Día 2: príncipes

Semana Taejin 2017

Floración

  1. f. Acción de florecer las plantas:
  2. bot. Tiempo que duran abiertas las flores:

 

Era un día de verano tan común como las frases que dan inicio a los cuentos, y Taehyung descansaba con su larga melena extendida en el césped de detrás del palacio.

Había vuelto a discutir con su madre, y últimamente solo encontraba paz bajo la sombra del que solía llamar El gran árbol. Era un nombre poco original y un tanto infantil —eso lo sabía—, pero así era como lo había bautizado su yo de ocho años hacía ya muchos agostos.

No es que tuviera demasiada importancia, pensaba Taehyung, porque, en cualquier caso, solo lo llamaba de esa forma en su mente... Y tampoco tenía mucha gente con la que hablar, de todos modos. Su círculo se reducía a su madre —la reina—, su hermano mayor Namjoon y un puñado de sirvientes que no lo trataban como a una persona, sino como a una autoridad. Y Taehyung estaba harto, estaba tan, tan francamente harto de pasar sus días en aquella prisión, que tumbarse bajo El gran árbol y fantasear con vidas paralelas en las que era libre se había convertido en su pasatiempo favorito.

La fantasía de ese día era la siguiente: Taehyung era un músico que viajaba por todo el mundo, de corte en corte, de aventura en aventura y de romance en romance… En realidad, Taehyung no necesitaba visitar sitios exóticos, como tampoco necesitaba a ninguna chica preciosa a su lado; se habría conformado con ser libre.

Pero sabía que ese era un sueño imposible. Al menos, por ahora…

Su madre jamás lo dejaba salir del castillo. Se suponía que, hasta que su presentación como rey tuviera lugar, Taehyung debía completar su entrenamiento sin otra influencia que la de aquel condenado palacio y sus gentes.

Nadie que no viviera o trabajara dentro de él conocía su cara. Taehyung era un príncipe anónimo, y estaba seguro de que mucha gente probablemente fuera desconocedora de su existencia. No es que necesitara el reconocimiento otros ni nada por el estilo, pero, ya que no podía vivir como una persona normal, al menos le habría gustado vivir como cualquier otro joven príncipe…

Y ni siquiera eso podía tener.

Taehyung levantó un brazo, simulando atrapar el Sol con la misma mano que no tardó en dejar caer para cubrir sus ojos. De verdad no quería llorar, pero había mirado el Sol directamente durante varios segundos y los ojos le picaban ya por varios motivos.

Masajeándose los párpados, un único sollozo escapó de sus labios, y Taehyung concentró todas sus fuerzas en calmarse y respirar hondo.

—¿Estás bien? —preguntó repentinamente el dueño de una voz aguda.

Taehyung apartó de su vista sus brazos, sintiendo el corazón en la garganta. Un par de pequeños ojos prácticamente escondidos por unos regordetes mofletes le devolvieron una mirada de preocupación.

¿Qué hacía allí un niño?

Sentándose apresuradamente con las piernas cruzadas, Taehyung lo miró directamente: era un pequeño de no más de siete años, bien vestido — a juzgar por su atuendo, debía de pertenecer a una familia pudiente— y con labios eternamente fruncidos en un adorable puchero. Su rasgo más característico era, sin embargo, esas prominentes mejillas.

Taehyung sintió que se derretía. Normalmente, no tenía la oportunidad de interactuar con niños, pero, por su poca experiencia con ellos, le parecían seres fascinantes. Más de una vez se encontraba a sí mismo deseando ser un niño otra vez: quería correr por el campo y hacerse desolladuras en las rodillas, quería reír, gritar, y ser feliz como cuando echaba carreras por la colina con Namjoon. Pero ahora su hermano se encontraba cumpliendo el servicio militar y las colinas le parecían menos verdes de lo que recordaba. No había vuelto a ser tan feliz.

—¿Quién eres? ¿te has perdido? —preguntó el joven príncipe con suavidad.

El chico sacudió profusamente la cabeza.

—No, estoy aquí con hyung y con appa. Appa está hablando con la señora que da miedo y hyung está en la biblioteca leyendo.

Taehyung sonrió brillantemente.

—¿La señora que da miedo? ¿te refieres a mi ma…, quiero decir, te refieres a la reina?

—Ajá —contestó el muchacho con timidez—. Me aburro, así que aquí estoy.

—Es una señora espeluznante, sin lugar a dudas… ¿cómo te llamas?

—Me llamo Jimin.

Taehyung solo quería estrujale las mejillas, pero se contuvo. En lugar de eso, extendió una mano y, estrechando la pequeña y rechoncha manita del más pequeño, contestó:

—Soy Taehyung, pero tú puedes llamarme Taetae. Hyung también vale… ¿puedo llamarte Mini?

Mini asintió con lentitud.

—¡Mini! No sabes lo que me alegra que estés aquí, yo también me aburro mucho.

—Aburrirse es un rollo.

—No podría estar más de acuerdo —concedió Taehyung con una de sus sonrisas rectangulares—, ¿estarás aquí mucho tiempo?

—Appa dice que serán unos días. Después, volveremos a nuestro reino.

