capitulo 8

BESOS

Respiraciones Dispersas y Almas Encantadas…

 

Taeyeon

 

 

—ESTOY MURIENDO… Estoy muriendo… muriendo… Tengo linfoma de Hodgkin. Es avanzada. Y es terminal… tengo cuestión de meses de vida, tae. No hay nada que alguien pueda hacer…

 

Corrí a través de la oscuridad del parque mientras las palabras de jessica daban vueltas y vueltas en mi mente.

 

—ESTOY MURIENDO… muriendo… tengo cuestión de meses de vida, tae. No hay nada que alguien pueda hacer…

 

Dolor, como el que nunca creí que fuera posible, atravesó mi corazón. Se deslizó, apuñalando y vibrando hasta que mis pies se deslizaron hasta detenerse y caí de rodillas.

 

Traté de respirar, pero el dolor apenas acababa de comenzar, para pasar a extraer a través de mis pulmones hasta que no quedó nada. Viajó con la velocidad del rayo a través de mi cuerpo, teniendo todo, hasta que sólo quedó el dolor.

 

Me había equivocado.

 

Había estado tan mal.

 

Había pensado que jessica apartándome durante dos años fue el dolor más grande que alguna vez tuve que soportar.

 

Había cambiado, fundamentalmente me cambió.

 

Rota, simplemente congelándome hasta estar herida... Pero esto... esto...

 

Cayendo hacia delante, paralizada por el dolor en el estómago, rugí en la oscuridad del parque vacío. Mis manos arañando la dura tierra bajo mis palmas, ramas entre mis dedos, arrancándome las uñas.

 

Pero me dio la bienvenida.

 

Este dolor que podía hacerle frente, pero el dolor en el interior...

 

El rostro de jessica cruzó por mi mente.

 

Su jodido rostro perfecto al entrar en la sala esta noche.

 

Su rostro sonriente buscando a Soo y SeoHyun.

 

Su sonrisa se desvaneció de sus labios cuando sus ojos se encontraron con los míos. Vi el instante de devastación en su rostro cuando vio a sunny sentada a mi lado, mi brazo alrededor de sus hombros.

 

Lo que no había visto era que yo la observaba desde la ventana de la cocina mientras se sentaba afuera con Rachel.

 

Ella no me había visto llegar cuando yo nunca había planeado estar ahí en primer lugar. Cuando Wendy me envió un mensaje de que jessica había llegado, nada podía detenerme.

 

Me había ignorado.

 

Desde el momento en que la vi en el pasillo la semana pasada, nunca había dicho una palabra.

 

Y me mató.

 

Pensé cuando volví de los ángeles que habría respuestas. Pensé que descubriría por qué ella me apartó.

 

Me atraganté con un sollozo ahogado.

 

Nunca, nunca, en mis sueños más salvajes, pensé que podría ser algo como esto.

 

Porque es jessica.

 

Mi Jessi.

 

Mi jessica.

 

No podía morir.

 

No podía dejarme atrás.

 

No podía dejarnos a cualquiera de nosotros atrás.

 

Nada tenía sentido si ella no estaba cerca.

 

Tenía más vida que vivir.

 

Estaba destinada a estar conmigo por la eternidad.

 

Jessica y taeyeon hasta el infinito.

 

Para siempre.

 

¿Meses?

 

No podía...

 

No podía...

 

Mi cuerpo se sacudió mientras otro sollozo surgió de mi garganta, la sensación de este dolor, no menos como si estuviera siendo colgada, arrastrada y descuartizada.

 

Las lágrimas caían libremente por mi rostro, cayendo a la tierra seca por debajo de mis manos. Mi cuerpo estaba atrapado en su lugar, mis piernas se negaron a moverse.

 

No sabía qué hacer.

 

¿Qué demonios debía hacer?

 

¿Cómo puedes superar no ser capaz de ayudar?

 

Al inclinar la cabeza hacia atrás hacia el cielo lleno de estrellas, cerré los ojos.

 

—Jessi—dije en voz baja, mientras la sal de mis lágrimas llegaba a mi boca—Mi Jessi—murmuré de nuevo, mi cariño a la nada en la brisa.

 

En mi mente vi los ojos azules de jessica, tan real como si estuviera sentada frente a mí...

 

—Tengo cuestión de meses de vida, tae. No hay nada que nadie pueda hacer...

 

Esta vez mis gritos no se obstruyeron en mi garganta.

 

Fueron liberados y eran muchos.

 

Mi cuerpo se estremeció con la fuerza de ellos cuando pensaba en lo que ella debió haber pasado.

 

Sin mí.

 

Sin mí a su lado, sosteniendo su mano.

 

Sin besarle la cabeza.

 

Sin mí, sosteniéndola en mis brazos cuando estaba triste, cuando el tratamiento la debilitó.

 

Pensé en ella enfrentando todo el dolor con sólo la mitad de un corazón. La mitad de su alma luchando para hacer frente sin su contraparte.

 

La mía.

 

No estaba segura de cuánto tiempo pasé en el parque.

 

Se sentía como una eternidad hasta que fui capaz de pararme.

 

Y mientras caminaba, me sentí como una impostora en mi propio cuerpo. Como si estuviera atrapado en una pesadilla y cuando despertara me gustaría tener quince años de nuevo.

 

Nada de esto estaría sucediendo.

 

Me despertaría en la arboleda bajo nuestro árbol favorito, con Mi Jessi en mis brazos. Ella se reiría de mí cuando me despierte, tirando de mi brazo alrededor de su cintura más estrecha. Levantaría su cabeza y bajaría la mía para besarla.

 

Y nos besaríamos.

 

Nos besaríamos y besaríamos.

 

Cuando me aparte, con la luz del sol en su cara, ella me sonreiría con los ojos todavía cerrados y diría en un susurro, “beso dos mil, cincuenta y tres.

En el bosque de la flor, debajo de nuestro árbol favorito. Con mi tae... Y mi corazón casi estalló”.

 

Tomaría mi cámara en mis manos y me gustaría esperar, mi ojo listo en el lente para el momento en que abriría sus ojos.

 

Ese momento.

 

Ese momento mágico capturado, donde me gustaría ver en sus ojos lo mucho que me amaba.

 

Y yo le decía que la amaba también, mientras corría el dorso de la mano suavemente por su mejilla. Luego, colgaría esa foto en mi pared para que pudiera verla todos los días...

