Entre comas y puntos ,.

Nubes de Papel

Hoy en día es difícil hablar de historia buenas. Buenas y realista, porque se ha dejado de vivir con ese sentido de literatura. Jongin cree que eso es una pena. Bueno, en realidad le da más pena saber que él pudo haber tenido una historia que contar, pero la dejó ir.

 Más bien, lo dejaron ir a él.

 Tao.

 Tao era un alumno de intercambio  que Jongin conoció en el penúltimo año de preparatoria y del que no se despegó después de darle la oportunidad de tartamudear un poco. Zitao era un chico alto, de contextura fina pero no por ello lisa, en realidad estaba bastante en forma por sus lecciones de artes marciales, aunque más que eso, Tao era especial. Es cierto que por fuera no era feo, tampoco un tipo ideal, era normal. Rostro alargado, cabello negro, piel levemente morena, ojos cansados (sin importar si él lo estaba o no) y ojeras que le hacían parecer un panda y le recordaba a Jongin que era un alumno de intercambio siempre que le llamaba por ese nombre: panda. Después de hablarle una sola vez, Jongin había quedado encandilado, no sabía si era por la nacionalidad ajena o qué, pero jamás había oído haikus tan armónicos en su vida. Poesía pura.
 Y a Jongin siempre le ha gustado la poesía.

 Con Tao, Jongin había aprendido varias cosas de la poesía, no sólo la tradicional asiática, había aprendido un poco de caracteres occidentales y sabía de métrica aun cuando probablemente no la utilizaría jamás. Incluso hoy cuando Jongin recuerda la letra estilizada de Tao, sonríe.

 La relación entre ambos fue algo que fluyó sin ayuda de nadie. A mediados del último año de escolaridad de ambos, estaban de novios. No importaba tener que pasearse a distancias respetuosas o limitarse a besarse en completa privacidad, nada de eso importaba cuando hablaban por largas horas. Jongin siempre fue algo coqueto, siempre le gustó tener un poco de atención, estaba acostumbrado, era lo que siempre le pedían en sus clases de baile; robar suspiros y miradas del público. Por eso no pudo detenerse, ni siquiera cuando ya tenía una relación, y aunque él jamás hubiese engañado a su novio, este no estaba tan seguro. El último día de Tao en Corea, el extranjero le sonrió y besó con suavidad mientras agradecía, pero confesaba que no creía que eso funcionara.

 Mientras el avión partía de vuelta a China con varios alumnos que habían ganado el privilegio de estudiar en otro país, además de Tao, se iba ese pequeño romance de novela que Jongin había vivido y también un poco de pasión por la vida.

 

 Sin embargo la vida no se detiene jamás, los relojes no paran y el tiempo no perdona.

 Jongin tuvo que seguir con su rutina; el despertador a las seis de la mañana, los vestirse rápidamente, los desayunos helados, la sonrisa de su madre al llevarlo a la academia de danza y el vacío que dejó Tao sin un mensaje de buenos días diario. Después el camino a casa, la ducha y la salida con algunos amigos.

 El chico sabía que sería así hasta entrar a la universidad, pero para eso faltaban tres meses aun. Y quién sabe, quizá para ese entonces dejaría de preguntarse qué hubiese pasado si jamás se hubiese alejado de Tao, si le hubiera demostrado un poco más todo el cariño que alojaba por él, si hubiese hecho alguna de las cosas que se le pasaban por la cabeza mientras Tao reía de forma tan poco armoniosa.

—Jongin-ah.

 El aludido sacude la cabeza de forma sutil y mira a su vecino después.

—Estás raro… es por lo de Tao, ¿cierto? —La voz del chico sale como dudosa, y con razón, si Jongin no ha dejado de recordar a Tao con cada cosa que contiene blanco y negro. Jongin suspira y Kyungsoo también —Vamos, tiene que pasar… no fue tu culpa.

—¿No? Dime quién andaba hablando con otras chicas en la graduación. Tao no fue.

—Bueno, sí, fue tu culpa. Menuda culpa que tienes. Pero ya lo hiciste, ¿qué quieres remediar ahora? Él ya te dejó, claro que serás un lindo recuerdo. Recuerdo —Repite con cierto tono de crueldad y diversión al que Jongin se ha acostumbrado.

 De pronto el pasillo se hace más pequeño y Jongin siente que su vecino tiene razón. No puede hacer mucho ahora, no importa que tan mal se sienta, el único chico que ha conocido que comparte su pasión por el olor a libro nuevo se ha ido a su país natal y no volverá, se lo dejó bien claro. Quizá es sólo que las buenas historia de amor pertenecen a las páginas impresas de grandes autores, quizá ya nunca habrá alguien que complete sus diálogos ni le haga preguntarse cómo dos manos puedes acoplarse tan bien. Y Kyungsoo tiene razón, es toda su culpa.

