El gran día

Corazón roto
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Érase una vez en un reino muy lejano una princesa a punto de casarse. Su nombre era Yongsun y las lágrimas corrían por sus mejillas. Todo estaba listo para la boda. Los invitados esperaban en la catedral, la guardia real patrullaba por toda la ciudadela atentos a que nada perturbase el gran acontecimiento. Su vestido blanco se ceñía a su figura con elegancia y su hermoso cabello castaño caía sobre sus hombros en delicados tirabuzones. Desgraciadamente, la expresión de desesperación en su rostro rompía esa imagen de perfección que toda novia tiene el día de su boda. Sus ojos estaban enrojecidos por el llanto y bajo ellos unas ojeras marcadas mostraban el nulo descanso que la joven había tenido últimamente. Le costaba respirar, los sollozos y aquel maldito corsé apenas le dejaban tomar aire. Parecía que los muros de piedra fría de la estancia se cernían sobre ella. Se sentía atrapada. Sin salida. Condenada.

Se miró al espejo y fue consciente de su aspecto desmejorado. Trató de recomponerse. Intentó tomar control de su respiración agitada forzandose a respirar hondo. Ella no quería aquello. En el fondo, su corazón se estaba muriendo de pena. Sin embargo, se recordó a si misma que había sido ella la que había tomado esa decisión. No debía dejarse llevar por las dudas en el último momento. Debía ser fuerte.

La persona a la que amaba no la estaba esperando frente al altar. Cada fibra de su ser le pertenecía a alguien que ahora la odiaba. Ese pensamiento era suficiente para hacer que su corazón dejará de latir por un instante. Era como si su pecho estuviera lleno de escarcha. Aun así, lo único que quería en ese momento era tenerla delante de nuevo. No sabía cómo iba a seguir su vida sin poder contemplar aquella mirada risueña y soñadora que tanto amaba cada día. Levantó la vista intentando poner fin a las lágrimas. Si, la amaba, pero tristemente había algo por encima de todo, por encima de su propia felicidad incluso y eso era el amor por su pueblo. Estaba dispuesta a todo por el bienestar de su gente. Incluso si lo que tenía que soportar era ser el blanco del odio y la rabia de la que siempre sería el amor de su vida.

Su reino era pequeño en extensión pero lleno de vida. La población era superior incluso a otros reinos que les doblaban en espacio. Históricamente siempre había sido un lugar rico en recursos y en oportunidades, lo que había hecho de su reino uno de los más fructíferos y poderosos. Su relación con los demás reinos siempre fue amistosa y nunca hubo necesidad de entrar en conflictos por lo que sus habitantes siempre habían vivido contentos y a salvo, sin conocer la desgracia. Así había sido al menos hasta que la gran epidemia arrasó sus tierras. Una enfermedad desconocida había aparecido de la nada en la capital de su reino y se había extendido rápidamente llevándose incontables vidas. Para cuando los hechiceros del mundo lograron encontrar una solución al problema, más de la mitad de sus súbditos habían sido enterrados ya. Ricos, pobres, jóvenes, ancianos... Nadie había estado a salvo. Ni si quiera su querida hermana pequeña Hye Jin había sido diferente a los demás. Ese día la extrañaba más que nunca. Al menos estando ella podría haberle confiado sus penas y temores a alguien. A causa de la epidemia su reino se había convertido en un lugar vacío, enfermizo y pobre. En su momento había tenido que quedarse sentada viendo como su gente desaparecía poco a poco pero estaba decidida a traer de nuevo el bienestar a aquellos pocos que habían visto el infierno y habían sobrevivido para contarlo.

Aquel que la esperaba en el altar era uno de los príncipes del reino vecino. Allí era donde se había encontrado la cura a la enfermedad, gracias a esto ese lugar había conseguido grandes logros. No solo su pueblo se salvó sino que además tuvieron un beneficio económico y político. El príncipe Ho Seok era el segundo de los siete hijos que tenía el rey vecino. No era quien heredaría el reino de su padre pero casándose con ella se convertiría en el rey del suyo. Con aquel matrimonio se estrecharían los lazos entre ambos reinos, lo cual se traducía en más recursos y dinero a disposición de sus súbditos. Aquella boda era una mera transacción económica pero a Yongsun no le importaba que literalmente la estuvieran vendiendo. No era eso en absoluto lo que le quitaba el sueño. Tampoco le preocupaba con quién iba a compartir el resto de sus días. Por suerte conocía a su futuro esposo. No eran íntimos pero podía decirse que siempre habían sido amigos. El príncipe tenía una presencia imponente. A primera vista podía parecer intimidante ya que era alto y fuerte. Su cuerpo trabajado daba idea de lo buen luchador que era. No obstante, el joven era amable por naturaleza. No cabía duda de que sería un rey justo y dedicado. Al mismo tiempo la belleza de su rostro era delicada convirtiéndolo en el sueño de cualquier dama. Al menos de cualquiera cuyo corazón no tuviera ya dueño. No pudo evitar pensar en las últimas palabras que intercambio con la dueña del suyo.

 

 

-Byul... Hay algo que no te he contado...

La princesa había necesitado toda su fuerza de voluntad para conseguir pronunciar las palabras que guardaba en la punta de la lengua desde hacía meses. La joven a la que se dirigía estaba sentada en el suelo de piedra mirando la luna que brillaba en el cielo nocturno. La luz que entraba por el gran ventanal caía sobre ella iluminándola, dándole un halo misterioso. Su cabello rubio platino y su piel pálida resplandecían con un fulgor único. La chica siempre le había explicado que gran parte de su magia provenía de la luna. Viéndola así era imposible pensar lo contrario. Aquel haz de luz de luna era toda la iluminación en la estancia, el resto era penumbra y ahí era donde se resguardaba Yongsun. Dudaba que pudiera decirle a su amor todo aquello cara a cara. Ambas estaban en el estudio de la más joven. Era la hechicera del castillo y estaba al servicio de la corona. Prácticamente habían crecido juntas, ya que la chica había llegado allí como aprendiz cuando solo era una niña. Su maestro había fallecido años atrás dejándole su puesto. Gracias a esto, aquella habitación se había convertido en el refugio de ambas. Allí podían demostrarse su amor sin miedo a que alguien las descubriera. Al oír la voz de la princesa, la hechicera pestañeó un par de veces y luego buscó en la oscuridad con la mirada aún llena del místico brillo plateado de la luna. Dio con ella en menos de lo que dura un latido, fijando sus ojos en los suyos sin dudar. La chica supo que habría sido así aunque la sala hubiera estado repleta de personas.

-¿Qué? -Su voz sonó suave pero perdida y Yongsun entendió que no estaba contestándole sino pidiéndole repetir sus palabras. Siempre era así cuando la joven miraba a la luna, era como si estuviera lejos de allí. A veces la idea asustaba a la princesa ya que tenía la sensación de que cada vez iba a peor.

Yongsun estudió el rostro de la otra con detenimiento

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GuiltyMikan
Siento el final amargo queridos moomoos pero necesitaba un villano para la siguiente parte. Esta la escribiré con el tiempo porque quiero centrarme en el otro fic con el que estoy ahora. Si os ha gustado la historia no olvidéis dejar un "upvote" y por supuesto todos los comentarios son bienvenidos.

Comments

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greenjade21 #1
Chapter 3: Oh! Wonderful story but, it left me hanging?! I was hoping for more of what happened?! But, it was really a tragic moonsun story that was nicely done.
Kitkatby
#2
Chapter 1: Es extraño leer en español, aunque el inicio ha sido bastante rápido y escarpado tiene una trama interesante. Gracias por compartirla :)