 

El sonido de un búho me sacó de mi aturdimiento.

 

Cuando parpadeé volviendo de la fantasía, me golpeó como un camión, era exactamente eso: una fantasía.

 

Entonces el dolor aumentó de nuevo y me clavó con la verdad.

 

No me atrevía a creer que estaba muriendo.

 

Mi visión borrosa por las lágrimas frescas, me tomó un momento darme cuenta que estaba en el árbol que me había imaginado en sueños.

 

En el cual siempre nos sentábamos.

 

Pero cuando miré hacia arriba en la oscuridad, con el viento fresco batiendo a través de sus ramas, mi estómago se revolvió. Las ramas desnudas de hojas, sus delgados brazos girando y girando, todas reflejaban este momento en el tiempo.

 

El momento en que supe que mi chica se iba.

 

Me obligué a caminar; de alguna manera, mis pies me llevaron a casa. Pero mientras caminaba, mi mente era un revoltijo de incertidumbre dispersada, negándose a precisar nada en el estómago.

 

No sabía qué hacer, dónde ir.

 

Las lágrimas se derramaban sin cesar de mis ojos; el dolor dentro de mi cuerpo se estaba asentando en un nuevo hogar.

 

Ninguna parte de mí estaba excusada.

 

—Lo hice para salvarte...

 

Nada me podría salvar de esto.

 

La idea de ella tan enferma, luchando por mantener la luz que tenía esa sonrisa radiante tan brillante atenuándose, me destruyó.

 

 

Al llegar a mi casa, me quedé mirando al otro lado de la ventana que me había cautivado durante doce años.

 

Sabía que ella estaba en el lado opuesto.

 

La casa estaba a oscuras. Pero a medida que movía los pies hacia adelante, poco a poco a un punto muerto.

 

No pude... No pude hacerle frente a ella... No pude…

 

Girando sobre mis talones, corrí por las escaleras a mi casa y entré por la puerta. Lágrimas de rabia y tristeza se rasgaban a través de mí, tanto en la lucha por la dominación.

 

Estaba cada vez más desgarrada desde el interior.

 

Pasé por la sala de estar.

 

— ¡Tae!—dijo mi mamá.

 

Al instante oí la voz entrecortada.

 

Mis pies se detuvieron.

 

Cuando me enfrenté a mi mamá, que estaba de pie del sofá, vi lágrimas por sus mejillas.

 

Me golpeó como un martillazo.

 

Ella sabía.

 

Mamá dio un paso adelante, su mano extendida. La miré fijamente, pero no podía tomarla.

 

No pude...

 

Corrí a mi habitación. Pasé a través de la puerta y luego me quedé ahí. Me puse en punto muerto y miré alrededor, en busca de una idea de qué hacer a continuación.

 

Pero no lo sabía.

 

Mis manos se levantaron hacía mi pelo y agarraron algunas hebras. Me atraganté con los sonidos que salían de mi boca. Me ahogué en las malditas lágrimas que caían por mis mejillas, porque no sabía qué diablos hacer.

 

Di un paso hacia adelante, luego me detuve. Me moví para ir a la cama, entonces me detuve.

 

Mi corazón latía de una manera lenta, ritmo dando tumbos.

 

Luché para arrastrar aire a través de mis pulmones obstruidos. Luché para no caer al suelo.

 

Y luego me rompí.

 

Dejé la ira impaciente libre.

 

Dejo que me infunda y me arrastre.

 

Llego a la cama, me incliné para agarrar el marco y, con un fuerte rugido, lo levanté con toda mi fuerza, volcando el colchón y la robusta estructura de madera.

 

Caminé a mi escritorio y, con un golpe, quité todo lo que había encima. Tomando mi portátil antes de que tocara el suelo, girando donde estaba y lo lancé contra la pared. Se hizo añicos, pero no sirvió de nada.

 

Nada estaba ayudando.

 

El dolor estaba todavía aquí.

 

La verdad desgarradora.

 

Las lágrimas malditas.

 

Apretando los puños, tiré la cabeza hacia atrás y grité.

 

Grité y grité hasta que mi voz era áspera y mi garganta estaba en carne viva.

 

Cayendo de rodillas, me dejo ahogar en este duelo.

 

Entonces oí la puerta abierta y levanté la vista. Mi mamá entró. Negué con la cabeza, levantando la mano para evitarla. Pero ella siguió.

 

—No—dije con voz áspera, tratando de salir de su camino.

 

Pero no escuchó, en lugar de eso se dejó caer al suelo junto a mí.

 

— ¡No!—espeté duramente, pero sus brazos extendidos se envolvieron alrededor de mi cuello— ¡No!—luché, pero me atrajo hacia ella, y he perdido toda la pelea.

 

Me derrumbé en sus brazos y lloré.

 

Grité y grité a los brazos de la mujer a la que apenas había hablado en dos años.

 

Pero en este momento, la necesitaba.

 

Necesitaba a alguien que entienda.

 

Entienda lo que la pérdida de jessica significaría.

 

Así que dejé ir todo.

 

Me aferré a ella con tanta fuerza que pensé que le dejaría un hematoma. Pero mi mamá no se movió; lloró conmigo. Se sentó en silencio, sosteniendo

Mi cabeza ya que había perdido toda fuerza.

 

Entonces oí un movimiento en la puerta.

 

Mi papá nos miraba con lágrimas en los ojos, la tristeza en su rostro.

 

Y reavivó la llama en el estómago.

 

Al ver al hombre que me llevó lejos, que me obligó a dejar a jessica cuando más me necesitaba, rompió algo en mi interior.

 

Empujando hacia atrás a mamá, le susurré a él:

 

—Vete.

 

Mi mamá se puso rígida y la empujé aún más, mirando a mi papá. Él levantó las manos, sorpresa ahora grabada en su rostro.

 

—Tae...—dijo con voz tranquila.

 

Sólo alimentó las llamas.

 

— ¡He dicho que te vayas!—trastabillé.

 

Mi papá echó un vistazo a mi mamá. Cuando volvió a mirar hacia mí, mis manos estaban apretadas.

 

Abracé la rabia ardiendo dentro de mí.

 

—Tae, hija. Estás conmocionada, estás dañando…

 

— ¿Dañando? ¿Dañando? ¡No tienes ni maldita idea!—rugí y me acerqué un paso más cerca de donde se encontraba.

