02.

Love Without Words
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La pequeña Mina se encontraba sentada en la sala de su casa jugando con sus carritos mientras que su hermana se había ido a visitar a su tía como cada fin de semana. Escuchó la puerta abrirse y vio a su padre entrar, el hombre venía enojado y claramente ebrio, sin embargo, Mina no lo sabía. Su madre se acercó y la cargó.

—Mi amor, vamos a jugar a las escondidas, ¿si? —Mina asintió con una gran sonrisa, le gustaba jugar con su mamá—. Bien, ve a esconderte y yo cuento —Escuchó a su padre gritar y tirar unas cosas.

—¿Papi también? —Señaló al hombre que se acercaba y su madre asintió.

Mina corrió a esconderse, su primera opción fue su habitación pero prefería darle una sorpresa a su mamá así que fue al cuarto de sus padres y se escondió en el armario, se sentó y esperó a ser encontrada.

No pasó mucho cuando escuchó la puerta de la habitación abrirse, entonces sonrió y se emocionó. Sin embargo, escuchó nuevamente gritos por parte de sus padres, ella no entendía por qué se gritaban tanto. Abrió un poco la puerta del armario y en ese instante vio como su padre golpeaba a su madre, escuchó el llanto de su madre y se asustó. Quiso cerrar la puerta pero también quería correr hasta su mamá.

Vio como el hombre sacaba una navaja, sus lágrimas empezaron a brotar, tenía miedo, mucho miedo, ese no era su papá, era un monstruo. El hombre apuñaló a su madre y esta cayó al piso, fue ahí cuando vio los ojos de su mamá, aquellos ojos que siempre la reconfortaban cuando lloraba, ahora se cerraban lentamente. El hombre no le bastó y siguió hiriendo a su mamá, Mina quería gritar pero la voz no salía, quería decirle a su papá que parara, que no lastimara a su mamá.

Cerró sus ojos fuerte, quería pensar que todo era un sueño y que cuando abriera los ojos, nada hubiese pasado. Pasaron unos minutos y el silencio invadió la habitación, Mina seguía con sus ojos cerrados y sollozando. Abrió sus ojos y se encontró con sus padres en el suelo y llenos de sangre, volvió a cerrar sus ojitos y se fue al fondo del armario, abrazó sus piernitas y lloró, lloró como nunca. Escuchó que decían su nombre pero no quería abrir sus ojos, tenía miedo, sin embargo esa voz era insistente.


—¡Mina, Mina! —Llamaba preocupada Nayeon—. Despierta, por favor —Sacudía el cuerpo de la japonesa hasta que esta abrió sus ojos llenos de lágrimas y se alejó de Nayeon tan rápido que cayó de la cama.

Desde el piso miraba a la pelinegra con miedo, de inmediato se fue a una esquina de la habitación, ese recuerdo vuelto pesadilla la seguía, ya no sabía qué hacer. Se soltó a llorar mientras abrazaba sus piernas, Nayeon se acercó lentamente, Mina temblaba.

—Tranquila, aquí estoy —Trató de acercarse pero Mina la rechazó. En ese momento la puerta se abrió, Momo había llegado.

—¿Qué pasó? —Preguntó preocupada y se acercó a su hermana para abrazarla, Mina rápido la abrazó—. Ya, ya, todo está bien —Repetía la japonesa mayor.

—Creo que tuvo una pesadilla, estaba llorando muy feo y yo no sabía qué hacer, así que la desperté —Narraba Nayeon muy nerviosa.

Las dos mayores se habían llevado un gran susto.

Los días pasaron y Mina nuevamente se había cerrado ante Nayeon, ya no veía televisión con ella, ya no comían juntas y eso en parte le dolía a la coreana.

Un día, Nayeon se encontraba en la sala llorando, ¿la razón? Su trabajo era demasiado y el jefe que tenía era un desgraciado. Mina al escuchar los sollozos, salió de su habitación encontrándose con la mayor. Se sentó a su lado y Nayeon al notar la presencia de la menor, limpió sus lágrimas.

—Mina, hola —Sorbió por la nariz y trató de sonreír—. Perdona, no te vi venir.

Mina miró a Nayeon un momento y trató de leerla pero la mayor retiró su mirada avergonzada, la japonesa siempre lograba ponerla nerviosa. Cuando se iba a levantar, sintió por primera vez el tacto de la menor, aquella había tomado su mano.

—N...N-No —Balbuceó Mina y la coreana se sorprendió, según Momo desde pequeña no hablaba pero ahora había dicho una palabra.

—¿No? —Preguntó Nayeon y la japonesa negó—. ¿No quieres que me vaya? —Volvió a negar Mina—. Está bien —Se acomodó nuevamente en el sofá mientras sentía cómo Mina apretaba su mano, sonrió.

Se formó un silencio cómodo pero Nayeon quería desahogarse con alguien.

—¿Te puedo contar algo? —Mina asintió y le prestó atención—. Hace un rato... lloraba porque mi jefe me ha pedido algo indebido y si no aceptaba, me echaría. No sé qué hacer, ese trabajo es lo único que tengo y si lo dejo, me tendré que ir de aquí.

—N...No —Volvió hablar Mina y Nayeon la miró—. Q...Q-Qué..date —La mayor sonrió y recargó su frente en el hombro de la menor. Mina apretó nuevamente la mano de la pelinegra.

—Ay Mina, es lo

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