25-11-2014
¿Cuándo....Desearías saberlo?
El martes apenas pude concentrarme en la escuela. Nadie me molestó ni me intimidó, pero había una tensión subyacente a mi alrededor en los pasillos y en clase. Era como ese invitado que se quedaba demasiado tiempo en la fiesta; todo el mundo quería que me fuera. La atmósfera se volvió aún peor cuando fue anunciado al final del séptimo período que el señor Lee ya no sería nuestro director, y que por el momento, la subdirectora se haría cargo como líder de la escuela. Todos los ojos en mi clase de cerámica se habían girado para mirarme, y era obvio que todos creían que era la responsable por hacer que despidieran a Lee.
Después de la escuela quería estar sola, pero no atrincherada en mi habitación escondiéndome de mamá, quien se encontraba tan molesta y preocupada, también, que había estado dándole duro a la botella de nuevo. Decidí dirigirme al parque donde Yul y yo pasábamos el tiempo a menudo. En lo que era el Jupiter, y había un medio tubo ahí. Los niños se subían por todas partes, y sonreí ante el recuerdo de Yul tratando de pasar el rato con ellos cuando en realidad era el niño más torpe de todos. Lo extrañaba mucho; dolía físicamente. Me senté en la banca del parque sintiéndome impotente por un largo rato, toda la esperanza drenándose de mí como una fuga lenta y dolorosa.
Cuando me sentí mejor y entumecida por el frío, me levanté de labanca y alcancé mi biciclet a.
—¡Hola! — gritó alguien.
La voz que gritó era familiar. Me congelé por un segundo antes de girarme para ver a Tiffany dirigirse hacia mí con un saludo amistoso. Mi corazón comenzó a golpear. Era extremadamente consciente de la humedad que recubría mis palmas. No sabía qué hacer o decir. Había una parte de mí que quería montarse en mi bicicleta y largarse, porque el segundo en que Tiffany descubriera quién era yo, nunca me sonreiría ni saludaría de nuevo. Pero no podía moverme. Estaba fija en el lugar.
—No sabía que venías aquí — dijo, como si fuéramos viejas amigas. Bebí su imagen aproximándose. Vestía vaqueros desteñidos y una chaqueta de cuero con una J brillante en ella. El color de la chaqueta combinaba con sus ojos. Se había colgado sus botines alrededor del cuello, y una pelota de soccer se hallaba metida bajo su brazo —. Te vi sentada aquí mientras practicaba — agregó, gesticulando hacia la enorme cancha, donde un grupo de chicas todavía jugaba.
Me sentí asentir, pero hablar resultaba ser un poco más difícil. — Linda bicicleta — agregó. Bajé la mirada. Mis nudillos eran blancos contra el manillar.
—Gracias — dije, tratando de encontrar mi voz—. Es nueva.
—Hace un par de semanas, te vi en las gradas en el juego de Poplar — añadió, sonriéndome. Su sonrisa era adorable, amplia y acogedora. Iluminaba toda su cara—. Vas allí, ¿cierto?
Tragué duro y asentí de nuevo. ¿Qué si conocía a alguien de la Secundaria Poplar y preguntaba por mí? Oh, Dios, no podía soportar la idea de verla mirarme como lo hacían todos los otros chicos. Tiffany no pareció notar mi ansiedad. Su sonrisa permaneció fija y amistosa y tan hermosamente invitadora.
—Te fuiste del juego antes de que tuviera la oportunidad de hablar — dijo con un guiño.
—Sí, lo siento—dije, finalmente encontrando mi voz—. Yo... tenía que ir a casa. Mi mamá no se sentía bien. —Que torpe excusa, pero asintió como si entendiera totalmente. Dejé caer mi barbilla otra vez y me encontré fijándome en sus pies. Usaba botas de trabajo color canela. Se veían grandes, pero no fuera de lugar en ella.
—Soy Tiffany, por cierto — dijo durante el incómodo silencio que siguió, y me di cuenta de que extendía su mano, esperando que la agitara con la mía y me presentara.
—Hola, Tiffany— dije, tomando su mano, que era cálida y suave. Cerró sus dedos alrededor de mi palma, y pensé que nunca había sentido tal cruda energía. El calor prácticamente pulsaba entre nosotras. Estaba bastante segura de que me iluminaba como el cuatro de julio—. Soy...—¡Sthephanie! — Escuchamos gritar a alguien desde el otro lado del est acionamiento. Tiffany se giró, y la brisa suave elevó algunos de sus bucles oscuros. Había una mujer en el estacionamiento, saludándola, y no se veía feliz. Tiffany hizo una mueca y se giró de vuelta hacia mí.