—¿Dónde está vuestro reino?

—No estoy muy seguro… no muy lejos de aquí. Appa es el rey de nuestra aldea y hyung y yo somos príncipes —confesó Mini con cierto orgullo.

Tenía sentido. Probablemente, Jimin y su familia estuvieran en el palacio por motivos diplomáticos. Tenían invitados de ese tipo constantemente, aunque nunca durante el suficiente tiempo como para establecer ningún tipo de relación personal con ellos.

—Ya veo —dijo Taehyung descansando su rostro sobre las palmas de sus manos—. Entonces, Mini, ya que estarás por aquí estos días, quiero que si la próxima vez vuelves a aburrirte vengas aquí a verme. Yo siempre estoy aburrido, ¡pero si nos hacemos compañía el uno al otro podríamos divertirnos juntos!

Y, entonces, Jimin sonrió tan amplió que Taehyung no pudo contenerse y capturó sus mofletes entre sus palmas.

—Jugaremos juntos, ¿vale?

Después, Mini se despidió y Taehyung agitó felizmente las manos hasta que el pequeño se convirtió un diminuto punto en la lejanía.

 


 

Después de su clase de arco, Taehyung se sentía tan cansado que decidió echarse una siesta bajo El gran árbol y hacer como que sus responsabilidades no existían durante un buen rato.

Precisamente, a esto se dirigía cuando, de repente, una pequeña figura apareció trotando por la colina.

—¡Mini!

Jimin se sentó con él bajo la sombra de El gran árbol. Le habría gustado corretear por ahí con él y fingir ser un compañero de juego de su edad, pero Taehyung se encontraba tan exhausto y dolorido que apenas podía moverse.

—Lo siento, Mini, estoy hecho polvo.

Mini negó con la cabeza.

—No importa, yo también estoy cansado. Hoy hyung y yo hemos estado recorriendo la ciudad… es un lugar muy bonito.

—¿Sí? —Taehyung sintió una punzada de envidia. Apenas conocía nada fuera del recinto del palacio, y eso que se trataba de su ciudad natal— Suena a que lo habéis pasado genial.

Taehyung forzó una sonrisa, una sonrisa tan patética y triste que ni siquiera logró convencer a Mini. Nunca había sabido disfrazar sus emociones.

Jimin alzó una de sus manitas y tomó entre sus dedos un mechón de los de la larga melena de Taehyung.

—Taetae —dijo—, tu pelo es muy brillante y largo… me gusta mucho. Creo que es precioso.

Taehyung le sonrió con dulzura.

—Gracias, Mini. ¿No lleváis el pelo de esta forma en tu reino?

—No, solo las mujeres. Hyung y yo tenemos el pelo corto porque somos varones —Mini pareció reflexionar—. Creo que a hyung le encantaría tu pelo. Si lo viera, ¡se enamoraría de ti enseguida!

Taehyung observó al pequeño, ruborizado, y se echó a reír.

—¿No es tu hyung un hombre? ¿por qué iba a enamorarse de mí?

—Donde nosotros vivimos, eso no importa. Hyung me dijo una vez que en algunos lugares los hombres solo se casan con mujeres y las mujeres solo se casan con hombres, pero no entiendo el motivo… ¿qué más da?

Taehyung se quedó sin habla. Sabía tan poco sobre el mundo…

—Entiendo. Entonces, seguro que se enamoraría de mí —aceptó este entre risas.

Mini asintió con seriedad, deslizando los dedos por la cabellera del muchacho.

—¿Puedo trenzarte el pelo? —preguntó tímidamente el pequeño.

—Claro.

Taehyung se sentó frente a él, dándole la espalda, e inmediatamente Mini comenzó a juguetear con su pelo.

—¿Qué está haciendo tu hyung ahora?

—Está en la biblioteca, estudiando —contestó Jimin desenredando con los dedos un pequeño nudo—. Appa dice que aquí hay muchos libros y hyung debería leer todos cuantos pueda antes de que nos vayamos.

—Suena un poco aburrido…

Mini trenzaba su cabello con una delicadeza y precisión impropias de un niño de su edad.

—A hyung le gusta leer, pero no cuando appa lo obliga.

—A mí me pasa lo mismo. Cuando mi madre me obliga a hacer algo, las ganas de hacerlo se reducen mucho más que si simplemente me lo pidiese amablemente… parece mentira que los padres no entiendan estas cosas todavía…

—¿Cuántos años tienes?

—Veintidós. Seguramente, para ti soy un viejo.

Jimin negó con efusividad.

—Hyung tiene veinticinco y appa dice que es el más infantil de los tres.

Taehyung se echó a reír.

—¿En serio? Tu hyung parece una persona muy divertida…

—¿Te has enamorado de él?

Jimin sonreía mientras terminaba de anudar el resultado de su trabajo. Taehyung palpó desde atrás su pelo trenzado; Mini había enganchado florecillas silvestres en él, y que una flecha lo atravesara en ese momento si eso no era lo más dulce del mundo.

—No, pero si eso significara tenerte como mi hermanito pequeño, ¡lo haría encantado!

