VII. Suzy.

Cuando las noches son de té y los días de lluvia

Ji-ji se comía las uñas mientras más caía la nieve sobre ella, mientras más se escuchaba el rumor de los copos contra las aceras, más se transportaba a ese recuerdo que le revolvía las entrañas. Era como si la bilis se le hubiera atorado dentro de la boca de su estómago, esperando que saliera estrangulando su garganta. No había nada más triste que el invierno. Eso decía mucho de ella, eso decía mucho de lo que pasaba por su cabeza. Nadie lo entendería, ni siquiera Jimin, y si se lo tratara de contar sería como arruinarle la cruel inocencia que se denotaba en las grandes extensiones de nieve que cubrían su alrededor, era como mancharlo con pisadas de sus propias suelas, sucias, manchadas de barro. Así que sólo le quedó atisbar el recuerdo mientras desde el balcón, a Seúl se le blanqueaba las banquetas, las calles, los techos delos edificios, mientras la escarcha se mezclaba con los barandales oxidados. A su parece no había nada más deprimente que pensar en ese invierno, donde las paredes del hospital era azules y los contornos de los ojos de la abuela Sun-hee se tornaban violáceos mientras los labios se agrietaban como lagos congelados cuando el peso de los años se cernía contra ella. Ese recuerdo, ese terror pasmante la dejó entumecida, con los dedos apretujando en el barandal, sin nada que la detuviera de verlos convertirse en el color de las petunias que insistían con poner sobre un jarrón, al lado de su camilla.

Los había olvidado a todos, sus labios se comprimieron ante ese pensar.

Su cuerpo comenzó a sacudirse ante el frío. La ventisca la hizo recordar que estaba viva, que odiaba el frío y que no era más que una joven débil, con las pupilas sin brillo. Se sintió como volver a la época en donde los gritos, los insultos la hacían actuar en piloto automático mientras le exigían una y otra vez que fuera perfecta; hasta que sus tobillos sangraron, sus pies se llenaban de costras por lo apretados que eran los zapatos y no se sintió más que un títere al que se le había dibujado una sonrisa con rotulador.

Hacía frío. Y no estaba vestida para el invierno.

Hacía frío; la época en que la abuela Sun-hee había olvidado respirar.

El calor momentáneo la hizo espabilar. Sus ojos volvieron a brillar vivos y pudo sentir la resequedad que le causaba el frío, como una quemadura por aceite. El abrigo largo y acolchado le llegaba hasta los tobillos desnudos y un par de brazos, fuertes, pero delgados se apretaron contra su estómago atrayéndola a la calidez que le faltaba.

—Te estás helando—, la voz de Chaeyoung sofocó el silencio furibundo y le hizo cerrar sus ojos. Su aliento calentó su nuca y sintió como se removía hasta posar su mentón contra su hombro.

—Lo siento—, dejó escapar como si fuera un fuelle aplastado.

Chaeyoung tarareó par de notas musicales y la mezcla de los sonidos le fue descascarando el entumecimiento.

—Hice té—, dice llevándola de regresó hacía adentro, sin dejar abrazarla por la espalda.

—No tenías que hacerlo.

—Lo hice—, la sonrisa bondadosa causó una agitación dentro de ella y sólo asintió.

—Odio el invierno.

Dijo sentándose en el sofá, mientras Chaeyoung la cubría con una frazada afelpada. Sus labios seguían comprimidos en una mueca de malestar, mientras la rubia le pasaba una taza humeante de Earl Grey, que le calentó los dedos al instante. El olor amargo y cítrico le llegó hasta el paladar.

— ¿Quieres hablar de eso?

— ¿Del invierno?

—Supongo—, se encogió de hombros. — Hay cosas que me gustaría conocer de ti, ¿Si me lo permitieras?

La torpeza en sus palabras la hizo reír un poco. Chaeyoung de alguna manera le hacía sonreír. Si no era por sus expresiones mortificadas al reaccionar, sería por los comentarios fuera de lugar o por la forma en que no se da cuenta de los objetos solidos a su alrededor que terminan por hacer chocar.

Chaeyoung quizás es lo único bueno de un día como ese y esa admisión la hizo sentirse dudosa. Tampoco quiso externarlo en voz alta, decirlo ya lo hacía bastante tangible, decirlo significaba que no había vuelta atrás. Como cuando Minho le rogó que se quedara, cuando peleó con ella hasta el cansancio y que ambos tuvieron que admitir que las cosas ya no eran las mismas. Se hacía bien, pero a veces el amor no era suficiente y al decirlo, al exteriorizarlo en un vómito desmedido que hirió sus sentimientos fue que se hizo real, como el monstruo escondido en el armario o debajo de la cama, como si fuera el gato dentro de la caja con veneno. Pensar en eso sacudió cada una de sus vísceras. Mientras más pasaba el tiempo, más murallas babilónicas derribaba, como si se tratara de un gigante.

—Bueno, odio el puto frío—, dijo rodando los ojos, Chaeyoung parecía ser todo oído, toda su concentración estaba clavada en Ji-ji.

Algo que se había dado cuenta es que a ratos parecía perderse, sus ojos parecían tornarse en niebla espesa y sus labios se abrían entreabrían como si quisiera decir, algo y luego regresaba extraviarse dentro, muy dentro de sí misma.

Esta vez la miraba, con esos ojos conscientes y escrutadores que le daba escalofríos.

Se instó a inhalar las tiras de humo antes de sorber un poco de té.

