Capítulo I

Prueba de paternidad by Pete

 

Pete Pitchaya

Faltaba una semana para  el cumpleaños número 70 de mamá. Y según el médico había muchas chances de que fuera el último. Ella estaba consciente de ello, por eso pidió estar en casa y no en el hospital. También nos pidió lo que ella llamó “último deseo”.

—Quiero pasar mi cumpleaños con mis tres queridos hijos —sollozó—. Llamen a su hermana, por favor.

Miré a mi hermano, Tutor, y él me miró de regreso. Era como mirarme al espejo, porque él yo éramos iguales. Cabello negro, piel blanca, labios gruesos. Nos diferenciaban detalles, como el peinado, la forma de vestir, y nuestras personalidades. Él era fuerte, siempre de piedra ante este tipo de situaciones. Yo muy débil, sensible al punto que tuve que dar la espalda a mamá y limpiar mis lágrimas rápidamente.

Me mordí el labio ocultando mi llanto y noté a Tutor reprimir un suspiro antes de mirar a mamá en la cama. Sabía lo que quería decirle. Que era imposible hacer que nuestra hermana viniera. Que por más que lográramos localizarla, que por cierto, ella también era nuestra viva imagen, pero versión femenina, eso no aseguraba que volviera a casa. Pero esas palabras no salieron, en cambio, Tutor asintió, acercándose a mamá. Me tragué toda la tristeza y me di vuelta para verlo  tomando su mano.

—Lo haremos, mamá —le dijo sonriendo, lleno de fe—. La llamaremos. Estoy seguro que vendrá a pasar tu cumpleaños. Estaremos  todos juntos, como cuando éramos niños.

Esta vez fui yo quien se tragó el suspiro. Tutor estaba prometiendo algo que era probable fuera imposible. Nacimos como trillizos, dos varones, Tutor y yo, y nuestra hermana, Niranam, los únicos tres hijos de mamá después de una búsqueda exhaustiva y  muchos métodos para conseguirlo.

Hubo un tiempo en que los tres hermanos habíamos sido muy unidos. Siempre buscábamos cuidarnos. Bueno, Tutor y Niranam me cuidaban más a mí, siempre me defendieron de los matones. Pero cuando cumplimos 15 años, algo cambió. Nuestra hermana dio un giro muy grande. La chica amable y risueña se convirtió en alguien rebelde, que siempre faltó el respeto a nuestra madre. Apenas cumplió los 18, se fue y jamás miró atrás. Desde ese entonces habían pasado cuatro años, de los cuales, sólo había llamado dos veces, y solo para pedir dinero, dinero que mamá siempre le prestó y que nunca agradeció.

Yo había intentado buscarla en dos ocasiones. En la primera Tutor me acompañó, pero después de pelear y no conseguir que nuestra hermana entrara en razón se rindió. La segunda lo hice solo, y  fue hace un año, cuando nuestra madre descubrió el cáncer avanzado. Pero ella no quiso escuchar ni entrar en razón. Dijo palabras que me dolieron mucho, y me rendí.

Si no volvió entonces ¿Por qué iba a hacerlo ahora?

Miré a Tutor, quien me dirigió una mirada llena de significado. Mamá me estaba mirando, por lo que me apuré en dedicarle una sonrisa y asentir.

—Sí, mamá. No te preocupes, Niranam vendrá.

***

—Ella no vendrá. —Exclamé en voz baja apretando los dientes cuando entramos a la cocina que daba al patio delantero de la casa.  Mamá se había quedado dormida, pero por las dudas, evité levantar la voz.

Tutor no se detuvo, sólo suspiró y siguió su camino hasta la alacena donde se sirvió un vaso con agua antes de mirarme y darme una respuesta.

—Lo sé, pero no puedo decirle eso. Esta débil y… —Tutor cerró los ojos, totalmente agotado—, ¿si le digo eso y ella…? —abrió los ojos y pude verlos brillar. Tutor estaba conteniendo las lágrimas. Dejó el vaso y se llevó la mano al rostro, empezando a masajearse la sien.

Me arrepentí de inmediato y me acerqué a él para darle unas palmadas en el hombro. Tutor era el más fuerte de los tres. Él no era emocional, era más racional. De hecho, hasta hoy, no  lo he visto llorar. Lidia con la enfermedad de mamá tragándose las lágrimas.

—Lo siento. Tienes razón. Yo…

Tutor bajó su mano y me miró a los ojos.

—No pierdas la esperanza, si tú la pierdes, en verdad ella… —Tutor giró para mirar por la ventana de la cocina que daba al patio delantero de la casa y de repente, se quedó callado—… ella… —repitió—… ella está aquí.

Fruncí el ceño

—¿Qué? —pregunté. Pero Tutor sólo estaba allí, con la boca abierta y la mirada fija al frente. Miré y…—Ella está aquí. Tutor ¿Ella…?

Tutor asintió.

Mierda.

Nuestra hermana estaba allí, pero no estaba sola, bueno, sí, pero no. Ella….

—Está embarazada. —Agregó Tutor.  

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