Los ojos de Jimin se fruncieron a modo de sonrisa. ¿Cómo era posible encariñarse hasta tal punto de un niño al que había visto en tan solo dos ocasiones?

Taehyung le dedicó una sonrisa de adoración.

—¿Por qué no me cuentas más sobre mi futuro novio mientras sigues haciéndome peinados? —bromeó.

 


 

La biblioteca del palacio permanecía silenciosa, como de costumbre, y Taehyung buscaba un libro de historia que su tutor le había recomendado esa misma tarde.

La sección de historia se encontraba al fondo del todo; no era una sala muy grande, y las estanterías estaban muy juntas, de modo que el trazado laberíntico de la estancia creaba puntos ciegos por todas partes… Sin duda, un lugar perfecto para jugar al escondite con Mini.

Mini. Taehyung sonrió, recordando el día anterior. Jimin había invertido toda la tarde hablándole de su hyung, de cómo se pasaba el día leyendo libros de estrategia y de sus constantes chistes malos. El muchacho tenía pequeñas torceduras en los dedos y su cara recordaba vagamente a la de una alpaca; Taehyung no creía realmente esto último, por supuesto, pero, igualmente, le parecía tierno. Se notaba que lo quería muchísimo.

Mini había dicho que su hermano pasaba gran parte del día en la biblioteca; ¿estaría allí ahora? Había oído hablar tanto de él, que había empezado a sentir cierta curiosidad… Además, para qué negarlo, quería comprobar si su rostro se asemejaba realmente al de cierto animal.

Taehyung pasaba los dedos por los lomos polvorientos de libros que no habían sido tocados en años cuando, de repente, lo escuchó: era una risa muy particular; lo suficientemente escandalosa como para despertar al anciano bibliotecario de su siesta. Se detuvo, pero no oyó las aletargadas pisadas de ningún encargado molesto y, lentamente, se acercó al lugar de donde le pareció que provenía el sonido. Al final, topó con una nueva estantería frente a la cual había una mesa vacía; rodeándola, se acercó al estante y clavó la vista en las hileras de libros desiguales.

Con cuidado, desencajó un grueso tomo del tamaño de un diccionario y acercó su rostro al hueco vacío que daba al pasillo contiguo. Entonces, lo vio: se trataba de un joven que contemplaba un libro mientras luchaba por contener la risa. Lo observó con curiosidad; ¿qué sería tan divertido? Taehyung estaba convencido de que había muchos libros interesantes allí, probablemente, más de los que pudiera contar… pero, así como no ponía esto en duda, también estaba bastante seguro de que ninguno de ellos resultaba tronchante en ningún sentido, lo mirara uno por donde lo mirara.

Taehyung trató de fijarse en la portada en cuestión, pero el hueco era demasiado pequeño y su vista de lejos no era precisamente la más aguda. Sacó otro libro. Ahora la vista se expandía unos cuantos centímetros, sin embargo, la mano del muchacho tapaba el título, y por un momento Taehyung se detuvo y se preguntó qué fue lo que lo había impulsado a ocultarse.

Su mano. Taehyung meditó un instante y volvió a asomarse, tratando de localizar pequeñas torceduras en los dedos del sujeto: ¿sería aquel chico el hermano de Mini?

El joven flexionaba levemente sus dedos, y aunque era algo difícil de apreciar, a Taehyung le pareció que podría ser él. Tan concentrado como estaba en estudiar el dorso venoso de sus manos, no se dio cuenta de la dirección que esos fijos ojos marrones habían tomado hasta que sus miradas toparon a través de la estantería.

Taehyung cayó sobre sus posaderas y un libro aterrizó sobre su cabeza. En ese momento, no supo explicar la razón —aunque suponía que el hecho de haber sido cazado acechándolo de ese modo podía resultar amenazador y lo suficientemente vergonzoso—, pero el caso es que cuando oyó el sonido de su silla deslizarse contra las baldosas salió pitando y no miró atrás.

 


 

—¡Taetae!

Jimin llegó corriendo con las manos llenas de un tipo flor que Taehyung no supo reconocer. Eran del color exacto del cielo en verano, con suaves jaspes morados y picos puntiagudos que despuntaban las nubes cuando Mini las superponía sobre el firmamento. Debían de crecer en algún lugar fuera del palacio, y Taehyung trató de imaginarse el alcance de cosas y seres de cuya existencia se le había privado, lo que a menudo resultaba ser un ejercicio sumamente frustrante…

Ese día, Taehyung llevó a Jimin a las orillas del estanque de los jardines anexos y se entretuvieron jugando a tirar piedras al agua y a mantener concursos de miradas con los peces.

—Le he contado sobre ti —dijo Mini tratando de atrapar una escurridiza carpa con las manos—. A hyung.

Taehyung recordó el incidente de la biblioteca y un suave sonrojo ascendió hacia su nuca; ¿sería él, después de todo?

—Ah, ¿sí? —el muchacho desvió tímidamente la vista.

—Ajá.

—¿Y qué le has dicho?

—Le he dicho que tienes un pelo precioso y brillante y que me dejas tocarlo y ponerle flores y que me prometiste que serías mi hermano mayor.