 

Mi mamá se puso de pie. La ignoré mientras trataba de entrar en mi camino. Mi papá se adelantó y la empujó detrás de él y hacia el pasillo. Mi papá cerró la puerta ligeramente, bloqueando su salida.

 

—Lárgate—dije por última vez, sintiendo todo el odio que sentía por este hombre hirviendo a la superficie.

 

—Lo siento, hija—susurró y dejó caer una lágrima por su mejilla.

 

Tuvo la audacia de estar delante de mí y derramar una lágrima.

 

¡Él no tenía un maldito derecho!

 

—No—advertí, mi voz cortante y cruda—No te atrevas a estar ahí y llorar. No te atreves a estar ahí y decirme que lo sientes. No tenías ninguna maldita razón cuando fuiste el que me llevó lejos. Tú me apartaste de ella cuando yo no quería ir. Me apartaste de ella mientras estaba enferma. Y ahora... ahora... ella está mu…

 

No pude terminar la frase.

 

No me atreví a decir esa palabra.

 

En su lugar, corrí.

 

Corrí hacia mi papá y cerré mis manos sobre su amplio pecho.

 

Se tambaleó hacia atrás y golpeó la pared.

 

—Taeyeon—escuché el grito de mi mamá desde el pasillo.

 

Haciendo caso omiso de su petición y sin importar que fuera mucho más alto que yo, tome el collar de mi papá en mis manos y llevando mi cara justo enfrente de la suya.

 

—Me llevaste lejos por dos años. Y debido a que no estaba, me apartó para salvarme. A mí. Salvarme de la pena de estar tan lejos y no ser capaz de consolarla o abrazarla cuando estaba sufriendo. Lo hiciste, así no podía estar con ella mientras luchaba—tragué, pero me las arreglé para agregar— Y ahora es demasiado tarde. Ella tiene meses...—mi voz se rompió—Meses...—bajé mis manos y di un paso atrás, más lágrimas y dolor desgarrando. De espaldas a él, le dije—No hay vuelta atrás de esto. Nunca te perdonaré por llevarme lejos de ella. Nunca. Hemos terminado.

 

—Tae…

 

—No me digas así. Sal—gruñí— ¡Fuera de mi habitación y lárgate de mi vida! Ya he terminado contigo. Ya está hecho.

 

Segundos después oí la puerta cerrarse y la casa quedó en silencio. Pero para mí, en este momento, la casa sonaba como si estuviera gritando.

 

Apartando el pelo de mi rostro, me dejé caer sobre el colchón volcado, luego apoyé la espalda contra la pared.

 

 

Durante unos minutos, o podrían haber sido horas, me quedé mirando a la nada.

 

Mi habitación estaba a oscuras salvo por la luz de una pequeña lámpara en la esquina de la habitación que de alguna manera había sobrevivido a mi rabia.

 

Alcé los ojos, y se fijaron en una foto que colgaba en la pared. Fruncí el ceño,

Sabiendo que no la había puesto ahí. Mi mamá debe haberla colgado hoy cuando desempaqué mis cosas.

 

Y me quedé mirando.

 

Me le quedé mirando a jessica, sólo unos días antes de irnos, bailando en la arboleda de cerezos, las flores de cerezo que amaba tanto en plena flor a su alrededor. Sus brazos estaban estirados hasta el cielo mientras giraba, su cabeza echada hacia atrás mientras reía.

 

Mi corazón se apretó al verla de esta manera.

 

Porque ésta era mi Mi Jessi.

 

La chica que me hizo sonreír.

 

La chica por la que correría en la arboleda de cerezos, riendo y bailando hasta el final.

 

La que me dijo que me alejara de ella.

 

—Me alejaré de ti. Te alejarás de mí. Finalmente podremos descansar…

 

Pero no pude.

 

No podía dejarla.

 

Ella no podía dejarme.

 

Ella me necesitaba y yo la necesitaba.

 

No me importaba lo que había dicho; no había forma en que la iba a dejar para soportar esto sola.

 

No podría, aunque tratara.

 

Antes de que pudiera pensar demasiado, salté en mis pies y corrí a la ventana. Tomé una mirada a la ventana opuesta a la mía y dejé que el instinto tomara el control. Tan silenciosamente cómo es posible, abrí mi ventana y pasé a través de ésta.

 

Mi corazón latía en conjunto con mis pies mientras golpeteé el césped. Me detuve en seco. Entonces, con una respiración profunda, puse mi mano debajo de la ventana y la subí.

 

Se movió.

 

Estaba desbloqueada.

 

Era como si no hubiera pasado el tiempo.

 

Subí y cerré suavemente la ventana. Una cortina estaba en el camino, algo que no estaba ahí antes.

 

En silencio, la empujé a un lado, di un paso hacia adelante, deteniéndome mientras bebía el salón familiar.

 

El perfume de aroma agradable de jessica, el que siempre había usado, golpeó primero a mi nariz. Cerré los ojos, ahuyentando la pesadez en mi pecho.

 

Cuando los abrí de nuevo, mis ojos cayeron a jessica en su cama. Su respiración era suave mientras dormía, frente a mí, su cuerpo iluminado sólo por el débil brillo de su lamparita.

 

Entonces mi estómago cayó.

 

¿Cómo demonios creía que alguna vez podría mantenerme alejada?

 

Aun si no me hubiera dicho por qué me cortó, habría encontrado la manera de regresar a ella.

 

Incluso a través de todo el sufrimiento, el dolor y la rabia, me he sentido atraída, como la polilla a la llama.

 

Nunca podría alejarme.

 

Pero mientras bebía de ella, sus labios rosas fruncidos en el sueño, su rostro

ruborizado con calidez, sentí como si una lanza hubiera estrellado contra mi pecho.

 

Iba a perderla.

 

Iba a perder a la única razón por la que vivía.

 

Me impulsé en mis pies. Luché para hacer frente al pensamiento. Las lágrimas cayeron en mis mejillas, justo cuando una tabla chirrió debajo de mí.

 

Apreté mis ojos cerrados.

 

Cuando mis ojos se abrieron, fue para ver a jessica mirándome desde su cama, sus ojos pesados con el sueño. Entonces, claramente al ver mi cara, las lágrimas en mis mejillas y la aflicción en mis ojos, su expresión se transformó en una máscara de dolor y, lentamente, abrió sus brazos.

 

Fue instintivo.

