El príncipe perdido || Chansoo

Description

El reino de Seúl era uno de los mejores que existían. Sin carencias ni problemas por más de un decalustro, era considerado por los demás reinos como uno "Predilecto por los Dioses". 

Pero aquello no hizo más que provocar envidia y celos en los otros reinos y sus ciudadanos. Y lamentablemente, el rey Kim se dio cuenta muy tarde de la maldad que rodeaba a su nación. 

❝Hasta las personas con las mejores intenciones pueden herirte.❞

Foreword

Seúl es el reino principal de Corea, el gigante en el que se concentra todo lo mejor que el país puede ofrecer, o al menos eso es lo que muchos dicen.

El deber de cuidar de este poderoso reino pasó de generación en generación de la familia Kim, y su actual gobernante es el conocido y querido rey Kim Junmyeon, quien logró ascender al trono a sus diecisiete años debido a que es el único sobreviviente de la horrible tragedia que ocurrió hace menos de una década, en el cual el reino perdió a un rey, una reina y a dos posibles herederos; entre ellos, el siguiente al trono por ley, el príncipe Kim Jongdae, primero en la línea y el mayor de los tres hermanos.

El reino lloró y se lamentó la terrible pérdida de la gran familia real, pero un rayo de esperanza alumbró cuando un par de días después, el segundo de los hermanos salió de entre el espeso bosque que rodeaba el castillo; estaba sucio y muy débil, casi inconsciente, pero aún luchaba para mantenerse de pie

Cayó rendido al momento de pisar la entrada del pueblo, y fue auxiliado por los pobladores gracias a que un pequeño alertó su presencia porque creyó que era algún herido de guerra o un prisionero fugitivo.

Sanaron las pocas heridas que tenía y velaron por él hasta que despertó tres días después de llegar - los pobladores querían preservar la ideología buena y caritativa de sus reyes - ninguno de ellos lo reconoció como miembro real debido a que en su reino se tenía la costumbre de sólo revelar la identidad del siguiente al trono, razón por la que todos conocían la identidad del príncipe Jongdae, pero no la de los otros miembros de la realeza, porque podrían poner en riesgo su seguridad y por ende, la seguridad del pueblo.

La verdad salió a la luz una semana después de que Junmyeon despertara, ya que esperó a recuperarse completamente, además de aprovechar el ver las actuales condiciones de su reino. Así fue como descubrió el gran amor y devoción que todos tenían hacia su familia completa, por más que no conocieran la identidad de los otros dos príncipes, además del temor que sentían acerca de que un nuevo soberano se proclamara rey de aquellas tierras - siendo el reino Min el menos querido debido a las rumores que había acerca de los violentos ciudadanos formados por el horrible trato del actual monarca - y por fin al interactuar por primera vez con los miembros de su pueblo, fue como Junmyeon reveló su identidad.

Fue a la plaza ubicada en el centro de la ciudad e inició su discurso, explicándoles a los ciudadanos lo ocurrido minutos antes del trágico accidente, así como la razón de no haber dicho algo hasta ese entonces; muchos estaban escépticos, y otros cuantos dudaban de la veracidad de sus palabras, pero aún no podían creerle completamente, creían que podría ser un caballero en busca de fortuna, o un príncipe desterrado de otro reino - la clasificación de mendigo o indigente no podría ir con él porque sus modales, postura y léxico eran de alguien de clase noble - pero cualquier duda se disipó cuando Junmyeon descubrió la parte alta de su espalda, revelando la marca real.

Una marca en forma de corona iniciaba a pocos centímetros debajo del cuello, centrada con la columna vertebral, su tamaño no es tan grande, pero posee ramificaciones que alcanzan a marcar los costados de su espalda. Es de un color plateado claro y suave, casi imperceptible debido a la clara piel del joven.

Con aquella marca, todos borraron sus dudas; y el mismo niño que lo había salvado fue el primero en inclinarse con respeto - sorprendiendo un poco al príncipe, ya que se encontraba en la primera fila, viendo el espectáculo que ofreció - los demás pobladores lo siguieron, y en un momento todos se encontraban proclamando el nombre de su futuro rey, alegres de que alguien de la familia real siguiera con vida

Junmyeon se encontraba feliz de poder ver a su pueblo tan entusiasmado, pero su felicidad no duró por mucho tiempo. Dos años después de la tragedia, el ahora rey de Seúl fue obligado a casarse con una princesa del reino del Sur para así asegurar el futuro de la nación. Junmyeon primero se negó cuando su consejo le sugirió aquella idea; él quería seguir concentrado completamente en su pueblo, como lo haría su difunto padre, pero tuvo que aceptar cuando la presión aumentó y ahora también su propio pueblo le exigía un heredero.

Así fue como, a la edad de diecinueve años, Junmyeon se convirtió en padre. El reino festejó el embarazado de la reina - quien era aceptada por la mitad del reino y odiada por el otro, debido a la actitud altanera que presumía cada vez que salía del palacio - esto sólo cuando el rey prácticamente la obligaba -. Así empezaron los preparativos para cuando el príncipe naciera.