Las carpas del lago habían creado un radio de seguridad en torno a Jimin, y el pequeño dirigía largas miradas de decepción hacía los peces como si tratara de decirles: realmente no me esperaba esto de vosotros.

—Debe de sentirse amenazado… —río Taehyung.

—Creo que deberíais casaros —sentenció rotundamente Jimin.

—¡Ja, ja! Deberíamos, sí —bromeó el joven acariciando la cabeza de Mini.

No habría estado mal, pensaba Taehyung, eso de casarse con un extraño que lo llevara muy lejos.

Todo con tal de dejar atrás su vida actual…

 


 

Solo cuando cayó la noche, Taehyung recordó que se había entretenido tanto con Mini que no había tenido la oportunidad de comer nada. ¿El problema? Hacía horas que la cena se había servido, y los sirvientes se habían retirado a sus aposentos tan pronto como el último plato hubo sido recogido… Así que, naturalmente, solo quedaba una cosa que pudiera hacer: colarse en la cocina y buscar algo con lo que llenar su estómago.

¿Se le podía llamar a eso colarse, sin embargo? Por dios, ¡era el hijo de la reina! El palacio era prácticamente suyo. Podía hacer lo que le viniese en gana y nadie podría ni siquiera atreverse a mirarlo a los ojos.

Taehyung preparó una pequeña lámpara de aceite y entró cautelosamente en la estancia; como esperaba, no había nadie, y Taehyung depositó la lámpara en la mesa en la que el servicio solía reunirse para comer y comenzó a escudriñar la despensa. Pronto, encontró unos pastelillos de arroz y los devoró ávidamente mientras daba pequeños sorbos de una bebida embotellada que había encontrado detrás de unos grandes sacos de harina; ¿quién habría imaginado que alguno de esos cocineros pillos pudiera guardar allí su reserva personal de soju…? ¡ja!

Y así, vació hasta la última gota del recipiente en su garganta y se limpió la boca con una manga. El placer que encontraba en hacer cosas que no eran propias de príncipes le resultaba inconmensurable… Si su madre lo viera, probablemente enloquecería: jamás se le había permitido tomar ningún tipo de bebida alcohólica, y la idea de ir contra las normas lo seducía de sobremanera.

Para cuando término, estaba dando tumbos, así que recogió de nuevo la lámpara de aceite y emprendió camino hacia la salida. Se sentía salvaje; no tenía ganas de regresar a su cuarto todavía. Y, probablemente, se habría quedado por ahí haciendo alguna de suyas… de no ser porque, al salir, su cuerpo impactó sin mucha delicadeza con el de otra persona.

Estaba preparado para luchar, para decirle que se perdiera y lo dejara disfrutar tranquilo de su noche salvaje. Pero entonces la lámpara iluminó su rostro y Taehyung dejó escapar una exclamación ahogada: labios grandes, ojos suaves y de aspecto inocente, dramática expresión de sorpresa y, sobre todo, una belleza que quitaba el aliento.

Mini tenía razón, se daba un aire a una alpaca. Lo que no había mencionado el pequeño era, sin embargo, que se trataba de una alpaca tan agradable de mirar.

Cuando lo vio, en la biblioteca, no había tenido la oportunidad de apreciar sus facciones con detenimiento, pero Taehyung podría reconocer ese pelo corto y negro —tan diferente de las tendencias masculinas de su reino natal— en cualquier sitio.

—Yo… —comenzó el muchacho, entrando en pánico.

Taehyung lo miró con los ojos entrecerrados, como si fuera un borracho a punto de caer en la fase del sueño.

—¿Tenías hambre…?

El muchacho asintió con lentitud.

El joven príncipe enfocaba insistentemente sus ojos con la lámpara.

—¿Qué pasa, que no te han dado de comer?

—No… es que, normalmente como mucho, y…

—Y por eso venías a robar comida.

El chico enrojeció.

—¡No! Yo… yo…

Taehyung clavó un dedo en su pecho.

—Espera aquí —le dijo con una mirada de advertencia, desapareciendo de nuevo en la cocina y regresando poco después con una bolsa de los mismos pastelillos de arroz que habían salvado su noche antes.

Gra… gracias.

—Y si olvidas compartirlos con tu hermano me enteraré —amenazó Taehyung, y se dispuso a marcharse, decidido a regresar a su misión, cuando una mano agarró su brazo.

—¡Espera!, ¿eres Taetae? ¿El mismo Taetae del que no para de hablar Jiminie?

—¿Jiminie? —Taehyung estaba ofendido— Querrás decir Mini.

—Sí, mi hermano pequeño —asintió confundido el joven.

—No estoy intentando usurpar tu puesto ni nada —repuso rápidamente Taehyung, haciendo aspavientos y casi perdiendo el equilibrio en el intento—. No quiero ocupar tu lugar de hermano.

—Um… no es precisamente ese el destino que mi hermano tiene en mente para ti… —contestó este desviando la vista y sintiendo sus mejillas arder.

—Lo sé, y lo estoy considerando; ¿por qué no —Taehyung se tambaleó hacia delante y, el chico, que había decidido no hacer ningún comentario acerca de su evidente embriaguez, tuvo que sujetarlo de los codos para sostenerlo—…por qué no me sacas de aquí?

