X. Suzy.

Cuando las noches son de té y los días de lluvia

"—Tenemos que ir a Daegu, ha muerto mamá— es lo que dice su padre después de colgar el teléfono".

Verse reflejada sobre el cristal que protegía los fragmentos del corazón de Yu Sun-hee resultaba deprimente. No hay mucho que pueda decirse o mucho que pueda hacer para darse ánimos. Intenta ser dado caso, respetuosa con su abuela, con el resto de cenizas que descansa en el columbario “Eternal Rest Memorial”; estaba situado a las afueras de la ciudad, por el lado sur, lo que hacía que la afluencia de personas fuera mínima casi reduciéndola a ella y a su familia. Así que no importaba mucho si estaba con la cabeza descubierta, podía simplemente respirar tranquila ante la idea de que ninguna cámara la iba captar de esa manera. Estar ahí hace que la piel de gallina. Ha intentado silenciar el estremecimiento de su cuerpo, apretando más su mano envuelta en la otra. Dándose quizás el calor que quisiera que otra persona le diera. El lugar era frío, el brillo azulado reposaba las columnas y paredes blancas. Casi tan enfermizas como las del hospital donde su abuela falleció, el 24 de diciembre del 2001. Su-ji tenía siete años y recuerda todo con reserva, con la reserva con la que puede evocar un recuerdo lejano, algo que la marcó, pero que sigue estando más lejos. Al menos, ella no podría no olvidar aquella llamada en medio de la cena, aquella mirada que su madre tenía, como la de un gato en alerta, aquel sentimiento que comenzaba a asfixiar su propio pecho y aquellos labios temblorosos de su hermana Bin, cuando le había preguntado qué estaba pasando: <> es lo que le había dicho, como siempre siendo la hermana mayor, la adulta en esos casos. Ji-ji no entendía la gravedad del asunto, ni lo mucho que cambiaran las cosas después de eso. Fue como presenciar ese horroroso vídeo que se tiñó en toda las noticias en septiembre. Fue desolador, fue un antes y un después.

John Green no es su autor favorito —en realidad lo es Truman Capote—, pero, hace algunos años, compró una edición especial de su primera novela: Buscando a Alaska. No era su novela favorita, fue un meh. Pero, poseía algo que Green había conceptualizado en la estructura de los capítulos: el antes y el después. Él mencionaba que todos estamos formados por un antes y un después en nuestra vida. Ji-ji creía que su antes y su después estaba en ese día, el día en que la abuela había fallecido. Otras veces pensó que había sido ese 24 de diciembre del 2000 donde se quedó atascada en la nieve con un tobillo torcido, persiguiéndola después de que perdiera  la lucidez. Variaba, a veces creía que su vida estaba marcada por los 24 de diciembre. Lo pensó y pensó, sobre todo en las noches en que no podía dormir bien, cuando comenzaban a atormentarle pasajes de su vida donde equivocó. Al menos puede pensar que hay momentos en la vida donde te golpea tan fuerte que genera un impacto. Quizás eso ayude a pensar que ha cambiado, que ya no es la misma niña de hace muchos años.

Ji-ji quiere creer que ha crecido... Aunque no se ha hecho más sabía.

Lo triste ocurrió en los días posteriores, pensó, pues comenzó a extrañar la presencia y el sonido de su voz. Incluso si meses antes no le tomó importancia. Fue como si las letras que faltaban en esa canción siempre estuvieron ahí, solamente que no las notó. No pensó que la extrañaría tanto, como la extrañó, que le dolería tanto como le dolió. No se puede reprochar tenía siete años y era sólo una niña que apenas estaba empezando a formarse un juicio del mundo. Era como el inicio de Demian de Hesse, donde al principio, cuando el personaje principal era sólo un niño hablaba sobre dos mundos, una burbuja de orden bien estructurada, donde todo era claridad y la otra, la otra una burbuja de caos, donde todos tenían malas intenciones y podían ensuciarte el alma. Ji-ji también lo pensó a sí, que había dos mundos que no se tocaban pero coexistían en el mismo espacio, era lo que creía erróneamente antes que fue corrompida por ese lado. Fue cuando su padre dejó de ser un héroe para convertirse un extraño distante que ni siquiera podía pronunciar su nombre sin mirarla con pena, fue cuando la estructura rígida de su madre que le daba orden a las cosas y le mostraba la mejor forma de sobrevivir, se convirtió en algo cuestionable, entre los privilegios y el favoritismo. Y todo había comenzado cuando la abuela murió.

Mientras más pasaba el tiempo, más se iba a adentrando al mundo caótico. Más estaba cubierta de porquería. Más extrañaba la voz de la abuela, hasta el punto en que ya siquiera podía recordarla bien. Ya no persistía el sonido de su voz, de su risa, de la forma en que decía su nombre y le hacía sentir tan amada. Nada, ni siquiera el silencioso tarareo que usaba para arrullarla cuando estaba despertando de una pesadilla aterradora.

Hace ya muchos años que había muerto y Su-ji estaba ahí, parada frente a sus restos con la mirada gacha, como si todos sus pecados le avergonzaran. Incluso si no creía en tales cosas, incluso si su alma estaba tan podrida que no tuviera salvación. Al menos sintió otra vez ese dolor que eclipsaba su visión, como lo hizo el cegador manto de nieve que cubría los agrestes campos que el tren atravesaba para llegar a Daegu en los días de invierno.

Era muy pequeña, sólo era una niña. Apenas hoy pudo reconocer a la anciana Yu en las fotografías, en los recuerdos de sus años de juventud. En las fotos que mantenían sujetos las memorias más profundos y ahora erráticos. Es difícil no observar su reflejo y pensar en cómo su padre colgó el teléfono con la mandíbula endurecida, completamente enmudecido y los ojos dudosos de iniciar ese lento vals de llanto. El funeral fue peor. Bin y Hyun estaban ahí, relegadas a cuidar que no hiciera nada estúpido. Se sentaron las tres juntas y ellas las observaron llorando, las observó apretando sus manos con fuerza. Ji-ji no lloró porque seguía sin entenderlo del todo. Sólo veía a las personas congregarse en ese salón repleto de mesillas, alcoholizándose con soju hasta que el dolor fuera adormecido o ahogándose en comida. Entre ellos rebotaba la tristeza de un día de lluvia, como entre ellos una vez rebotaron los rayos del sol que una vez se llamó Yu Sun-hee. Y tal vez por eso nunca más quiso pisar una sala funeraria, nunca más querría volver a esa que estaba en el mismo hospital donde la abuela Yu había dado un último suspiro, antes de que la muerte le cobrara los centavos que le debía. Todos congregados afuera, porque nadie era lo suficientemente fuerte como para quedarse adentro; nadie excepto Ji-ji.