La manera de celebrar la ceremonia real era única en aquel lugar, que a diferencia de los otros reinos, era organizada con gran antelación debido a que su duración era de tres días. En aquellos tres días, se preparaba al príncipe para recibir la marca real, la cual representaba su cargo en la familia y el pueblo. Aquella ceremonia solía ser secreta, pero como aquel futuro príncipe era el primero y único en la línea real, el rey - a sugerencia de todo el consejo - decidió hacer su ceremonia pública, para que los lazos creados con su pueblo sean fuertes.

Y así pasaron con rapidez cinco meses; veinte semanas en las que el pueblo no notó los problemas dentro del castillo, y por el contrario, creían que todo estaría mejor. Por su parte, Junmyeon, al verse prácticamente obligado a cometer aquellos actos, se encontraba estresado, y poseía un pequeño rencor hacia su consejo, y hasta con su esposa - pero debía admitir que el pequeño dentro de ella le daba esperanzas, por lo que decidió que la marca de su hijo sería igual a la de su hermano mayor, por más que sea trabajosa de realizar debido a los detalles que poseía - con aquellos sentimientos encontrados, decidió hacer algo que sorprendió a su consejo completamente: trajo un nuevo miembro.

La primera cosa que su consejo hizo fue negarse al cambio, pero tuvieron que aceptar al nuevo intruso debido a las fuertes palabras del rey. Aún así, la Corte poseía dudas y era escéptica a la historia de cómo Junmyeon conoció al nuevo miembro: Lay. Sin embargo, conforme el tiempo pasaba, el nuevo miembro se ganó no sólo la confianza de los otros, sino también el apodo de «la mano derecha del rey», esto porque ambos pasaban mucho tiempo juntos, ya sea en viajes a otros reinos o en un simple paseo por los jardines del palacio.

Todos querían a Lay, y por esa misma razón, la princesa se enojó; ¿Cómo podían aclamar a alguien que no sea ella? ¡Era ella quien sacrificaba su vida por darle un engendro al pueblucho ese!.

Pero aquellos pensamientos sólo provocaron el rechazo de muchos y hasta su odio, el cual trataban de ocultar sólo por el hecho de que era ella quien llevaba a su heredero, al nuevo príncipe.

Dieciséis semanas más transcurrieron y era hora del parto, la reina recibió los mejores cuidados, y logró traer al mundo a un hermoso bebé, el cual fue dado a la madre mientras los demás se encargaban de limpiar el aposento real. El rey se lamentó el hecho de no poder ir a ver el nacimiento de su hijo por culpa de la importante reunión que tenía junto al rey Min, y agradeció que Lay lo haga en su cambio.

Pero debía admitir que, cuando la alerta sonó, se preocupó más por aquel joven que siempre lo acompañaba y por su hijo, que por su propia esposa - algo que provocó que se sintiera culpable -. La alerta sonó casi treinta minutos después del parto, cuando se suponía que su hijo ya estaría recibiendo la marca real, ¿Acaso sería una falsa alarma? ¿Algo le había ocurrido a su pequeño? ¿Por qué Lay no volvía?

Eso fue lo que lo impulsó a salir de aquella gran sala con dirección al aposento real del cual su esposa se había adueñado - debido a que en todo ese tiempo se había negado a compartir otra vez cama con el rey - y se asustó por lo que vio.

Lay se encontraba inconsciente, con un poco de sangre cayendo de su frente, mientras su esposa se encontraba histérica, gritando incoherencias mientras amenazaba a todo aquel que la miraba.

Los guardias no tardaron en aparecer e inmovilizar a la reina a pedido de su rey, el cual se arrodilló frente a su consejero e intentó despertarlo, pero no funcionó. Enojado, mandó que llevarán a aquella mujer a una celda, y que llamaran al médico real.

Los minutos pasaron, y cuando Lay recobró la consciencia, contó la terrible historia que sucedió con aquella mujer. El rey se quedó asombrado y horrorizado por lo que escuchó, pero creyó cada palabra, no fue difícil, debido a la actitud presumida que poseía aquella mujer con todo su reino. Tampoco le asombraba el hecho de que su propio hijo reciba ese mismo odio, pero si lo decepcionó y entristeció.

Tan pronto como Lay se recuperó, el rey mandó a matar a aquella mujer, acusandola de haber asesinado a su propio hijo, al príncipe, sólo minutos después de que naciera y haberse deshecho del cuerpo con ayuda de uno de los centinelas, quien también lo golpeó (a Lay) cuando intentó detenerlo.

Junmyeon se encontraba devastado, no sólo había perdido a su familia, sino también a su hijo. E igual que el rey, el pueblo lloró su pérdida, pero se alivio un poco cuando vieron como la antigua reina era castigada por su pecado.

Pero de entre todos los rostros de horror y decepción, una sonrisa de victoria resaltaba

Días después del triste suceso, una luz volvió a alumbrar aquel lúgubre reino, alegrando también al soberano. Pero al igual de rápido que apareció, se esfumó.

Así transcurrieron algunos años, en los que el poder recayó no sólo en el rey, ahora también en su consejero real.

»Nadie imaginaría que dentro de dieciocho años, aquella luz de esperanza brillaría con más intensidad, y está vez no desaparecía con tanta facilidad «

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