—¿De la cocina?

—No —Taehyung gesticulaba exageradamente con las manos—, de aquí.

—Aquí —repitió el muchacho, sin entender—. Dame eso, anda.

Taehyung alzó la botella por encima de su cabeza y gritó:

—¡Nooo! La botella no.

Pero el chico agarró fácilmente su muñeca y Taehyung quedó firmemente presionado contra la pared. Se sonrojó, y apenas se dio cuenta cuando la botella le fue arrebatada de las manos.

—Vas un poco rápido… —murmuró casi inaudiblemente mientras el otro se llevaba el recipiente hacia su nariz.

De repente, una expresión de sorpresa se dibujó en las facciones del más mayor, y una sonora risotada escapó de sus labios.

—Tienes una sonrisa muy bonita —susurró incoherentemente Taehyung.

—Gracias —contestó, divertido, este—. Y, por cierto, esto —dijo, alzando la botella y agitándola levemente— es te de cebada.

Taehyung lo observó durante varios segundos, y pronto el entendimiento lo sacudió con fuerza. La sugestión mental era algo verdaderamente espeluznante…

—Yo no te he visto esta noche —articuló dificultosamente, con la mirada pegada al suelo y las mejillas encendidas—, y tú tampoco me has visto a mí, ¿entendido?

El joven sonrió.

—Como tú digas.

Taehyung salió corriendo hacia su recámara y, como el obediente —y en estos momentos abochornado— hijo que era, se durmió poco después.

 


 

Mini se retrasaba.

Había empezado a atardecer, y todavía no había visto su pequeña figura aparecer trotando por la colina. No es que tuvieran un acuerdo estricto de reunirse todos los días allí, pero era a lo que se habían acostumbrado, y cada día Taehyung esperaba con ganas a que la mañana —y, con ella, sus clases particulares— transcurriesen rápidamente para poder ver de nuevo al pequeño.

Taehyung sintió sus hombros tensarse… ¿sería posible que Jimin y su familia hubiesen partido ya hacia su tierra natal? Imposible, se convenció, Mini jamás se iría sin despedirse, ¡estaba seguro de ello!

Entonces, ¿por qué se sentía de ese modo? Solo ahora comprendía que encariñarse tanto con él había sido un error; pronto, se marcharía y, mientras, él seguiría allí: no más flores silvestres en su pelo, no más jugar junto al lago, no más intentos de casarlo con su hermano y, a propósito de esto, no más encuentros incómodos con el sujeto en cuestión…

Una figura apareció entonces al pie del cerro; no se trataba de Mini —era mucho más alargada— y Taehyung achicó los ojos y trató de determinar su identidad. Pronto, lo vio claro: era el joven de la noche anterior, y de no ser porque Jimin se encontraba encaramado a su espalda mientras agitaba una mano con fuerza, probablemente habría salido huyendo… ¡qué vergüenza!

—¡Taetae! —Jimin bajó de la espalda de su hermano y corrió a abrazarlo.

Taehyung rodeó con gusto el cuerpo del pequeño y miró vacilantemente al otro muchacho por encima del hombro de Mini. El chico llevaba algún tipo de vestimenta tradicional desconocida para Taehyung (a juego con la de Jimin) de un pálido índigo y sujeta a la cintura por un cordel rojizo. Un sombrero pendía de su mano.

La luz del día le sentaba francamente bien.

—¡Hyung está aquí! —informó Mini correteando de vuelta hacia él y trayéndolo de la mano para presentarlo.

Taehyung desvió la vista.

—Hola…

A diferencia de él, el joven sabía disfrazar sus emociones, y así, lo miró como el que mira a alguien que ve por primera vez a un desconocido.

Corrección: técnicamente no se habían presentado, pero no había forma de que este chico hubiera olvidado tan fácilmente el vergonzoso incidente de la noche pasada.

—Hola, me llamo Seokjin, y supongo que tú debes de ser… Taetae.

—Taehyung —se apresuró a añadir este, avergonzado.

Conque Seokjin, ¿eh? Finalmente le ponía un nombre.

—¿Verdad que tenía razón? —preguntó Mini con ojos expectantes.

Seokjin dirigió una breve mirada hacia Taehyung y contestó:

—Tenías razón, Jiminie —dijo esbozando una breve sonrisa.

Entonces, ambos hermanos compartieron una mirada de complicidad.

Un momento, un momento, un momento… ¡¿acaso estaban hablando de él a sus espaldas?!

—¡Taetae, deja que te peine otra vez!

Esta vez, Jimin traía consigo una corona de flores amarillas.

—¡Wow! ¿La has hecho tú? —exclamó el joven príncipe—. Es preciosa y está muy bien trenzada.