Ji-ji la dulce Ji-ji que le gustaba cantar canciones de Lee Soobin o de los Backstreet Boys. La Ji-ji que soñaba con el mundo de la fama y la fortuna. La que quería sentarse un pedestal, sin saber que caería en algún momento, que podría ser remplazable. No entendía que la abuela Yu no volvería a cantar nunca con ella, ni siquiera esa canción de amor que solía bailar con su abuelo alrededor de un salón vacío. 

No hasta que fue lo suficientemente mayor como para entenderlo. Entonces la recordaría cada invierno, en cada fotografía, donde sonreía como si la invitara a esconderse contra su pecho; la recordaría en cada canción de Lee Soobin; en cada pastel de arroz; en cada lluvia de estrellas; en cada viaje en tren; en los panqueques de nata… La recordaría cuando las noches son de té y los días de lluvia.

Quizá era deprimente saber la gran porción de felicidad que existió gracias a su abuela. Lo mucho que la habían marchitado las estaciones, hasta que en invierno se le desojaron las flores. Ahora estaba ahí, relamiéndose los labios de manera nerviosa, observando la forma en que la luz se reflejaba en el cristal, la forma en que todo se reflejaba, como un espejo que mostraba su fealdad. Ya no era una niña, ahora estaba ahí, mirando las partes más recónditas de su interior, comprendiendo la incomprendida concepción de la muerte; como pensó su padre hizo después de colgar ese teléfono. Ahora lo sabe, la abuela no volvería nunca más a sonreírle en navidad. La vida que existía se fundía en un recuerdo casi inconexo en su cerebro. Y como una persona no creyente no pudo buscar el confort, ni el sentido en el cielo. No podría creerlo, no podría ponerse de rodillas y rezarle alguien caprichoso por su alma. No como Chaeyoung que a pesar de todo, seguía teniendo ápices de fe. No podría soportar saber que hay otra vida utópica y vivir cien años con esperanza y que se convirtieran en soledad.

Es mejor no gozar de esa expectativa. Es mejor creer que los ojos se cubrirán de una tela negra, que la consciencia se apagará. El único consuelo que le traía la muerte de Yu Sun-hee era que ahora era libre de dolor.  Yu Sun-hee tuvo una vida que merecía ser celebrada y no llorada. Sin embargo, en momentos como esos, Su-ji no puede hacer otra cosa que dejar que las costras en sus ojos se remuevan y las lágrimas chorreen como no debería ser. Se permitió ser vulnerable frente a su abuela, la abuela que sólo conoció a Ji-ji, la pequeña, saltaba en vez de caminar, que cantaba a todo pulmón canciones de Madonna. No conocería nunca a Bae Suzy y eso más que hacerla sentir decepcionada, era un gran alivio. Porque ser Bae Suzy implicaría no permitirse llorar frente a las personas, a menos que sea dentro de la seguridad de una escenografía con el permiso de un guion de por medio.

Pensar en Suzy era pensar en un personaje el cual la había consumido. Pensar Suzy era pensar en soledad y la soledad era como un arma de doble filo. Y sentirla en ese momento, a pesar de que Jimin se erigía a su lado, le hizo sentir peor. Le hizo anhelar el tacto reconfortante que le daba Chaeyoung.

Hubiera deseado haberle pedido que viniera con ella. Que sostuviera su mano mientras olas estridentes de nostalgia la golpeaban con fuerza. No quería que la salvara del dolor, simplemente que se quedara su lado, mientras ella misma se recomponía. Pensó lo mismo al momento de estar parada sobre las puertas de cristal. Sus piernas habían convertido en plo y sus brazos se balanceaban como un péndulo.

Su tío era mucho peor. Rara vez el tío Jin era capaz de entrar. Siempre se quedaba torpemente parado, pálido y como si adentro los fantasmas estuvieran preparados con fierros, listos para golpearlo hasta la fatiga cuando se atreviera a cruzar. La tía Yeol siempre se quedaba con él, siempre apretaba su mano y le ayudaba a respirar. "Él siempre fue muy cercano a su madre, cocinaban juntos todo el tiempo" le había dicho uno de esos diciembres, donde la tía Yeol le había pedido ayuda para lavar los trastos sucios.

Bae Seung-jin era el segundo hijo de Bae Seung-gi y Yun Sun-hee. Su tío siempre dijo que los segundos hijos dela familia Bae siempre tendían tener características muy similares; eran dulces, amables y hogareños. A diferencia de los primogénitos, hablaba de ellos como lobos solitarios que huían cuando tenían la oportunidad de hacerlo. Nadie había roto esa regla. Su padre huyó cuando pudo de Daegu y su hermana mayor Su-bin había huido lo más lejos de Corea. Ji-ji creía que de cierta manera ella no había seguido el estigma del segundo hijo. Ella había corrido primero, pero terminaba siempre regresando a casa. Seguía siendo una Bae de los Bae de Daegu, estando en Seúl, naciendo Gwangju. Y la compresión colisionó sobre ella una vez que Bin se marchó. Cuando por fin sintió desamparada a su suerte, cuando sus padres siguieron las ambiciones de su hermano. Ji-ji era la única que regresaba a Daegu cada invierno, incluso si tenía la agenda a reventar, siempre volvía a casa. Tal vez… Era más parecida a su tío Seung-jin que lo que era a su padre. Era al final parte de la tercera generación de una familia que se había tenido que reconstruir de nuevo, después de que una nación se convirtiera en dos.

Y ahora estaba ahí, donde las paredes estaban repletas de muertos, de grandes columnas que se asomaban llenas de vasijas, de vestigios de la inexistencia que una vez latió con vida. Ji-ji recuerda la pesadez que sintió al caminar entre esas pilastras de recuerdos que se borrarían algún día cuando una ola de olvido los arrastre de regreso al océano.

Al menos no estaba del todo sola en esa marcha solemne hacía el corazón de Yu Sun-hee. La acompañaba Jimin, otra segunda hija…

Pocas personas habían ido a ver a sus familiares, ¿Quién iba en navidad?, ¿Qué masoquistas lo harían?, ¿Eran acaso los Bae personas extrañas?, tal vez amaban tanto a Yu Sun-hee que incluso depositarle flores amarillas el día de su fecha luctuosa era reconfortante.

Así que se encontró ahí, cara a cara consigo en el vitral.