—Me gusta el frío…—, la forma en que su vista se transportó al techo descamado le hizo darse cuenta que era el inicio de una gran laberíntica de reminiscencias y repeticiones temblorosas. Ji-ji escuchó atentamente cada una. Se deleitó de la voz de Chaeyoung como si fuera su propia taza de té y al mismo tiempo calmaba el sentimiento melancólico. Ella le contó, le contó de sus inviernos en Melbourne, los muñecos de nieve, los ángeles arruinados por sus pisadas, las guerras tontas contra sus amigas en sus primero inviernos en Seúl. Le contó de la cocoa con bombones, las luces de colores difusos, los villancicos cantados por el coro de la iglesia. Habló sobre las cenas, sobre el insomnio que le daba a los niños en la víspera de navidad por la llegada de Santa Claus, habló sobre el calendario de adviento, los pasajes de la biblia que le gustaban. —Cuando llegue a Seúl, la navidad fue diferente, menos familiar y más íntima para las parejas. Digo, tenía una amiga llamada Abigail, sus padres eran migrante mexicanos y siempre me decía que las fiestas de navidad estaban llenas de momentos familiares y momentos bastante hiperbólicos.

— ¿Cómo?

—Una vez nos contó que fue a casa de sus abuelos, en México. Nos dijo que allá todos se juntan a pasar la navidad; ¡Hablo de un montón de personas!, y ponen música bastante ruidosa y armoniosa. Bailan, cantan y beben. Después de la cena las cosas se ponen tensa en la mesa. No sé muy bien, dijo que no entendía muy bien y que sus primos intentaron traducirle torpemente, se estaban peleando por un par de… ¿Terrenos?—, dijo pestañeando con perplejidad.

—Suena encantador.

—Eso hasta que sus tíos se agarraron a golpes y todos terminaron en la sala de emergencias—, se rio nerviosamente mientras Ji-ji la miraba asombrada.

— ¿Me estás tomando el pelo?

— ¡Es lo que le dije a Abigail!—, exclamó y luego se encogió de hombros. —Pero pasó.

— ¿Cómo fue la última navidad?—, preguntó.

Chaeyoung pareció pensarlo por un buen rato, luego se reclinó contra el sofá.

—Una pequeña cena. En casa de mis padres, todos nos juntamos, oramos en la mesa y después comimos. Hubo un breve interrogatorio, ya sabes, ponerse al día con las cosas. Nada especifico, sólo vagamente…—, talla sus ojos que parecen un poco cansados lanzando un bostezo. Inconscientemente comienza apoyarse contra el hombro de Ji-ji, que no rehúye del contacto. — Luego todos se fueron. Allie, mi hermana con su novio Jae-hee. Mis padres tenían una cita y yo… Creo que termine bebiendo un par de botellas de Soju con Lisa. Se había peleado con Jennie y no tenía nadie con quien pasar las fiestas. Así que nos juntamos a beber y recuerdo que después estaba ebria y me quede dormida en su sofá porque no podía levantar. Fue horrorosa—, dijo llevándose las manos a la frente cubriéndose de vergüenza.

Ji-ji se rio un poco. Puso la taza sobre la mesa para café y rodeó su brazo contra el cuerpo de Chaeyoung. Podía sentir su respiración contra su pecho, honda y pasiva. Ella misma la imitó. Cerraron los ojos disfrutando de ese momento, sin caos, sin recuerdos horrorosos que revivir, sólo ellas dos situadas sobre un sofá de dos plazas, con la plasma apagada, con el zumbido de los copos, con los cristales corredizos cubiertos de escarcha.

Pensó en los bosquejos de su corazón que se quedaban atrapados debajo de la lengua. Pensó en la tibieza de las paredes azul bebé, en lo fantásticamente suave que era cabello oxigenado que le picaba contra el cuello. Pensó en esos dedos metidos debajo de su camisa que la hicieron sonrojar de manera exorbitante. Pensó en los sonidos de invierno como una sinestesia atribuida por la perdida.

—Me gusta.

La palabra suena de la nada y hace eco en las paredes brillantes de su pecho. Sus ojos se desvían a los de Chaeyoung que se esconden en contra su pecho.

— ¿Qué?

—Estar así.

La admisión se adjudica al sofocante y estival suceso de una noche de cuerpos sudorosos enredados entre sábanas blancas, entre onomatopeyas intangibles por movimientos igualmente tórridos. Repasa el maremoto de esos ojos embriagados, piensa en su pulgar delineando esos labios despintados.

—A mí también…—, lo está haciendo real, porque los diálogos son más veraces que la polifonía de pros y contras que prorrumpe psique.

— ¿Cuál es tu recuerdo de navidad?—, la pregunta se dibuja en el silencio y hace mella en los ojos que se aguan en Ji-ji.

—A los siete—, piensa en el poema de Wordsworth que leyó, oh porque sorpresa: ¡Ji-ji lee y lee!; “Siete niños y niñas nosotros somos…”. Le tiembla un poco la lengua y es que el invierno sacude de manera tan violenta los recuerdos de Daegu, como los recuerdos Gwangju en mayo. —, vísperas de navidad, fue cuando se murió la abuela…

Contuvo el aliento y se quedó catatónica, las paredes azules eran tan fría y el olor a lejía aún estaba rumiando con más fuerza dentro de sus propios ojos. Chaeyoung rozó la cara de Ji-ji con su mano, estaba caliente y eso le hizo darse cuenta que era un presa desbordada en un río de lágrimas incontenibles.

—No tienes por qué decir más.

—No—, dice sacudiendo la cabeza como una niña caprichosa, pero, aun compuesta por la tristeza y la melancolía. —Yo quiero.