 

Un poder primitivo que sólo jessica tenía sobre mí.

 

Mis pies me arrastraron hacia adelante ante la visión de esos brazos; mis piernas fallaron finalmente cuando llegué a la cama, las rodillas golpeando el suelo, la cabeza cayendo en el regazo de jessica.

 

Y, como un dique, estallé.

 

Las lágrimas vinieron abundantes y rápidas cuando jessica envolvió sus brazos alrededor de mi cabeza. Levantando mis brazos, los envolví, apretado como el hierro, alrededor de su cintura.

 

Los dedos de jessica acariciaron mi pelo mientras, temblando, me desmoroné en su regazo, las lágrimas empapando el camisón que cubría sus muslos.

 

—Shh—susurró jessica, balanceándome de atrás hacia adelante.

 

El dulce sonido era como el cielo para mis oídos.

 

—Está bien—agregó.

 

Me golpeó duro que ella estaba consolándome. Pero no podía detener el dolor.

 

No podía detener la pena.

 

Y la abracé.

 

La abracé tan fuertemente que pensé que ella me pediría irme.

 

Pero no lo hizo y yo no lo haría.

 

No me atrevería a irme, por si cuando levantara mi cabeza ella no estuviera ahí.

 

La necesitaba para estar aquí.

 

La necesitaba para quedarse.

 

—Está bien—me tranquilizó de nuevo.

 

Esta vez, levanté la cabeza hasta que nuestros ojos se encontraron.

 

—No lo está—dije con voz ronca—Nada sobre esto está bien.

 

Los ojos de jessica estaban brillando, pero sin que cayeran las lágrimas. En cambio, levantó mi rostro, un dedo bajo mi barbilla, y acarició mi mejilla húmeda con otro. La vi, sin respirar, mientras una pequeña sonrisa empezó a estirarse en sus labios.

 

Mi estómago dio una voltereta, la primera sensación que había sentido en mi cuerpo desde que el entumecimiento que siguió a su revelación me había sobrepasado.

 

—Ahí estás—dijo tan tranquilamente que casi lo perdí—Mi tae.

 

Mi corazón dejó de latir.

 

Su rostro se derritió en pura felicidad cuando sacó el pelo de mi frente y pasó la yema de los dedos por mi nariz y a lo largo del borde de mi mandíbula.

 

Me quedé completamente inmóvil, tratando de remitir este momento a la memoria, una foto en mi mente.

 

Sus manos en mi cara.

 

Esa mirada de felicidad, esa luz brillando desde adentro.

 

—Solía preguntarme cómo te veías, mayor. Me preguntaba si te habías cortado el pelo. Me preguntaba si habías crecido más, cambiado de tamaño. Me preguntaba si tus ojos habían permanecido igual—el lado de su labio se torció—Me preguntaba si te habías hecho más guapa, lo que parecía imposible para mí—su sonrisa cayó—Y veo que lo haces. Cuando te vi en el pasillo la semana pasada, no podía creer que estuvieras ahí, de pie frente a mí, más hermosa de lo que alguna vez podría haber imaginado—empujó juguetonamente en mi pelo—Con tu brillante pelo negro todavía más largo. Tus ojos de un oscuro tan vibrante como siempre lo han sido—los ojos de jessica se encontraron con los míos y dijo en voz baja—Mi linda, linda coreana.

 

Con los ojos cerrados mientras trataba de ahuyentar el nudo en mi garganta.

 

Cuando los abrí, ella estaba mirándome como siempre lo hacía, con completa adoración. Elevándome más alto en mis rodillas, me incline más cerca, viendo los ojos de jessica suavizarse mientras presionaba mi frente con la suya, tan cuidadosamente como si fuera una muñeca de porcelana.

 

Tan pronto como se tocó nuestra piel, di una respiración larga y susurré:

 

—Mi Jessi.

 

Esta vez fueron las lágrimas de jessica que cayeron en su regazo. Empujé mi mano en su pelo y la abracé:

 

—No llores, Mi Jessi. No puedo soportar ver tus lágrimas.

 

—Confundes su significado—susurró a cambio.

 

Moví mi cabeza ligeramente hacia atrás, buscando sus ojos. La mirada de jessica se encontró con la mía y sonrió. Pude ver la alegría en su hermoso rostro cuando explicó:

 

—Nunca pensé que te escucharía decirme esa palabra de nuevo—tragó saliva—Nunca pensé que te sentiría tan cerca de mí de nuevo. Nunca soñé que sentiría esto de nuevo.

 

— ¿Sentir qué?—pregunté.

 

—Esto—dijo y llevó mi mano a su pecho.

 

Justo sobre su corazón.

 

Estaba acelerado.

 

Me quedé inmóvil, sintiendo algo en mi propio pecho agitándose de nuevo a la vida y luego dijo:

 

—Nunca pensé que alguna vez me sentiría completamente entera de nuevo—una lágrima cayó de su ojo y en mi mano, salpicando mí piel—Nunca pensé que recuperaría la mitad de mi corazón antes de que yo…—se fue apagando, pero ambas sabíamos lo que quería decir. Su sonrisa desapareció y su mirada pasó a través de la mía—jessica y taeyeon. Dos mitades del mismo todo. Reunidas por última vez. Cuando es más importante.

 

—Jessi…—dije, pero no podía eludir el látigo de dolor agrietándose profundo en mi interior.

 

Ella parpadeó, entonces parpadeó de nuevo, hasta que todas sus lágrimas se habían ido. Se me quedó mirando, dejando caer su cabeza hacia un lado, como si estuviera resolviendo un rompecabezas difícil.

 

—Jessi—dije, mi voz ronca y áspera—Déjame quedarme un rato. No puedo…

No puedo… No sé qué hacer…

 

La cálida palma de jessica aterrizó suavemente en mi mejilla:

 

—No hay nada que hacer, tae. Nada que hacer más que capear el temporal.

 

Mis palabras quedaron atrapadas en mi garganta y cerré los ojos. Cuando los abrí de nuevo, estaba mirándome.

 

—No tengo miedo—me aseguró con confianza y pude ver que lo decía en serio.

 

Quería decirlo en un cien por ciento.

 

Mi jessica.

 

Llena de valor y luz.

 

Nunca había estado más orgullosa de amarla de lo que lo estaba en ese momento.

 

Mi atención cayó a su cama, una cama que era más grande de la que había tenido hace dos años.

