenerse concentrado; por mantener sus pensamientos alejados de su voz, de sus piernas, de su todo, porque una vez su mente vagaba hacia su persona, todo lo demás dejaba de tener importancia. 


Y sé que te dejé tener todo el control.


Y lo sabía. Sabía demasiado bien que aquello sólo terminaría destruyéndolo. Sabía que no debía dejar que sus anhelos, su pasión y su deseo siguieran absorbiéndolo, porque más temprano que tarde todo se derrumbaría sobre sí, causándole la muerte, si no de manera física, la muerte de su corazón.

 
Pareciera que la única compañía que busco es la miseria.



Pero no podía evitarlo. Era más fuerte que él. El deseo de verlo sobrepasaba a su voluntad y controlaba sus piernas, que ciegamente lo llevaban cada noche a ese local perdido entre las concurridas calles de Seúl. Sólo para verlo a él… “Sea”.

Esa noche no había sido distinta y había terminado nuevamente en ese local perdido, sentado en ese lugar que se había convertido casi en su segundo hogar. Se había acomodado y una de las meseras se le acercó como era costumbre.

—¿Qué se va a servir? —preguntó de una manera que dejaba ver que no era la primera vez –ni la última– que preguntaría eso aquella noche.

—Un jugo de naranja por favor —y nuevamente tuvo que soportar que lo mirasen como un bicho raro. Entendía que fuese algo poco usual en ese tipo de lugares, pero realmente no le gustaban las bebidas alcohólicas. Se pregunto qué cara pondría si le pidiera una leche de fresa y lo que imaginó le pareció muy gracioso.

—Enseguida.

La camarera se marchó y él se acomodó en su asiento esperando a que fuese su turno, el cual no tardó en llegar. Las luces se apagaron para el cambio de “artista” y luego se encendieron al tiempo que sonaba una música sensual y aparecía él.

 
Es como si fueses una sanguijuela que me absorbe la vida
.


Sus movimientos lo hipnotizaban y no fallaba en caer ante sus encantos. “¿No es hora ya que dejes de venir a verlo?” se preguntaba HyukJae, pero lo cierto era que no era suficiente. Cada noche al retirarse del local se prometía que sería la última vez, que ya no volvería, pero al día siguiente se encontraba nuevamente con los ojos siguiendo cada una de las ondulaciones de su cuerpo; se encontraba nuevamente imaginándose que aquel chico bailaba sólo para él y que lo veía sólo a él.

 
Es como si no pudiera respirar sin tenerte dentro de mí.



Ahí estaba bailando nuevamente con esa sensualidad que lo caracterizaba. Porque todos ahí bailaban bien, pero Sea tenía algo que nadie más tenía. Era como un aura que se liberaba al momento de pisar el escenario, bailaba como si fuese la última vez que pisaba las tablas, como si la vida se le fuera en eso. Tenía “ángel”, lo cual sonaba realmente irónico viendo que se movía como los mil demonios. 


Y sé que te dejé tener todo el control.
Y me doy cuenta de que no voy a dejarte a tiempo.



Su presentación llegaba a su fin y cuanto más se apagaba la música, más lentos se hacían los movimientos, HyukJae sentía más y más ganas de que aquellos minutos duraran por siempre. Pero todo tiene un final y el de aquel espectáculo había llegado cuando todo fue quietud y silencio. Las luces se apagaron pero la excitación seguía ahí, en el interior de los presentes para segundos después ser liberada en forma de aplausos, porque nadie recibía más aplausos que él. 

 
Es como si no pudiese respirar.
Es como si no pudiese ver nada.
Nada más que a ti.
Soy adicto a ti.



HyukJae mismo se sentía con ganas de ovacionarlo de pie, siendo que él mismo era una bailarín profesional, porque lo que provocaba ese chico de cabellos castaños en aquel que posara sus ojos en su persona era de otro mundo. Provocar. Esa era la palabra justa para definirlo. Sea era un provocador de primer nivel; sabía exactamente qué hacer, qué decir, cómo moverse para que el mundo cayera a sus pies. Y lo lograba. Todas las miradas clavadas en él.

 
Es como si no pudiese pensar
sin que estés interrumpiéndome.
En mis pensamientos,
en mis sueños.
Me tienes completamente controlado.
Es como si no fuese yo mismo.
Es como si no fuese yomismo.