Y no es como si no lo hubiera contado antes, marchita, desvivida. No es como si no se lo haya confesado a Minho cuando le pidió nunca celebrar ningún tipo de plan navideño y éste muy a su pesar accedía a olvidarse del derroche del romance. No es como si las elegías compuestas por las nubes violáceas fuera del tabulario en el día de la inhumación no fueran fáciles de compartir. Lo que lo hacía difícil es que no había una máscara sobre sus afecciones, no había un sentido sobre su razonamiento. Había pasado años de ese suceso y seguía doliendo, seguía siendo una huella lastimera en toda la familia. Y había aprendido a vivir del dolor.

—Está bien.

La solemnidad en la voz de Chaeyoung, la suavidad de su toque. El calor que se apretaba sobre el cuerpo turbado de Ji-ji la hicieron seguir cavando más profundo, haciendo más real y real, las paredes azules y el gritó contenido de su padre.

—En la víspera de navidad, murió la abuela Sun-hee; Sun-hee que significa “bondad” y “felicidad”. Sustantivos tan descriptivos de su esencia pura. Porque la abuela Sun-hee, era como un sol de primavera, que hacía que los colores fueran más vividos y brillantes. Hacía que las costras en las rodillas, que las narices tapados por los mocos y el llanto no fueran nada. Un toque, un toque, un toque…la abuela Sun-hee tenía que tocar, con sus dedos arrugados, con la piel estirada, con el calor de su yemas lisas. Todo estaba bien.

—La abuela Sun-hee suena como una persona preciosa—, Ji-ji suspira mientras intenta recrear una apariencia que no ha visto más que en un compendio de fotos viejas en un álbum polvoriento, en los retratos enmarcados por su tío y su padre; en las pocas sensaciones que puede percibir de sus reminiscencias infantiles.

—Era preciosa—, admite. Luego una sonrisa se curvea involuntaria. —Tenía a medio Daegu suspirando por ella. Hombres, mujeres—, se burló de eso último.

Chaeyoung enarcó una ceja: — ¿Enserio?

—Oh, tienes que saberlo, la familia Bae es muy visual—, se burla acariciando su espalda.

— ¿Debería sentirme despavorida de eso?

—Más bien impactada. Jimin no juega cuando dice sobre los genes de la familia.

—Entonces tengo que sacarme los ojos, porque no creo que pueda soportar tanto esplendor.

Ji-ji bufa mirando a la rubia de mala manera.

— ¿Debería preocuparme?—, inquiere haciendo que Chaeyoung se separe de ella mirándola con espanto.

— ¡Por supuesto que no… Lo que sea que tengamos, que quede claro: Lo respeto. Te respeto mucho y no soy como pintan los grandes foros internacionales!—, balbuceaba de manera asustada. Estaba repitiendo lo mismo una y otra vez, hasta que Ji-ji se hartó.

Y le arrancó las promesas de fidelidad con un beso en la mejilla que la dejó con el aliento contenido, convulsa y con los ojos erráticos.

—Bien.

Asiente por un par de veces y ve que las tazas se han enfriado.

— ¿Cómo era...?—, Ji-ji se vuelve a Chaeyoung que parece recobrar la cordura a pequeños pedazos.

— ¿Eh?

— ¿Tu abuela?—, su voz suena cuidadosa, como si tuviera miedo de que ser insistente cause alguna fisura.

Ji-ji se recuesta sobre el regazo de Chaeyoung mirando las marcas descamadas del techo.

—Mi abuela, la abuela Sun-hee. Se parece mucho a mi padre, a mi tío y mi hermana, también a la hermana mayor de Jimin: Joohyun. Bellísima. Algunos ancianos decían que era “El tesoro de Jung-gu”. No sé—, dice riendo. —Son sólo exageraciones de los vecinos más antiguos.

Chaeyoung se queda mirándola un buen rato pensativa.

—Tal vez lo era…

La ve encogerse de hombros y como si un espíritu se apoderada de su carne se inclina con sus codos para besarla.

<< ¡A la mierda…!>> declara con los ojos cerrados a cualquier inseguridad errada sobre Chaeyoung.

Casi se siente como la Ji-ji adolescente estuviera trazando las direcciones en las que actuó.

No duran más que un par de segundos besándose. Chaeyoung la sujeta con delicadeza, insegura si debería hacer otro movimiento más rudo. Ji-ji no la alienta a seguir. Sólo disfrutan del contacto breve y momentáneo, del calor que les produce en el vientre, de la necesidad de que dure más tiempo.

Luego ambas quedan desparramadas en el sofá. Jimin salta a sus cabezas. Jimin dormida en su habitación, protegida como el huevo de un pingüino por las patas de su padre. Se quedan respirando con dificultad. Ella siente como trazan patrones en su cabello despeinado. La ve, su pecho se agita, con el cuello reclinado contra el borde del respaldo del sofá.

—Creo que profanamos la memoria de tu abuela.

— ¡No digas eso!—, gime poniendo las manos sobre sus ojos con rudeza.

Entonces les salta ambas una carcajada absurda.

 

Enciende una de las hornillas eléctricas de su estufa. Pone el agua a calentar en la tetera de metal. Hay una especie de resuello que se hace más y más grande dentro de su pecho. El frío afuera debe de ser insoportable y piensa en que Daegu es diez mil veces peor. Frente al fregadero hay una ventana y se puede apreciar que la nieve no a detenido su paso, como si quisiera sepultar a Seúl dentro del hielo glacial.

— ¿Puedo saber cómo murió?

—Estaba internada en una clínica. Murió de tristeza.

