El bailarín contempló con desconcertada mirada la de su admirador y se llenó de júbilo.
Dándose ánimos, se sostuvo con ambas manos al  tubo y de un movimiento se  elevó,  gracias a la fuerza de sus brazos y al impulso. Rodeó al poste con la coyuntura  de una de sus rodillas, la otra rodilla la pegó al tubo; con un brazo sujetado al poste y el otro al aire. Comenzó a girar y a deslizarse  lateralmente. Mientras flotaba, comenzó a inclinar el eje de su cuerpo. Volaba, disfrutaba.

D.O sintió sus entrañas retorcerse. Admirando por vez primera los finos botones de piel marrón sobre ese pecho invitante que se asomaban tímidamente bajo la escasa vestidura; dos pequeñas nueces que deseó morder. Escuchó el  eco del vitoreo de los presentes, eran para su bailarín nocturno. Un título que él mismo  le había otorgado. El hecho de que un montón de extraños pudieran admirar su bella silueta, sus delicados pero afilados movimientos y la ersa vista de esos brazos y abdomen de chocolate, no le hizo  ninguna gracia.
Sólo él tenía el derecho de sufrir y deleitarse cada vez que de un momento a otro, noche tras noche, aquél ángel danzante se convertía en un demonio al instante, llevándolo  lentamente hacia la  locura con sus ersos  y provocadores movimientos...