La vasija de su abuela era un color burdeos, hecha de barro. Yu Sun-hee la había confeccionado ella misma, antes de que la edad nublara su mente. No era para desterrar su cuerpo del mundo mortal; la hizo como midas hacía el oro, con el tacto maldito de la tristeza… Era para preservar algún día a su hija, cuando la esperanza aún no había sido en vano dañada.

—La abuela Yu era bastante bonita—, Jimin lo menciona cuando apunta hacía algunas fotografías que el tío Jin había puesto ahí, para dejar constancia de lo increíble que era su madre, para que algún día los Bae del futuro recordaran; a Sun-hee, un sol cálido que los bañó a todos de amor.

—Ella era…—, ni siquiera podía hablar correctamente sin evocar la tristeza en su voz.

Jimin asintió frotando su hombro con delicadeza.

—Se parece bastante a nuestras unnies—, dice. — A Hyun sobre todo.

—Sí, supongo que sí.

Estar ahí la hacía tener poco que decir. No había palabras en su cabeza que pudieran forma algo más coherente que concordar con todo lo que Jimin decía. Entonces la escuchó reír, la risa estrepitosa de su prima la hizo sobre saltar. Al mirarla lista para reprocharle esa falta de respeto, lo observó, vio el dolor que se atoraba en su garganta y como su mirada se blandía en pequeñas lagrimas que intentaba restar con torpeza con sus dedos.

—Qué horror, ¿No crees?, deberían de escribir que todos los segundos hijo se salvan de ser sacados de fotocopiadoras humanas—, luego agrega sarcasmo: — ¿Qué acaso somos SM?

Ji-ji supo a lo que se refería; en SM Entertaiment solían debutar a idols que se parecían a sus seniors de generaciones pasadas. Lo había visto con Tiffany e Irene.

Al mismo tiempo la mención de esa empresa de mierda le hizo agriar la boca. Aunque no fue a la única. Vio el semblante de Jimin a través del reflejo. Incluso cuatro años después no sería capaz de perdonarles el dolor que le causaron a Hyun… Jimin no se los perdonaría, nunca perdonaría a nadie el sufrimiento de su hermana, ni siquiera a Kim Taeyeon y mucho menos a Son Seungwan.

Era triste ver como las personas tendían a odiar lo que alguna vez amaron.

Era más triste ver cuando entendías el porqué.

—Puede ser.

Entrelazaron sus manos y continuaron con la mirada gacha. Ni siquiera llevaban mucho tiempo dentro del columbario. Les había costado más entrar que permanecer ahí quietas. El silencio rebotaba en las paredes y el confort no era suficiente para cubrirlas del frío que los muertos entrelazan. Las fotografías estaban ahí y Ji-ji quiere creer que ya no duelen tanto como dolían antes.

— ¿Quién es la chica?—, Ji-ji se inclina siguiendo la mirada de su prima. —Sin duda es Bin versión setentera.

Entonces ahí estaba ella, la sonrisa de una joven capturada eternamente una fotografía polaroid…Después de eso no quedaría rastro alguno de ella. 

Había mucho sentido en las palabras de Jimin; con facilidad podría pasarse por un calco de su hermana Bin o un calco de su prima Hyun. Ambas de hecho habían nacido en 1991, con nueve días de diferencia, siendo Bin la mayor. Había extraños que de hecho al verlas juntas de niñas solían pensar que eran gemelas idénticas; entre ellos el viejo Sagong Dong-hyun, amigo de su abuela; o la señora Oh Chi’un que tenía un pequeño puesto de Tteokbokki a dos cuadras de su casa, al que solían ir cuando eran más jóvenes, antes de que Sang se fuera a Alemania.  La verdad es que ser tan perspicaz como Yu Hyun-su, el primo de su abuela, para poder notar la diferencia entre ambas. Aunque después de la pubertad Bin pudo haber crecido unos centímetros más que Hyun, lo que ya no las hacía tan hipotéticamente parecidas.

Sin embargo, esa no era Bae Joohyun, tampoco Bae Su-bin, ni Yu Sun-hee, ni siquiera Yu Young-hee —una de las primas de su abuela, que todavía vivía que pero que estaba asentada en la isla Jeju con sus hijos—, ni tampoco sería Yu Ji-soo, la nieta más pequeña de Yu Young-hee, la cual sólo tenía seis años. Todas ellas eran quizás los miembros de la familia que más se parecían entre sí, o que Ji-ji recordaba, había otros familiares de su abuela, según relataba ella, en el Norte, pero al igual que el abuelo Bae, nunca más supieron de ellos.

En la fotografía había una característica que hacía denotarse de todas las personas anteriores; era su sonrisa. En su boca se atestiguaba un par de dientes de conejeo similares a los de la propia Ji-ji y que eran herencia de su abuelo Bae Seung-gi y del resto de Bae antes y después que él.

La joven atrapada en la polaroid estaba apoyada sobre un muro de ladrillos que estaba cerca de la casa Bae. Tenía el cabello negro, desordenado hasta los hombros, con un flequillo que la hacía lucir un poco rebelde, le llegaba por encima de las cejas rectas. Sus pestañas eran rizadas y sus labios estaban pintados con brillo labial de fantasía. Podía notarse las pequeñas bolsas de grasa debajo de los parpados y sus ojos enormes se convertían en dos rendijas al sonreír. Pero, no era como la famosa sonrisa de ojos de la tía Yeol, en cierta forma estos eran encantadores a su manera. La vestimenta era completamente sacada de finales de los años setenta; jeans de corte acampanado de cintura alta, camiseta blanca fajada con un atardecer estampado que decía: Sunshine. Encima la cubría una camisa de cuadros color verde que le llegaba hasta los muslos. La inscripción de la polaroid decía: Tokki, Abril, 1980.

—Esa es Bae Su-ji, nacida en 1965.

Jimin pareció bastante sorprendida o eso es lo que Ji-ji pensó. Ella misma se sentía incomoda de decir que antes que ella hubo otra Bae Su-ji, y que quizás ella misma era un remplazo para sanar las heridas de su abuela y pagar las culpas que su padre aún tenía sobre su muerte. No, Jimin no sabía nada, y supuso que el tío Jin no querría hablar sobre eso, no hablaría de su hermana al menos que estuviera muy borracho o muy inconsciente como para lograr decir un par de palabras. Jimin aún era muy joven para ponerse a charlar seriamente sobre memorias dolorosas, sobre pasajes oscuros en la vida simplista de los Bae. No es como si alguno de ellos quisiera hablar gratuitamente de un trauma familiar que aun tenía secuelas en la generación más joven. Incluso sus tíos lejanos de Jeju se resistían a decirlo. Nadie nunca querría hacer mención de eso. Incluso ella misma se sorprendió diciéndole a Park Chaeyoung de que hubo otra Bae Su-ji, no, Ji-ji era la otra Bae Su-ji. Y pensar en Chaeyoung le llena el estómago de una calidez que le estremece los huesos friolentos.