Toma una de las tazas recién lavadas y advierte que hay par de grietas. Observa las grandes raíces que se generan de una fisura diminuta. No ha parado de pensar en su familia; los extraña tanto. No los había visto desde comienzos de año. Como siempre sus padres seguían las huellas de los neumáticos desgastados de Sangmoon, mientras ella se quedaba en Seúl.

—Oh…

Suena de manera aguada. Siente la mirada inquieta de Chaeyoung sobre su espalda. Cuando se gira para verla apoyando su torso en la encimara, ve que se la han formado lágrimas en los ojos que intenta tallar con torpeza.

—Lo siento—, habla con esa voz patosa por el llanto. —Soy muy sensible y…

Ji-ji se encamina para pasar limpiar el desastre que ha dejado ese huracán de lágrimas empáticas.

—Shhh… Está bien—, dice elevando el mentón de Chaeyoung, ve que le tiemblan los labios.

—Lo siento…—, vuelve a repetir. —Es que, es que suena tan deprimente. Morir de tristeza, suena horrible y… Yo me asustaría de morir de esa forma, digo, ni siquiera sé porque ahora estoy tomando protagonismo de su muerte usando el “Yo”.

Sus pensamientos parecen revolverse y Ji-ji no hace más que silenciarla con un silbido muy grave.

—Está bien, está bien—, era irónico ser ella la que estuviera consolando el llanto de Chaeyoung. No se queja, sólo quiere abrazarla hasta el dolor cese.

Ji-ji no es una persona dulce, es amarga, por eso le gusta el espresso. No es dulce, siempre lo ha sabido. Minho lo señalaba cada vez que peleaban por pequeñeces. Siempre que la veía retraerse de su tacto. Lo sabía porque las chicas de su clase lo mencionaban al ver lo poco detallista que era con Tae-yong y su disgusto de tener que celebrar sus cien días de relación. Por alguna razón a ella la siguen las personas minuciosas, que son capaces de hacer grandes muestras de afecto a través de los regalos y las atenciones desmedidas. No es su forma de hacer las cosas. A ella le gusta quedarse, es de las personas que se queda y esa es su forma de amar.

Pero esta vez, cierne su frente con dulzura contra la de Chaeyoung se dedica a besarle los mofletes salados por las lágrimas.

Chaeyoung empuña sus manos alrededor de sus muñecas y se quedan ahí hasta que la tetera chilla.

 

—Tenía demencia—, habla mientras se sientan en la mesa con el té recién hecho.

—Oh, eso suena horrible. Mi padre solía decir que su abuela también sufrió de demencia. Sé que las cosas se ponen muy borrosas y confusas—, parece tener escalofríos.

—Sí, igual era muy pequeña—, dice recordando las veces en se topó con su abuela desorientada, apoyándose en las paredes de la casa de su tío llamando el nombre de “¡Su-ji!”. —No sé, no estaba tan consciente de lo que pasaba. No como mi hermana Bin, ella… Fue más duro.

—Lo siento mucho por eso.

Ji-ji suspiró tallando sus palmas.

—Poco a poco se fue poniendo peor, comenzaba a merodear por las calles. Estaba buscando a una de sus hijas.

Sunbae.

Ji-ji se gira al escuchar tal formalidad y se ríe de manera sardónica.

—Chaeyoung deja las formalidades por favor—, sus dedos acunan la taza caliente, ignorando cuanto quema. —Creo que ya hemos pasado los límites de la intimidad.

La ve sonrojar se mientras se atraganta con su propio té.

— ¿Cómo entonces?

—Puedes decirme como quieras.

Chaeyoung parece pensarlo por un buen rato.

—Su-ji—, dice encogiéndose de hombros.

—Su-ji.

Se sonríen mutuamente y Ji-ji busca en la alacena unas galletas rellenas de crema que le gustan mucho. Las pone en un plato las desliza por la mesa para que Chaeyoung tome una.

— ¿Entonces…Navidad?

Ji-ji toma un sorbo de su té y tarda un poco contestar.

—Navidad es una mierda.

Ve que se vuelve a reír y entonces continúa: —Es una mierda, una total y estúpida mierda. Pero, ok, no soy el Grinch, ¿Conoces la película del Grinch?, ¿Con Jim Carrey?

—Oh, sí tiene una película que me gusta mucho. ¿Cómo se llama…? Emmm...—, Chaeyoung se recarga contra la silla haciendo que las patas delanteras se eleven débilmente. —Sale, la actriz que hace a Rose en Titanic. Es sobre una pareja que termina y ambos deciden someterse algo moderno, es como un nuevo método para borrarse la memoria…—, se rasca el cuello mientras separa ambos lados de la galleta para lamer el centro cremoso.

—La vi en Netflix. No recuerdo tampoco su nombre. Lo que intento decir es que es una mierda, pero, no me ves arruinarle la navidad a nadie, tampoco voy desfilando por las calles de Tokio como una demente diciendo: ¡A la mierda, a la mierda la navidad!, no, pero… Es triste, la navidad es triste, porque siento que… Siento como si ya no tuviera sentido después de que la abuela se murió, es como. Todo se apagó, ok, las luces se apagaron y el mundo es más miserable.

Inhala con pesadez por un segundo. Es deprimente, se siente deprimida y es por culpa del invierno. ¿Qué es lo bueno que trae consigo?, aparte de la tradición de comprar piezas de pollo por KFC. Sólo recrea una y otra vez. Se siente como si fuera un cigarrillo calado hasta el cansancio. Está siendo devorada por sus melancolías.

—No sé, no he experimentado un dolor de esa forma.