—Esa es mi mamá — dijo, girando su mano, que aún sostenía la mía, para ver su reloj—. Tengo una cita con el dentista y ya vamos tarde.
Sonreí astutamente. —No deberías hacer esperar al dentista —dije—. Ese es su t rabajo. — Nunca había tenido una cita dental que comenzara a tiempo.
Tiffany pareció entender la broma, porque se rió y balanceó nuestras manos hacia atrás y adelante coquetamente.
—Tal vez tenemos el mismo dentista.
—¡Stephanie! — gritó su mamá de nuevo—. ¡En este momento, jovencita!
Con un suspiro, soltó mi mano y comenzó a alejarse de mí.— ¿Te veré por ahí de nuevo alguna vez? —preguntó—. Tenemos práctica aquí los martes y jueves.
Asentí, pero de pronto me di cuenta de que nunca podría buscar a Tiffany de nuevo. Ni en los juegos de fútbol, ni en los partidos, ni aquí en el parque. Pronto descubriría quién era, y esa sonrisa que llevaba cuando me miraba se desvanecería a una mirada de juicio. Sabía que podía soportar esa mirada de todos los demás —de hecho, del mundo entero— pero no de ella.
—¡Stephanie, en este instante! —gritó su mamá mientras continuaba caminando de espaldas alejándose. Rodó los ojos, encogiéndose de hombros juguetonamente antes de destellarme una última sonrisa y trotar hacia el auto. Mientras el auto retrocedía, me envió otro pequeño saludo con la mano. Me quedé de pie ahí por un largo rato. Una parte de mí no podía creerlo. Tiffany vino hacia mí. Me sonrió a mí. Habló conmigo. En ese momento, una larga nube se movió a través del cielo y escondió el sol, y volví a temblar con frío y algo más... algo triste. Sabía que era tiempo de dejar ir la fantasía de Tiffany. Pero dolía.
El día siguiente era medio día, y el tercer período apenas había comenzado cuando el señor Eunhyuk recibió una llamada en el teléfono junto a la pizarra. El salón se quedó en silencio, los teléfonos nunca sonaban a menos que algo horrendo hubiera pasado. Lo sabía por experiencia personal.
Después de responder, el señor Eunhyuk murmuró suavemente en el teléfono, su espalda hacia nosotros, luego se giró y observó el salón, su oscura mirada se detuvo en mí. Con una sonrisa burlona me apuntó, luego hacia la puerta.
—Vaya a la oficina del director, Kim. Hay un oficial de policía esperando por usted. — Podía decir que obtenía placer diciendo eso delante de toda la clase. Sentí que la sangre abandonaba mi rostro. Estaba tan sorprendida que por varios segundos no pude moverme. — Kim — repitió, sus ojos reduciéndose a rendijas—. ¿Me escuchó? Saque su trasero de esa silla y vaya a la oficina.
Podía sentir todos los ojos en mí, y sabía exactamente qué pensaban. Por fin, me arrestarían. Pasaría Acción de Gracias en la cárcel, pero también me sentía aterrada de que la policía estuviera aquí para decirme algo malo acerca de mamá. Tan rápido como pude reuní todas mis cosas y me apresuré hacia la puerta. El oficial me encontró en la oficina del director y la señora Richardson (29-02-2050), la subdirectora, se hallaba de pie junto a él.
—Tae—dijo suavemente mientras me precipitaba hacia ella —. Este es el oficial Bigelow. Querida, tu madre ha tenido un accidente.
Miré al oficial (17-01-2062) y grité—: ¿Está herida? ¡¿Mi mamá está herida?! —Temblaba de la cabeza a los pies y me sentía como si estuviera a punto de desmayarme. Sabía que mamá no moriría por otros seis años, ¿pero qué si se había lastimado demasiado y terminaba como un vegetal, o paralizada, o algo igualmente horrendo? El oficial Bigelow colocó una mano en mi brazo para calmarme.
—Se encuentra lastimada pero no quebrada —me aseguró. Parpadeé con fuerza, pero las lágrimas seguían derramándose. Dios, lloraba por todo en estos días.
—¿Puedo verla? — pregunté con voz chillona.
—Es por eso que me encuentro aquí —dijo—. Vamos. Te llevaré con ella.
El oficial Bigelow me llevó a la estación de policía, que, irónicamente, solo se hallaba un poco más abajo que las oficinas del FBI. Una vez que estuvimos fuera de la patrulla, me acompañó al elevador y lo tomamos hasta el cuarto piso. Saliendo a un pasillo lleno de
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