Jimin soltó una risita y señaló en dirección a su hermano, que se había puesto a leer bajo la sombra de El gran árbol. Seokjin levantó la vista de su libro y le sonrió, y Taehyung apartó la mirada rápidamente y bajó la cabeza, ocultando sus ojos con su flequillo. Enseguida, Mini se sentó detrás de él y comenzó a tocarle el pelo. De vez en cuando, Taehyung robaba breves miradas en dirección al muchacho, que leía tranquilamente un grueso tomo; por algún motivo, su presencia lo ponía nervioso, tan nervioso, que no podía evitar el hábito histérico de arrancar pequeños pellizcos de la hierba —la que, por otra parte, no tenía ninguna culpa de su creciente inquietud—...

Jimin hacía diminutas trenzas repartidas aleatoriamente por todo su cabello.

—¡Hyung! ¿qué te parece?

Seokjin levantó la vista de su libro.

—Perfecto.

—¿Está guapo?

Taehyung enrojeció, y no supo qué fue lo que lo impulsó a buscar los ojos de Seokjin con los suyos, pero así lo hizo.

—Mucho —dijo, y sus miradas se encontraron.

Seokjin apartó la vista con normalidad. Pero si uno se hubiera fijado detenidamente, habría podido comprobar la forma en que su mirada se concentraba inmóvil en determinado punto de la página y su expresión corporal imitaba la de Taehyung como un espejo.

—Hyung también hace peinados bonitos —dijo de repente Mini, asomándose de detrás de su espalda.

—¿Tienes mucha práctica? —preguntó Taehyung alzando una ceja.

—Tengo muchas primas pequeñas —rió Seokjin—, pero es la primera vez que veo hombres con el pelo largo, especialmente el tuyo; es, eh… ­—añadió torpemente— me gusta.

Taehyung asintió lentamente y murmuró un breve gracias. ¿Qué pasaba con él? Normalmente, no se comportaba de forma tan tímida.

—¿Por qué no le haces uno de tus peinados a Taetae?

Jin abrió la boca: no estaba seguro del todo de que eso fuera una buena idea…

—Sí, ¿por qué no me enseñas tus habilidades? —dijo Taehyung para su propia sorpresa.

Estaba decidido a deshacerse de esa sensación de cohibición tan incómoda y desconocida para él.

Jin asintió, mudo, y colocó una flor a modo de marcapáginas en su libro. Taehyung pensó que esto era tierno, y cerró los ojos.

Pronto, unas manos mucho más grandes sustituyeron a las de Jimin. Durante varios minutos, se limitaron a desenredar pequeños nudos y a deslizarse entre sus cabellos iluminados por las últimas horas de sol del día. A veces, las puntas de sus dedos rozaban suavemente su nuca, y Taehyung se encontraba a sí mismo deseando que lo tocara más; nunca había sido tratado con tanto cuidado… en realidad, casi nunca nadie lo tocaba, y no podía evitar preguntarse cómo se sentirían sus dedos acariciando sus brazos, sus mejillas, su espalda… ¿Cómo de patético era tener que anhelar consuelo afectivo y físico de un desconocido?

Aprovechando las trencitas que le había hecho Mini, Seokjin juntó todo el pelo en su agarre y comenzó a hacer una trenza no muy prieta de varios cabos, dejando sueltos algunos mechones próximos a su frente. Finalmente, colocó sobre su cabeza la corona de flores amarillas y Jimin y él compartieron una mirada de aprobación.

—¿Qué tal estoy?

—¡Hermoso! —exclamó Mini— Si hyung y tú no os casáis… ¡promete que te casarás conmigo cuando sea mayor!

Seokjin enrojeció y trató de calmar los ánimos.

—Eh… perdona, a veces, dice este tipo de cosas, y…

Taehyung estalló en carcajadas.

—No pasa nada, es un niño —aseguró, quitándole importancia al asunto—; un niño extraordinario, debo decir.

Seokjin sonrió dulcemente.

—Sí que lo es.

 


 

Después de ese día, Seokjin había ido sumándose silenciosamente a sus encuentros. Poco a poco, Taehyung se había acostumbrado a su discreta presencia: normalmente, se limitaba a verlos jugar mientras leía gruesos libros de estrategia, política o economía, pero de vez en cuando mantenían también ligeras conversaciones de las que Mini era el centro.

Aun así, Taehyung había descubierto que tenían muchas más cosas en común de las que esperaba: sin contar con la adoración hacia Jimin que ambos sentían, a los dos les encantaba comer, nadar, tomar siestas al aire libre, jugar al baduk y mirar las estrellas por la noche. Y eso sin contar su título real, claro; Taehyung había decidido no mencionar nada acerca de su linaje porque eso habría implicado explicar circunstancias de las que no se sentía demasiado orgulloso, pero estaba seguro de que, a estas alturas, Seokjin debía de haberse imaginado ya la naturaleza elevada de su origen.

Un día, Seokjin apareció solo.

Todavía lo recordaba aproximarse hacia él, asustado y confuso, prácticamente vomitando sus pulmones con cada respiración desesperada. Jimin había desaparecido, dijo. Lo había buscado por todas partes y empezaba a temer que algo pudiera haberle ocurrido.

Seokjin estaba verdaderamente aterrorizado y las manos le temblaban con verdadera violencia. Taehyung no quería enardecer su desasosiego, pero él mismo se sentía desfallecer y, aunque le habría gustado, no se veía en condiciones de tranquilizar a nadie.