—Duele como la mierda, es como si te dieran un golpe—, dice imitando un gancho contra su estómago. —Te deja sin aire y no de la forma correcta.

Ve como las cejas de Chaeyoung se elevan.

—Sí te digo que el té me gusta con mucha azúcar, ¿Me creerías?—, le dice a Ji-ji mientras ve su reflejo en la taza.

—Sí, lo sé porque no has tomado ni siquiera un sorbo, ni siquiera cuando lo preparaste.

Se levanta con pesadez dejando escapar el aire, como si la hubieran aplastado. No es difícil encontrar la vasija con la azúcar, la tiene en una de las esquinas de la barra. Hace todo el viaje de regreso con los labios en una mueca de falso fastidio se la tienda Chaeyoung que sonríe de manera educada.

—Mi tía—, Ji-ji escucha su voz, se oye cuidadosa, como si anduviera cuidando cada palabra. —No la conocí. Murió, era muy pequeña, yo tenía una vida, una vida buena en Nueva Zelanda, incluso si no la recuerdo del todo. Si Melbourne desterró esos recuerdos. No la conocí, así que me era imposible llorarle. Pero, vi a mi madre llorar una noche. Recuerdo—, ve como sus ojos se desenfocan y la comisura de sus labios desciende. Comienza a juguetear con los anillos en sus dedos e intenta, Ji-ji ve como intenta con todas sus fuerzas registrar el recuerdo y dárselo como si de una tregua se tratara. Extiende una rama invisible de olivo. —Siempre tuve problemas para dormir, tenía mucha energía. Así esa noche, era marzo, ¿Sabes cómo es marzo en Auckland?, es invierno, es invierno, a pesar de que aquí es primavera…Y es un clima seco. Es lo único que recuerdo. Como sea, estaba con mucha energía no dejaba de removerme y entonces decidí ir a la cocina por agua. Cuando camine hacía el umbral, desde el pasillo ya veía que una de las luces estaba encendida.

—Ajá.

Chaeyoung se inclina mientras va señalando todo sobre la mesa, dibujando un pequeño plano imaginario, como Ji-ji en realidad pudiera descifrar los garabatos invisibles. Aun así, sus ojos registran cada movimiento de su dedo sin excepción.

—Me paro en el umbral, algo turbada y ahí—, dice usando ambas manos para señalar al frente. —Ahí está mi madre. Encorvada sobre una silla, doblada como si le doliera mucho el estómago. Tiene empuñada una vieja Polaroid y su rostro está contraído y cuando le pregunto: << ¿Mamá qué sucede?>>. Ella vuelve sus ojos y entonces yo siento un vuelco en mi estómago. ¿Por qué?, nunca puedo sacarme esos ojos de la cabeza, vuelve sus ojos y me mira como si yo fuera la adulta, a pesar de que tenía cinco años y ni siquiera sabía que mierda pasaba a mí alrededor. Pero se aferra a mí y yo no puedo mirarla por más de cinco segundos porque me siento incomoda, porque…No sé.

Su voz en más frenética, sin pausas para respirar mientras más avanza. Ji-ji toma sus manos entre las suyas y Chaeyoung parece recordar que puede respirar, que necesita respirar.

—Chaeyoung.

— ¿Sí?

— ¿Estás bien?

—Me mira, como un muerto—, dice de manera muy distante. —Mamá, me mira como un muerto.

Restriega su nariz con fuerza mientras Ji-ji permanece muy quieta mirándola. Se ve bastante afectada por el recuerdo.

Ambas permanecen reflexivas en el silencio. La nieve escampa en el balcón y el invierno se siente rancio.

— ¿Qué paso después?

Chaeyoung se sobresalta ante la pregunta. Da un mordisco a la galleta y mastica con los ojos cerrados y las cejas fruncidas.

—Mi madre se da cuenta de que soy solo yo. Entonces grita y su grito me hace que me tape los oídos. Mi padre entra y me aparta de ahí, se enoja con Allie, cuando aparece espantada y somnolienta. La culpa de que este ahí y mi hermana me lleva a las escaleras. Entonces la voz de papá es estruendosa y le recrimina a mamá por hacer ese tipo de escenas. Dice que debería ser más cuidadosa…. Mmmm, entonces pelean y sus peleas con como bombardeos que hacen que las paredes tiemblen. Allie y yo escuchamos todo desde las escaleras, porque ahí es donde me arrastra, abrazándome mientras sus lágrimas pican sobre mi hombro. No entendía, ¿Por qué lloraba tanto y tan silenciosa?, se mordía el labio hasta sangrar, ¿Puedes creerlo?, no quería que nadie la oyera llorar. ¿Sabes?—, parece atragantarse y Ji-ji resta la proximidad de ambas arrastrando su silla al lado de la Chaeyoung. — ¿Sabes que hace conmigo?, se oyen vidrios quebrarse. Entonces me cubre con su cuerpo y me tapa los oídos y tararea y nunca lo olvidare—, se relame los labios y mira a Ji-ji con cierto dolor, uno muy profundo. — ¿Has escuchado Hey Jude?

— ¿The Beatles?

Chaeyoung asiente.

—Es el na na na nananana, nannana—, tararea y Ji-ji asiento. —Todo el rato, hasta que los ruidos cesan y es el llanto de ambos el que se escucha. Me toma de la mano a su habitación y nos tumbamos en la cama. Me tapa porque hace frío y nos quedamos en silencio. Y ella sólo me dice: <>.

Es ahí que todo en ella se desmantela y es Ji-ji quien la detiene. La sujeta entre sus brazos mientras ahoga todos los sollozos de Chaeyoung contra su pecho.