—Hyun-unnie me contó una vez, que papá y tío Jae tenían una hermana pequeña, sólo dijo que murió joven—, Ji-ji asintió de manera distraída con los pegados a la foto, era imposible no quedarse atrapada mirándola, era preciosa. —Era muy hermosa, podría haber sido una gran actriz o quitarte el título del Primer Amor de la Nación… Incluso tienes su sonrisa… Los ojos.

Ji-ji nunca lo había pensado de esa forma.

Siempre pensó que gran parte de su parecido venía de la familia de su madre, los Jeong de Buk, en Gwangju. Si lo pensaba ahora, Su-ji no era tan cercana a la familia de su madre, siempre hubo una aparente vibra extraña entre ellos; había cordialidad superficial, más nunca amor. Su madre siempre intentó que Bin y ella nunca estuvieran cerca de ellos. A diferencia de Sang que era bastante venerado en la familia materna. Rodó los ojos pensando en cómo sus tías, Jeong Eun-jin y Jeong Yoon-jin estarían regodeándose de lo bien que le estaba yendo a Sang como futuro piloto para McLaren para 2022 en Formula 1. <> se había burlado con sorna Bin en una de las últimas llamadas que habían tenido, antes de ponerse a pelear por algo tonto. No es que odiaran a Sang, sin duda ambas lo amaban y cada vez que corría en esas pistas estaban tan aterrorizadas por el miedo a perderlo, que Ji-ji no podía verlo correr, no podía tener más que desprecio a ese deporte que podría quitarle a su hermano pequeño por un mínimo error.

Lo que odiaban era que siempre tuviera la atención de sus padres sobre él. Como si los logros de Bin y de Ji-ji quedaran en un segundo plano. Genial se habían convertido en hermanas rencorosas, pensó con disgusto de sí misma. Al mismo tiempo se odiaba de pensar así, de tener esos sentimientos negativos por Sang. Incluso cuando lo adoraba, era su niño pequeño, sensible y llorón que siempre buscaba que Ji-ji lo defendiera de los matones de su clase. Y sabía que Bin pasaba por lo mismo, tenían ese mismo conflicto interno y esperaba que un día, pudiera pensar en Sang y no pensar en que sus padres nunca la había mirada de la manera como lo miran a él; esperanza.

—Posiblemente…—, dijo de manera distraída. —Ella siempre quiso ser actriz.

Siempre quiso ser actriz, siempre quiso tener algo que ver con la música. Nunca pensó en otro camino. No lo veía de otra forma y a pesar de todo estaba agradecida de que su padre no le negara la oportunidad de ese sueño. Incluso si ahora se arrepentía de haberse metido de lleno, sin saber las consecuencias de ocasionaría. Al menos en ese tiempo no había otro camino al cual recorrer y la esa academia de artes escénicas en Seúl, parecía ser el correcto. A diferencia de su padre, con su madre tenía una historia más complicada. No estaba feliz con el hecho de que Ji-ji siguiera pasiones que no le llevarían a tener un futuro seguro. No estaba feliz que se cambiara de ciudad, que dejara la escuela, que dejara a su novio. No estaba feliz que dejara fuera el camino que parecía ser el correcto, estudiar algo que le proporcionara estabilidad económica, casarse con su novio y formar una familia, para ser un ama de casa. Ji-ji no quiso renunciar a sus ambiciones, no quiso quedarse sometida a las elecciones volubles de un hombre. Ella quería ser independiente, quería ser como Cher: “ser el hombre rico”

A pesar de eso, dejó que su padre tuviera la última palabra y él no la iba a dejar enjaulada.

Incluso les pareció mejor que Ji-ji se haya ido por voluntad propia. No pasó mucho para que Bin tan bien se fuera vivir a Daegu. Así pudieron seguir a Sang en sus viajes por Europa conduciendo en torneos de Karting, perdiendo su infancia en curvas y rectas.

—Como tú…

—Sí, como yo—, admitió en un suspiro.

—Es triste, ¿Sabes?, se ve tan llena de vida.

Ji-ji aferró su mano a la de su prima.

—Lo sé, pero así es la vida. Ni siquiera te das cuenta cuando todo se está terminando.

—Sí, pero, se veía muy sana.

Ji-ji se mordió la lengua, Bae Su-ji no murió porque estuviera enferma y si lo estaba fue de amor…

—Sí…

—Papá nunca puede entrar.

—Es doloroso para él, la abuela fue importante.

—Sí—, dijo bajando la mirada. —Unnie, ¿Cómo era la abuela?

Jimin no sabía lo que era tener una abuela.

La madre de la tía Yeol, la señora Ton So-ri  había muerto cuando la tía Yeol era muy pequeña y la abuela Yu Sun-hee había muerto unos años antes de que Jimin naciera. Era cruel que nunca haya experimentado tener una abuela. Lo máximo que sabía se debía a Im Hye-ok, la abuela paterna de Minjeong, pero, según la misma Jimin la señora Im tenía el mismo temperamento que Minjeong cuando estaba furiosa, sólo que ella estaba furiosa todo el tiempo. Así que nunca fue acunada por una de las canciones de la abuela, tampoco pudo sentir las manos arrugadas desenmarañar su cabello con suavidad. No pudo entender lo que significaba una pieza de pastel de arroz, mientras admiraban las pocas estrellas distantes desde la azotea; cuando era la melancolía la que se sepultaba en el rostro de la abuela Yu.

Era cruel que Jimin no tuviera una abuela con la cual crecer.

—Era… Ella era hermosa, demasiado dulce y siempre se preocupaba de que todos estuviéramos cómodos. Un sol de primavera.

—Me hubiera gustado conocerla. No sé si le agradaría del todo.

—Serías su adoración—, dice abrazándola por un lado haciendo que una sonrisa triste se cuelgue en los labios de su prima.

— ¿Tú crees?

—Sí, Min, ¿Quién no quiere a Bae Jimin?

— ¡Excepto Kim Jisoo, esa mujer, me rechazó!—, bufó ofendida.

Ji-ji entornó los ojos y le dio un pellizco que la hizo quejarse de manera exagerada.

Siempre sabía cómo romper los momentos sentimentales.

—Es demasiado mayor para ti, al menos busca algo de tu edad.

Jimin se encogió de hombros.

—Tengo que apuntar alto, además sería una gran adhesión a la familia encajaría completamente en concepto. La otra vez cenamos con Naur unnie y me recordó mucho a papá, tienen la misma aura relajada y divertida—, indicó mientras salían de ahí.