Buscaron por todo el palacio: los jardines, el lago, la cocina, las habitaciones… pero, para cuando terminaron de rastrear cada rincón, había comenzado a anochecer.

—Salgamos a buscarlo a la cuidad —propuso Seokjin.

Taehyung paró en seco.

—No puedo.

—¿Qué?

—No puedo salir de aquí.

Seokjin comenzaba a desesperarse.

—Taehyung, sé que es de noche y que la ciudad es grande, pero necesito encontrarlo. Por favor.

—No puedo —repitió ahogadamente el muchacho.

Si la gente veía su vestimenta, pronto se correría el rumor de que el joven príncipe había estado deambulando por la ciudad. Mostrar su rostro también era peligroso.

Normalmente, no le concedía el suficiente crédito, pero lo cierto es que parte de la razón por la que su madre lo mantenía allí oculto se debía a su temor a que ciertos opositores pudieran atentar contra él: Taehyung no conocía los detalles, pero sabía que el tema de la sucesión era a menudo cuestionado por algunas facciones y que la situación política se encontraba algo revuelta.

—No puedo —repitió secamemente Taehyung, y el resto de palabras se atoró en su garganta.

Seokjin lo miró durante lo que le pareció una eternidad y, sin mediar palabra, salió corriendo hacia el portón del palacio.

Taehyung lloró hasta quedarse dormido en la hierba.

 


 

Varias horas después, Seokjin regresó con Jimin a cuestas. Lo había encontrado encogido y lloroso en el interior de un puesto nocturno de comida; había tenido suerte, el dueño lo había encontrado desorientado por la calle y le había dado una brocheta de pollo y cobijo. Al parecer, Mini había salido persiguiendo a un escurridizo gato mestizo que se las había apañado para colarse en el recinto del palacio; después de desaparecer por un callejón, el pequeño perdió definitivamente la pista del animal.

Para entonces, se había desviado del camino de vuelta.

Jimin colgaba dormido de su espalda cuando lo vio: era Taehyung, precisamente en el mismo punto en el que lo dejó cuando salió corriendo hacia la ciudad.

Taehyung yacía tumbado en el césped y, por un momento, se asustó: no necesitaba más disgustos aquella noche y, mientras corría en su dirección, pensó que no sabría lo que haría si algo le llegara a pasar.

Depositó cuidadosamente a su hermano en el suelo y sostuvo exaltado las mejillas del joven: largos surcos de agua seca atravesaban sus bonitas facciones, y cuando Seokjin notó su respiración pausada contra sus manos tuvo que detenerse un momento para calmar con hondas respiraciones su estado de crispación.

Ese fue el momento en que Taehyung eligió despertarse.

Seok… ¡¿Mini está bien?!

Taehyung se incorporó como un resorte.

—Está aquí, lo he encontrado —Seokjin puso una mano en su hombro y apretó levemente.

Tahyung suspiró, notando la tensión abandonar poco a poco sus hombros.

—Y tú, ¿estás bien?

—¿Yo?

—Sé que has estado llorando… ¿por qué no me acompañaste antes?

Taehyung desvió la vista, adoptando una insegura y amarga sonrisa.

—Te lo dije, no puedo.

Seokjin lo miraba en silencio.

—¿Alguna vez sales del palacio?

Taehyung negó lentamente; Seokjin reformuló la pregunta:

—¿Alguna vez has salido del palacio?

El labio inferior del joven temblaba incontrolablemente. Sorbiéndose los mocos, Taehyung añadió con un hilo de voz:

—Sí, pero ya no recuerdo la última vez…

Seokjin apretó de nuevo su hombro.

—Imaginé que eras tú… he oído algunas cosas sobre el príncipe que la reina guarda blindado en este sitio. Soy un extranjero, y por tanto no creo que sepa lo suficiente como para juzgar los motivos de tu madre, pero… de verdad siento mucho lo que te está pasando.

Taehyung se sorbía ruidosamente los mocos.

—Gracias, pero no eres un gran consuelo…

Seokjin se echó a reír.

—Lo sé, y lo siento.

Durante varios minutos, se quedaron así, en silencio, escuchando la respiración calmada de Jimin y disfrutando del espectáculo estrellado.

—Ese día, en la cocina…

Taehyung arrugó la nariz: ¿de verdad era ese el mejor momento para recordar tan patético episodio?

Ugh

Seokjin continuó:

—Ese día, me pediste que te sacara de aquí, y creo que solo ahora lo entiendo… Taehyung —Seokjin lo tomó suavemente de la mejilla—, Taehyung, mírame, ¿todavía quieres eso?

El muchacho lo observaba, triste y confuso, bajo el velo de sus pestañas.

—Porque si es así… sé que comenzó como una broma infantil y que jamás lo has considerado en serio, pero, si te casaras conmigo, podría llevarte lejos de aquí. La verdad es que estaba buscando casarme de todos modos, y si con eso puedo ayudarte…

Taehyung lo observaba, desconcertado.

—¿Crees que es tan fácil? —comenzó— Se supone que yo debo suceder a mi madre… ¿cómo esperas que abandone este sitio para casarme lejos? Además, los hombres aquí no se casan con hombres, Seokjin.

