06-12-2014 Parte II
¿Cuándo....Desearías saberlo?
Dejé que Taecyeon me dirigiera hacia la sala de espera. Vino y se sentó conmigo mientras Nichkhun se encontraba en el quirófano. Taecyeon pasó gran parte de ese tiempo al teléfono con su jefe gritándole, que se hallaba enojado con él por abandonar la escena. Alrededor de las cuatro y media mi teléfono sonó. El identificador de llamadas decía que era de la casa de Yul.
—¡Amiga! — canté felizmente cuando respondí—. ¡Te he extrañado!
—¿Tae? — Escuché decir a una mujer. Me tomó un minuto reconocer su voz.
—¿Señora Kwon?
—Sí, cariño, soy yo. Estoy llamando para ver si has oído de Yuri.
—Uh... no. ¿No se encuentra en casa?
Casi podía sentir la ansiedad de la señora Kwon irradiar a través del teléfono.
—No. No, no se encuentra aquí, y no sé a dónde ha ido. Llegué a casa del supermercado con Hyoyeon y Wendy, y Yuri no se hallaba en su habitación y no me dejó una nota.
—Tal vez salió a patinar — dije, y entonces recordé que Yul había tirado su patineta—. Oh, espere — agregué.
—Tiró su patineta — dijo la señora Kwon, y entonces sollozó—. Ha estado tan deprimida últimamente, Tae. Estoy muy preocupada por ella.
—Tal vez fue a dar un paseo o algo así.
—Por eso me preocupa. Con ese asesino que sigue suelto...
Quería asegurarle a la señora Kwon que el FBI sabía quién era el asesino y que probablemente iba de camino a Canadá, pero no lo sabía con certeza. La verdad era que no tenía idea de dónde se encontraba Henry Lau. Podría estar vagando por las calles en busca de adolescentes desprevenidos para secuestrar, torturar y asesinar.
—Tal vez debería ir a buscarla—dije.
—¿Vendrías conmigo?
Miré a Taecyeon. No creía que le importara si iba a buscar a Yul, pero necesitaría que la señora Kwon viniera a recogerme, y no quería preocuparla acerca de por qué me encontraba allí.
—Claro. Estoy en el hospital ahora, eh... visitando a un vecino enfermo, ¿así que podría venir a recogerme?
Taecyeon seguía hablando por su teléfono, así que le escribí una nota que decía que conseguí un aventón a casa, él asintió y dijo adiós.
Mientras esperaba a la señora Kwon, Heechul me llamó.— Oye, chica — dijo con un suspiro cansado—. ¡Hombre, he tenido un día!
Sonreí. Podría apostarle que tuve uno peor pero decidí contarle sobre ello más tarde.
—¿Qué pasa? — pregunté.
—Mi auto se averió. Tuvieron que remolcarlo y el tipo no puede trabajar en él hasta el lunes.
—¿Te vas a quedar en la ciudad?
—Sí. Pero no te quiero sola en esa casa. Ve a la casa de la señora Im y pasa la noche ahí, ¿de acuerdo?
Rodé los ojos.
—Claro, Heechul —le dije, porque no quería discutir y posiblemente enojarlo lo suficiente para que alquilara un auto y condujera para ser mi niñero cuando realmente necesitaba lidiar con su auto.
—Muy bien. Te llamaré en la mañana.
La mamá de Kwon llegó entonces, y la saludé con la mano mientras le colgaba a Heechul. Venía con las dos hermanas de Kwon, que hacían una rabieta en la parte trasera. Su cara se veía preocupada.
—La encontraremos — prometí.
Comenzamos nuestra búsqueda en Poplar Hollow, yendo calle por calle desde la residencia Kwon hacia mi casa y más allá. Buscamos en el parque, y la escuela, y luego empezó a oscurecer. No me preocupé seriamente hasta cerca de las siete de la tarde, cuando todavía no vimos ninguna señal de Yul. Llevamos a Wendy y
Hyoyeon por algo de comer y continuamos nuestra búsqueda, pero no se hallaba en ninguna parte. Finalmente nos dirigimos de regreso al lugar de los Kwon y ayudé a acostar a los niños, entonces esperé con la mamá de Yul en la cocina, deseando que volviera a casa, pero las horas pasaban y no había ninguna señal de Yul.
Cuando no pude soportarlo más me levanté de la mesa de la cocina y dije—: señora Kwon, ¿Yul aún tiene esa moto en la cochera?
Asintió y se secó los ojos. Estuvo llorando constantemente por más de una hora.
—Lo comprobé. No se la llevó.
—¿Puedo tomarla prestada?
Me dio una mirada confundida y expliqué—: Hay un lugar en que no buscamos donde creo que podría estar. Cerca de Jupiter.
—Toma la moto, Tae — dijo la señora Kwon —. Pero ten cuidado, por favor. Hay un casco en la cochera. Tienes que usarlo. Y, por favor, llámame si la encuentras.
—Lo haré — prometí, y buscó en un cajón por las llaves de la moto. Tomándolas de ella, me apresuré a salir.
Me tomó sólo unos diez minutos llegar a Jupiter, y luego tuve que entrecruzar a través de un barrio hacia la pista de patinaje, la cual siempre se encontraba bien iluminada hasta las once de la noche. Tuve una idea, incluso si Yul no hubiera ido allí para patinar, t al vez fue a ver a los otros pat inadores. Mientras estacionaba, vi a una chica solitaria subiendo y bajando por las rampas. Supe de inmediato de quien se trataba. Metí la mano en mi bolsillo y llamé a la señora Kwon.
—La encontré —dije.
—¡Oh! —exclamó—. ¡Oh, Tae! ¿Dónde se encuentra?
—Se encuentra en el parque de patinaje en Jupiter. La llevaré a casa en un rato.