—Eso suena como complejo de Elektra, Jimin deberías consultar con un psicólogo—, se burló.

Jimin gimió ofendida.

Se detuvo antes de salir por la puerta.

Ji-ji dio una última mirada hacía el nicho de su abuela y simplemente asintió. Los fantasmas siguieron resonando empotrados sobre las columnas y el hedor incienso los contuvo de huir despavoridos al mundo.

"Algún día tendré que volver allí…" le había dicho su abuela una vez.

[…

La estadía en columbario “Eternal Rest Memorial” no duró mucho.

Tan pronto como Jimin y ella salieron al exterior, su tío Jin se apresuró a encender el viejo Chevrolet Caprice del 77. Le había aplicado una capa de pintura nueva de color azul durante la primavera pasada, lo cual hacía que se viera bastante decente, diferente a le pedazo de mierda destartalada con la pintura oxidada  que recordaba de su infancia. Incluso había cambiado el revestimiento de cuero de los asientos. El tío Jin le tenía apreció a su auto, no era tan diestro en su mantenimiento, como la tía Yeol —que era mejor mecánica y fontanera, incluso carpintera—, pero lo respetaba. Fue quizás lo último que su padre, el señor Bae Seung-gi pudo haberle entregado como un regalo. Por eso evitaba darle portazos y era demasiado cuidadoso cuando conducía, la tía Yeol rodaba los ojos cada vez que se montaba en el asiento copiloto junto a él, "eres tan lento como una tortuga, esposo,  Jin Turtle".

Jin Turtle o Jin The Turtle era el apodo que Tang Kun-woo, un chico del barrio donde crecieron los hermanos Bae, le había puesto después de haberlo visto correr durante un festival deportivo. La tía Yeol siempre contaba la misma anécdota cada vez que todos se metían en el auto con el tío Jin.

—Lo divertido de todo—, se reía mientras el tío Jin rodaba los ojos con diversión. —Fueron los dientes de Jin, los tenía ¡Enormes!, como un conejo así que no podía decirse que fuera del todo una tortuga. Sin embargo era lento, incluso fue tan lento muchos aspectos, que yo tuve que invitarlo a salir, maldito hombre, ¿Por qué no te diste cuenta que te amaba?

—Verás sobrina tu tía es una mujer temperamental e impulsiva que aún no supera que no la haya tenido que invitar a salir—, señalaba. —Estaba siendo precavido esposa. No quería hacerme ilusiones y me terminaras rechazando, además, los Bae somos así, lentos para iniciar relaciones.

Su tía no parecía feliz con la respuesta. De hecho le dio una mala mirada mientras alegaba sobre cómo era un tonto por no invitarla a salir antes. Ambos tenían seguido esa discusión tonta, pero, nadie se la tomaba la ligera, porque se amaba tanto que incluso podía verse a kilómetros de distancia. Incluso si la tía Yeol de fuerte temperamento lo llamaba tonto, ella lo amaba más que nadie y siempre lo apoyaba en cada locura. Vease aprender saludos con acento australiano para impresionar a Park Chaeyoung y hacerla sentir como en casa. Aunque a su parecer siempre salían: véase otra vez cuando aprendieron a hacer saludos con un dialecto australiano para impresionar a Park Chaeyoung y hacerla sentir como en casa. La tía Yeol siempre decía lo mismo: Somos compañeros, elegimos ser compañeros y como su compañera tengo darle ánimos.

—A tu padre por ejemplo le decían la liebre, Bae Seung-jae “The Hare”—, decía el tío Jin con una sonrisa nostálgica desde el espejo retrovisor, sus ojos estaban centrados en las calles, mirando siempre los espejos laterales. El motor gruñía muy bajo, como el de un gato ronroneando. —Él siempre fue muy rápido, tal vez Sang  heredó la velocidad de Jae.

—Puede ser…—, susurró Su-ji.

—Espera, si tú eras The Turtle Bae y el tío Jae era The Hare Bae, ¿No es como el cuento ese The Turtle and The hare? [La tortuga y la liebre]—, preguntó Jimin.

—Los apodos siempre fueron complementarios entre Jae y yo, siempre hemos sido así, la extensión del otro—, Ji-ji vio la tristeza en su mirada y no pudo evitar sentir pena por su tío. —nosotros solíamos hacer todo juntos, íbamos a la escuela juntos, comíamos juntos, jugábamos juntos, paseábamos en bicicleta juntos… No había cosa que no hiciéramos juntos. Lo extraño al maldito bastardo.

Al mismo tiempo hundirse esos recuerdos parecía animarlo. Incluso si estaba lejos, Bae Sung-jae era importante para él. El tío Jin siempre decía lo mismo: Estuvimos juntos desde que éramos dos células, ¿Cómo podría no amar a la persona que más conozco y que más me conoce?. Ji-ji supuso que era cosa de gemelos. Incluso a veces, como esa sentir la mirada de su tío desde el espejo retrovisor resultaba ser bastante desconcertante, era como ver a su padre, mirándola de una forma que siente nunca la vio: como si no fuera el cadáver de su hermana.

—Yo también tío, yo también lo extraño.

Incluso si tenía ciertos resentimientos contra su padre, Ji-ji lo amaba.

Ella estaba más unida a él que a su madre, pero los amaba a ambos por igual. Su padre era un hombre un poco más reservado y callado, pero resultaba ser una persona bastante paternal y agradable. Era pacifico sentarse a su lado mientras él veía una pelea de Box los domingos en la noche con una lata de cerveza espumosa. La subía en sus rodillas y le explicaba todo lo que podía sobre quienes estaban danzando en el ring. A veces en las medias noches anhelaba volver a ese tiempo, donde sentía amada, vista, querida.

Además, había sido su padre a quien había llamado, cuando ese tipo escalofriante la había seguido desde la parada de autobús de su antigua secundaria. Fue quien la esperó todo el tiempo después de eso, aunque estuviera lloviendo a cantaros, aunque estuviera cayendo una tormenta de nieve, aunque estuviera lo suficiente cansado como para estar de píe esperándola en la salida. Incluso si salía muy tarde él estaba ahí, esperando por ella. Con paraguas, con una sonrisa tonta que ocultaba su preocupación.

Él nunca le había reprochado, ni culpado la forma en que muchos de sus compañeros o algunos extraños la hostigaban o acosaban. La protegió y le enseñó a protegerse, a ella y a Bin.

Incluso si a veces era distante, su padre demostraba su amor con acciones cotidianas.