Las luces se volvían a encender, pero en el escenario ya no había nada que llamara la atención de HyukJae, quien simplemente se levantó del sillón rojo y, dejando su jugo a medio terminar, se retiró del local, nuevamente con la promesa de no volver en su mente… pero como siempre, no en su corazón. Al llegar a su departamento y cobijado por las sombras del mismo, se sentía más miserable que nunca. Se estaba convirtiendo en una obsesión, placentera y excitante, pero que de a poco se iría robando sus existencia.

 
Es como si estuviese perdido.
Pareciera que poco a poco me doy por vencido.
Es como si me persiguieras cual fantasma.
Déjame en paz.



Al otro día tenía ensayo con su compañía de baile nuevamente, pero su cabeza estaba más que nunca en aquel castaño de ojos color chocolate. Cada paso que marcaba, se lo imaginaba a él realizándolo; cada pregunta que escuchaba, deseaba que fuese en su voz. Se estaba volviendo loco, de manera lenta pero segura. Su imagen perseguía cada uno de sus pensamientos. Se había vuelto insoportable y había tomado una decisión: aquella sería la última noche.


Y sé que estas voces en mi cabeza
son solo mías.
Y sé que nunca voy a cambiar mis hábitos
si no te dejo ir.



Nuevamente en aquel lugar, en el mismo sillón y bebiendo lo mismo. Esperando por lo mismo mientras a su alrededor veía las mismas caras de siempre. Pero su determinación no era la misma; ya lo había decidido, debía seguir adelante antes de que terminase por perder la poca cordura que aún le quedaba. El telón se abrió y emergió ese ser que tenía casi todo de él; su mente, sus pensamientos, su razón y su corazón.

 
Es como si no pudiese respirar.
Es como si no pudiese ver nada.
Nada más que a ti.
Soy adicto a ti.


Pasados sus minutos de gloria, la negrura lo embargó todo como de costumbre para pronto ser reemplazada por luz, que no era tan brillante sin él parado bajo el reflector, pero era su último día, y se quedaría un rato más. Aunque el castaño ya no estuviese allí, aunque ya no hubiese nada que lo cautivara. Sólo por ese día, se quedaría un rato más. 

 
Es como si no pudiese pensar
sin que estés interrumpiéndome.
En mis pensamientos,
en mis sueños.



Seguía en su rincón, en aquel privado desde donde daba rienda suelta a su imaginación con los ojos puestos en el bailarín. Constaba de un sillón rojo de cuero empotrado en la pared y una mesa. No miraba a nada en particular, pero pensaba en todo: en cómo volver a rehacer su vida, cómo volver a la normalidad, cómo evitar la recaída, cómo lograr sacárselo de la cabeza. Se le hacía raro imaginarse volviendo a su casa luego de un arduo día de ensayos, cuando generalmente se dirigía directo a aquel local perdido. Lo había decidido, sí, pero… ¿podría hacerlo? ¿Podría de verdad evitar la tentación?

Repentinamente escuchó que se cerraba la cortina del privado en el que se encontraba, separándolo del resto, llevándolo automáticamente a un lugar aislado junto con aquella persona que había osado perturbar su último día.

 
Me tienes completamente controlado.
Es como si no fuese yo mismo.
Es como si no fuese yo mismo.



Ahí estaba ese cabello castaño, esos ojos color chocolate, y ese cuerpo que invitaba a pecar en todas las maneras posibles, porque a HyukJae no le gustaban los hombres: le gustaba ese hombre. Todo de él y aún no creía que lo tuviese frente a él, tan cerca, mirándolo…

—Parece que es tu día de suerte… —dijo con tono seductor— Felicitaciones, es tu visita número cien, y como premio, éste local ofrece un baile privado.

Pero HyukJae estaba tan azorado que no podía siquiera cerrar la boca; aún no lo creía… ¿Era cierto? ¿Tan afortunado era? El chico, al no obtener respuesta alguna del pelirrojo, prosiguió:

— Me han enviado a mí, aunque si prefieres una chica puedo llamar…

—¡NO! —exclamó HyukJae, y al ver la cara de sorpresa del otro ante tan efusiva reacción, sintió cómo se le subían los colores al rostro— Quie-quiero decir… que no me molesta que s-seas tú…

El castaño, al ver el nerviosismo del pelirrojo, sonrió con picardía.

