"Abandona la zona de confort"

La Infinita Soledad

Se despertó y el día se sentía roto.


Con ojos hinchados miró la ventana de su dormitorio y en ella se veían las siluetas de las macetas en donde las resecas plantas se escurrían frente a los rayos de sol, se estiró soltando un gruñido y tomó como nota mental el regarlas.

El reloj junto al frasco de pastillas marcaba las ocho de la mañana y la hora plantaba en ella la idea de tener tiempo de sobra para iniciar un día productivo.
Metió la mano bajo la almohada y sacó su celular con la intención de revisar las noticias del día en las redes sociales. Revisó primeramente y contrario a lo que se había dicho hacer, el listado de notificaciones, y como era de esperarse, solo se leían las del clima, algunas actualizaciones y promociones.


Chasqueó la lengua.


En las redes sociales había publicaciones de gente con la que tenía mínimo o nulo contacto y en las noticias se anunciaban crisis, desconexiones y retrocesos sociales. Mientras sus ojos iban de abajo hacia arriba consumiendo lo que la brillante pantalla de su celular le ofrecía, las manecillas del reloj junto a su cama habían avanzado y apuntaban ahora el número diez. La alarma de su estómago hizo un ruido y dejó el celular de lado para confirmar que ya había dejado pasar una parte de la mañana, rodó en su cama y a pesar de haber recordado el compromiso con sus silvestres compañeras no encontró razones para levantarse, incluso si era imposible que la alarma de su estómago dejara de sonar.


Se planteó; una vez que se levantara, si es que sucedía en un momento próximo, no tendría nada que comer. Pensó entonces que era una tonta por no haber aprovechado la energía del día anterior y pasar por la tienda una vez más para agendar la comida del día.
Pensó también que tal vez no querer comenzar el día y realizar los quehaceres del hogar -que mucha falta hacía- antes de consumir alimento, era solo un pretexto para no abandonar la cama; así que con la espalda pegada el colchón miró un buen rato el techo y suspiró. Tal vez el día no sería tan diferente a como empezó el día anterior, y el anterior al día de ayer, y el previo al anterior al día de ayer, y en ese tren de pensamientos se dio cuenta que no podía recordar desde cuando vivía su vida de aquel modo, desde cuando había perdido la motivación y el sentido común por cuidar de sí misma.


Miró nuevamente las macetas en el marco de su ventana esperando que le pidieran que se levantara y les diera de beber, ¿pero cómo podría cuidar de algo más si ni siquiera podía cuidarse a ella misma? Se le sumió el pecho ante este pensamiento y el reloj marcaba ahora las once de la mañana.
Tal vez se había mentido de nueva cuenta y el día de hoy sería como los demás.


Tomó su celular una vez más pero en las redes sociales no había muchos cambios y tras deslizar con rapidez entre publicaciones, harta del aparato, lo tiró al otro extremo de la cama donde le sería inalcanzable y por ende, inútil.
¿Qué había sido diferente el día de ayer que la había hecho levantarse y salir de la cama? ¿Qué había sucedido? No lo recordaba. Por más que frunciera el entrecejo, no lo recordaba.


Pensó que habría sido un impulso de supervivencia entonces el que la hizo que saliera en busca de comida, pero no creyó la idea en que en ella hubiera cierto instinto.
Si el motivo ayer había sido la comida, hoy, en ese mismo minuto, ya no lo era más.


La ansiedad por el vacío en sus manos sudorosas y el gruñir de su estómago la desesperaban y mirar la luz del sol que se colaba a través de la ventaba era una burla ante su frustración y decepción al ver sus secas plantas.
El sol que producía calor y que hacía que sus verdes compañeras se escurrieran ante él le recordaba el calor del día anterior cuando estaba a punto de sucumbir ante el mar de sudor en su frente. Recordó también la frescura dentro de la tienda de conveniencia y un resoplido burlón se le escapó al pensar en la rara combinación de sabores que había escogido para almorzar, recordó los frondosos árboles en donde descansó de su caminata y su mente brincó estrepitosamente a la tarea de detallar las facciones de aquella mujer del incidente.


Recordó el brillo de su piel y la aparente suavidad de su cabello, la recordó hincada frente a ella mientras se disculpaba y le tomaba la mano y de pronto sintió en su estómago algo más que un gruñir de hambruna. Su voz era suave a pesar de la mortificación de su descuido y ver su silueta contonearse al atardecer en el parque fue lo único que valía la pena que sus ojos capturaran.
“Vaya, que vergüenza” pensó mientras se cubría el rostro con las manos al recordar su aspecto ante aquella sublime mujer y sin siquiera pensarlo, sin ser consciente de sus acciones, en un instante las desnudas plantas de sus pies la sostenían a un lado de la cama.


Encorvada, con un hombro más arriba que el otro y con un dolor de espalda baja soportable se estiró para que se le acomodaran las extremidades. No soportó la idea de que la espléndida mirada de la mujer se posara en aquella poco agradable presentación de su ser y corrió al baño para arreglarse como si estuviera a punto de encontrarse con ella.