 

Cuando se sentó en el centro, se veía como una niña pequeña.

 

Claramente viéndome mirar la cama, jessica arrastró los pies de nuevo. Podía detectar un borde de cautela en su expresión y no podía culparla.

 

Sabía que yo no era la chica que le había dicho adiós hace dos años.

 

Había cambiado.

 

No estaba segura de que podría ser su Santana nunca más.

 

Jessica tragó saliva, y después de un momento de vacilación, palmeó el colchón a su lado.

 

Mi corazón se aceleró.

 

Estaba dejándome quedar, después de todo.

 

Después de todo lo que había hecho desde que regresé, estaba dejándome quedar.

 

Haciéndome levantar, mis piernas se sentían inestables. Las lágrimas que habían manchado mis mejillas, dañando mi garganta con dolor y la pena, la revelación irreal sobre el dolor de la enfermedad de jessica… Habían dejado un entumecimiento residual en mi cuerpo.

 

Cada centímetro de mí roto, parchado de nuevo con curitas, curitas sobre heridas abiertas.

 

Temporal.

 

Sin sentido.

 

Inútil.

 

Pateé mis zapatos, después subí en la cama. Jessica cambió para acostarse en su lado natural de la cama, y yo, torpemente, me recosté en la mía. En un movimiento tan familiar para nosotras, nos pusimos de lado y nos enfrentamos la una a la otra.

 

Pero no era tan familiar como lo fue una vez.

 

Jessica había cambiado.

 

Yo había cambiado.

 

Todo había cambiado.

 

Y no sabía cómo modificarlo.

 

 

 

Minutos y minutos de silencio pasaban.

 

Ella parecía contenta de verme.

 

Pero yo tenía una pregunta.

 

La única pregunta que había querido hacerle cuando se detuvo el contacto.

 

El pensamiento de que había excavado en mi interior, volviéndose oscuro por la falta de respuesta.

 

El único pensamiento que me hizo sentir enferma.

 

La única pregunta que todavía tenía el potencial de desgarrarme. Incluso ahora, cuando mi mundo ya no podía hacerse añicos.

 

—Pregúntame—dijo jessica de repente, manteniendo su voz baja para no despertar a sus padres.

 

La sorpresa debió reflejarse en mi cara, porque ella se encogió de hombros,

Viéndose tan condenadamente linda.

 

—Podría no conocer a la chica que eres ahora, pero reconozco esa expresión. La que está construyendo una pregunta.

 

Pasé mi dedo por la sábana entre nosotras, mi atención enfocada en el movimiento que estaba haciendo.

 

—Me conoces—susurré en respuesta, queriendo creer eso más que nada.

 

Porque jessica era la única que realmente conocía a la verdadero yo.

 

Incluso ahora, escondida bajo toda esta rabia y furia, después de la distancia de dos años silenciosos, ella todavía conocía al corazón debajo.

 

Los dedos de jessica se acercaron a los míos en el territorio neutral entre nosotras.

 

La tierra de nadie que separaba a nuestros cuerpos.

 

Mientras veía nuestras dos manos, presionando por la de la otra, pero sin llegar del todo, estaba envuelto con la necesidad de tener mi cámara, una necesidad que no había sentido durante mucho tiempo.

 

Quería este momento capturado.

 

Quería esta imagen.

 

Quería este momento en el tiempo, para aferrarme para siempre.

 

—Sé algunas de tus preguntas, creo—dijo jessica, retirándome de nuevo de mis pensamientos.

 

Sus mejillas sonrojadas, de un color rosa profundo extendiéndose sobre su piel blanca.

 

—Seré sincera, ya que has regresado, no lo admito mucho. Pero hay momentos en que hay vistazos de la chica que amo. Lo suficiente para inspirar la esperanza de que ella todavía acecha por debajo—su cara era determinada—Creo, sobre todo, que quiero verla pelear a través de lo que tiene oculto. Creo que volver a verla es mi mayor deseo, antes de irme.

 

Aparté mi cabeza, poco dispuesta a escuchar su plática sobre irse, sobre la desilusión que yo era, sobre el hecho de que su tiempo se estaba acabando.

 

Entonces, como el acto de valor de un soldado, su mano rompió la distancia entre nosotras y la yema de su dedo rozó sobre la mía. Volteé mi cabeza de nuevo. Mis dedos se abrieron ante su toque. Jessica pasó la yema de su dedo a lo largo de la carne de mi palma, trazando las líneas.

 

El indicio de una sonrisa se dibujó en sus labios. Mi estómago se hundió, preguntándome cuántas veces más vería esa sonrisa. Preguntándome cómo ella encontró la fuerza para sonreír en absoluto.

 

Entonces, lentamente retirándose a donde había estado antes, su mano todavía creció. Me miró, esperando con paciencia por la pregunta que todavía no había hecho.

 

Sintiendo a mi corazón correr con agitación, abrí mi boca y pregunté:

 

—Era el silencio… era todo sobre… tu enfermedad, o era… era porque…

 

Imágenes de nuestra última noche destelló en mi cerebro.

 

Yo acostada sobre su cuerpo, nuestras bocas presionadas juntas en lentos y suaves besos.

 

Jessica diciéndome que estaba lista.

 

Nosotras perdiendo nuestra ropa, yo viendo su rostro mientras seguía adelante, y después mientras ella yacía en mis brazos.

 

Durmiendo a su lado, nada queda sin decir entre nosotras.

 

— ¿Qué?—preguntó jessica, con los ojos abiertos.

 

Tomando una respiración rápida, hablo sin pensar:

 

— ¿Fue porque presioné demasiado? ¿Te obligué? ¿Te presioné?—haciendo de tripas corazón, pregunté— ¿Te arrepentiste?

 

Jessica se tensó, sus ojos brillando.

 

Me pregunté por un minuto si ella estaba a punto de llorar, confesar que lo que había temido estos últimos dos años era verdad.

 

Que la lastimé.

 

Ella puso su confianza en mí y la lastimé.

 

En cambio, se levantó de la cama y se arrodilló. La escuché tirando algo de debajo.

 

Cuando se levantó a sus pies, en su mano estaba un familiar vaso de conserva de cristal. Un vaso de conserva lleno con cientos de corazones de papel color rosa.

 

Miles de besos.