No, él no era un mal hombre. Era difícil de entender de dónde nacían sus acciones la mayoría de las veces. La forma en que las miraba ambas era dolorosa. A veces parecía olvidarlo, otra veces las veía como si Bin y ella fueran sus verdugos. Como si no fueran más que el fantasma de su pequeña Tokki. Algo que ni la abuela, ni el tío Jin hicieron con ellas, ni con Hyun.

Lo más doloroso era vez que con Sang nunca tuvo ese problema, no lo miraba como un recuerdo triste, lo miraba como si fuera un milagro.

A veces Ji-ji quería preguntarle si en realidad algún día dejaría de ser eso, el recuerdo de Bae Su-ji.

—Mi hermano puede ser una persona bastante… Es bastante distante—, dijo el tío Jin mientras aguardaban dentro del Chevrolet esperando a que Jimin y la tía Yeol regresaran con algunas compras del supermercado. Ambos habían decidido quedarse en el estacionamiento. Ji-ji por miedo a que alguien se diera cuenta que era ella y comenzara hacer preguntas; el tío Jin porque odiaba los supermercados más de lo que odiaba el té.

—Sí lo sé.

—Lo sabes. Ji-ji no eres un remplazo, ni tú, ni Bin son un remplazo, ni los actos con los que él se rige hacía ustedes vienen de la culpa de no haber podido salvar a Tokki. Sino del amor, porque son sus hijas, eso es lo que yo creo.

— ¿Y si lo que tú crees está mal?—, respiró de manera temblorosa. Sus ojos iban otra vez a esa mirada, esa mirada que siempre les daba.

—Entonces… Hay mucho de lo que deben hablar—, le ofreció con una sonrisa.

—Hace años que no lo veo, dudo mucho que regrese ahora con Sang en un monoplaza de fórmula 1.

Él parece quedarse callado por un buen rato. Era un hecho que sería muy difícil que Bae Sung-jae volviera a poner un pie Corea del Sur, sobre todo si Sang seguía montándose en esos súper autos. Ji-ji observó a su tío mirar hacías las puertas del supermercado, donde Yeol salía con Jimin cargada de bolsas con cosas que ocuparían para la cena.

—Iré a ayudar a tu tía.

Cuando emprendieron el viaje de regreso a casa el ambiente se había vuelto a animar. Las conversaciones dejaron de ser sobre muertos y se convirtieron en cosas que giraban en torno al presente, como si este fuera mejor que quedarse estancado en el pasado. Incluso Ji-ji había dejado de tener se desazón en la boca y estaba más feliz. Mientras más estaban conduciendo, más se aproximaban de regreso a la casa Bae, donde estaba Chaeyoung y pensar en Chaeyoung le hacía sentir muy animada, le hacía sentir emocionada de verla probar la comida sabrosa que su familia preparaba con amor; quería verla compartir con ellos, porque cuando la veía hablar con Jimin, le hacía sentir animada, le hacía sentir feliz, como si fuera el mejor crossover del mundo.

Ji-ji quería que Chaeyoung experimentara la sensación de no sentir que tenía que ocultar partes de sí. Quería sintiera lo que Ji-ji siente cuando esta con su familia de Daegu, donde no es Suzy, donde no tiene que rendirles cuentas a nadie, donde no tiene que temer a cometer un acto que se pueda malinterpretar. Donde sólo sean libres, porque eso era su familia de Daegu, un lugar donde podía sentirse a salvo.

Ese sería su regalo de navidad.

—Debes de estar feliz.

Ji-ji se giró hacía su tía que le sonreía desde el espejo.

— ¿Eh?

—Nunca trajiste a nadie a Daegu, ni siquiera a ese novio tuyo con el que pensamos te ibas a casar.

—Ademas estas sonriendo como estúpida, como si te hubieran drogado—, señaló Jimin.

— ¡Bae Jimin!—, su madre le riñó.

—No me estoy disculpando por lo evidente.

— ¡Aigoo!, esta niña. Jimin-ah, que tu prima sonría como estúpida mientras piensa en su novia, no significa que tengas que estar diciéndole estúpida.

Ji-ji miró a su tía completamente ofendida.

— ¡Tía!

Todos comenzaron a reírse, incluso Ji-ji, haciendo que se sonrojara de vergüenza, ¿Chaeyoung la hacía sonreír como estúpida?

—Lo que quiero decir, es que es raro que nos presentes alguien y que lo traigas a casa—, dijo con suavidad girándose en su asiento para darle un leve apretón en el hombro.

—No sé, supongo que no quería dejarla sola—, se encogió de hombros de manera timida.

—Eso es lindo, es un lindo gesto—, señaló el tío Jin. —Además nosotros ganamos, tenemos nueva sobrina.

Ignorando eso último que hizo que se le acelerara el pulso cambio de tema. Uno que la estaba manteniendo intranquila.

— ¿Por qué no se lo tomaron mal?

Ambos  fruncieron las cejas.

— ¿Mal de qué hablas?

Su-ji tomó una bocanada de aire antes de decir algo más.

—El hecho de que hipotéticamente ella sea mi futura novia.

—Le pones muchas trabas, sólo dile, no seas estúpida como fue mi esposo—, la tía Yeol le aconsejó con los brazos cruzados sobre su pecho.

— ¿Enserio sigues con los mismo?, Yeol, sabes que te amo, te he amado por tantas décadas. Que haya sido un poco lento no afecta mi amor por ti.

—Él sigue siendo un tonto. Jimin, cuando te enamores de alguien, hazlo saber de inmediato y no lo dejes sin ese detalle.

Jimin levantó la vista de su teléfono con total aburrimiento.

—Oh, le declare mi amor a Kim Jisoo, ni siquiera el restaurante de pollo frito fue tentador. A lo mucho está dispuesta a casar a Ji-ji unnie con Naur unnie.

—¿Naur?—, ambos preguntaron.

—Dice que así le llaman en Twitter—, Su-ji rodó los ojos.

—¡Jimin que te dijimos de Twitter!

—¡Pensé que hablábamos de PANN o Naver!

—Bueno, Twitter tiene cosas lindas, una vez vi un hilo de una persona que estuvo trabajando una granja con cabras y había una cabra que se atoraba en una cerca y todos los días sin falta la tenía que ir a sacar—, decía el tío Jin.

—Padre, yo también vi eso.

—Twitter es un campo de batalla donde se corre sangre de forma despiadada, ¿A caso quieres que te descuarticen miembro por miembro?—, interrogó la tía Yeol.

—La tía Yeol tiene  razón. Jimin deberías restringir el uso de  las redes sociales un poco—, concordó Ji-ji.