—En ese caso… —susurró, y con destreza saltó por sobre la mesa, quedando de rodillas sobre la misma al tiempo que se inclinaba hacia HyukJae apoyando las manos a ambos lados de su pelirroja cabeza, sobre la pared— encantado de conocerte.

Habiendo dicho esto, se separó del aún estático HyukJae y comenzó a moverse al ritmo que imponía la música que el pelirrojo aún no sabía de dónde salía pero que no le podía importar menos. Lo tenía enfrente; lo tenía sólo para él. 


Me tienes enviciado,
necesito una dosis de ti.
No puedo soportarlo



Sea se movía frenético, a ojos cerrados, siguiendo el compas de la música, perdido totalmente en el frenesí del baile. Su torso desnudo estaba perlado por el sudor y los pantalones de cuero que llevaba se cernían de manera indecente a su cuerpo, marcando cada parte del mismo.

HyukJae también se sentía presa del momento, pero se mantenía quieto en su lugar y simplemente observaba ruborizado. Sentía que el calor aumentaba de manera vertiginosa en ese pequeño cuarto y dentro de él mismo. 

El castaño parecía perdido en su mundo; elevó ambas manos sólo para comenzar a bajarlos lentamente por su propio cuerpo; primero su rostro, luego su cuello, su pecho y sus abdominales hasta llegar a la entrepierna, lugar donde ambas manos permanecieron unos momentos eternos, para terminar separándose, siguiendo la extensión de los muslos ante la mirada abrazadora de HyukJae, quien no se había perdido ni un segundo de aquel espectáculo.

El pelirrojo levantó la vista y tragó duro al encontrarse con la profunda mirada chocolate del castaño. Y de nuevo esa sonrisa pícara, de esas que parecen inocentes pero que en el fondo sólo presagiaban perdición. Para terminar de confirmarlo, el de ojos chocolate gateó por sobre el poco espacio que le quedaba en la mesa hacia HyukJae, volvió a apoyar sus manos a los costados de la pelirroja cabeza y con estas se ayudó a descender de la mesa para quedar nuevamente de rodillas, sobre el acolchado sillón de cuero rojo… sentado arriba de HyukJae.

 
Sólo una más.
Juro que puedo manejarlo.
Lo controlaré, lo dejaré



Lo miraba a los ojos y se encontraba demasiado cerca, a pesar de que el más alto se había alejado un poco como acto reflejo. Demasiado cerca. Tan cerca que HyukJae podía sentir el aroma de su piel impregnándose en él. Tan cerca que podía respirar el mismo aire que el castaño exhalaba. Tan cerca que hasta podría besarlo si alargaba un poco el cuello… y ganas no le faltaban con la manera en que el castaño se lamía los labios cada dos segundos.

Y comenzó a moverse nuevamente, restregando su cuerpo contra el del pelirrojo quien ya se encontraba al borde del éxtasis. HyukJae tenía los ojos entrecerrados y sus manos habían viajado inconscientemente a las caderas del castaño. La respiración se le había agitado y eso que no era él quien estaba bailando, pero el simple hecho de observar al otro lo había excitado, sin contar que su parte baja había despertado a causa de tanto roce… y el castaño lo había notado. HyukJae lo sabía porque la sonrisa pícara no había dejado su rostro desde que se le había subido encima. Muy por el contrario; se ensanchaba a cada segundo, con cada roce entre sus cuerpos.

 
Sólo una vez más
Y luego ya está
Sólo un poco más que me ayude a atravesar esto



El castaño había dejado de apoyarse en la pared para pasar a desabrochar poco a poco la camisa blanca del más alto para luego deslizar sus manos por el bien formado pecho y bajar por los abdominales hasta llegar a la pretina de los bóxers blancos que se asomaban fuera del pantalón, ganándose un jadeo de parte del pelirrojo.

 
Me tienes enviciado,
necesito una dosis de ti.
No puedo soportarlo



HyukJae no se quedó atrás e interpretó aquello como una invitación que no dejó pasar. Sus manos se deslizaban desde las caderas del castaño por toda la extensión de su espalda para terminar posicionándose sobre aquel trasero envuelto en cuero, presionándolo de manera de acercar más sus cuerpos mientras Sea seguía entretenido en su pecho.

