La palabra más difícil

The hardest word

Le habían dicho que un nuevo alumno ingresado a último momento estaba teniendo problemas. Pese a no ser un niño de primaria que requería de la ayuda de sus padres, por estar como asistente en el plantel psicológico de la universidad, debía lidiar con esos problemas. No era un caso de atosigamiento. Hasta se podía decir que el resto de sus compañeros ni siquiera reparaba en su presencia. Debido a las bajas calificaciones con las cuales logró entrar, raspando el puntaje mínimo, lo evaluaban cada semana, pero dicha calificación no variaba demasiado de la anterior. Era un estudiante promedio. Así era como le habían planteado el problema a Ryo. Él debía aconsejarlo para que se abriera un poco con el resto de las personas que lo acompañarían en los años que le llevara terminar la carrera de Psicología y, si seguía manteniendo su actual puesto de trabajo, hasta podría pedirle su ayuda como superior en la materia.

— Ésta es la ficha del muchacho, Ryo — Le dijo su colega, entregándole dos hojas enganchadas sobre el borde superior izquierdo —. Lo vieron pasar hacia la cafetería. Supongo que está ahí — Agregó, hincándose de hombros.

— Gracias, nos vemos luego — Le dijo el aludido, dedicándole una reverencia. Ryo se encaminó hacia la cafetería. Aunque hacía ya tres años que estaba en el lugar, aún había caras que no conocía. Decidió echarle un vistazo a la ficha que le habían entregado. Una muchacha que pasó a su lado lanzó una melodiosa carcajada al ver la expresión de sorpresa en el rostro de Ryo al leer el nombre de la persona que debía ayudar y ver su fotografía. Aquella imagen impresa en un tamaño de carnet distaba muchísimo con el recuerdo que él tenía. Encontró a su paciente en una mesa un tanto alejada del barullo, con la cabeza hundida en varios libros y apuntes, todo desparramado sobre la mesa redonda frente suyo. A su lado, cerca de uno de sus codos, había un vaso descartable con café. Ryo levantó el objeto, hizo un poco de lugar en medio de la mesa y lo dejó allí —. Si lo tienes ahí, va a caerse al suelo en cualquier momento — Lentamente, el aludido lo miró, por sobre el grueso armazón negro que sostenía los cristales de sus anteojos —. Tanto tiempo…, Okura — Le dijo.

— Ryo-chan — Mencionó el aludido, generando la sonrisa en su oyente.

— Vaya… Hacía ya mucho tiempo que no oía ese apodo.

— Ah. ¿Quieres sentarte? — Preguntó Tadayoshi, haciendo lugar sobre la mesa rápidamente, con cuidado de no derramar el café.

— Por favor — Le pidió el muchacho, sentándose luego a su lado. Mientras el más alto seguía ordenando los libros y apuntes, quien alguna vez había sido su amante, no podía evitar la sorpresa al mirarlo de arriba abajo y de todos los ángulos. Efectivamente, distaba mucho con la imagen que siempre había tenido de él: de haber sido el más inteligente en su clase, el más popular, el más fuerte, había pasado a ser un estudiante promedio, mediocre, casi sin relación con el resto de sus compañeros y, por sobretodo, una persona débil. Estaba vestido de una forma sencilla, y hasta parecía que ni siquiera se había peinado.

— ¿Sucede algo? — Le preguntó, volviéndolo a tierra.

— Ah. No, nada. Así que Psicología. ¿Por qué? Con las calificaciones que tienes…

— Fallé dos veces. Podría haberlo hecho una tercera, pero me preparé más de lo que lo había hecho anteriormente.

Ryo sonrió.

— Sigues siendo igual de testarudo… Pero no has respondido a mi pregunta.

— ¿Quién lo pregunta? ¿Un psicólogo o un amigo?

— Digamos que un amigo.

— Lo hace un psicólogo — Resolvió Tadayoshi, bebiendo un sorbo de café —. Eso fue lo que me salvó.

— ¿Lo que te salvó?

— Cuando me rechazaste, quise quitarme la vida. Después de eso, estuve internado seis meses en un instituto psiquiátrico. Allí quise volver a hacerlo varias veces más, porque… bueno… no es agradable… Estaba mal… pero lo que me rodeaba era peor. Poco a poco me fui quedando solo. Mi familia vino a verme pocas veces, mi hermana… lo hacía ocasionalmente. Sabía que le dolía verme. Pero cuando todos me abandonaron, una persona mantuvo la esperanza en mí, en que iba a poder salvarme y salir de allí, mi psicólogo. Pero, él no fue capaz de verlo.

— ¿Murió?

— No. Lo trasladaron a París. Seguimos en contacto de todos modos.

— Ah, ya veo — Se sonrió Ryo, por su apresurada pregunta.

— Estudiar la forma en que me salvo hará que entienda el estado en el que me encontraba y, al mismo tiempo, me dará las herramientas para poderle salvar la vida a algún otro infeliz como yo.

— ¿Crees que eres un infeliz?