—Además, esa chica, Jisoo, es muy mayor para ti, pregúntale si tiene una hermana de tu edad al menos—, recomendó Yeol mientras repasaba su lista de compras tachando todo lo que encontró.

—Oh, Kim Jisoo—, vio como el tío Jin sonreía. —Ji-ji queremos mucho a Chaeyoung, digo ya es nuestra sobrina y todo eso.

—Ustedes se encariñan muy fácil—, Su-ji suspiró.

—Habla la que tuvo que pasar cinco minutos con ella para terminar arrastrándose como un gusano por su afecto—, Jimin su burló y Ji-ji le dio pellizco. — ¡Oye!

Entonces comenzaron una absurda y agresiva guerra de pellizco que fue terminada por la mirada letal que les envío la tía Yeol.

—Es que debiste verla era como un cachorrito de esos que te hacen esa carita…Y, y, y tienes que llevar a casa para llenarles el estómago con comida—, decía el tío Jin haciendo una puchero.

—Cuando era pequeña y mi padre nos llevaba a acampara mí y mi hermana—, contó la tía Yeol con seriedad. —Nos encontramos con una ardilla, yo tenía una bolsa de frutos secos así que las compartí con ella y me siguió de regreso al campamento. Le puse “Suyeom” porque parecía que tenía un bigote en la cara—, se reía.

Eso conmovió mucho a Ji-ji.

—Oh, enserio, ¿Te hiciste amiga de una ardilla?—, Jimin chilló.

—Y cuando vi a la chica cruzar por la puerta pensé, oh es Suyeom, mira ahora es humana.

Suspira con nostalgia.

— ¿Y qué pasó con la ardilla?

—Fue un  rico estofado, nos alimentó muy bien esa noche.

— ¿Acabas de decir que cocinaste a Suyeom, la ardilla bigotona?—, dijo Jimin horrorizada, Ji-ji incluso estaba con la mandíbula desencajada.

Su tía Yeol se encogió de hombros como si el homicidio de ardillas bigotonas no fuera la gran cosa.

—Esposa eso es bastante escalofriante—, dijo el tío Jin fingiendo estremecerse.

—Leyes de supervivencias: Las ardillas no son amigas, son comida—, aseveró.

— ¡No te estoy dejando que te acerques a Chaeyoung!—, es lo único que Ji-ji pudo decir aun perturbada por la historia.

—No te preocupes prima, no te preocupes por mamá. Preocúpate por ti, que pareces querer comerte esa ardilla.

— ¡JIMIN!

¡Joder, paciencia, paciencia…!

[…]

Estaba a punto de salir de subir por las escaleras, rumbo a la casa, cuando su tío la detuvo.

—Ji-ji—, parecía bastante serio y al mismo tiempo preocupado.

—Supongo que quieres terminar esa conversación—, dijo irritada.

—En realidad te iba pedir que me ayudaras a llevar estas bolsas arriba. Mi esposa y mi hija me ha traicionado corriendo hacia arriba en vez de ayudarme aquí con toda la despensa—, parecía gemir mientras miraba las bolsas acumuladas en la cajuela.

—Está  bien—, susurra empezando a sacar los productos.

—Oye—, ve como se rasca el cuello.

— ¿Sucede algo tío?—, se ve bastante indeciso si decir algo o mejor quedarse callado.

—No terminamos esa conversación.

— ¿Sobre…?

—Por qué esposa y yo no tomamos mal tu relación/es complicado con Chaeyoung—, admité.

—Sólo me pediste que te ayudara con las bolsas para hablar contigo en privado.

—Te pedí que me ayudaras con las bolsas porque no puedo cargar con esto solo—, explicó.

—Hablo enserio tío Jin.

—Ji-ji, al principio fue bastante confuso, ok. Sabes cómo son las cosas aquí, lo que la gente piensa—, dice torpemente mientras se cruza de brazos, parece no poder mirarla a los ojos, parece pensar demasiado, como si su cabeza fuera ruidosa.

—Sí…—, dice con la voz aflojada.

—Sé que finges que no te importa, pero en realidad lo hace.

Sabe hacía que la do va la conversación y no tiene ganas.

—Tío, pase lo que pase he estado sola, ¿Sabe?, he vivido mi vida en Seúl sola. Aunque por un instante de segundo pensé que no sería así. Al final me he quedado de esa manera. El hecho de estar sola baja un poco en mí la presión que tengo sobre mi vida privada. Es triste a veces… Pero, supongo que estoy bien—, dice con una sonrisa forzada que fácil puede parecer natural.

—Aun así sé que es importante para ti, porque creciste entre estas dos ciudades. Y no te estoy reprochando nada, quiero que lo sepas. La razón por la que esposa y yo no tomamos mal eso, fue porque tú eres feliz, Ji-ji—, dice mirándola a lo ojos.

— ¿Tan simple?

Él asiente lentamente.

— ¿Qué querías un discurso emotivo?, sonríes tontamente y te vez feliz. Supongo que en algún momento la llegaras amar y eso no nos inquieta, ni nos incomoda. Sólo queremos que seas feliz Ji-ji, al menos yo lo quiero. Mi hermano, mi hermano no es una mala persona, sé que es difícil de entender y no han tenido esa conversación a corazón abierto, que deberían tener, porque así no es Jae y eso lo hace estúpido.

—Supongo que tú te llevaste todo el sentimentalismo—, se burló.

—Sí, lo he hecho.

— ¿Él lo tomaría mal?—, pregunta esta vez con las voz temblorosa y los ojos comenzado a escocerle.

—Ji-ji, él te quiere ver sonreír y si te viera, como yo lo hice cuando estabas en ese sofá tomando chocolate caliente, comiendo las deliciosas galletas de mí esposa. Si te viera como parece hacerte reír con sus ocurrencias. O la forma en que la has estado cuidando, incluso si estabas enojada con ella. Ji-ji, Jae no es un ogro cruel sin corazón que fácilmente podría ser el villano de tu historia. Nadie lo es. Jae más que nadie no querría perder a nadie más. Menos a su hija.

—Por Su-ji—, él niega.

—Siempre fueron unidos, era su pequeña Tokki—, dice con tristeza.

—Ella no merecía eso, nadie merecía nada de eso.

El tío Jin parece que le cuesta respirar y en un momento parece que va ahogar en lágrimas, pero Ji-ji ve como lo contiene todo apretando los puños.

—Es difícil. A veces, despertar y darte cuenta que has envejecido y caminar por las paredes cálidas de tu hogar y ver fantasmas. Ji-ji, después de Tokki, a la familia Bae dejó de importarle un bledo la maldita sociedad, le importó un bledo el neo confusionismo y esa mierda que tienen todos en el cerebro. ¿Cómo podríamos repudiarte cuando ya no queremos perder a nadie más?, Jae no quiere perder nadie, yo no.