—Donde yo vivo sí.

—¿Y crees que ella lo permitiría? ¡Ja! Verdaderamente, no la conoces…

Jin se encogió de hombros.

—Si hay intereses económicos de por medio, puede que sí.

—¿Y el trono?

—¿No tienes un hermano?

—¿Esperas que le deje toda la carga a él? —preguntó, incrédulo, el muchacho.

Su mirada se suavizó.

—Las cargas se comparten, Taehyung. Y tú has llevado la tuya durante demasiado tiempo.

—E incluso si pudiera rebasar todos esos obstáculos… ¿por qué?

—¿Por qué qué?

—¿Por qué lo haces? ¿por qué te ofreces a ayudarme? Estamos hablando de tu marido… ¡la persona con la que se supone que pasarás el resto de tu vida!

Seokjin abrió la boca, pero la frase murió en sus labios. Finalmente, dijo:

—Bueno, a Jiminie le gustas…

Taehyung soltó un bufido.

—… Y a mí también —sentenció.

Y no fue hasta que contempló el rostro de Seokjin con atención que comprendió el alcance real de esas palabras. Por lo general, Jin era una persona segura de sí misma, no vacilaba, y tenía la habilidad de disfrazar sus sentimientos cuando lo necesitaba… Pero, esta vez —¿cómo decirlo?— era como si sus sentimientos se hubieran derramado estrepitosamente y empaparan cada pulgada de su cuerpo en su estado más espontáneo.

Taehyung enrojeció violentamente; jamás nadie le había dicho nada remotamente similar…

—Estás loco —dijo, sin aliento, este.

—¿Aceptarás mi oferta?

—Ojalá pudiera —contestó con tristeza el joven.

—Aceptar es solo el primer paso, se trata simplemente de un … déjame ocuparme de lo de después, de convencer a la reina; tú solo tienes que estar de acuerdo y yo haré el resto… —suplicó.

Taehyung se echó a reír.

—Ni siquiera me has preguntado si también me gustas… Es decir, sé que casarse por amor es utópico para gente como nosotros, pero…

—Bueno, ¿te… gusto? —cuestionó Seokjin, mordiéndose nerviosamente los labios.

—De hecho, no estoy seguro. En realidad, no suelo estar seguro de nada —bajó la cabeza, taciturno y pensativo—. Lo siento, soy un desastre.

Jin echó una breve mirada en dirección a su hermano, cuyo pecho subía y bajaba apaciblemente al ritmo de sus sueños infantiles.

—¿Quieres… comprobarlo? —preguntó lentamente Seokjin, y sus ojos cayeron hacia sus labios.

Taehyung sintió su boca secarse y pensó por primera vez en la posibilidad: nunca antes había hecho algo así, pero la sola idea de experimentar con él un momento tan sagrado lo seducía extrañamente. No estaba acostumbrado a compartir ningún tipo de intimidad con nadie, sin embargo, pensar en ese tipo de calidez hacía que su cuerpo clamara desesperadamente por esa atención que siempre supo que necesitaba… Evocó la sensación de los dedos de Jin en su cabello y, entonces, supo que quería más de él.

Cerrando los ojos, se impulsó hacia delante y presionó sus labios juntos.

Seokjin enganchó el pelo desordenado de Taehyung tras su oreja y comenzó una fricción pausada, afectuosa, mientras acariciaba con suavidad su cuello. Saberse tan deseado, tan necesario… se sentía en el cielo y no entendía cómo podía haber sobrevivido tanto tiempo sin algo así. Era una sensación increíble.

Cada vez más animado, Taehyung se tomó la libertad de profundizar el beso, y pronto la espalda de Jin dio con el suelo. El breve impacto consiguió despegar sus labios y Jin lo miró con la boca encarnada y los ojos entrecerrados. Seokjin sujetó débilmente los hombros de Taehyung y susurró:

—Jiminie…

Taehyung enrojeció y se separó del muchacho.

Es verdad. Mini.

En la opacidad de la noche, se miraron. Seokjin yacía tendido como un punto nítido recortado sobre un fondo mediocre y gris, y Taehyung contemplaba fascinado su reflejo en sus ojos; le gustaba la versión de sí mismo que afloraba cuando estaba con él. Se habían revelado el uno al otro y se habían sentido, y Taehyung rezaba por que el pálpito que sentía en el pecho lo llevara en la dirección adecuada.

Entonces, dijo que sí. No supo a cuál de las dos preguntas: a las dos, a una sola… —¿a cuál?—. No importaba.

Las flores se abrieron. Jimin sonreía en su sueño.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Hamnet_Lua
La taejin week ha sido aplazada y reanudará el 22 de enero con el capítulo 3!

Comments

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Natashabird #1
Chapter 6: Me encanto. <3 <3 <3
Todas las historias me encantaron. :)
Natashabird #2
Chapter 3: No hay que dudar nunca de Taehyung:)
Natashabird #3
Chapter 2: Me encanto!!! Taejin es mi shipp favorito.
Hasta el proximo capitulo ;)