No sabría si contar  nuestra historia en primera o tercera persona, completa o incompleta. Tal vez soy yo, tal vez es ella, tal vez es un extraño voyerista que nos vio pasar mientras le daba la última calada a su cigarrillo. Comenzó in media res con un poco del final y partes del principio. Tal vez fue en los veinte, los cuarenta, los setenta –mi favorito- y cómo olvidar nuestros melancólicos noventa y aún no sabemos si el milenio fue el inicio de nuestra mejor época. No sé exactamente si debería contar esta historia en presente, en pasado, en futuro continuo o en pasado perpetuo. No sé si deberían estar leyendo esto, ojos curiosos y taciturnos.

 Era una fiesta, no sé si fue una reunión, quizá un paradójico espacio clandestino. ¿Vestías de pirata? ¿Tal vez yo era una Dandy?  Quizá no vestías la última moda en el aparador más importante de París. Quizá tus trapos palurdos eran más seductores, productos menguados por una exquisita desnudez que descubro y sigo haciéndolo, arrancando una nueva capa como si te volviera a conocer. Esta noche y las futuras, te aseguro que en cuanto te vi, mis ojos no pudieron apartarse de tu lado. Oh querida mía,  mi T, fuiste eso, una aparición espectral que se quedó grabada  y yo, una simple demente que sucumbirá ante tus letargos fascinantes de un amor indescriptible. De algo estaba segura… F era hermosa, nos estudiamos con ingenuidad  en un inicio para luego perdernos, embarcarnos en una lucha de miradas; ojos profanos, expertos y otros más dóciles que aguardaban la pureza de una flama avasalladora. Hipnosis acompasada por el éxtasis de sus silencios que decían mucho, anunciaban lo obvio, lo prohibido, lo deseado. Una era más alta que otra, la diferencia era centimétrica, sus cabellos, ambos cubiertos por tonos ales. Eran dos simples mujeres, dos complejas féminas encontradas… Y  ya podíamos perfilar nuestra vida en un goce absoluto. Solas y rodeadas por multitud exagerada,  bailaron, y bailamos y aunque nuestros cuerpos no se movían, ya te amaba, ya nos amábamos, ya me amabas, ya se amaban.

¿Por qué no? Apenas te he visto y ya te deseaba, pero no es de aquellos deseos primarios que la gente común descarga a través de epifanías uales. Quizá pensaste que yo era una más que solía descargar mis deseos básicos a través de una loba  hambrienta que me atrapa entre juegos inteligentes de seducción. Puede que en un principio esa habría sido mi propósito, pero no es así. Tal vez tú creías que era una treta de una zorra astuta con ambiciones maliciosas. Pues no, he quedado atrapada por la chispa ambarina que me deslumbró hasta el punto de dejarme ciega. Entonces, ¿nuestro deseo era una meta impuesta, tatuada y  tergiversa que nos indicaba esa inconcreta manera de saberse perdido y haber encontrado lo que al mismo tiempo estuvimos buscando? Tal vez ya te quería mucho antes de saberlo, quizá antes de que pudiese comprenderlo.

 ¿Es eso posible, T? En absoluto que lo es. ¿Podría ser un sueño? Puede ser, pero mañana, ayer y esta noche siempre será nuestra. Somos eternas, tú corres por un camino repleto de espinas vigorosas, mientras que yo me arremolino en las nubes  de holgura. Viviste dolor, sentiste las pericias y no estuve ahí para tenderte una mano, pero eso ya no pasará. Si alguna lágrima derramaste, a partir de este momento, las beberé desde el centro de tu alma, haré tu dolor el mío. ¿No es un sacrificio? No, porque es la mayor demostración de amor. Sangrar por ti,  morir por ti y sonreír sin una pisca de arrepentimiento. Pero es injusto. No lo será nunca, no eres un sacrificio, eres la niña de mis sueños. ¿Y ahora qué sigue? Decirme que te quedarás a mi lado, no me dejarás. Y se hizo el silencio, no hacía falta demasiado para lograr lo extraordinario entre ellas.  Mirarse, enamorarse, amarse y repetir ese círculo interminable.

Me has hecho feliz, estoy a tu lado y ha nacido una parte mía que es tan tuya como nuestra. ¿Cómo fue que he llegado hasta aquí sin flaquear? ¿Cómo fue que no quiero desprenderme de esta idílica y fantástica realidad? Porque esta fantástica realidad idílica es nuestra. Este retoño viviente es nuestro. Es nuestro. Es nuestro. Crecerá, sonreirá, te tomará de la mano (aquella que jamás soltaremos), vive nuestra idílica fantasía. No somos las únicas avaras que compartimos un destino glorioso. ¿Los ves? Ellos no saben lo que estoy diciendo, ellos no entienden lo que te estoy susurrando en el oído, mientras te hago el amor y  tampoco imaginan la ternura abismal que representas cuando estrechas a nuestro hijo. Nadie sabe quiénes somos, nadie sabe dónde estamos. Somos fantasmas vertiginosos con alma de querubines.

            Tal vez T era distinta de F y F a la inversa muy opuesta T. Su historia era una recopilación de ellas, de lo que son de lo que fueron, dos personajes que tal vez existan, tal vez no, tal vez dos hermosos cronopios que no viven ni en el tiempo ni en el espacio y que juegan al amor y a la felicidad, aunque el amor siempre ha sido una exquisita forma de llegar a la destrucción.