— ¡Entonces… ¿Por qué se fueron?!—, el gritó que brotó de su garganta le hizo abrir los ojos con sorpresa.

—Eso es algo que tu padre y tú hablaran a su tiempo. Pero hoy, Ji-ji, hoy quiero sentir que este día no es desolador, ni gris. Hoy nos sentaremos en esa mesa todos, reiremos y beberemos. Y tú no vas a tener miedo, nunca vas a tener miedo, de sostener la mano de tu chica, ni vas controlar la forma en que actúas, ni hacer lo que se espera que Suzy hagas. Hoy eres Ji-ji, mi sobrina favorita, a la que querido tanto como si fuera mi propia hija y ha traído a su asombrosa novia/ su Green card australiana a la cena de navidad.

Ji-ji no puede hacer otra cosa que abrazarlo con fuerza y él torpemente corresponde el abrazo soltándose a llorar.

— ¿Qué pasa si te equivocas con mis padres?—, pregunta con una voz tan débil, como el tintineo de una vela a punto de extinguirse.

—Entonces no me importaría suplir ese papel, dudo que a Yeol tampoco. Tengo dos hijas, no me importa tener a una más o dos más, si Bin quiere—, asevera. — No me importaría ser el padre de Bae Suzy también, jah. Mejor para mí, ¿Imagínate ser el padre del Primer Amor de la Nación?, ¿O el  suegro de Rosé de Blackpink?, pase lo que pase siempre tendrás a los Bae de Daegu, nosotros somos tu familia Ji-ji, y si Park Chaeyoung lo permite también seremos su familia… Y nunca, nunca se quedaran sin un lugar en nuestra mesa en Navidad y Chuseok.

Después de ese momento lleno de tanto paternalismo sentimental, tomaron las bolsas y subieron los escalones rumbo a la entrada de la casa. El tío Jin le había dado un momento  a Ji-ji para que se recompusiera un poco y mientras él subía un par de escalones más sacó su teléfono del bolsillo al sentir un par de vibraciones. Entonces miró un mensaje de su hermano:

¿Así que es cierto el rumor de PANN?

¡Feliz Navidad, por cierto!—con amor Sangmoon

El siguiente le dejó completamente aterrorizada.

Tenemos que hablar, Su-ji.

—Papá.

Cerró los ojos y respiró hondo. No. Hoy no. Apagó el teléfono móvil, no sin antes enviarle un mensaje a su manager sobre su inesperado corte de cualquier comunicación. Dabin lo entendería, era una persona bastante intuitiva y sabría que necesita descansar con su familia antes de que comenzaran los últimos rodajes de Anna y después, comenzara a trabajar en otros proyectos, como ver el contrato sobre esa serie coreana que quiere realizar una plataforma de Streaming.

Hoy iba hacer lo que su tío Jin le dijo. Iba a sentarse en la mesa, comer comida sabrosa, pasar el tiempo con sus seres queridos. Tal vez, animarse a mandar al diablo todo y pedirle a Park Chaeyoung que salga con ella, para no ser tan lenta como el tío Jin. Había una sonrisa triunfal mientras sonrían los escalones que le faltaban para llegar al tío Jin. Ambos siguieron el tramo hablando sobre Say Yes to the Dress? [Vestido de novia] de  Discovery H&H, donde su tío estaba empeñado a hacerle saber que el día en que se casara con Chaeyoung —lo que a ella se le hizo muy exagerado—, debería pensar en visitar una tienda así, además de llevarlo que quería vivir toda esa experiencia de escoger el vestido bebiendo champagne caro.

Ella se estaba riendo sobre algo que había dicho cuando atravesaron el umbral del pasillo con las cosas ambos se quedaron impactados.

— ¡Sobrina!—, él chilló extendiendo los brazos.

— ¡¿Qué mierda?!—, Ji-ji se quedó conmocionada.

—Es lo mismo que digo yo… ¡¿Qué demonios?!—, Yeol apareció desde la puerta de la cocina.

— ¡Bin-unnie deja de intentar ahorcar a Naur-unnie con esa llave!—, Jimin apareció detrás de su madre totalmente espantada.

Entonces una espesa bruma color rojo intensó le nubló la vista.

¡BAE SU-BIN, SUELTA A MI MALDITA NOVIA AHORA MISMO!

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TorresMendoza
Espero que les guste.

Comments

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nishichan
#1
Nice
Kookkne
#2
Chapter 11: Pero qué fue todo este capítulo??? LMAOOO mi estado de ánimo se elevó diez veces con cada cosa que iba leyendo JSJS
Kookkne
#3
Chapter 10: Así que los Bae han pasado por muchas cosas eh, y también son otra cosa, pueden ser tan impactantes en cuanto a su apariencia como también su personalidad. Suzy ha pasado por mucho, espero que paso a paso vaya aprendiendo a sobrellevar todo mejor. Por otra parte autor(a), admito que me quedé en esta historia porque (aparte de lo interesante que es) tiene una etiqueta wenrene, en este cap ese pequeño atisbo de lo que pudo suceder entre las dos me dejó intrigada, tengo curiosidad por saber que fue lo que sucedió entre ellas (aunque también *inserta meme tengo miedo* porque suena a que sucedió algo que no es bonito). La tía Yeol es otra cosa, la parte en la que habla de la ardilla JSJS. A la espera del próximo capítulo 👀
Rose_124 #4
Chapter 9: Mi favorita historia en el momento
Kookkne
#5
Chapter 9: Wow cada vez se vuelve más interesante esta historia, me gusta. Admito que me sorprendió ver que era escrita en español, son escasos los trabajos en nuestro idioma así que me gusta la sensación de saber que el contexto lo puedo entender completamente sin tener la barrera de leer todo en un idioma extranjero y que maneja significados distintos.

Hasta el momento el desarrollo es genial y ver cómo de "odiarse" a luego terminar en una relación para llegar hasta este punto dónde Rosé está conociendo a la familia Bae es un crecimiento que hace que quiera seguir viendo que sucede después. La parte final de este capítulo JAKSK el próximo se ve prometedor, estoy impaciente por la prox actualización autor(a). Gracias por compartir esta historia :D
Noemami123xd #6
Chapter 3: Excelente historia!! Espero tener otro capitulo, tu forma de escribir me encanta!
Pmon21 #7
I loved it, I look forward to the next chapter
ettrrr #8
Chapter 3: No suelo comentar estas cosas pero me sorprendió no ver ningún comentario. Está muy bien escrito, sigue así!