Prefacio

I Remember

"No sé por qué aún tengo en la memoria aquellos recuerdos parecidos al infierno" ― I Remember.

La brisa invernal acarició a YoungJae con delicadeza, erizándole los vellos de la nuca y pintando sus mejillas de un extravagante color carmesí. Dar un paseo en auto a mitad de la noche era el único remedio que encontró para aliviar el tortuoso y enredado remolino de sus pensamientos; distraerse con la inmensidad de las montañas, la naturaleza y los paisajes fríos era justamente lo que necesitaba. Era una noche templada, silenciosa, la luna brillaba en toda su extensión y las estrellas le hacían compañía, formando así una orquesta astral de luces monocromáticas en el cielo nublado.

YoungJae temblaba, aunque la calefacción del auto estuviera encendida al máximo y llevara un grueso suéter de lana encima, pues el invierno en Seúl no tenía piedad de nadie. Sus dientes no paraban de castañear y sentía los dedos entumecidos sobre el volante. Pensándolo bien, quizás salir a estas horas de la noche no había sido una buena idea del todo. Pero era lo único que le quedaba.

No quería permanecer toda la noche en aquel departamento solitario, aún más gélido que el día invernal que hoy le tocó pasar. El sentimiento de abandono extremo lo llevaba sofocado desde hace dos semanas atrás, no importaba lo que hiciese o donde estuviese, siempre su subconsciente se las arreglaba para mantener dentro de él aquella fecha, aquella risa y aquella mirada. Aquel chico.

Un pesado suspiró se le escapó de los labios y ahí entendió que los recuerdos de ese día no desparecerían con un simple viaje en auto; ni con todos los años del mundo, nada podría lograr que olvidara el rostro de DaeHyun contraído en dolor y lágrimas que amenazaban con escapar de sus preciosos ojos, el sonido de un alianza de matrimonio colisionando contra el suelo y el crujido de un corazón partiéndose en pedazos. Nada podría hacerlo olvidar que el causante de todo aquel sufrimiento había sido él.

Le sudaban las manos y su respiración se entrecortaba con la simple mención del nombre de aquel chico que, hacía tan solo unos meses, le había dado forma a su vida.

La existencia de YoungJae no tenía consistencia ni definición; se asemejaba más a una diminuta e insignificante mancha borrosa en el mapa de la vida. Sin embargo, DaeHyun había sido los pinceles, instrumentos y el artista de cada una de sus facetas, logrando esculpir toda la belleza del actual YoungJae.

Si no fuera por el sabor salado que degustaba su boca, no se habría percatado de que, en efecto, estaba llorando. Habían pasado ya tres meses desde que él mismo había cortado sus lazos, pero de alguna forma aún permanecían unidos (o así pensaba YoungJae), aunque sin saber nada el uno del otro. Cada uno en su memoria.

No sabía si el destino jugaba con él, pero el karma se había encargado de lograr que nunca pudiera olvidar al risueño chico de ojos dulces. Encontraba a DaeHyun en todas partes, en su departamento, en la calle, en su trabajo, en cualquier lugar que visitara, ahí estaba él. Incluso las tareas más simples accionaban en su memoria un diminuto botón que mostraba cada recuerdo de DaeHyun que su mente había almacenado. A su ex¬-novio le encantaba el café, y YoungJae casi fue despedido de su trabajo (irónicamente, trabajaba en una cafetería) cuando en un ataque masivo de llanto destrozó todas las tazas de café cuidadosamente adornadas por el barista con diseños de lilas hechas de azúcar y espuma. DaeHyun amaba las lilas, DaeHyun amaba el café…

Era un débil, sí. Era un cobarde, también. Tuvo la oportunidad de unirse a él para toda la vida y la dejó escapar… No pudo más que sus miedos, no pudo más que sus inseguridades. Sus demonios no le permitieron un final feliz

Para desgracia suya, lo amaba. Todavía lo amaba, con mayor intensidad que la última vez. Incluso con el transcurrir de los meses, YoungJae nunca había dejado de hacerlo y ahora los hechos lo golpeaban con una fuerza inminente: nunca podría dejar de amarlo. DaeHyun se había apoderado de su corazón y hecho de éste su hogar. El simple pensamiento de ello le hacía sentir enfermo y querer llorar otra vez, pues si DaeHyun se había metido bajo su piel, YoungJae había hecho todo lo contrario. De seguro le odiaba y ni en pintura lo quería ver, era entendible y se lo merecía de todas formas. Le había destrozado el corazón de manera irreversible.

El chico se sonó la nariz y tragó una gran bocanada de aire. No podía conducir bien estando de esa manera, podría terminar matando a cualquiera que se atreviera a pasar por la carretera; aunque había una posibilidad de uno en un billón, pues estaban a pocos días de la víspera de Navidad. Por el contrario de él, la mayoría de las personales iban de un lado a otro, de tienda en tienda persiguiendo hermosos obsequios para regalar a sus seres queridos. Así que con este pensamiento en mente y unos relucientes ojos castaños tentándolo con su brillo, se permitió cinco minutos para hundirse en el asiento del conductor y esconder la cabeza al frente del volante, ahogándose en su propia miseria y llanto.

Era como un círculo vicioso, un círculo vicioso y deprimente. Quería olvidarlo; al menos por un día, YoungJae quería sonreír sin la sombra de los recuerdos opacando su alma.

Youngjae sólo quería eliminar los recuerdos. El sólo… quería olvidar.

“Yoo YoungJae, me has hecho el hombre más feliz del mundo durante estos cinco años”.
No oyó el estrépito del clackson.

“Sólo quiero dedicar el resto de mi vida a hacerte sonreír cada día”.
No sintió las vibraciones del asfalto.

“Mi futuro es a tu lado. Tú, yo. Juntos”.
No vio las luces del camión.

“¿Aceptarías pasar el resto de tus días con este simple hombre?”.
No vio cómo su propia vida se le escapaba de las manos.

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Comments

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gxme16
#1
heyyyyyyyy