 

Jessica se arrodilló cuidadosamente en la cama, e inclinando el frasco en la dirección del brillo de la lamparita, abrió la tapa y empezó a buscar. Mientras su mano movía alrededor los corazones de papel, yo seguía los que viajaban más allá del cristal en mi lado.

 

La mayoría estaban en blanco.

 

El frasco estaba cubierto de polvo, una señal de que no había sido abierto durante un largo tiempo.

 

Una mezcla de tristeza y esperanza se revolvió en mi interior.

 

Esperanza de que ningún otra persona había tocado sus labios.

 

Tristeza de que la mayor aventura de su vida había llegado a un punto muerto.

 

No más besos.

 

Entonces esa tristeza hizo un agujero completamente a través de mí.

 

Meses.

 

Sólo tenía meses, no toda la vida, para llenar este frasco.

 

Nunca escribiría el mensaje en un corazón en el día de su boda como quería.

 

Nunca sería mamá, ni leería esos besos de sus nietos.

 

Ni siquiera viviría su adolescencia.

 

— ¿Tae?—preguntó jessica cuando nuevas lágrimas cayeron por mis mejillas.

 

Utilicé el dorso de mi mano para secarlas. Dudé en encontrar los ojos de jessica.

 

No quería que se sintiera triste.

 

En cambio, cuando levanté la vista, todo lo que vi en la cara de jessica fue comprensión, una comprensión que cambió rápidamente a timidez.

 

A nerviosismo.

 

En su mano extendida había un corazón de color rosa. Sólo que este corazón no estaba en blanco. Estaba lleno, de ambos lados. La tinta de este corazón era de color rosa, prácticamente disfrazando el mensaje.

 

Jessica empujó más la mano.

 

—Toma—insistió.

 

Hice lo que me pidió.

 

Me incorporé y me moví en el camino de luz. Me concentré en la dura luz de la tinta, hasta que pude distinguir las palabras.

 

Beso trescientos cincuenta y cinco. En mi dormitorio. Después de hacer el amor con mi tae. Mi corazón casi se rompió.

 

 

Volteé el corazón y leí el otro lado.

 

Dejé de respirar.

 

Fue la mejor noche de mi vida... tan especial como puede ser especial.

 

 

 

Cerré los ojos, sin embargo, otro torrente de emoción fluyó a través de mí.

 

Si hubiera estado de pie, estoy segura de que habría caído de rodillas.

 

Debido a que le encantó.

 

Esa noche, lo que hicimos, fue deseado.

 

No había habido daño.

 

Me atraganté en un ruido que se deslizó por mi garganta. La mano de jessica estaba en mi brazo.

 

—Pensé que nos había destruido—dije en voz baja, mirando sus ojos—Pensé que te habías arrepentido.

 

—No lo hice—susurró.

 

Con mano temblorosa, un gesto oxidado del exceso de tiempo, echó hacia atrás los mechones caídos de pelo de mi cara. Cerré los ojos bajo sus dedos, luego los abrí cuando dijo:

 

—Cuando sucedió todo…—explicó—Cuando estaba buscando tratamiento—las lágrimas, esta vez, resbalaron por sus mejillas—Cuando el

Tratamiento dejó de funcionar... Recordaba esa noche a menudo—cerró los ojos, sus largas pestañas besando su mejilla. Luego sonrió. Su mano se quedó quieta en mi pelo—Pensé en lo gentil que fuiste conmigo. Cómo se sentía... estar contigo, tan cerca. Como si fuéramos dos mitades del corazón que siempre nos llamamos a nosotras mismas—suspiró—Fue como estar en casa. Tú y yo, juntas, hasta el infinito, unidas. En ese momento, en ese instante en que nuestra respiración era áspera y me tomaste con tanta fuerza... Fue el mejor momento de mi vida—sus ojos se abrieron de nuevo—Era el momento que reproducía cuando dolía. El momento en el que pensaba cuando me deslizaba, cuando comenzaba a sentir miedo. Era el momento en que me recordaba que tenía suerte. Debido a que en ese momento experimenté el amor que mí abuelita me envió para encontrar en esta aventura de un millón de besos especiales. Ese momento cuando sabes que eres amada tanto, que eres el centro del mundo de alguien tan maravilloso, que lo viviste... Aunque fuera sólo por un corto período de tiempo.

 

Sosteniendo el corazón de papel en una mano, extendí la mano y con la otra muñeca atraje los labios de jessica. Presioné un pequeño beso sobre su pulso, la sensación revoloteó por debajo de mi boca. Ella respiró hondo.

 

—Nadie más te ha besado en los labios, excepto yo, ¿verdad?—pregunté.

 

—No—dijo—Te prometí que no lo haría. A pesar de que no nos hablábamos. A pesar de que nunca pensé que te vería de nuevo, nunca rompí mi promesa. Estos labios son tuyos. Siempre serán sólo tuyos.

 

Mi corazón brincó y, soltando su muñeca, levanté mis dedos para presionarlos en los labios que me había regalado.

 

La respiración de jessica se redujo al tocar su boca. Sus pestañas revolotearon y el calor creció en sus mejillas.

 

Mi respiración se aceleró.

 

Se aceleró porque tenía la propiedad de esos labios.

 

Eran míos.

 

Para siempre.

 

—jessica—dije en voz baja, y me incliné hacia ella.

 

Ella se congeló, pero no la besé.

 

No lo haría.

 

Podía ver que no podía leerme.

 

Que no me conocía.

 

Casi no me conocía a mí misma en estos días.

 

En su lugar, puse mis labios en mis propios dedos aún sobre sus labios, formando una barrera entre mi boca y la suya y sólo la inhalé.

 

Inhalé su aroma a azúcar y a vainilla.

 

Mi cuerpo se sentía lleno de energía simplemente por estar cerca de ella. Entonces mi corazón se quebró por el centro mientras me movía hacia atrás y preguntó entrecortadamente:

 

— ¿Cuántas?

 

Fruncí el ceño.

 

Buscando en su cara una pista de lo que estaba preguntando. Jessica tragó y, esta vez, colocó sus dedos sobre mis labios.

 

— ¿Cuántas?—repitió.

 

Entonces supe exactamente lo que estaba preguntando. Debido a que se quedó mirando mis labios como si fueran traidores. Los miraba como algo que una vez amó, perdió, y nunca pudo recuperar.

 

Hielo frío me recorrió el cuerpo mientras jessica tiraba de su mano. Su expresión era vigilante, el aliento salía de su pecho, como si se protegiera contra lo que diría.