Después de colgarle a la mamá de Yul, me senté en la moto por un largo tiempo y vi a mi mejor amiga andar de arriba abajo en lo que parecía ser una nueva tabla, haciendo giros, vueltas, y otros t rucos. Algo cambió en Yul, era mucho menos torpe y rígida sobre la patineta. Como si hubiera perdido el miedo a arruinarlo y estuviera comprometida con cada truco, como si no le importara lo que pasó. Ese valor resultó ser exactamente lo que necesitaba para realizar el truco.
Cuando tenía tanto frio que comencé a temblar, me acerqué a la rampa. Yul voló hacia el lado opuesto, giró la tabla con sus pies, aterrizó perfectamente, y pasó zumbando para quedar fuera de la vista y reaparecer en la parte superior de la rampa más cercana a mí, detuvo la patineta en el borde. La miré con asombro cuando me sonrió, sus ojos seguían negro y azul y la nariz hinchada, pero sonreía de todos modos.
—¡TaeTae! — exclamó, claramente feliz de verme, y supe que mi amiga se hallaba de vuelta.
—Linda tabla — grité, señalando su nuevo paseo.
Se bajó de ella y caminó por el borde de la rampa, luego le dio una pequeña patada, y la patineta subió para aterrizar perfectamente en su mano izquierda.
—¡La conseguí hoy! —dijo efusivamente, ya avanzando hacia las escaleras. La esperé en la parte inferior.
—Tu mamá ha estado muy preocupada por ti — dije cuando aterrizó junto a mí en la hierba.
Su rostro cayó y miró el horizonte.
—¡Aw, hombre! ¿Qué tan tarde es? —Son más de las diez.
La mandíbula de Yul cayó.
—¡No!
Le mostré la pantalla de mi teléfono y se palmeó la frente.
—Perdí la noción del tiempo —dijo—. ¿Está muy molesta?
Le entregué mi teléfono.
—Será mejor que se lo preguntes tú misma.
Yul habló con su madre por un rato, y en su mayoría se limitó a decir que lo lamentaba una y ot ra vez, luego le preguntó si podíamos ir a McDonald’s porque se moría de hambre. Le dijo que estuviera en casa antes de la medianoche, y una vez que colgó me sonrió de nuevo.
—Crisis evitada.
Yul nos llevó a McDonald’s, nos sentamos en una cabina y bromeamos y reímos como en los viejos tiempos. Le hablé sobre lo qué pasó más temprano en casa de Henry Lau, y Yul se sorprendió tanto que me hizo contárselo una segunda vez. Eran más de las once cuando nos fuimos del restaurante para llegar a casa antes del toque de queda de Yul.
Yul me dejó en mi casa, le entregué su patineta y la ató a la moto con una cuerda elástica que guardaba en su asiento. Luego se despidió y se fue. La vi irse con un suspiro melancólico. Se sentía tan bien tener a mi amiga de vuelta. Me giré hacia mi casa y pensé en lo que Heechul me dijo. Sin embargo, el mirar las ventanas oscuras de la señora Im me convenció de no despertar a la anciana. Además, el coche patrulla se encontraba aparcado entre mi casa y la de nuestro vecino del otro lado. Débilmente pude distinguir la silueta oscura del oficial de policía en el interior, lo saludé con la mano y me dirigí por el camino de entrada.
Cuando doblé la esquina de la casa olfateé el aire. Algo olía familiar, entonces me di cuenta: era el humo de cigarrillo flotando hacia mí. Cuando llegué a la puerta trasera, vi que la luz de la cocina sobre la estufa se encontraba encendida y la puerta t rasera abierta. Sólo la puerta pantalla se encon raba cerrada.
Abrí la puerta trasera tentativamente, el olor del humo de cigarrillo cada vez más fuerte. Mi primer pensamiento fue que mamá escapó de rehabilitación de alguna manera y regresó a casa. Mi corazón se hinchó. La extrañaba tanto.
—¿Mamá? — llamé con emoción, entrando en la cocina y cerrando la puerta de atrás antes de bloquearla. Oí el ruido de un carraspeo cerca de la sala de est ar.
—¿Mamá? — llamé de nuevo, apresurándome hacia la puerta entre la cocina y la sala de estar.
El resplandor naranja de la colilla de un cigarrillo me llamó la atención de inmediato. Una figura sentada en la silla de papá, levantando el cigarrillo a sus labios y haciéndolo brillar.
—¿Mamá? — pregunté una vez, mientras un susurro de alarma se arrastraba por mi columna. Empecé a retroceder, pero entonces la luz junto a la silla se encendió.
—Hola, Tae — dijo Lee Donghae.
Mi aliento se at ascó en mi garganta mientras mi mente se llenaba de preguntas. ¿Qué hacía Lee Donghae en mi casa? ¿Cómo entró? ¿Escuchó sobre su primo? ¿Sabía que Henry casi asesinó a un agente del FBI? ¿Sabía también que Henry asesinó a todos esos niños? ¿Y no faltó al trabajo porque tenía dolores en el pecho? ¿Cómo sobrevivió? Mientras todas las preguntas tropezaban en mi mente, Donghae se puso de pie, y una sonrisa se extendió lentamente por su rostro. Pero no era una sonrisa agradable. No era la sonrisa que me daba cada vez que nos encontrábamos. Este era una sonrisa enferma, similar a la que su primo llevaba. Siniestra y oscura, pero quizás aún más malvada. Esta era la sonrisa de un asesino serial.
—No — tartamudeé, retrocediendo mientras mi mente empezaba a juntarlo todo con mil sinapsis disparándose a la vez, como el final de un espectáculo de fuegos artificiales. Fue Donghae. Todo el tiempo fue Donghae. Y ahora, se encontraba
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