“Oh, no. ¡Vaya, qué vergüenza!” resopló al verse en el espejo y contuvo las ganas de golpearse. El cabello ya no era cabello, era una maraña de lo que solía ser. Tenía la cara y los ojos hinchados y la piel se le notaba grasosa y un tanto enrojecida. Estuvo a punto de desvestirse y girar la llave de la regadera cuando su implacable estómago gruñó de nuevo y la cordura la detuvo con su impulso. Planeó entonces el orden en el que se harían las cosas esa mañana.


1.    Tomaría el desayuno.
2.    Haría el aseo.
3.    Se arreglaría para salir.


Abrió con fuerza la puerta del refrigerador y casi se le quedó prendida en la mano, lazó una ojeada a los tres objetos que se encontraban dentro desde quien sabe cuándo y supuso que la manzana de aspecto blando al fondo sería la que menos daño podría causarle. Esa tarde haría la despensa.


Se preparó una taza de café también aunque le hubiese gustado degustar algo más rico y tal vez, de paso, más nutritivo. Recordó que antes de que todo esto comenzara le gustaba sorprenderse escogiendo nuevos ingredientes para mezclarlos en la cocina; con suerte, tal vez cocinar sería un gusto que pronto regresaría.

Tomó una de las dos sillas de su pequeño comedor para evitar la cama y devoró el improvisado desayuno.


El tragaluz de su minimalista cocina le mostraba su estado impecable por falta de uso y tras servirse un vaso con agua para bajar lo amargo del café y lo dulce de la oxidada manzana no se olvidó de llevar consigo la regadera para sus plantas.
Se acercó a ellas con cautela y con un tanto de tristeza, tomó unas tijeras y procedió por cortar las hojas y ramas secas que parecían haber muerto del todo y las roció con suficiente agua, inundó tanto las macetas que el agua podía verse rebozar la tierra y esperó por lo mejor para ellas.


Procedería entonces a ordenar su cuarto, regresando las cosas a su lugar original, limpiando el polvo, el piso, acomodando sus zapatos y ropa. Sobre todo la ropa, poner la ropa sucia en su cesto y llevarlo al cuarto de lavado. Pero no sin antes conectar su celular a los altavoces en su habitación que llevaba tiempo sin usar. La elección de la ya conocida lista de reproducción sonaba más interesante aquel día, había encontrado en las canciones nuevos instrumentos que al parecer se habían escondido hasta aquella mañana y al sentir que las escuchaba como si fuera la primera vez, comenzó a acompañarlas con la letra de algunas.


Para cuando terminó con su habitación parecía más grande y se le hacía más fácil respirar, tenía una nueva aura y sobre todo, se encontraba por fin limpia y en orden.

Miró el reloj y la tarde ya la había alcanzado pero poco importaba pues era hora de cumplir el último punto en la lista.


Sería mentira si negara que durante la ducha tuvo que lavar su cabello dos veces pues el shampoo parecía no hacer espuma y que al pasar el jabón y las esencias por su cuerpo sentía que se quitaba la piel de la antigua persona que le había robado el gusto por la vida. Lavó y humectó su cara y de repente parecía tener un brillo natural y deseó que el agua en sus plantas llegara a tener el mismo efecto. Escogió su ropa con un cuerpo fresco que no se intimidaba por el enternecido sol que se colaba por la ventana y al poner su celular en su bolsillo tomó las llaves para cerrar la puerta de su departamento y partir rumbo en busca de alimento.


Ya en la calle, todo le parecía nuevo. No temía leer los anuncios publicitarios, ni mirar las fachadas de las construcciones o dedicarle unos segundos a los rostros de los extraños. Incluso su mirada se detuvo de más en su reflejo en una pared de cristal y le pareció que hasta ella misma parecía ser nueva.
A cada paso que daba un nuevo platillo le venía en mente. Se le antojaban sabores dulces, sabores salados, algo picante, algo crujiente, duro o fibroso, seco o líquido. Recordó el menú del día anterior y rio por dentro ante su desespero por ingesta de alimentos que igualmente se asimilaba al de hoy y el reflejo entonces en la pared de cristal se transformó en un oso que buscaba con desespero alimento tras sus días de hibernación.
Un par de pasos más tras seguir la misma ruta del día anterior y su vista quedó cautivada sintiendo un flechazo en el corazón. Un establecimiento de una famosa cadena de comida rápida ofrecía un apetitoso menú que le estimulaba las entrañas. Entró sin pensarlo dos veces y ordenó su comida de la misma forma. 

Contario al día anterior, no comería en interiores pues a escasos metros estaba aquel parque atiburnado de gente.


Los mismos árboles frondosos sacudían sus hojas con emoción para darle la bienvenida, el ruido de la gente la ensordecía y le agradaba sentirse mezclada en sus pláticas. Sin embargo, aún se sentía recelosa de su espacio personal y nuevamente se alejó hacia una de las esquinas del lugar para evitar pelotazos o tropezones.
La primera mordida de su apetitoso alimento le supo a gloria, tanto que para la segunda bocanada sus mejillas se hincharon tanto que sus ojos desaparecieron por completo. Hizo entonces una lista mental de los productos y condimentos que compraría para cocinar durante la semana. La comida desaparecía de sus manos y sus codos se enterraban en sus rodillas, tenía la espalda un tanto encorvada y ocasionalmente movía las puntas de los pies de arriba hacia abajo. Se le veía a gusto y era así justo como se sentía.