—¿Tú se supone que eres mi amigo?

 Kyungsoo sonríe y le golpea el brazo: —Se supone.

 

 

 Jongin tiembla, no quiere exteriorizarlo, pero está nervioso. Está seguro que jamás ha sentido el sudor frío que siente ahora, ni siquiera en su primera presentación con el taller de ballet. De todas formas sigue caminando, con paso decidido, como si no estuviese a punto de desmayarse mientras pregunta dónde está el salón de “Tecnología de Álgebra y Cálculo Elemental”. Jongin está malditamente seguro que no estaría tan nervioso si estuviese preguntando por los salones de los estudiantes de Comunicación Escénica. Pero no, desafortunadamente tiene que dar en el gusto a su padre, así que allí está. Entrando a la facultad de medicina por su título profesional de Tecnólogo médico.

 Cuando encuentra la habitación que necesita es tarde, tres minutos tarde, y eso no es perdonable el primer día de clases de un universitario. Sin embargo el profesor le mira desde el centro del aula y auqnue le pide que se retire, Jongin decide ignorar el calor que siente en el rostro e inclina la cabeza, pidiendo perdón, para entrar de todas formas.

—Porque es el primer día de clases —Dice el maestro antes de proseguir con la presentación.

 Eso es tan diferente a las clases que acostumbraba el menor, es increíble como este señor sólo habla y apunta, hace preguntas y si nadie las contesta, responde él mismo, pero con un tono de voz escolar. Es un largo monólogo, por el simple hecho que nadie se atreve a realizar algún tipo de acotación. Jongin tampoco, no a menos que sea un “No quiero estar aquí”. Jongin no sabe si es porque él no quiere estar allí o porque es la primera hora, pero cree que nadie en ese salón tiene rostro de querer estar donde está (excepto por un chico en la segunda fila, pero es uno, así que no cuenta). De alguna forma, Jongin no se siente tan fuera de lugar y no tarda en comenzar a tomar apuntes como el resto de los alumnos.

 Después de todo nunca le fue mal en química o biología.

 Cuando el primer día termina, Jongin se ha memorizado el nombre de los siete compañeros que rodean su banco y todos los profesores que le han hecho clases por el día; que en realidad son 2, pero no puede decir nada en concreto. Nada, excepto que los de clase de literatura los lunes salen a la misma hora que los tecnólogos médicos y que probablemente Tao habría querido salir a comer un helado.

 Si siguiese allí.

—¿Jongin?

 El chico sonríe cuando ve a su perro correr a su encuentro y tras él su madre que le espera con la mejor de sus caras de orgullo materno. No sabe por qué, pero no se siente tan bien como debería.

 En realidad sí sabe por qué. Ha recordado a Tao.

 Huang Zitao era muchas cosas, pero amante de la literatura por sobre todas, era cierto que el chico tenía talento en la poesía, pero le atraían más las historias largas, las cosas escritas en párrafos y llenas de puntos y exclamaciones, le gustaba más si se podía meter en la historia y Jongin debía sacarlo de entre las páginas con abrazos apretados y caras molestas. Por eso no hubieron sorpresas cuando en la guía vocacional de último año le preguntaron su elección profesional y él respondió fuerte y claro; “—Licenciatura en letras. Mención Literatura Asiática”. Jongin recuerda que hasta el acento del menor pareció desaparecer mientras hablaba con la espalda recta y las manos apretadas delante de su estómago. Poco importó que le señorita sonriera y le dijera que eso no tenía mucho campo para ejercer.

—A cenar.

 El moreno decide que fingirá una sonrisa (esa que Tao odiaba) mientras comparta la cena con su madre y su hermano mayor.

 La semana siguen normal. El lunes siguiente Jongin quiere ir a clases rápido para contarle a Soojung que ha visto un programa de médicos y que en vez de ejercer en un hospital aburrido podrían crear algo así y hacerse famosos y millonarios.

 Pero la vida da vueltas. Tantas vueltas da la vida.

 El día termina y Jongin tiene listo el nombre del show televisivo que co-animará con Soojung (fingiendo que son pareja para que el asunto venda más), pero cuando ve a Tao salir del salón de los estudiantes de literatura se le detiene el corazón y se le olvida hasta dónde está parado.

 Es un segundo el que se miran antes de que el mayor hable, sin embargo es el tiempo suficiente para que Jongin recuerde muchas cosas; Huang Zitao siempre ha sido una extraña mezcla entre lo sorpresivo y lo predecible.

—Kai —Deja salir el moreno con ese acento personal, jugando con los tonos del apodo ese —¿No quieres salir a comer un helado?

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