— Creo que lo era en ese momento. En los instantes en que pensaba en mí, cuando las personas a mi alrededor no me importaban un carajo. Me destrozaste, Ryo-chan. Pero te agradezco que lo hayas hecho.

— ¿Por qué?

— Porque me di cuenta que lo que yo creía mi mundo, en realidad, no era nada. Mi mundo era mi familia, mis amigos, pero no me di cuenta sino hasta el momento en que me quedé solo.

— Pero en ese momento debiste pensar en ti para sobreponerte.

— Sí, pero lo hice… ¿Cómo decirlo? De una forma menos egoísta.

— ¿Y cómo es eso?

— Me puse un objetivo. Algo que me motivara a salir de allí.

— ¿Y qué te propusiste?

— Decirles algo a Kurako y a ti. ¿Sabes? Ya te lo dije, pero estuve al borde de la muerte. Kurako me donó su sangre. Estuvo débil por varios días, pero aún así, lo hizo. Ella era lo más importante, y yo lo olvidé. Cuando vi su rostro lleno de lágrimas por una basura como yo… lo recordé… Cuánto la amaba.

— ¿Qué le dijiste?

— Perdón — Respondió, mirándolo a los ojos —. ¿Qué más podía decirle después de todo el daño que le causé?

— Esa es… una palabra muy difícil de decir.

— Es lo que siento. Debía hacerlo. Cuando lo dije, ella sonrió. La tonta lloró, pero esas eran lágrimas de felicidad — Reconoció Tadayoshi, sonriendo sinceramente. El barullo a su alrededor había desaparecido. No se dieron cuenta en qué momento, pero habían quedado ellos dos solos en la cafetería —. Mierda. Llego tarde — Dijo el muchacho, incorporándose y agarrando sus cosas.

— Nos vemos luego — Le dijo Ryo, ya de pie al lado de la mesa.

— ¿Seguro? — Preguntó Tadayoshi.

— Claro, es la palabra de un amigo — Aseguró el aludido.

— Entonces, nos vemos, Ryo-chan.

— Nos vemos, Okura — Mientras lo veía irse, la débil figura de Tadayoshi hizo que Ryo se recordara a él mismo en el momento en que se conocieron. Tadayoshi, sin saberlo, había cambiado su vida. Ahora ya no le temía a la gente, ya no sentía la necesidad de encerrarse y alejarse de ellos, y esperaba que, con su ayuda, él volviera a ser ese muchacho seguro de sí mismo, fuerte, del cual se había enamorado perdidamente. De repente, recordó algo. Volvió a sentarse en torno a la mesa y hurgó entre sus papeles hasta encontrar un número que marcó en su celular. Esperó que atendieran al otro lado de la línea y, sin dejar que la otra persona respondiera, habló —. ¿Sabes algo? Recién hiciste algo maravilloso.

— “¿Qué cosa?”, preguntó Tadayoshi.

— Dijiste la palabra más difícil que una persona pudiera pronunciar jamás. Si por mí fuera, ya estás curado.

— “¿Tienes que decirme esto ahora?”, volvió a preguntar, sonriendo.

— Sí. Lo siento. Tienes clases, ¿no?

— “Estaba a punto de entrar cuando llamaste.

— Discúlpame. Pero, me había quedado eso dando vueltas en la cabeza.

— “Ryo-chan…

— ¿Sí?

— “Gracias.

— Dame las gracias cuando haga que te recibas con honores de este lugar.

— “Tú debes hacerlo primero, ¿no te parece?

— Tienes razón.

— “Bueno…

— ¡Ah, sí! Te dejo.

— “Nos vemos luego.

— Nos vemos.

Cuando cortó la llamada, Ryo se quedó mirando la nada. En lo más profundo de su alma, sintió cómo poco a poco, todos los sentimientos que Tadayoshi había despertado en él alguna vez, estaban volviendo a resurgir con más fuerza que nunca.

Aunque sabía que estaba en clases, decidió dar por finalizada su conversación con un breve mensaje de texto.

Si en ese entonces me hubieras pedido perdón, no te habría dejado. Me hubiera ido hasta el fin del mundo contigo.

Estaba por guardar el aparato en el bolsillo de su pantalón, pero éste sonó, recibiendo un nuevo mensaje.

¿Ya es muy tarde?

Tardó bastante en responderle, quizás porque no sabía exactamente cómo responder.

Todavía te amo. Con la misma intensidad en que te amé aquella vez. Y no, aún no es tarde. Todo depende de lo que quieras hacer.

Había llegado a su usual oficina de trabajo cuando su teléfono sonó: “¿Está mal si me salteo la clase y voy a besarte ahora mismo?

Ryo sonrió y realizó una llamada.

— Sólo si vienes ahora. Después te disculpo con el profesor.

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Comments

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Solbee
#1
Ryo is awesome. Too bad I do not speak this language. Wish it was in English, hehe.
schandelierre
#2
How could you make this! It is like digging gold finding Nishikido Ryo's fanfic here! Please make it in English, so I don't have to use google translate. Please, Please.....