—Shhh…—, silba en los oídos de ella mientras la acuna entre sus brazos.

—Allie siempre cantaba las ultimas estrofas de Make you feel my love, de Bob Dylan. Y yo le creía, todo. Siempre pensé, cuando era aprendiz y las cosas no estaban bien, cuando me decían que no valía la pena, siempre pensé que por lo menos si me perdía a mí misma tendría a Allie.

[…]

— ¿Qué vas a hacer en navidad?

—Voy a Daegu—, dice mientras observa a Chaeyoung cortar una zanahorias contra la tabla, parece bastante concentrada en su acción. Ji-ji se recarga contra el fregadero mientras la ve encorvarse contra la barra. — ¿Y tú?

—No sé. Sola. Estoy vetada de la familia hasta… ¡Mierda!

Ji-ji se aproxima al ver como se estremece. Su espalda se yergue y agita su mano derecha mientras sus ojos parecen escocer.

—Vamos—, dice al ver la sangre brotar de manera sinuosa por su dedo índice.

La lleva al lavabo y enciende el grifo. Chaeyoung maldice por debajo, sus cejas están fruncidas y sabe que está molesta.

—Lo siento—, se disculpa.

—Sólo ten más cuidado, ¿Sí?, voy a conseguir banditas, tengo banditas de dinosaurio—, se ríe.

Deja a Chaeyoung en la cocina y pasa por sala donde la TV está encendida. Jimin la mira con las cejas alzadas.

—No te preocupes, nada grave.

— ¿Enserio?, te vez con la mierda.

— ¡Jimin!—, la riñe.

Escucha como se disculpa y vuelca su atención de regreso al televisor.

Tiene las banditas en el armario del espejo, en su baño. Los mosaicos de las parades tienen el mismo tono de azul bebe que el resto del apartamento. Toma el paquete con los dedos temblorosos. El brillo de su reflejo se atisba en sus ojos. Entonces sucede otra vez, como cada invierno. Sus recuerdos son una amalgama de anécdotas. Desde el cielo azul despejado de una mañana invernal. El cielo cubierto de nubes de mayo. Piensa en la chiquilla que correr por las calles de Jung-gu, siguiendo al fantasma de su abuela, vestida con una bata blanca, susurrando entre los callejones el nombre de su hija, que prometió llegar para la cena.

Sus oídos se llenan de la bulla escandalosa. El disturbio de un montón de civiles. Se imagina con el corazón latiendo sobre el pecho, una mano sobre su muñeca, tirándola entre la multitud, las balas danzando, surcando el cielo violáceo.

<< ¡Su-ji!>> el grito, siempre es el mismo grito, que la despierta sudorosa desde que tenía siete.

Es el de su abuela, el que se queda en su cabeza para siempre. El que raya las paredes con sus uñas de manera escalofriante. Sigue buscando a su hija en medio de los retratos fúnebres, gritando su nombre, rogando porque se hubiera quedado. Ve su reflejo, se imagina el rostro demacrado, descompuesto, en medio de una montaña más. Desaparecida, sin nadie que testificara que sucedió. Se imagina las marcas cárdenas debajo de sus ojos, la sangre coagulada empapando sus maxilares, su frente. El agujero desgarrando la carne alrededor de su cuenca ocular arrancada. Se imagina que es ella. Su-ji. Y se queda totalmente pétrea ante ese terror. Los gritos son contenidos contra las baldosas, encorvada contra el lavabo y la bilis sobre su garganta quemando.

Piensa en ella, asfixiada entre una tonelada de cuerpos que caían como pinos estampados por las bolas de boliche. El plomo corta el aire. Sus manos apretándose contra la caja hasta deformarla y los curitas caen contra el fregadero.

Y las lágrimas caen en caída libre y no sabe, pero el sollozo rezumba en los azulejos.

 

 

—A los seis años. Solemos ir desde siempre Daegu en navidad.

Ji-ji estaciona en el estacionamiento interno del edificio de Chaeyoung. No sabe cómo iniciar esa explicación. ¿Cómo explicarle porque estaba llorando en el baño como una maniaca?, aun puede sentir como los brazos de la neozelandesa se fundían contra los suyos intentando contener el dolor que le entumecía el cuerpo. Aun puede pensar en el insistente tarareo del na na na nananana de Hey Jude sobre su oído mientras la balanceaba como si fuera un bebe que no puede contener el lamento por los cólicos.

—Como este año—, compone.

—Sí, como este año—, le sonríe débilmente. —Pero, esa vez, fue un año antes de que muriera. Ni siquiera meses atrás presentaba signos de demencia, digo, nadie lo notó, nadie se dio cuenta de que tal vez olvidaba cosas. ¿Por ejemplo?, no sé, donde estaba el azucarero o le echaba sal al café, esas cosas, no sé sus pantuflas o si era de día o de noche… Cosas como esa, mierda, ni siquiera sé cómo es la demencia, ¿Chaeyoung?

— ¿Entonces qué pasó?

—Pasó que esa mañana perdió los cables, enserio los perdió—, pasó una mano desesperado por su cabello suelto, despeinándolo. Sus ojos van hacia abajo, pero no se enfoca en el tablero del auto, ni en la mano de Chaeyoung apoyada en su rodilla intentando confortarla. Sabe que la mira, la mira con profunda preocupación, pero no hace nada más, porque sabe que Ji-ji quiere que la escuche, poner las cosas de manera tangible, de manera que se pueda palpar. Como la explicación de su profesor de Filosofía entre los filósofos idealistas y materialistas, los pre-socráticos. Piensa en ello, en los átomos que conforman su carne, en los átomos que conforman la palma cálida de Chaeyoung.

