Corrió hacia nosotras a través del aeropuerto. Uno de los managers llevando su equipaje junto a ella.

“Perdón por llegar tarde” dijo al pararse detrás de nosotras en la fila para el check-in. Como si nada hubiera pasado. Como si todas no estuviéramos mentalmente exhaustas de todas las discusiones y peleas.

No había nada más que silencio.  

El peor, más pesado y más sofocante silencio que había experimentado jamás.

El aire parecía espeso, denso. Creí que me ahogaría en él.

No quería estar ahí.

No quería estar en ningún lado.

“Chicas”. Dijo después, desconcertada por nuestra ignorancia.

Podía sentir cómo todas estallábamos en lágrimas.

Pero nuestras bocas estaban cerradas, y nuestras expresiones estaban en blanco.

En mi mente, sonó en ecos. Lentos y pesados ecos… los pasos de nuestro manager dirigiéndose hacia Jessica. Y el silencioso movimiento de Sunny volteándose para verla con la fuerza que había construido y una breve, fría y triste mirada.

Hasta que supe, aun si estaba de espaldas, que nuestro manager estaba ahora justo frente a ella.

“No hay boleto de avión para ti, Jessica”.

Eso fue lo que dijo.

Lo único que dijo.

Y ella no necesitaba más aclaraciones.

Ella sabía.

“¿Qué?”

Una sola palabra, colgando de un hilo de su dulce y ahora quebrada voz.

Algunas voltearon. Yo no pude.

Sin embargo, ninguna dijo palabra.

“Chicas…” Nos llamó.

Llamó por nosotras. Suavemente, desesperdamente.

“¿Hyoyeon?” Lloró. Pero Hyoyeon no la miró, no se sentía lo suficientemente fuerte. Así que mantuvo sus ojos cerrados, y sus puños apretados.

“¿Taeyeon?” Lloró otra vez.

Y Jessica no hubiese llamado por ella.

Así que lo supe, estaba desesperada. Incrédula.

Y  Taeyeon no podía ignorarla, ya no.

Así que alzó su cabeza, vi de reojo, y miró a Jessica de una forma que solo Taeyeon podría mirar a alguien.

La forma más triste en que Taeyeon podría mirar a alguien.

Reflejando un dolor desde lo más profundo de su alma.

“Lo siento”. Taeyeon susurró.

Y yo no quería que eso fuese todo.

Pero al mismo tiempo hubiera preferido que no se quedara parada allí. Esperando.

Esperando a que alguien la defendiera.

“¿Yuri?”

Esperando que yo la defendiera.

“Yuri…” Imploró.

Entonces me di vuelta.

Aun cuando no estaba segura de que no perdería la cordura justo ahí, frente a ella.

No quería que eso fuese lo último que ella viese de mí antes de que se fuera. No quería que pensara que le había dado la espalda.

Nunca le daría la espalda.

Pero de algún modo, lo estaba haciendo.

Y sabía que tenía que mirarla, llena de vergüenza.

Así que lo hice.

Y simplemente tuve la esperanza de que ella viera mis ojos ardiendo en millones de “lo siento”.

“Lo sientos” que no quería pronunciar. Porque significarían tan poco.

Que no significarían nada en absoluto.

“Lo sientos” que ardían a través de mis ojos, porque vergonzosamente no fueron capaces de encontrar otras palabras.

Y entonces lloró.

Y entonces lloré.

La línea empezó a moverse.

Y luego ella se marchó.

Y me di cuenta de que no quería que lo hiciera.

Me di cuenta de que no debí dejarla ir.

Pero lo hice.

Lo estaba haciendo.

Y lo haría.