Tiffany no se había preguntado realmente que hacía en este colegio.

Su familia contaba con uno de los apellidos más prestigiosos de Corea, y su propio padre era parte del parlamento.

Además sus calificaciones eran más que aceptables, y su comportamiento siempre había sido elogiado como intachable.

Pero claro, que al hacer memoria la única persona que podría haber influenciado a sus padres para inscribirla en un colegio tan poco convencional, era su abuela.

Una amargada anciana que no aceptaba jamás un no por respuesta, y que siempre estaba acompañada de ese desgarbado gato que parecía no morir a pesar de tener más de quince años.

Aunque si miraba objetivamente la situación, estar en un colegio-internado de formación católica quizá no fuese tan malo.

Bueno si descontaba las misas, las monjas, las clases de religión y los rezos permanentes.

No sonaba tan mal, es decir contaba con su propia habitación, tenía acceso a Internet, un amplio menú en la cafetería y salida todos los fines de semana.

Comparando su situación con los internados que había visto en la televisión, esto no le pintaba tan mal.

Pero… a quien quería engañar, Estaba encerrada en un edificio que debía tener por lo menos cien años, con protecciones hasta en los cubículos de los baños.

Con horarios que casi la mandaban a dormir con las gallinas y lo peor de todo es que no había ningún chico a kilómetros a la redonda, el hombre más joven que había visto en los tres días que llevaba enclaustrada era el jardinero que aparte de calvo y con evidente exceso de peso debía tener por lo menos sesenta años.

Además las chicas de la clase a la que fue asignada eran todas unas urracas parlanchinas, chismosas y sin vida “Enserio eres hija de Leo Hwang” “Debe ser un gran cambio entrar a un internado” “No dudes en preguntarnos si no entiendes algo” “Podría mostrarte el colegio” “Una habitación personal pero que envidia”

-Pobres tontas- Murmuro.

Creen que por buscar platica o fingir simpatía se dejaría llevar por la masa, y se uniría a su afamada “comunidad estudiantil del colegio internado Santa María de Seúl” ¡por favor!

Ninguna de esas niñas tontas le llegaba ni siquiera a los talones.

A una Hwang… pero que estaban pensando.

Tiffany Hwang, mezclándose con esa calaña, por favor, Sus amistades no tenían rangos inferiores a Charlotte la hija del Trigésimo Conde le Blanck tercero de Paris, o Vladimir el hijo menor de Vladimir Ilich, el afamado novelista.

Quizás no era bueno pensar tan negativo, de todas formas cada vez que lo hacia el discurso de su madre volvía a su cabeza

“Tiffany, esta es la mejor decisión que pudimos haber tomado con tu padre, lo que necesitas es ver que hay realidades muy diferentes a la nuestra… vivir como una chica normal será muy beneficioso para tu futuro” beneficioso y la mierda…

Bastaba con una visita a un orfanato, o unos días de voluntariado en alguna institución, pero no

“debes vivirlo en carne propia” le había dicho su padre sin siquiera sacarse la pipa de la boca “no será tan malo, te acostumbraras rápido”

Rápido y una mierda, después de los tours por el colegio y su primera clase estaba planeando su fuga a lo misión imposible.

Soju… ¡sí! Le hacía falta, una maldita botella de Soju y un muchacho, eso sería excelente.

Un muchacho guapo, en boxer con una botella de Soju en la mano.

Eso suena mucho mejor aún.

Error… Por tres segundos imagino al jardinero en calzoncillos con una botella de jerez en las manos y todas sus fantasías se esfumaron.

-Necesito salir, y rápido –Sin percatarse que lo había dicho en voz alta, y más aún que alguien la escuchaba.

-No creo que sea buena idea que intentes salir- dijo alguien sacándola de sus pensamientos –Son las ocho de la noche las monjas hacen doble turno hasta las diez y después viene el turno de las guardias de seguridad y de paso hay alarmas con censor de movimiento

Tiffany se dio un golpe en la frente con la palma de la mano y se cubrió los ojos

-Este lugar es como una maldita cárcel

-Eres nueva no te había visto- Dijo aquella entre las sombras –Un rostro tan lindo como el tuyo lo recordaría fácilmente- La imagen que se formó con la poca luz era incoherente.

-¿Y tú que eres? ¿Un maldito fantasma? ¿O uno de esos desagradables santos que hay por todas partes?- Pregunto la castaña sin el más mínimo gramo de simpatía.

En realidad la imagen era bastante extraña, un sombra de estatura relativamente baja, por lo visto cabello largo, y lo que parecía una túnica o un abrigo largo.

-Kim Taeyeon para servirte- Respondió entre risas, saliendo de detrás de una de las enormes columnas que adornaban los pasillos -¿Y tú nombre Señorita modales?

-¿Y a ti que te interesa como me llame o mis modales?- contesto con una cara de fastidio, y los brazos como asas en sus caderas –Yo no pedí que te presentaras- Termino con un descortés chasquido de dientes.

-Pero que chica más simpática- Espeto con una rígida sonrisa que mostraba mucho más que un evidente sarcasmo –Debes tener un millón de amigos, me imagino

-¿Y te interesa acaso? Si quieres entrar a mi círculo de amistades te aviso que las postulaciones están absoluta y completamente cerradas

-Pues con ese tremendo carisma que tienes, me llamaría la atención que la gente no postule- Respondió con tremendo sarcasmo.

-¿Y a ti qué? por qué no sigues en lo que estabas y me dejas tranquila- sonrío de manera retadora –No tienes a quien más asustar

La chica de estatura baja comenzó a reír avanzando sin prestar más atención a la castaña, hasta que se perdió por un pasillo cercano.

-¿Pero qué le pasa?- Murmuro Tiffany –Esa está más loca que yo- levanto los hombros en señal de poca importancia, y siguió su camino a quien sabe dónde, regañando de manera mental a sus padres y a todas las personas que existían en el universo por estar en ese maldito colegio –Imbéciles todos…