Noche en las mazmorras
Grageas Bertie Bott de todos los saboresHandong sentía mariposas en el estómago ya que estaba a punto de hacer algo que no debía. El dormitorio estaba a oscuras porque era muy tarde. Salió de la cama con sigilo y cada paso lo daba con cuidado, todas sus compañeras dormían. Sintió que algo se movía con ella y se esforzó por ver en la oscuridad, un par de esferas relucían en el negro de la noche.
-No -habló en susurros para el gato gris perla que ronroneaba a sus pies. -Nannan, quédate aquí. No puedes salir ahora.
El gato insistió durante unos segundos frotándose con sus zapatillas pero acabó acatando la orden de su dueña y volvió a tumbarse sobre su cama. Handong pasó por delante de Minji y la miró durante unos segundos con una pequeña sonrisa. La joven dormía plácidamente, tanto que incluso estaba babeando la almohada. Debía dar gracias de la torpeza inocente que tenía la chica a veces, eso le ponía las cosas más fáciles. Siguió su camino por la sala común. La poca luz que se filtraba a través del Lago Negro daba un aspecto verdoso a toda la estancia. Captó un pequeño movimiento por el rabillo del ojo y el corazón se le aceleró al pensar que alguien la había descubierto pero tan solo era Belly, la serpiente que guardaban en un gran terrario como mascota de la casa. Belly la miraba con ojos curiosos siguiendo sus movimientos. Handong sonrió con alivio al ver que se había asustado por nada.
Salió al exterior y se abrazó a sí misma al sentir frío, las mazmorras eran el sitio más oscuro y húmedo de todo el castillo y por la noche la temperatura era muy baja. De repente sintió unos brazos rodeando su cintura desde atrás y se sobresaltó. Oyó una pequeña risa familiar justo en su oído y supo sin duda quién era.
-¿Tienes frío?
Handong se relajó al instante y se dejó ir hacia atrás, sintiendo el cuerpo de Yubin contra el suyo.
-Un poco.
La chica pensó que debería haberse abrigado un poco más ya que tan sólo llevaba puesto el pijama pero entonces sonrió al sentir algo suave cubriendo sus hombros. Se envolvió en la capa de lana de Yubin sonriendo. Se giró y por fin tuvo delante a la chica que hacía latir su corazón con fuerza.
-Hola -su voz fue apenas un susurro pero fue suficiente para llegar a la otra.
-Hola.
Las dos permanecieron así durante un momento, mirándose a los ojos y sonriendo bobaliconamente. Yubin tomó a la otra de la mano y comenzó a caminar por donde había venido. Esos corredores estaban llenos de habitaciones lúgubres que ya no tenían uso. Llegaron a una puerta extremadamente vieja, la madera estaba desgastada y la cerradura oxidada. Con un gesto rápido de su varita la menor deshizo el hechizo que ella misma había colocado ahí y la puerta se abrió. Handong sonrió de oreja a oreja al ver que el lugar estaba lleno de velas que alumbraban y daban calor. Decenas y decenas de ellas estaban repartidas sobre los numerosos trastos y muebles rotos que llevaban allí décadas acumulando polvo. Otras muchas flotaban en el aire en lo alto de la estancia. Una fragancia floral llegó hasta su nariz y entendió que incluso aquello era cosa de Yubin.
-Es deprimente tener que vernos siempre en sitios tan poco románticos -la pequeña miraba al suelo hablando con vergüenza. Handong sonrió al ver su expresión, Yubin siempre aparentaba tener confianza pero en momentos como aquel era cuando realmente mostraba su lado más tierno. Le encantaba ser la única que podía ver esa parte de ella.
Yubin la llevó hasta un rincón en el que había un montón de cojines y mantas. Todo estaba oculto tras unos cuantos pupitres amontonados por lo que si alguien llegaba a entrar por sorpresa seguirían estando fuera de su vista. Las dos se acurrucaron entre los suaves tejidos y enseguida entraron en calor gracias a la presencia de la otra. Yubin respiró hondo y automáticamente se sintió más relajada porque la fragancia del cabello recién lavado de Handong llenó sus pulmones. Cerró los oj
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