El día ha sido una mierda sentimental, porque parecen haberse metido en una de esas canoas para remar contra las ásperas olas. Siguen remando a través de todo y sólo, sólo puede pensar en ese momento, en esa pequeña Ji-ji que no sabía lo que era el mundo. No pensando en el concreto duro contra el que se estrellaría.

—Su-ji.

Se relame los labios ante la voz de Chaeyoung.

—No había nadie en casa. Enserio. Mis tíos estaban trabajando en el restaurante. Mis propios padres salieron a hacer las compras para la cena, ellos estaban como: Llevemos a Su-bin y a Hyun para ayudar. Me dijeron que me podía quedar con la abuela y yo pensé: ¡Hurra! porque la abuela podía hacerme panqueques de nata si se lo pedía con un puchero. Ella era del tipo de anciana que le gustaba consentir a todos. Es raro…—, suspira mirando los autos estacionados frente ellas. —Parecía intimidante, parecía podía arrancarte la garganta con una mirada. La abuela tenía la apariencia de Daegu en invierno, pero era en realidad…

—Un sol de primavera.

Ji-ji asiente.

—Un sol de primavera. No sé, un árbol de cerezo recién florecido. Entonces como era muy temprano y hacía mucho frío, yo estaba tendida en la alfombra mirando la televisión. Las noticias, estaban hablando de cosas que ni siquiera estaba prestando atención, ¿Qué mierda hace un niño mirando las noticias?, sólo… No había mucho que hacer… No hasta que la abuela despertara… Pero.

— ¿Pero?

—Apareció de repente, irrumpiendo en la sala completamente… No sé, ¿Cómo te puedo describir su mirada?—, dice viéndola a los ojos, haciendo gestos con sus dedos. —Estaba pálida y completamente perturbada, tenía los ojos demasiado… ¿Cómo los de esa pintura famosa?, El Grito, la de Munch. No, bueno Munch tiene otra pintura… De una niña, frente al cadáver de su madre, es siniestra… Demasiado siniestra, porque los ojos sobresalen con tanta demencia.

—Eso suena… Macabro.

— ¡Exacto!—, asevera. — Entonces comienza a decir en voz alta: <<¡Su-ji, necesito encontrarla, dijo que vendría para cenar pero no ha llegado!>>. Yo estoy tipo… Incrédula, en plan, <>, pero ella aparenta no verme. Sigue diciendo que no he aparecido y que se ha hecho tarde y que tiene que ir a buscarme. Comienza a quejarse diciendo que ese novio mío es una mala influencia, me está metiendo ideas. Y yo… Tenía seis años. Bueno, tuve un novio, no recuerdo si a esa edad.

— ¿Enserio?

—Su madre me odio, duramos un par de horas, hasta que su madre convenció a las vecinas de su edificio para… Fueron desagradables. Las odio.

—Debe de estar arrepintiéndose.

—Una vez el pobre chico fue a una fansing—, dice riéndose perdiéndose en el recuerdo del joven de mejillas mullidas ruborizadas que ni siquiera podía mirarla en a los ojos.

—Debió ser mágico, el primer amor de la nación encontrándose con su primer amor—, dice con burla.

—No fue mi primer amor—, sacude la cabeza, ese era Tae-yong, piensa, Tae-yong que redacto horrorosamente la letra de Heroes de David Bowie sobre la banca donde solían sentarse. —Como sea la abuela se comienza a desesperar y yo le pido que por favor me escuche. No razona y la veo salirse de la casa. Me asustó, la abuela era mayor y temí que le pasara algo. Así que recuerdo que no me importó nada y corrí tras de ella despavorida. Olvide todo, mi abrigo, mis pantuflas, las llaves, ni siquiera tenía llaves. Ella en bata y yo en pijama. Un suicidio.

— ¿Tan horrible?

—Los inviernos en Daegu son crudos.

Chaeyoung traga saliva.

—Continúa…

—No sé cuantas cuadras corrimos, yo diciéndole que se detuviera, ella gritando y…—, sale un resuello de su garganta. —Me caí, y me estaba helando. Ella estaba escasos pies de mí y seguía gritando. Un vecino que nos venía siguiendo con su esposa vino a nosotras y yo estaba llorando como una desquiciada, estaba tan confundida, molesta, estaba agotada y la abuela seguía diciendo mi nombre. Recuerdo que me torcí el tobillo. Termine en el hospital con la abuela. Papá llegó asustado y recuerdo que después de que los médicos le dijeron que la abuela estaba mal, entró a donde estaba yo. Pensé, no sé, que se iba a enojar conmigo, por haber dejado que se saliera, digo… Fue mi culpa, casi nos morimos congeladas. Al otro día incluso me resfrié. En cambio recuerdo que me abrazó muy fuerte y estuve tan asustada que lloré por horas contra su pecho y él lloró conmigo.

—Tu padre suena como un buen tipo.

—No es un hombre mezquino. Es bastante agradable aunque no lo parezca. Me dijo que no era mi culpa y que estaba bien, que la abuela estaba enferma y que nadie lo sabía. Recuerdo que esa noche fue a verme para darme las buenas noches y yo le pregunté por qué decía mi nombre.

— ¿Por qué?

— ¿Recuerdas qué te dije que mi abuela murió de tristeza?

—Por su hija.

Ji-ji apretó los dedos mientras cerraba los ojos intentando controlar cualquier atisbo de llanto. Era difícil no sentirse desorientada por las tragedias familiares que aun permean duro en su generación.