El castaño soltó una risita ahogada.

—Y yo que te creía inocente… —susurró el castaño cerca del oído de HyukJae.

—Y yo que te creía un cualquiera… —replicó el pelirrojo.


Sólo una más.
Juro que puedo manejarlo.
Lo controlaré, lo dejaré



Porque lo había pensado: “si está en este lugar, debe ser un cualquiera”, pero pasada la sorpresa inicial, HyukJae recordó que ese local no ofrecía tal servicio de la centésima visita y había visto más allá. Más allá del baile erótico y provocativo; más allá de las sonrisas pícaras. Había escuchado el rastro de inseguridad en su voz al hablarle la primera vez; había sentido el ligero temblor de sus manos al desabrocharle la camisa; había visto el rubor colorearle las mejillas ante tanto roce…

Si había algún inocente en todo ese antro, debía ser ese chico de cabellos castaños e irises chocolate.

Ante aquella respuesta, el más bajo lo miró con una expresión que no pudo descifrar, pero con las mejillas aún más encendidas. Luego cerró los ojos y prosiguió con su baile... y con las caricias, porque ya a esas alturas ¿quién podría detenerse?

 
Sólo una vez más
Y luego ya está
Sólo un poco más que me ayude a atravesar esto



Siguieron con el vaivén, con las miradas, con el calor y la excitación, pero la música llegaba a su fin, como todo, a pesar de la reticencia de los cuerpos y de los corazones.

La sensual melodía llegaba a sus últimos acordes y el castaño se acercó nuevamente a la oreja del pelirrojo, rozando su nariz por la sonrojada mejilla, y susurró:

— Lee Donghae…

 
Es como si no pudiese respirar.
Es como si no pudiese ver nada.
Nada más que a ti.
Soy adicto a ti.



HyukJae lo miró confundido, pero al final comprendió. Su nombre; su verdadero nombre y era más hermoso de lo que pudo haber imaginado.

La nariz del castaño le volvió a rozar la mejilla en su camino a la separación, cosa que HyukJae no permitió.

Sus manos se enredaron en los castaños cabellos, evitando que se alejara y atrayéndolo hacia sí, devorando los labios que hacía tanto tiempo había deseado probar, esos que lo tentaban a quedarse prendado de ellos por siempre, y se sintió en el cielo al sentir que no era el único desesperado por aquel contacto; Donghae también había rodeado su cuello con los brazos en un amarre posesivo. Se separaron sólo cuando sus pulmones ardieron en deseo de oxígeno.

—Lee HyukJae.

—Encantado nuevamente —dijo Donghae con una sonrisa preciosa adornándole el rostro a la vez que se bajada de encima de Hyukjae, ante la mirada fija de éste último.

 
Es como si no pudiese pensar
sin que estés interrumpiéndome.
En mis pensamientos,
en mis sueños.



—¿A dónde vas? —preguntó casi desesperado. La música había dejado de sonar.

—He terminado mi trabajo, así que me voy a casa —dijo acercándose a la cortina y abriéndola, dejando que el mundo real entrara a su pequeño pedazo de cielo.

—Oh…

¿Qué más podía decir? No era como si se conociesen de hace años y el castaño tenía razón, sólo era su trabajo. Sólo sabía de “Sea”, pero no conocía nada de “Donghae”; era un completo extraño.

—Aunque en casa de Donghae también hay premios especiales a la centésima visita… 


Me tienes completamente controlado.
Es como si no fuese yo mismo.



HyukJae sonrió. Se había perdido...

Lo había intentado, de verdad que había intentado alejarse, pero había sido más fuerte que él. Había visto nuevos aspectos de esa persona, cada uno ahogándolo más. Donghae lo había sentenciado a una vida de adicción.

Por eso, de ahí en más, HyukJae se prometió que no caería solo. Arrastraría a Donghae con él hacia donde fuese; cielo o infierno, era irrelevante. 

Lo único importante era estar por siempre entre el posesivo y ardiente agarre de sus brazos.

 
Es como si no fuese yo mismo
 
Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
No comments yet