Cualquiera diría que la vida de un chico de una familia renombrada, con dinero y sumamente consentido, sería más que feliz, pero lo que la mayoría de gente no sabe es que hay muchas cosas más que muchos juguetes, iPhones, gente que muere por hablarte y golosinas o lugares caros.

Desde pequeño, el chico de los cabellos rubios fue esa clase de niños obedientes pero sumamente consentidos, desde que abría la boca al levantarse un millón de sirvientes se acercaban a cumplir sus más locos deseos, fue así como para sus 5 años tuvo una piscina inflable de leche con chocolate. No era que fuera un malcriado, sino que… ¿Quién podía controlar a un pequeño niñito cuyos padres a pesar de darles todo yacían ausentes en su vida por el trabajo? Pues… como que nadie.

Oh SeHun, el único hijo de su padre y su madre, el nieto favorito de los abuelos, el niño de oro que todos los sirvientes de la casa adoraban y cuidaban, en verdad tenía una buena vida ¿No? Incluso en la actualidad, a sus 17 años y ya estudiando en la Universidad todos pensaban que la vida de SeHun siempre había sido perfecta, por favor ¡¿Qué problemas podría tener un chico rico como él?! Claro, a parte que el tinte de cabello que le colocaran no fuera el correcto, nada.

O eso era lo que todos creían.

Su infancia fue linda, sus padres a pesar de siempre trabajar nunca mostraron indiferencia ante su hijo, sin embargo cometieron el error más grande y común que una familia con bienestar económico podía cometer, y era el creer que el amor podía comprarse con cosas y una cosa más… el no conocer a su hijo por la falta de tiempo.

A pesar de todo, SeHun era un niño obediente, algo callado y caprichoso, pero obediente después de todo. El anterior matrimonio de su padre había dejado un hermano mayor al cual él adoraba y viceversa. Bueno, una familia no completamente funcional, pero perfecta ¿No?

Y lo fue hasta que el pequeño SeHun conoció a aquel chico de los ojos brillantes… Aquel día todo cambió.

“¿Cómo te llamas?”

“¿Eh?”

“Que cómo te llamas.”

“L-LuHan.”

“Me gusta, tu nombre.”

Fue ahí cuando cruzó las miradas a tan corta y tierna edad con un hyung de sonrisa bonita del cual todos se burlaban por su algo extraño acento ¿Y qué si venía de China? ¿A caso eso era algo malo? Ante los ojos de aquel pequeño SeHun, no.

El tiempo pasó y las invitaciones a jugar videojuegos en casa de SeHun o ir al parque, se convirtieron hasta en viajes a la playa o en salidas más seguidas. Lotte World se convirtió en el lugar al cual ambos salían con sus madres todos los sábados, y el Reto de la Copa Imposible, en la heladería del centro comercial más cercano a sus hogares, era ya costumbre de los Martes en la tarde, por supuesto, aquel reto nunca fue superado hasta que ambos llegaron a cumplir 16 años.

El pequeño SeHun vivió una divertida infancia con LuHan, incluso era algo raro el que LuHan no llamara a SeHun, o que los padres de LuHan no vieran a SeHun en el cuarto de LuHan viendo Digimon o jugando Nintendo, bueno, eran amigos ¿Qué se podía esperar?

“Me gusta LuHan.”

Fue la primera vez en su vida en la cual Oh SeHun se enamoró, a los 13 años. El pequeño chico de los aún cabellos marrones oscuros se dio cuenta de que se había enamorado de su mejor amigo en el momento en el cual en día de San Valentín, su profesora les mandó a escribir una carta a la persona con la cual se imaginaban en unos años, y la primera persona que apareció en la mente del pequeño SeHun, fue LuHan.

De repente todo era más difícil, el que LuHan tomara su mano ya había obtenido otro significado, las lágrimas del mayor hacían que hasta a él le afectara el dolor ajeno y sus llamadas de buenas noches se habían convertido en la razón de las sonrisas traviesas y sueños del menor.

Estaba enamorado.