—No tienes que controlarte, emmm… He llorado todo el día, digo mis ojos están tan hinchados—, se ríe y Ji-ji asiente.

—Abrázame, ¿Sí?

Los brazos de Chaeyoung la rodean y ella se recarga contra su hombro, pasan así un buen rato.

—La hermana menor de mi padre, se llamaba Su-ji, Bae Su-ji, lo cual es completamente irónico, ¿No?

—Puede ser…—, susurró contra su oído.

—Pensó que sería una forma de honrarla. El dolor de su muerte ya no estaba tan fresco cuando yo nací, que cuando nació mi hermana Su-bin.

—No sé qué decir.

—No quiere que digas nada, sólo, quédate así—, murmura contra su pecho.

—Está bien, creo que puedo hacer eso.

—Entonces, la abuela no está contenta de que me pusieran Su-ji, era bastante… Piensa que las personas heredan deudas karmicas y cosas de familiares muertos que tengan el mismo nombre. Piensa que me estaba condenando a vivir atada al espíritu de su hija, no sé, pensaba que moriría joven… Diablos, no quiero morir joven, digo, aún hay cosas que quiero hacer… Ni siquiera hemos formalizado nada—, dice señalándose.

Chaeyoung se sonroja antes eso y niega.

—No creo que mueras joven.

—Sé que no, Bae Su-ji murió a los quince.

—Era una niña.

—Como Jimin.

—Sí.

—Yo debute a los quince.

— ¿Tienes una teoría?

—Tal vez ya caí en el infierno—, se ríe de manera mordaz.

—Puede ser…

—Igual no importa mucho, sólo, me pone triste eso es todo el invierno, me pone triste porque recuerdo que mi abuela murió. No conoció a Jimin, lo cual es un asco, porque sin duda sacó su carisma. No conoció a Sang al cual hubiera reprendido por idiota—, se ríe.

—Supongo que así es la vida, ¿No?, las personas vienen y se van, los que se quedan… ¿Es cómo los aprendices?, iban y venían, luego estábamos los que nos quedamos, nos dolía porque luchamos juntos, pensando que debutaríamos y…

—Sí, es como ser aprendices.

—Pura supervivencia.

Acompaña a Chaeyoung hasta la puerta de su departamento. Se abrazan otra vez esta vez apresuradamente.

—Ten felices fiestas.

—No tan felices.

—No tan felices, pero, disfrútalas, incluso si el invierno es rapaz.

—Tal vez, será horriblemente bochornoso porque Jimin no puede mantener la boca cerrada y estará contándole a todos sobre tú y yo. Entonces tendré que afrontar todo como una campeona.

Aunque no es como no se burlarían desde que salió ese rumor. Siguen diciendo que Rosé de Blackpink es su novia desde meses antes.

Ve los ojos preocupados.

—Puedo sobornar a Jimin con un álbum firmado de no sé…

— ¿Solistas extremadamente mayores para ella?

—Solistas extremadamente mayores para ella—, afirma.

Se vuelven a abrazar y cuando Chaeyoung está por abrir la puerta y hundirse dentro para desaparecer de su vista, lo hace.

— ¿Qué planes tienes para mañana y los siguientes dos días?

Entonces la ve esbozar una sonrisa.

<> pensó de manera inconsciente sin darse cuenta de sus deseos más intrínsecos.

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TorresMendoza
Espero que les guste.

Comments

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nishichan
#1
Nice
Kookkne
#2
Chapter 11: Pero qué fue todo este capítulo??? LMAOOO mi estado de ánimo se elevó diez veces con cada cosa que iba leyendo JSJS
Kookkne
#3
Chapter 10: Así que los Bae han pasado por muchas cosas eh, y también son otra cosa, pueden ser tan impactantes en cuanto a su apariencia como también su personalidad. Suzy ha pasado por mucho, espero que paso a paso vaya aprendiendo a sobrellevar todo mejor. Por otra parte autor(a), admito que me quedé en esta historia porque (aparte de lo interesante que es) tiene una etiqueta wenrene, en este cap ese pequeño atisbo de lo que pudo suceder entre las dos me dejó intrigada, tengo curiosidad por saber que fue lo que sucedió entre ellas (aunque también *inserta meme tengo miedo* porque suena a que sucedió algo que no es bonito). La tía Yeol es otra cosa, la parte en la que habla de la ardilla JSJS. A la espera del próximo capítulo 👀
Rose_124 #4
Chapter 9: Mi favorita historia en el momento
Kookkne
#5
Chapter 9: Wow cada vez se vuelve más interesante esta historia, me gusta. Admito que me sorprendió ver que era escrita en español, son escasos los trabajos en nuestro idioma así que me gusta la sensación de saber que el contexto lo puedo entender completamente sin tener la barrera de leer todo en un idioma extranjero y que maneja significados distintos.

Hasta el momento el desarrollo es genial y ver cómo de "odiarse" a luego terminar en una relación para llegar hasta este punto dónde Rosé está conociendo a la familia Bae es un crecimiento que hace que quiera seguir viendo que sucede después. La parte final de este capítulo JAKSK el próximo se ve prometedor, estoy impaciente por la prox actualización autor(a). Gracias por compartir esta historia :D
Noemami123xd #6
Chapter 3: Excelente historia!! Espero tener otro capitulo, tu forma de escribir me encanta!
Pmon21 #7
I loved it, I look forward to the next chapter
ettrrr #8
Chapter 3: No suelo comentar estas cosas pero me sorprendió no ver ningún comentario. Está muy bien escrito, sigue así!