 

Pero no dije nada.

 

No pude, esa expresión en su cara me mató.

 

Ella exhaló y dijo:

 

—Sé de sunny, por supuesto, pero, ¿hubo otras en Seúl? Quiero decir, sé que las hubo, pero, ¿fueron muchas?

 

— ¿Importa?—pregunté, mi voz baja.

 

El corazón de papel de jessica todavía estaba en mi mano, la importancia de eso casi escalda mi piel.

 

La promesa de nuestros labios.

 

La promesa de nuestros corazones partidos por la mitad.

 

Para siempre.

 

Jessica lentamente comenzó a sacudir la cabeza, pero luego, con los hombros caídos, asintió.

 

—Sí—susurró—Es importante. No debería. Te dejé en libertad—dejó caer la

Cabeza—Pero lo hace. Importa más de lo que entenderías. Estaba equivocada. Entendí por qué le importaba tanto. Lo hacía para mí también.

 

—Estuviste ausente desde hace mucho tiempo—le dije.

 

En ese momento, sabía que la rabia que me cautivó había recuperado el control.

 

Una parte enferma de mí quería lastimarla como me había lastimado.

 

—Lo sé—estuvo de acuerdo, con la cabeza todavía baja.

 

—Tengo diecisiete años—continué.

 

Los ojos de jessica rompieron a los míos.

 

Su rostro había palidecido.

 

—Oh—dijo y pude oír cada pizca de dolor en esa pequeña palabra—Así que lo que temía es cierto. Estuviste con otras, íntimamente... Como estuviste conmigo. Yo... sólo...

 

Jessica se acercó al borde de la cama, pero estiré la mano y le agarré la muñeca en retirada.

 

— ¿Por qué es importante?—exigí y vi sus ojos brillar con lágrimas.

 

La rabia dentro de mí se atenuó ligeramente, pero regresó al pensar en esos años perdidos.

 

Años que había pasado y bebido de fiesta mi dolor, mientras jessica estaba

Enferma.

 

Casi me hacía temblar de rabia.

 

—No sé—dijo, luego sacudió la cabeza—Esa fue una mentira. Debido a que sí lo sé. Es porque eres mía. Y a pesar de todo, de todas las cosas que han sucedido entre nosotras, me quedé con una vana esperanza de que mantuvieras tu promesa. Que hubiera significado mucho para ti también. A pesar de todo.

 

Dejé caer mi mano de su muñeca y jessica se puso de pie. Se dirigió a la puerta. Justo cuando alcanzó el pomo, dije en voz baja:

 

—Lo hizo.

 

Jessica se congeló, con la espalda junta.

 

— ¿Qué?

 

No se volvió.

 

En cambio, me puse de pie y caminé hacia donde ella se encontraba. ME moví cerca de ella, asegurándome de confesar. Mi aliento sopló el pelo de su oreja, mientras decía, en voz tan baja que apenas podía oírme a mí misma.

 

—La promesa significó tanto para mí. Significaste mucho para mí... Todavía lo haces. En algún lugar, debajo de toda esta ira... Ahí sólo estás tú. Siempre será así para mí—jessica aún no se había movido. La atraje más cerca—Para siempre.

 

Se dio la vuelta, hasta que nuestros pechos se tocaron y sus ojos estaban mirando los míos.

 

—Tú... No entiendo—dijo.

 

Levanté lentamente mi mano y la empujé por el pelo. Los ojos de jessica revolotearon, mientras lo hacía, pero se abrieron de nuevo para observarme.

 

—Mantuve mi promesa—admití y vi la sorpresa cruzar su rostro.

 

Sacudió su cabeza.

 

—Pero vi... ese beso…

 

—Mantuve mi promesa—interrumpí—Desde el día que te dejé, no he besado a nadie más. Mis labios siguen siendo tuyos. Nunca ha habido nadie más. No la habrá nunca.

 

La boca de jessica se abrió y cerró.

 

Cuando se abrió de nuevo, dijo:

 

—Pero tú y sunny...

 

Mi mandíbula se apretó.

 

—Sabía que estabas cerca. Estaba enojada. Quería lastimarte como me habías lastimado.

 

Jessica sacudió la cabeza con incredulidad.

 

Di un paso más cerca todavía.

 

—Sabía que verme con sunny te haría eso. Así que me senté a su lado y esperé hasta que apareciste. Quería hacerte creer que estaba a punto de besarla... Hasta que vi tu cara. Hasta que vi cómo corriste de la habitación. Hasta que no pude soportar ver el dolor que te había causado.

 

Las lágrimas rodaron por las mejillas de jessica.

 

— ¿Por qué harías eso? taeyeon, eso no…

 

—Lo haría y lo hice—le dije, de manera cortante.

 

— ¿Por qué? —susurró.

 

Sonreí sin humor.

 

—Porque tienes razón. No soy la chica que conociste. Estaba llena de tanta ira cuando me eliminaste, que después de un tiempo, era lo único que sentía. Traté de ocultarlo cuando hablamos, luché contra ello, sabiendo que aún te tenía conmigo, incluso si estábamos a miles de kilómetros de distancia. Pero cuando me dejaste, no me importó nada. Dejé que me consumiera. Me ha consumido tanto desde entonces que me cambió—bajé la mano de jessica y la puse por encima de mi pecho—Soy la mitad de un corazón. Esto, lo que soy ahora, se debió a una vida carente de ti. Esta oscuridad, esta ira, nació que no estuvieras a mi lado. Mi Jessi. Mi aventurera. Mi chica.

 

Y entonces el dolor volvió.

 

Por esos breves minutos, había olvidado nuestra nueva realidad.

 

—Y ahora—dije entre dientes—Ahora me dices que me dejarás para siempre. Yo...—me ahogo con mis palabras.

 

—Tae—murmuró y se lanzó a mis brazos, envolviendo los suyos con fuerza

Alrededor de mi cintura.

 

Al instante, mis brazos se entrelazaron alrededor de ella como un tornillo de banco.

 

A medida que su cuerpo se fundía en el mío, respiré. Respiré el primer aliento limpio en mucho tiempo. Entonces se restringió, estrangulándome, cuando dije:

 

—No puedo perderte, Mi Jessi. No puedo. No puedo dejarte ir. No puedo vivir sin ti. Eres mí siempre, para siempre. Se supone que tienes que caminar a mi lado en esta vida. Me necesitas y te necesito. Eso es todo lo que hay que hacer—la sentí temblar en mis brazos—No voy a poder dejarte ir. Porque donde quiera que vayas, tengo que ir también. He tratado de vivir sin ti, no funciona.