La tarde caía mientras más personas llegaban y desaparecían y a lo lejos, con esa postura, parecía un perro que mueve la cola al esperar que le lancen la pelota para correr tras ella. Miraba a la gente interactuar y se emocionaba por ellos sin ignorar el sentimiento de soledad que al parecer siempre estaba con ella. Veía a los padres, a las parejas, a los estudiantes y asalariados. Los veía sonreír, los veía poner atención a las palabras de su acompañante, los veía incluso uno sentado junto al otro sin interactuar y aun así parecer conectados. Era una pelota que al cachorro le llamaba la atención atrapar y eran increíbles las ganas que tenía de salir disparada hacia ellos e intercambiar palabras. Pero las cosas no funcionaban de eso modo, la verdad era que veía a todos pero nadie le regresaba la mirada. Estaba recluida y sintió un tanto de pena por ella misma pero aún así no se desanimó. La emoción que sentía a ver los vínculos formados entre aquellas personas era genuino y esta emoción le hacía querer no tener que esperar má para experimentarlo en carne propia.


Mientras echaba la última ojeada al parque, antes de disponerse a abandonar la banca para proseguir con sus compras, notó entre la multitud una silueta que le parecía conocida pero esta desaparecía constantemente al pasar entre tantos cuerpos. Tuvo que entrecerrar los ojos para enfocar la vista y confirmar que se trataba de quien creía.


Si es cierto que el contacto visual es la más poderosa señal no verbal que poseemos, entonces esta misma había creado una alteración en el ambiente, una energía externa que provenía desde lo lejos del parque que había logrado que aquella silueta se detuviera en sus pasos y girara la cabeza para encontrase exactamente con los ojos que tenía adheridos a ella.
Fue así como lo confirmó ;se trataba de aquella mujer con la que había tropezado apenas el día interior.

Verla a lo lejos hacía que le diera tiempo de apreciarla desde otra perspectiva. Parecía efectivamente de su misma estatura, apenas un poco más pequeña tal vez, llevaba un traje de oficina que la hacía ver como una profesional y un tanto intimidante. Los tacones, aunque bajos, hacían que entendiera porqué aún le molestaba el pie izquierdo al caminar.
Sostuvieron la mirada y nuevamente los segundos parecieron horas. Las probabilidades de escenarios que se hubieran desencadenado el día de ayer si hubiera pronunciado palabra hacían que le picara la garganta. Aunque con mala vista, le pareció verla sonreír a la distancia y de repente todo a su alrededor se desdibujó. Las personas a las que antes había prestado tanta atención se difuminaron y el enfoque permanecía en aquella mujer.

Por un momento creyó que sus ojos la engañaban pues aquella figura parecía agrandarse más y más y nuevos detalles venían a su vista, como el tono de sus labios, el reloj que usaba en la muñeca izquierda, las ligeras ondas en su cabello, su peinado.


La misma belleza que ayer se había quedado plasmada en su cabeza hoy se materializaba y la golpeaba ahora con fuerza, se sentía expuesta, no había más filtros ni impedimentos en su genio. Pensó de nueva cuenta en las cien mil posibilidades que se pudieron haber desencadenado y presintió que hoy, al menos una de ellas, podría ser la elegida.


Aquella mujer se acercaba a ella con el mismo contoneo con el que la vio alejarse el día anterior y ahora al verla no solo le picaba la garganta, le hormigueaban las piernas con el pensamiento de alcanzarla y el corazón le resonaba más fuerte en el pecho mientras más cerca estaba. Sentía que la sangre que había permanecido calma y fría le hervía y le recorría cada milímetro del cuerpo.


Improvisó una rápida y torpe conversación en su mente pero eran tantas las posibilidades que no supe escoger bien sus palabras.


Si ayer no tenía energía para pronunciar palabra hoy se sentía como un predicador. Las cuerdas vocales listas, la lengua ensayada, la respiración controlada.


Su intención primordial era crear una burbuja en la que ambas pudieran existir sin sentirse sofocadas, pero apenas aquella mujer estuvo a diez pasos de ella, se vio succionada por su aura.

Cara a cara, sin nadie a su al rededor, sin nadie que las interrumpiera. Aquella mujer había sido capaz de distinguirla entre la multitud, y no solo eso, había decidido acercarse a ella.

Sintió una felicidad indescriptible en su corazón.

Abrió la boca que estaba bien aceitada para pronunciar las primeras palabras a quien de pronto ya no le pareció tan desconocida y entonces, aquella tarde en el parque, un sinfín de posibilidades se desenredaron como bola de estambre frente a ellas.

 

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Comments

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Itaenylove
#1
Chapter 2: Sólo eso?????
¿Enserio? Por favor continúa plsssssss