El sol del invierno que lentamente hace su entrada despidiendo al otoño me recuerda a ti y a mí en aquel año que tuvimos que decirnos adiós. Cuando tuvimos que hacer frente y aceptar el camino que cada uno debía seguir por sí mismo.

Este es uno de esos días en los que el recuerdo de aquella despedida, de aquellos días felices y aquella promesa de amor se hace palpable nuevamente; y no sé si es clima, la fecha o el hecho de rondar por estas calles que recorríamos juntos cuando nos amábamos el que me haga sentir extraño hoy.

Ambos sabíamos que estaba mal desde el principio pero continuamos con esa locura y cuando llegó el momento tuve que dejarte ir. Todavía tengo presente la imagen de ustedes dos saliendo de la ceremonia: Ella se veía tan hermosa vestida de blanco saliendo sostenida de tu brazo, y tú… Tú también te veías bien en aquel smoking.

Todos estos años he seguido orando por tu felicidad y la de tu familia…

“Haraboji, ¡date prisa!”

“Ahí voy, Jiminie. Diles a tus hermanos que no se alejen demasiado”

Nunca volví a nuestra cafetería favorita desde aquella última pelea. Hoy, una vez más, el destino me ha traído hasta este sitio. El lugar donde nuestra historia comenzó…

 ¿Habrás cambiado de vecindario?, ¿Cómo estará tu salud en estos días?, ¿Estarás bien?, ¿Conseguiste emprender tu negocio y ser tan exitoso como querías?, ¿Has vivido bien todos estos años? Desde que nos dijimos adiós, desde que las razones para permanecer alejados el uno del otro se volvieron sólidas e inevitables me he preguntado todo eso.

El día en que vuelvo al lugar que me vio nacer me parece tan cálido y agradable. El recuerdo de aquellos días en los que nos volvimos insolentes contra el destino y decidimos ir en su contra vuelve a mi mente justo hoy. Tantos años sin poder respirar el aire de estas tierras llena mi mente de recuerdos y entre ellos, la imagen de aquel adiós cubierto de lluvia me invade.

Nunca me arrepentí de las decisiones que tomé, y estoy completamente convencido de que tú tampoco. Ambos sabíamos las implicaciones de nuestro amor e ignoramos las consecuencias. Puedo asegurar que estuviste ahí el día de mi boda, siempre supe cuando tu mirada se posaba en mí. Era como si tuviera una especie de sistema inalámbrico que me llenaba de nerviosismo y calidez cuando te sentía cerca. Pero no te busqué…

Mis pies me trajeron nuevamente hasta aquí, y creo que una vez más fue el destino quien quiso reunirnos justamente en este lugar. Somos las mismas personas que hace tanto estuvieron juntas, pero no somos los de antes. Ahora cada uno con historias distintas que fueron marcadas en este mismo café.

Mientras yo vengo de despedir a la mujer que fuese mi compañera todos estos años y la madre de mis hijos, tú vienes acompañado de los pequeños que serán tu legado; y me tranquiliza saber que la vida te recompensó tanto como a mí.

El más pequeño de los niños que te acompañan tiene los mismos ojos que tú y la chica más grande comparte tu sonrisa. Esa que estuvo presente en mis sueños desde la última vez que pude verla, desde la última vez que pude ser la razón de ella.

Tanto tú como yo no elegimos nuestro lugar de siempre, y es tan gracioso que como si fuera de manera simbólica estemos sentados en los extremos opuestos del café. El postre de fresas, el capuchino, las galletas de vainilla y el mocca de siempre adornan nuestras mesas y sonrío. Te vez feliz y yo lo estoy también.

El camarero toma mi cuenta y salgo del lugar. Creo que tú me miras porque esa sensación de la iglesia vuelve a mi espalda pero una vez más no te busco. Ahora sé que el amor entre nosotros continuó creciendo aunque intentamos no hacerlo. Simplemente no funcionó: Se hizo más profundo.

Días como este volverán y tal vez nunca dejen de hacerlo…

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¿Qué tal la continuación?, ¿opiniones? Sean serios y honestos :s