 

Poco a poco y con tanto cuidado como pudo, jessica levantó la cabeza, que separaba nuestro cuerpo lo suficiente para mirarme y susurró entrecortadamente:

 

—No puedo llevarte conmigo a donde iré.

 

A medida que sus palabras se hundían, me encontré retrocediendo, liberando mis brazos alrededor de su cintura.

 

No paré hasta que me senté en el borde de la cama.

 

No podía manejarlo.

 

¿Cómo diablos podía lidiar con todo esto?

 

No podía entender cómo jessica podía ser tan fuerte.

 

¿Cómo se enfrentaba a esta sentencia de muerte con tanta dignidad?

 

Todo lo que quería hacer era maldecir al mundo, destruir todo en mi camino.

 

Mi cabeza cayó hacia adelante.

 

Y lloré.

 

Lloré lágrimas que no me di cuenta que había dejado caer.

 

Era mi reserva, la última ola de devastación que estaba sintiendo. Las lágrimas que reconocían la verdad que no quería aceptar.

 

Mi Jessi se estaba muriendo.

 

Verdadera, realmente moriría.

 

Sentí la cama hundirse a mi lado.

 

Olí su dulce aroma.

 

La seguí mientras me guiaba para tumbarme en la cama. Seguí su instrucción en silencio cayendo en sus brazos. Solté todo lo que había estado reprimido en el interior mientras pasaba sus manos por mi pelo.

 

Envolví mis brazos alrededor de su cintura y la sostuve, tratando lo imposible de memorizar cómo se sentía.

 

Cómo se sentía en mis brazos.

 

Los latidos de su corazón fuerte y su cuerpo cálido.

 

No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado, pero, con el tiempo, las lágrimas se secaron.

 

No me moví de los brazos de jessica.

 

Ella no dejó de acariciar mi espalda con sus dedos.

 

Me las arreglé para humedecer mi garganta lo suficiente como para preguntar:

 

— ¿Cómo ocurrió todo, Mi Jessi? ¿Cómo lo descubriste?

 

Jessica estuvo en silencio durante unos segundos, antes de que suspirara.

 

—No importa, tae.

 

Me senté y miré sus ojos.

 

—Quiero saberlo.

 

Jessica pasó el dorso de su mano por mi mejilla y asintió.

 

—Sé que lo haces. Y quiero decírtelo. Pero no esta noche. Esto… es, es todo lo que importa esta noche. Nada más.

 

No rompí mi mirada de la de ella y ella tampoco.

 

Algo de paz insensible se había establecido entre nosotros. El aire estaba cargado mientras me apoyaba en ella, queriendo más que nada presionar mi boca en la suya.

 

Sentir sus labios contra los míos.

 

Añadir otro beso al frasco.

 

Cuando mi boca estaba sólo a un pelo de la de jessica, me moví para besarla en la mejilla en su lugar.

 

Fue suave y delicado.

 

Pero no fue suficiente.

 

Moviéndome hacia arriba, apreté otro beso, y otro, en cada centímetro de su mejilla, sobre su frente y nariz. Jessica se movió debajo de mí. Mientras retrocedía, supuse por la comprensión en su expresión que jessica sabía que no estaba presionando las cosas.

 

Porque por mucho que no quería aceptarlo, éramos personas diferentes ahora.

 

Las chicas que se besaron una a la otra con tanta facilidad como respirar habían cambiado.

 

Un verdadero beso vendría cuando hubiéramos trabajado nuestro camino de regreso a nosotras.

 

Planté un beso más en el extremo de la nariz de la jessica, provocando que una risa ligera se derramara de sus labios. Parecía como si la ira se hubiera calmado lo suficiente para permitir que sintiera su alegría echar raíces en mi corazón.

 

Mientras presionaba mí frente a la de jessica, le aseguré:

 

—Mis labios son tuyos. De nadie más.

 

En respuesta, jessica dio un beso en mi mejilla. Sentí el efecto de este beso viajar por todo mi cuerpo. Metí la cabeza en el hueco de su cuello y me permití una pequeña sonrisa cuando me susurró al oído:

 

—Mis labios son tuyos también.

 

Me di la vuelta para tirar de ella en mis brazos y nuestros ojos, finalmente se cerraron.

 

 

Me quedé dormida más rápido de lo que pensaba.

 

Cansada, el corazón roto y emocionalmente marcado, el sueño llegó rápidamente. Pero entonces siempre lo hacía cuando jessica estaba a mi lado.

 

Fue el tercer momento que definió mi vida.

 

La noche que me enteré que iba a perder a la chica que amaba.

 

Conociendo nuestros momentos juntas eran contados, me aferré a ella con más fuerza, negándome a dejarla ir.

 

Ella cayó dormida haciendo exactamente lo mismo...

 

...Un poderoso eco de lo que solíamos ser.

 

 

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Comments

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kim_centeno #1
Chapter 4: Hola, amo el taengsic como el taeny y realmente que esta historia me a encantodo desde el momento que la comencé a leer ❤
2597611 #2
Chapter 21: No soy fan del taengsic pero... Dios está historia me saca más lágrimas de lo que llore en mi vida ....... En conclusión me encantó la historia !!
sofiaca #3
Chapter 21: Que bonita historia, yo todavía tengo la esperanza de que se siguen hablando. Mi Taengsic
roguecr #4
Chapter 21: Que hermosa historia, me encanto q bueno q jessi vivio para tae y no paso nada feo.
sone009_ #5
Chapter 21: Ay Dios, menos mal no paso nada grave :), que linda esta historia
Skyth06
#6
Chapter 21: Fue hermoso y el saber que no murió ;0; gracias, estoy completamente de acuerdo en que a ambas se les apoya.
Andyseohyun #7
Chapter 20: y es aquí donde rompo a chillar de nuevo!!! T.T me encantó <3
sone009_ #8
Chapter 18: .... Ojalá puede ir al baile :(
Skyth06
#9
Chapter 18: Tengo fe en q un milagro pasará
roguecr #10
Chapter 18: T.T T.T sica.
xfa q pase un milagro