¿Y quién podía culparlo?

Decidió unirse al club de soccer ¿Y por qué? Porque si bien él tenía 13 años, LuHan tenía 16, ese año el mayor cumpliría 17 y el próximo… Adiós colegio, hola universidad, bye bye SeHun. LuHan para eso ya era una estrella de soccer en el colegio y a pesar de que todas las chicas del mismo se le acercaran para sacarle una cita, fueron pocas las veces en las cuales LuHan las aceptó, siempre prefería salir con SeHun a caminar o a montar skate.

Fue ahí cuando corroboró que su gusto por LuHan no era simplemente un… gusto y ya.

Con sus manos en sus bolsillos, el menor se acercó a los baños de los jugadores, esperando poder encontrarse al entrenador antes de que el equipo apareciera, sin embargo lo que se encontró fue algo mucho más diferente. Un LuHan con una toalla en su cintura y sus cabellos mojados fue lo que se encontró ¡¿Quién tomaba baños antes de jugar soccer?! Pues parecía que sólo el capitán del equipo. Tartamudeos, algunos tropezones, excusas baratas, sip, todo aquello dejó a LuHan con un gran signo de interrogación en su cabeza.

SeHun se fue corriendo a casa, en busca de un lugar en donde pudiera esconder su cabeza en la tierra por siempre.

¡Muy bien, Oh SeHun! ¡Lo hiciste, ahora definitivamente creerá que hay algo en tu cabeza!

Esa tarde se encerró en su habitación hasta que sus padres fueran a una cena, su hermano en su cuarto, perfecto, algo de privacidad. Se tiró boca arriba en su cama, haciendo de todo por dormir, sin embargo… las vivas imágenes del delgado y hermoso cuerpo de su hyung no hicieron más que hacer que el cuerpo de SeHun reaccionara de maneras que jamás lo había hecho.

Calor, empezó a sentir cómo su sangre hervía, como sus manos le picaban y cómo unas punzadas pequeñas molestaban aquella región en la parte inferior de su vientre. Optó por lo que cualquier joven de 13 años haría, se escondió bajo sus sábanas y cerró sus ojos imaginando el blanco hermoso cuerpo de su mayor sobre él. Fue cuestión de segundos para que rodara su mano bajo su bóxer y empezara de ésta manera a lentamente acariciar su miembro, y vaya que eso se sintió bien.

Soñaba, imaginaba que era la mano de LuHan la que sostenía suavemente su miembro, la que tocaba la punta de su glande ocasionalmente y frotaba su suave pecho contra el propio… Sentía cómo pequeñas gotas de sudor decoraban su frente y la viva imagen de un LuHan ruborizado y mordiéndose el labio inferior empezó a tomar todos los sentidos del joven que por ahora en lo único que pensaba era en esas masturbaciones que su mejor amigo ‘le estaba dando’.

“N-Nghm… L-LuHan…”

Maldita sea la hora en la cual dejó salir aquel gemido, puesto que cuando se dio cuenta algo no estaba bien, entraba luz a su cuarto, y él tenía las luces apagadas. Sacó la sábana que tenía encima y encontró a su hermanastro en la puerta de su habitación con sus ojos bien abiertos y la boca en el suelo, mirándolo sin poder creerlo.

Gritos. Esa noche se llenó de gritos y más gritos.

“¡¿Eres homoual?!”

“¡¿Por eso salías tanto con tu amigo?!”

“¡¿Te gusta lamer penes?!”

“¡¿EN VERDAD TE GUSTA POR ATRÁS?!”

“¡JODER YA VAS A VER CUANDO PADRE SE ENTERE!”

“¡ERES UNA VERGÜENZA PARA LA FAMILIA!”

“El apellido Oh no te debería de pertenecer más.”

“¡No puedes ser un jodido maricón!”

“Debe ser tu amiguito ese el que te ha llevado por ese camino…”

Ante esa última acusación, SeHun saltó a defender a LuHan, insistiéndole a su hermanastro que no era culpa de LuHan, que él no lo